lunes, 16 de marzo de 2015

LA SUBVERSIÓN MORAL


CHAPPIE
2015. Dir. Neill Blomkamp.

Nota: se revelan algunas situaciones y el final de la cinta.



         Es el futuro cercano y en Johannesburgo, ciudad de alta criminalidad, se han impuesto los policías robóticos. De esta manera se ha logrado disminuir la tasa de robos y asesinatos. El científico responsable de estos robots, Deon (Dev Patel) ha logrado un programa que además, puede dar lugar a que estas máquinas posean una conciencia. Al serle negada la autorización para experimentarlo, se apropia de un robot que va a ser destruido por inservible para comprobar su teoría. Al mismo tiempo, un trío de criminales lo secuestra para pedirle que les “fabrique” uno de estos especímenes que les ayude a cometer un gran asalto. Así, con el robot reconstruido y el programa, se da lugar a la creación de Chappie como lo bautizará la chica que forma parte de los delincuentes. Es como un niño que poco a poco irá creciendo y aprendiendo de las circunstancias que lo rodean. En pocas palabras, tiene conciencia.

Dev Patel como el científico Deon, al lado de su creación.
Patel se dio a conocer por "¿Quién quiere ser millonario?"


         La película sirve como pieza de ciencia ficción (mientras no ocurra la creación real de una inteligencia artificial) pero lo más interesante es su discurso de subversión moral. Deon se emociona al notar que su robot es inocente, que deberá ir aprendiendo paulatinamente las cosas del mundo real y ser instruido dentro de la moral convencional, la honestidad y lo que está dentro del bien común. El trío criminal aprovechará  la conciencia (e inocencia) de Chappie para que acepte realizar actos inmorales disfrazados de racionales y correctos. Una prueba es soltarlo en el mundo para que enfrente a seres deleznables que lo atacarán ante su incomprensión. De esa manera, ganando su confianza, será más fácil el engaño.

Yolan-di Visser y Ninja son miembros de una banda sudafricana
y participan en la realización de videos y en la actuación,
como sucede en esta cinta donde son parte de un trío de delincuentes
que "provocan" la creación de Chappie.


         Ante la trama bien planteada por el propio realizador y un coguionista (Terri Tatchel) tenemos a la empresa diseñadora y productora de los robots con sus intereses definidos (una agradable Sigourney Weaver recordándonos otros tiempos de ficción). Hay otro científico rival, Vincent [Hugh Jackman en villano: solamente lo había hecho en cintas realistas: por dolor en Intriga (Prisoners, Denis Villeneuve, 2013) y por ambición en Engaño (Deception, Marcel Langenegger, 2008) que tiene otro modelo de máquina extrema, sin permiso de utilización; aquí trae un corte de pelo extravagante, adecuado para su personaje]; y por supuesto están los criminales que provocan indirectamente la creación de Chappie.

El extraordinario Jackman aparece como villano
con una apariencia extravagante, pero nada puede
cancelar a su carisma.


         Es una película que debía tener una trama que atrapase e interesase al gran público para llegar al establecimiento de su principal objetivo: la máquina que puede humanizarse, tema que ha obsesionado a grandes realizadores desde Paul Verhoeven pasando por Kubrick a quien Spielberg rindió tributo. Así como la computadora Hal de 2001: odisea del espacio en los años sesenta, para llegar al Robocop cuando los años ochenta hasta su versión más reciente que mezclaba naturaleza humana con la parte biónica para su recuperación (o resucitación); o el caso triste que era una relectura del “Pinocho” de Collodi en Inteligencia artificial, tenemos ahora a un Chappie acorde con los tiempos.

Por su conciencia, el robot puede pintar y apreciar el arte.


         Se tiene humor (cuando los tres delincuentes y Chappie caminan juntos, amenazantes, al partir a su primera misión o al enseñarle Ninja la manera de cómo moverse para demostrar su superioridad y estilo); hay momentos conmovedores (el robot ha sido atacado por una pandilla y luego debe sentarse a meditar lo que ha sucedido: un perro se acerca y lo acaricia como compañeros del mismo dolor); y suspenso (cuando Vincent “apaga” a los robots para imponer su creación o los momentos en que debe “salvarse” la conciencia de Chappie, Deon y hasta la accidentalmente grabada de la mujer delincuente).

Neill Blomkamp, ejemplo del realizar que triunfa en Hollywood
pero siempre involucra a su patria en lugar de dar discursos
y rascarse la panza con el "american way of life".


