sábado, 18 de enero de 2020

TRIBUTO AL HEROISMO


1917
2019. Dir. Sam Mendes.
         Dos cabos del ejército británico, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) descansan en un bucólico prado que es un espacio aislado, contrastante, con las trincheras que se encuentran cercanas y que colindan con campos de batalla áridos, plenos de cráteres, agua, animales muertos o cadáveres humanos. Platican, recuerdan y bromean mientras Blake está acostado y Schofield reclinado sobre un árbol. Llega otro soldado a pedirle a Blake que vaya con el General Erinmore (Colin Firth) quien requiere dos reclutas para una misión. Blake nombra a Schofield y ambos van con el oficial quien les informa que un batallón que va a atacar a los alemanes, a la mañana siguiente, que se encuentra a quince kilómetros de distancia, debe ser informado que están en una trampa y serán masacrados. No hay otro modo de informarles más que yendo directamente hacia ellos; por otro lado, un hermano de Blake se encuentra en ese lugar. Los dos cabos inician su encomienda porque tienen apenas el tiempo suficiente para llegar a su destino. De esta manera se lanzan por caminos inseguros, inciertos, siempre amenazantes porque la muerte está flotando sobre el aire. Así comienza una aventura de 24 horas.
Blake y Schofield
         Filmada en dos falsos planos secuencia que, gracias a la tecnología actual, pueden engañar al espectador y dar la ilusión de que la cámara empezó a filmar para no dejar jamás a sus protagonistas durante el lapso de la trama, 1917 es un tributo al pasado y a mirar al presente desde una perspectiva anterior. Al inicio de la película aparece la fecha 6 de abril de 1917 que indica el primer día en que los norteamericanos se unieron a la lucha europea. La cámara pasa de las flores a la placidez a la aridez a la amenaza de muerte. Los protagonistas quedarán entrampados en trincheras alemanas abandonadas, o llegarán a granjas quemadas donde una vaca deambula solitaria, o sortearán a un avión enemigo que se estrella en su cercanía, o visitarán pueblos derruidos con supervivientes escasos como una muchacha con un bebé abandonado, o lucharán sumergidos en ríos violentos con desembocaduras en cascada.
         La película está basada en historias que le contaba su abuelo al director Mendes y que le sirvieron para darle una significación actual y no una simple recreación de época porque eso ya no debe interesar a los espectadores del siglo XXI. Termina siendo un tributo al heroísmo del soldado sacrificado y la reiteración de que la guerra no tiene sentido desde el momento en que la misión consiste en entregar un mensaje para cancelar la batalla, de no pelear para poder salir vencedores y permanecer vivos. Si se aplica a nuestros días, la película nos comenta la fragilidad de las decisiones que pueden llevar a la tragedia como pasa con los líderes contemporáneos. Más que nada, habla de la responsabilidad moral, de la necesidad de vernos como guardianes de nuestros semejantes y que los actos individuales pueden ofrecer resultados comunitarios para que se cumpla la circularidad del destino, los ciclos de la vida, volver a reclinarse en otro árbol cuando la conciencia ya está tranquila.
Sam Mendes, realizador extraordinario