miércoles, 8 de enero de 2020

SER BUENAS PERSONAS


UN BUEN DÍA EN EL VECINDARIO
(A Beautiful Day in the Neighborhood)
2019. Dir. Marielle Heller.
         El cine norteamericano, en otra de sus revisiones de personajes del pasado (pronto llegará Judy que recrea los últimos seis meses de vida de la icónica cantante, con una actuación impactante de Renée Zellweger; por Netflix apareció Mi nombre es Dolemite, con Eddie Murphy, donde se recupera a Rudy Ray Moore, uno de los actores-cineastas representativos del género que se valió de la nueva sensibilidad hacia la gente de color para explotarla en la pantalla, bajo otras perspectivas), ahora nos presenta a Mr. Rogers, un personaje de la televisión pública cuyo programa Mr. Rogers’ Neighborhood vino a ser un antecedente de Plaza Sésamo y también ocupó un lugar importante en el recuerdo, y la educación, de varias generaciones de niños en Estados Unidos.
Tom Hanks y el verdadero Mr. Rodgers
         Fred Rogers comenzó su programa de televisión en 1968 y así continuó hasta 2001, presentando a un hombre de aspecto cotidiano que llegaba a su casa (cantando la canción tema del programa que invitaba a sus escuchas a convertirse en su vecino), se ponía cómodo con un suéter y zapatos casuales,  antes de empezar a platicar sobre distintos tópicos con su público (algunos capítulos pueden verse por YouTube) que iba ilustrando con diversas acciones y objetos, marionetas, personas invitadas. Rogers reflejaba mucha parsimonia e inspiraba bondad: una atmósfera de  Disneylandia resumida en un ser humano donde todo era perfección y bonhomía. Rogers incitaba a que la gente fuera cortés y viviera con alegría, considerando a toda persona como su vecino, merecedor de nuestra comprensión para crear una armonía universal.

         En esta película, basada en un reportaje que apareció en la revista Esquire en 1998 por Tom Junod, el personaje de Mr. Rogers no es el personaje principal, directo. El guion partió de los hechos relatados en el artículo para crear a un personaje ficticio, Lloyd Vogel (Matthew Rhys), indolente, endurecido con la vida por haber sufrido el abandono del padre, dejándole, junto con su hermana, al cuidado de una madre enferma de cáncer terminal. La cinta nos muestra cómo su acercamiento hacia un ser bondadoso, que refleja interés en el prójimo y lo exalta a perdonar, a convivir, a dejar de lado las penas de la vida, lo transforma. 
         El reencuentro con el padre, Jerry (Chris Cooper), es violento al inicio. Luego viene la entrevista con Rogers. Lloyd es testigo de la grabación de un capítulo de su programa. El conductor se equivoca al colocarse el suéter; en otro momento, intenta abrir y montar una tienda de campaña al aire hasta que se da por vencido. Sin embargo, al revisar las tomas, prefiere que se noten los errores. Rogers quiere transmitir la verdad de la vida donde hay equivocaciones e ineptitud para que todo fluya naturalmente y nos perdonemos. Hay otra secuencia donde Lloyd tiene un sueño en el cual se transforma en invitado y luego participante, como marioneta, del programa de Rogers para aprender una lección.
         La cinta utiliza lo que servía como apertura del programa: la reproducción de una ciudad, sus vecindarios, edificios, trenes, autobuses, autos, que pululan por las calles, todas de juguete. La realizadora Heller juega con la realidad y la ficción: las mezcla como si fuera realismo mágico dentro de su narración pero respeta las coordenadas de cada una de ellas. Tom Hanks, cuya personalidad y trayectoria lo han presentado como personaje positivo, en la mayoría de las veces, resulta ser el equivalente perfecto fílmico de un Rogers en sus objetivos, cualidades e intenciones. Matthew Rhys es un hombre atormentado por el rencor del pasado que accede a romper su coraza con el deseo de esfumar a sus fantasmas.
         Para quienes no conozcan a Mr. Rogers (que seguramente será la mayoría de los espectadores nacionales), no será problema para irlo identificando de manera abstracta (un conductor bonachón de televisión). Para cualquier espectador, el mensaje de paz, armonía y convivencia será evidente. Lo mejor de esta película es que no intenta establecerlo a fuerza, ni busca salidas baratas, ni recurre a las emociones primarias. Su mayor cualidad es que nos va convenciendo, como Rogers, de que en el fondo, por naturaleza, somos buenas personas.
La realizadora Marielle Heller con el bueno de Hanks