lunes, 9 de marzo de 2020

PELÍCULA INDULGENTE


HONEY BOY: UN NIÑO ENCANTADOR
(Honey Boy)
2019. Dir. Alma Ha´rel.

            Esta película fue escrita por Shia LaBeouf como un ejercicio terapéutico para librarse de sus demonios acerca de la relación con su padre. Narrada en dos tiempos: 1995, cuando el niño Otis (alter ego del actor) tiene doce años, es actor emergente en la televisión, y vive con su padre James en un motel californiano; y 2005 cuando ya Otis, en su primera juventud, debe pasar por otro de tantos tratamientos de rehabilitación, en este caso sobre manejo de la ira. Otis niño tiene a su padre, alcohólico y drogadicto en recuperación, como representante. Es un tipo abusivo que le grita y somete. Otis, ya mayor, más consolidado como actor, vive las consecuencias de esa relación durante su niñez. La cinta nos muestra tanto la génesis de un daño emocional y afectivo, como el proceso de exorcismo para alcanzar redención.
            Uno como espectador comprende que los antecedentes personales de James, que nunca son expresados abiertamente sino que se sugieren por mínimos comentarios (pelear en la guerra, la cercanía hacia las drogas) no le daban gran capacidad para comprender el significado y la atención hacia un menor. La madre sólo está presente en la distancia. A pesar de la cercanía con el hijo, James resiente y teme a que encuentre otra figura paterna, como ocurre con Tom (Clifford Collins Jr.), miembro del programa de “hermano mayor”, con el cual Otis se refugia… En el caso de Otis adulto está la rebeldía, el enojo ante la incompetencia y el abuso, recibido de manera callada, por el padre, aparte de que las demostraciones de afecto eran sobre agresiones a lo que él consideraba cálido (la jovencita de la cual se enamora, el hermano mayor rechazado, el pleito perenne con la madre).
Dulce y extraordinario Noah Jupe
            No obstante, la cinta se siente más indulgente que redentora, más autocomplaciente que liberadora. Al mismo tiempo que se condena a un padre cuya conducta era tóxica, se le rinde tributo (en los créditos finales hay fotografías de Shia y su padre, en la vida real). Una última secuencia muestra a Otis joven llevando a James en su motocicleta y a la siguiente escena, va solitario. Es esta ambigüedad y ligereza lo que no convence en cuanto al discurso de denuncia y supuesta liberación. Sin embargo, la gran cualidad de la película reside en el dulce Noah Jupe, una de las mayores revelaciones infantiles de la década pasada: al mismo tiempo que fuerza, presenta fragilidad. Hay toda una gama de emociones que logra transmitir y con las cuales desgarra al espectador. Por cuestiones de sensibilidad política (tenía 13 años al filmar esta cinta), solamente se insinúa la relación carnal con la chica que se torna en su refugio sentimental, con una carga erótica inocente. Él es la razón principal por ver una cinta que en su totalidad resulta mediana.