jueves, 28 de abril de 2011

LOS GRANDES ACTORES (I)


VAN HEFLIN
(1910 – 1971)


El próximo julio se cumplirán 40 años del fallecimiento de Van Heflin, otra de las personalidades excelsas, y fácilmente relegadas al olvido, del Hollywood de antaño, el de los grandes momentos. Heflin, de ascendencia franco-irlandesa, ganó el Óscar como mejor actor secundario por “La senda prohibida” (Johnny Eager, 1942, dirigida por Mervyn LeRoy) retrato de un hampón insensible y práctico, Johnny Eager (Robert Taylor), que utiliza a la gente para sus fines personales. Tiene como abogado a un joven dipsómano, letrado, con modales finos, Jeff (Van Heflin) quien viene a ser el pretexto del amigo que sirve como su conciencia. Una joven de sociedad, Liz (Lana Turner) será la única que logre sacarle lágrimas cuando tenga que renunciar a ella ya que está prácticamente anunciado su final.
La película está muy bien filmada, aparte que es interesante y su narración tiene buen ritmo. Uno va notando esa característica de frialdad en el hampón que no ha tenido motivos para amar. Tener a una mujer a su lado es algo natural, común, para hacerse compañía y darse placer. No comprende que haya algo más allá de este tipo de relación. Y es lo que Jeff vive cuestionándole. Esa es la cualidad mayor del personaje: el abogado quisiera que se rompiera el hielo del corazón de Johnny para que pudiera, al menos, tener idea de lo que significa la pasión amorosa con la improbable y remota fantasía de que el hampón pudiera corresponder a su afecto. De manera sutil, se nota que Jeff está al lado de Johnny sufriendo humillaciones, ahogando sus secretos en el alcohol, porque está enamorado. Casi al término de la cinta, cuando Johnny parece haber recuperado su humanidad y desechado la alternativa amorosa de Liz, es cuando Jeff se atreve a proponerle que se vayan juntos de viaje, a escalar una alta montaña. Al final de la cinta, Johnny, herido de muerte, expirará en los brazos del hombre que lo ama.

Este tipo de personajes y situaciones, siempre veladas, siempre insinuadas, en el cine de esos tiempos, permite darnos cuenta de las formas en que se retaba a la censura (y la estupidez de los censores). Sin embargo, se necesitaban actores consumados que podían manejar inteligentemente a sus personajes para dar los matices, dejar claras las intenciones subterráneas y darle libertad al público para que entendiera. Heflin era tan sensible y profundo que lograba diversos niveles en sus actuaciones para ofrecer actuaciones tan profesionales y complejas como accesibles y comunes a simple vista.

Otra de sus grandes interpretaciones sucede en “El cómplice de las sombras” (The Prowler, 1951, dirigida por Joseph Losey) donde es un policía, Webb, que reencuentra a un viejo amor de juventud, Susan (Evelyn Keyes), ahora desposada con un locutor de radio que la deja sola por las noches. Comienzan un amorío que lleva a Webb a planear el asesinato del marido sin conocimiento de la mujer. Luego de su cometido, se casan, pero Susan resulta embarazada antes de tiempo, por lo que se sospechará de que algo sucedió entre ellos previamente a la muerte del hombre. Heflin aparece seductor como el policía soltero y solitario que inicia su acoso indirecto de la mujer que amó en el pasado. Luego adquiere una dimensión cínica al provocar su pasión, alejándose de ella. Finalmente, el cálculo, la frialdad para cometer un asesinato que permitirá todas las ventajas: el amor de la mujer que siempre deseó, el dinero para su motel de ensueño en Las Vegas. No obstante, el destino se atraviesa.

Alguna vez, Louis B. Mayer, el zar de la MGM le dijo: "nunca conseguirás a la muchacha al final de la película", a lo que Heflin reflexionó y decidió concentrarse en sus actuaciones. Bien valió la pena. Van Heflin es memorable en muchas películas: el granjero pacífico y violentado en “El tren de las 3:10 a Yuma” (Daves, 1957); el excomandante amenazado por un viejo subordinado en “Pasiones humanas” (Zinnemann, 1948); el engañado y atormentado doctor Bovary en “Madame Bovary” (Minnelli, 1949) ; el objeto de la pasión enfermiza de una enferma mental en “Poseída” (Bernhardt, 1947); el resistente yugoslavo en la Segunda Guerra Mundial en “Cinco mujeres marcadas” (Ritt, 1960) ; hasta su conmovedor rol final en pantalla grande como el suicida enfermo que desea un seguro para su futura viuda en “Aeropuerto” (Seaton, 1970).
Quedan otros papeles inolvidables sin mencionar, pero es una mera invitación para que busquen ese nombre en las películas de antaño, si se quiere disfrutar de un actor, un gran actor, en todo el sentido de la palabra.

