sábado, 3 de marzo de 2012

DEMENTE CON PODER


PODER SIN LÍMITES
(Chronicle)
2012. Dir. Josh Trank.


Durante un rave en una vieja fábrica en las afueras de Seattle, tres estudiantes de una preparatoria descubren un gran hoyo en un terreno cercano.
Bajan y encuentran una extraña estructura cristalina con colores cambiantes. Se dan cuenta que han adquirido los poderes de telequinesis y vuelo. Uno de ellos, Andrew (Dane DeHaan)
tiene padre alcohólico y madre enferma terminal de cáncer, además de ser víctima de los bravucones de su escuela. Gracias a los poderes, se vuelve popular entre sus compañeros hasta que las circunstancias cambian, lo mismo que su personalidad.

La película utiliza el recurso del vídeo para narrar lo que está sucediendo. Uno imagina que estamos viendo el recuento de los hechos porque de pronto es la cámara de este joven, o la de una muchacha que es novia de su primo. Lo que es bastante limitante, se torna en manera efectiva de contar lo que hubiera sido impersonal y desarticulado. Se permite la elipsis natural de los cortes que ocurren cuando uno apaga, prende, traslada la cámara. Hay momentos en que vemos a Andrew en su cama mientras la cámara está flotando sobre él, gracias a la telequinesis. En otros, se encuentran volando en las alturas, entre nubes, para que de pronto aparezca un avión que los toma por sorpresa.

La cinta habla, nuevamente, de cómo la ciencia (o hablemos de lo desconocido para darle un trato genérico) trastoca al ser humano. Al estilo de El hombre invisible (Whale, 1933) o El hombre sin sombra (Verhoeven, 2000);o imposible dejar de lado la referencia de Carrie: extraño presentimiento (De Palma, 1976), las consecuencias de algo (sustancia, radiación, material extraterrestre: nunca se sabe) transforman las circunstancias. Dependerá de la madurez o irracionalidad de quien recibe estos dones, cómo será la forma en que se desarrollará el futuro. Andrew tiene una existencia miserable: padre desempleado y alcohólico, madre desahuciada, vecinos traficantes que lo abusan, lo mismo que sus compañeros grandulones de escuela. Su equilibrio es frágil y la posibilidad de supremacía tendrá que trastornarlo. Sus amigos, en cambio, son un primo, más racional, y un joven aspirante a la presidencia de la sociedad de alumnos, más formal. Primero los vemos como niños con juguetes nuevos haciendo bromas a la gente. Luego vienen situaciones más serias.

Hay secuencias que son significativas: Andrew, con un dedo, hace que la camioneta que va detrás de la suya, tocando el claxon y molestando, salga de la carretera y caiga sobre una laguna. Otra es terrorífica: el descubrimiento del poder de volar que mantiene al espectador esperando un desenlace fatal. Otra es vergonzante (e indirecta: no la vemos) pero subraya la inocencia de Andrew: al estar en el momento de perder la virginidad, la eyaculación precoz hace que su semen vuele hacia su saco, produciendo el asco de su seductora (solamente se muestra esa situación). Poco a poco va siendo presa de la desesperación y de la locura.

Imagine usted que de pronto tiene el poder para destruir a sus enemigos o todo aquello que le molesta. Imagine que ese poder cae en manos de alguien que está al punto del desequilibrio. La cinta viene a ser simbólica de quienes ansían y utilizan de mala manera ese poder. En algún momento se cita a Schopenhauer con su definición de la Voluntad ("no es otra cosa que un ciego afán, un impulso o pulsión, carente por completo de fundamento y motivos"). En Andrew, la voluntad de vivir no tiene fundamento y no le queda más que apoyarse en un poder que le torna súperhumano pero vacío.


El realizador y coguionista Josh Trank
deslumbra con su ópera prima (antes solamente había dirigido televisión) basada en el argumento de Max Landis (hijo del otrora importante realizador de los ochentas John Landis que confirma la ocasional herencia del talento)
al filmar una metáfora del estado del mundo que nos lleva a las guerras en oriente o al triunfo del totalitarismo en el pasado o a las amenazas que vivimos diariamente entre dementes con poder. La película no es tan simple como parece: no puede contarse más sin revelar cuestiones esenciales por lo que simplemente se recomienda mucho. Y dura menos de noventa minutos…