         Neill Blomkamp viene a ser ejemplo de lo que debería ser realizador extranjero en Hollywood. Desde la primera cinta Sector 9, también transgresora al mostrar una mezcla repulsiva de extraterrestres con humanos, que sucedía en una invadida y sobrepoblada Sudáfrica (de donde es originario), pasó a Elysium como superproducción norteamericana, pero ha vuelto a Johannesburgo con locaciones y actores sudafricanos (aunque con estrellas taquilleras) para ofrecer una obra soberbia y seguir dándole importancia a su país de origen. Permanece fiel a su tema del futuro con implicaciones morales y subvertidas (la explotación de los extraterrestres en Sector 9; la diferencia extrema y racista de Elysium). Por otro lado, sigue utilizando a su actor sudafricano preferido: Sharlto Copley que ahora provee de voz al robot estelar.

Chappie es uno de los grandes personajes del año.
Su voz es cortesía del gran Sharlto Copley.



         La cinta fue golpeada “críticamente” por lo aparente. Quizás se esperaba que el robot fuera “divertido” y que tomara un bando para llegar a la típica cinta violenta y de acción. Estamos ante una propuesta intelectualizada de la corrupción y sus efectos. Finalmente “sobreviven” los delincuentes menos malos, triunfa la ciencia y la salvaguarda de la ciudad, y queda en la imaginación del espectador cuál será el siguiente paso evolutivo. Una película extraordinaria.

lunes, 2 de marzo de 2015

LOS FALSOS PROFETAS

GONZÁLEZ
2013. Dir. Christian Díaz Pardo.

Harold Torres es uno de los mejores actores 
contemporáneos como lo demostró en "Norteado",
al ser mejor que la cinta "La cebra" o en la serie
de televisión "Crónica de castas".


         González (Harold Torres, extraordinario como siempre) es un hombre desempleado. Busca trabajo y no encuentra. Debe la renta del cuarto donde vive. Debe una televisión. No ha podido enviarle dinero a su madre enferma. Cierto día encuentra un anuncio donde se piden auxiliares telefónicos y resulta ser el call center de un templo cristiano. Es aceptado y comienza su labor como asesor espiritual. Conoce al pastor (Carlos Bardem en falso predicador español con acento portugués) en sus sesiones cotidianas, aunque también lo sigue por un programa de televisión donde utiliza su acento portugués. González empieza a pensar (y a fantasear) que él puede ser también pastor.



         La película inicia como una denuncia de la pobre situación laboral, la falta de oportunidades (más bien la poca oferta ante tanta demanda: cuando González va a alguna oportunidad siempre hay cuatro o cinco delante de él) para luego pasar al problema del empleado clase media o baja que tiene adeudos en tarjeta de crédito o en el artículo que compró a plazos. No todo termina ahí: la misma situación que ahoga y que no tiene fondo queda de lado cuando está la alternativa de explotar la fe de los seres a nuestro alrededor con tal de salir de dicha asfixia. González cree en sí mismo y que Dios está en él.



         Ópera prima del realizador Díaz Pardo con guión suyo y del productor-escritor Fernando del Razo, tenemos el tema de la falta de credibilidad. Si no es posible creer en la oferta laboral ni tampoco en las instituciones (banco, tienda) aquí se muestra el asunto de la explotación de la fe religiosa. A la masa se le convence de que el dinero no es la vida porque la vida es Cristo, así que en lugar de tenerlo en tus manos, entrégalo a la iglesia. Sabemos desde hace mucho tiempo de los fraudes que se cometen en nombre de Dios y la proliferación de iglesias cristianas. No puede generalizarse pero el gran porcentaje de nuevas denominaciones y pastores dudosos da lugar a pensar en la charlatanería. Podemos verlo en canales de televisión (como lo hace el personaje de la cinta) o escucharlo por la radio.



         Y la película sorprende porque no sigue los lugares comunes que uno esperaría. La transformación de González en su persona y su forma de pensar a lo largo de la experiencia con quienes llaman en busca de ayuda o confort espiritual (porque no tienen otra salida), además de las relaciones con una compañera de trabajo (Olga Segura), creyente que será sorpresivamente cambiada por el propio joven, y las largas esperas y reflexiones para ir creando un plan que le permitirán llevar a cabo todos sus anhelos y futuras acciones. Se llega a una frase final espléndida que tiene mucho sentido ante la impunidad, la violencia, los medios digitales que han también transformado nuestra realidad.



         Nota.- Es una pena y una lástima que Cinépolis programe algunas cintas mexicanas en salas lejanas o en horarios infames. Tuve la experiencia de ver “González” con otras cuatro personas. “Cuatro lunas” aparece en una sola sala lejanísima y en barrio problemático. Son cintas “premiadas” (pero no con el “Óscar”: eso es para cineastas mexicanos exiliados). Lo mínimo que se pide es que le den la misma oportunidad en los cuatro puntos cardinales del área metropolitana. Son las mejores salas de la ciudad: sean equitativos.