EL AMOR DE UN PADRE



BATACLÁN MEXICANO
1955. Dir. Raúl de Anda.


Raúl de Anda (1908 – 1997) fue pionero del cine nacional. Apareció como extra en “Santa” (Antonio Moreno, 1931) y “Águilas frente al sol” (Antonio Moreno, 1932), primeras dos cintas sonoras mexicanas. Poco a poco fue interpretando pequeños roles hasta que adquirió nombre como actor. Así, en 1937, fundó Producciones Raúl de Anda con la cual filmó “Almas rebeldes”, debut de Alejandro Galindo como realizador. Al Año siguiente debutó como director con “La tierra del mariachi”. En 1940 interpretaría y dirigiría “El charro negro” que sería exitosísima y le daría dicho título para identificarlo con el paso del tiempo. Su trabajo como productor nos daría cintas importantes (“Río Escondido”, “El suavecito”, “Bajo el cielo de Sonora”, entre muchas). Fue, además, introductor del proceso Eastmancolor en el cine mexicano.

De Anda fue padre de cinco hijos. Agustín de Anda (13 de agosto de 1933 – 28 de mayo de 1960)
nacido de una relación previa al matrimonio que contrajo con Otilia Serrano en 1936 del cual nacieron Raúl (1940), Rodolfo (1943), Antonio (1949) y Gilberto (1955). Todos se dedicarían de alguna u otra forma al cine como actores, realizadores, guionistas, productores y fotógrafos. Una situación natural en una industria que se distinguiría por las dinastías familiares. Así de Enrique Rosas surgiría Producciones Rosas Priego; de René Cardona surgirían hijo, nieto y bisnieto; de Pedro Calderón se llegaría a la Cinematográfica Calderón; no hablemos de Producciones Rodríguez Hermanos donde cada uno forjó familia; y así seguiríamos.

El apoyo familiar daría lugar a esas continuidades pero, no puede dejarse de lado el amor incondicional de padre hacia hijo. Uno de los casos ejemplares estaría en la insistencia inútil de Raúl de Anda por comprobar el talento, la galanura, el lugar que merecía ocupar su hijo Agustín en el cine nacional. “Bataclán mexicano” fue el debut estelar del joven de 22 años donde aparece como Luis, mariachi que llega a casarse, aparentemente, con una Miss Universo.

“Bataclán” es una palabra que no aparece en los diccionarios oficiales. Significa, informalmente, espectáculo barato, y en este caso tampoco tiene mayor trascendencia aunque se le califique nacionalmente (“Bataclán mexicano”) a no ser que así se considere, con ironía y humor denigrante, a la película en sí misma.

Luis (Agustín de Anda), junto con su amigo Clavija (Freddy Fernández), son integrantes de un mariachi que va al aeropuerto para aprovechar a los viajeros extranjeros que parten del país y cantarle canciones de despedida para sacarles dinero. Clavija se emociona con el cartel que anuncia la llegada de Christiane Morell (Christiane Martell) una vedette que fue Miss Universo. Luis le dice “Más vale que despierte mi Clavijas: de esas pulgas no brincan en nuestros petates” y de esta manera, el director-guionista De Anda nos ha dado la clave de lo que sucederá en su película. Luis será engañado casándolo con Christiane para evitar que la mujer sea expulsada del país por un pleito que ocurre en una fonda. Ella está enamorada de un publicista casado (Fernando Casanova) y su agente (Óscar Ortiz de Pinedo). A Luis lo ama una joven, Chonita (Lorena Velázquez), quien no pierde sus esperanzas. Luis va viviendo la falta de consumación del matrimonio debido a pretextos que le ponen tanto la vedette como sus secuaces. Sufre un accidente al confundir un ensayo con un intento criminal y pasa un mes en el hospital. Finalmente se entera de la verdad, le reprocha a Christiane su engaño y regresa a buscar la felicidad con Chonita y a reincorporarse como mariachi. Por alguna razón, el realizador De Anda pensó que Martell requería otro tipo de hombre adecuado para su temperamento.

