sábado, 20 de febrero de 2010

JOHN GARFIELD (1913 - 1952)





Acabo de leer la biografía de John Garfield, una de las presencias más interesantes del cine hecho en Hollywood. Bajo el título "He Ran All the Way - The Life of John Garfield" (Limelight Editions, Nueva York, 2003), el autor Robert Nott pasó más de diez años investigando periódicos, papeles, cartas; entrevistando a personas que lo conocieron; revisando todas sus películas y las poquísimas intervenciones en televisión (que se preservaron). El título del libro corresponde al de la última cinta filmada por el actor, estrenada el mismo año de su fallecimiento (aunque realizada a fines del año previo) bajo el título de "Prisionera de un amor" (1951, John Berry).

Conocemos la vida de Jules Garfinkle, hijo de una familia rusojudía que había emigrado a los Estados Unidos a principios del siglo XX. "Julie" como le llamaban sus conocidos (y siguieron haciéndolo por toda la vida) perdió a su madre a temprana edad y su padre, un sastre, no le atendió ni a él ni a su único hermano, como debería hacerlo la figura paterna. Se crió con un tío y luego tuvo el apoyo del director de la secundaria a la cual asistía. Sin embargo le picó el gusanito del teatro desde una intervención en una puesta escolar de "Sueño de una noche de verano" y así comenzó una carrera que lo llevó desde la compañía prestigiosa, de izquierda, que se cultivaba en Broadway hasta Hollywood.

En 1938 debutó en "Cuatro hijas" (Four Daughters, Michael Curtiz) gracias a un contrato en la Warner Brothers. Su presencia causó furor. El personaje de un arreglista musical, joven, cínico, rebelde, que seduce a uno de los personajes femeninos para que lo despose, traicionando a un amigo, y luego demostrar que no tenía el empuje para sacar adelante un matrimonio, hizo que el público se sintiera atraido hacia su personalidad. Garfield era intolerante y sensual. Inicia un contrato de siete años con esta productora que, por desgracia, lo encasilló en roles duros, aunque ocasionalmente podía filmar en otros estudios.

Luego de 1945, Garfield decidió ser independiente. Fue pionero de lo que vendría a ser el Hollywood en una nueva etapa cuando los actores eran socios de sus cintas, dejando atrás el sistema de contrato en los grandes estudios. Con su compañía Enterprise Productions, logró dos de las mejores películas norteamericanas en la historia: "Carne y espíritu" (Body and Soul, Robert Rossen, 1947) y "La fuerza del mal" (Force of Evil, Abraham Polonsky, 1948). En ellas, Garfield fue boxeador y abogado decadente, respectivamente.

Antes de ellas, sin embargo, aceptó participar en producciones de estudio en películas que se tornarían clásicas: como cine negro, "El cartero llama dos veces" (The Postman Always Rings Twice, Garnett, 1946) para la MGM, al lado de una rubia platinada que lo lleva a la condenación interpretada por Lana Turner; como gran melodrama, "De amor también se muere" (Humoresque, Negulesco, 1946) al lado de Joan Crawford, para la Warner Bros, donde provocaba el amor imposible de una alcohólica, mayor en edad que él. También estuvo en la producción Fox "El sol sale para todos" (Gentlemen's Agreement, Kazan, 1947) donde interpretó un papel secundario, como soldado judío sujeto a discriminación por sus orígenes étnicos.

Sin embargo, su carácter liberal y rebelde, además de sus participaciones en asociaciones de izquierda y comunistas, durante sus años mozos, hicieron que fuera colocado dentro de la famosa lista negra durante los años de la Guerra Fría. Su última película ocurrió antes de que comenzara a ser vetado tanto por el cine como la televisión. Murió en esos tiempos a los 39 años de edad, al lado de una de sus últimas amigas íntimas. Garfield estuvo casado desde los veinte años con Robbe Seidman, aunque tuvo infinidad de amoríos casuales con el paso de los años. Al morir, tenía algunos meses de separación de su esposa.

Su funeral fue tumultuoso. No había sucedido algo semejante desde la muerte de Valentino, por lo que quedaba establecida su presencia en el corazón de miles y miles de fanáticos. Garfield no tenía rasgos bellos en el sentido convencional de la imagen masculina de Hollywood (como Tyrone Power, por ejemplo). Era de baja estatura por lo que tenía que usar elevadores en sus zapatos. No obstante, exudaba cierta sexualidad. Su tipo rebelde, sin concesiones, con la actitud retadora, daban a entender una naturaleza fogosa. El mejor ejemplo estaría en la cinta con la Turner, mencionada anteriormente.