“Bataclán mexicano” fue la primera de siete películas producidas o dirigidas por Raúl de Anda para el lucimiento y consecuente estrellato de Agustín de Anda. Mal actor, sin matices ni inflexiones de voz, con el mismo acercamiento a una línea frívola que al diálogo melodramático. Mal cantante si se le compara con cualquiera de sus posibles contrapartes (Luis Aguilar, por ejemplo, con quien filmará en el futuro) ya que no tenía voz, mucho menos para las canciones que debía interpretar (“Las golondrinas”, “La verdolaga” o “Nunca, nunca, nunca”). Mal bailarín, ya que en una secuencia onírica, se le pone a mover al ritmo del chachachá (“Pimpollo”) donde se nota su falta de flexibilidad y su conteo de pasos para al menos salir de la situación. Por otro lado, su personalidad: Agustín no era el típico galán de su tiempo. Sus rasgos eran duros, su piel bastante morena, sobre todo su poca ductilidad. Tal parece que la insistencia sería la fórmula mágica para que el público aceptara a Agustín de Anda como nuevo galán, nueva estrella en el firmamento estelar mexicano.

Su ventaja estaba en el marco actoral: cómicos solventes (Óscar Ortiz de Pinedo, Borolas, Lucha Palacios), actores convincentes (Fernando Casanova, Federico Curiel) ya que su coestrella tampoco era actriz y su cualidad era su belleza (hay una secuencia donde toma una ducha, su silueta se ve por medio de sombras, mostrando sus bien formados pechos; en otros números, aparece en bikini o con vestidos ajustados confirmando su bien ganada posición en el concurso de belleza).

Vendrían otras cintas mejores ( “Remolino” o “La cárcel de Cananea”), pero Agustín nunca se desarrollaría para dar alguna pista de que llegaría a alcanzar otros niveles como actor. La muerte que le llegó prematuramente por su homicidio en 1960 detuvo lo que hubiera sido una carrera más larga (que luego sería continuada por otro hijo de don Raúl: Rodolfo de Anda). Quizás se hubiera tornado director y productor. Tal vez...

Nunca lo sabremos: solamente es seguro el amor y la confianza que le tuvo su poderoso padre quien debió haber lamentado la frustración de sus planes y la pérdida de otra estrella que, de todas maneras, ya había colocado en el lapso de cuatro años. “Bataclán mexicano” es una mala película, pero resulta toda una curiosidad por razones extracinematográficas.

P.D. La copia que se exhibe en el canal Cine Mexicano ha perdido el Eastmancolor original como ha sucedido en otros casos lamentables: "Señoritas", “Caras nuevas”, “¿Con quién andan nuestras hijas?” por mencionar tres títulos, además del tratado en este artículo. Es el mismo caso del Cinemascope: estamos condenados a no volver a ver “La doncella de piedra”, “Talpa” “Sed de amor”, “Ánimas Trujano” o “Tizoc” en pantalla ancha, tal como fueron concebidas.

martes, 26 de abril de 2011

JUGAR A SER DIOS


SÍN LÍMITE
(Limitless)
2011. Dir. Neil Burger.


La película comienza con una secuencia fantástica mientras aparecen los créditos: la cámara recorre una larguísima distancia en un tiempo rapidísimo, siempre en línea directa hacia el fondo, que resulta perfecta para colocar al espectador en el nivel que ofrecerá la trama. Luego vemos a Eddie Morra (Bradley Cooper) en la cornisa de su balcón, a muchos pisos por encima del pavimento.Comienza a contar su historia: era un escritor frustrado que no había podido cumplir con el contrato de una novela. Cierto día encontró a su excuñado quien le ofreció una droga maravillosa que le expandió el cerebro. Pudo terminar su novela, arreglar su departamento, seducir a una vecina. Al buscar al hombre para pedirle más pastillas, aquél fue asesinado. Eddie pudo, sin embargo, recuperar una bolsa llena de la droga que lo llevó por caminos inesperados. Había, de todas maneras, efectos laterales, además de otros interesados en la droga. Al encontrarlo sobre la cornisa es cuando las cosas han llegado a un punto sin retorno, aparentemente.

Estamos ante una trama fantástica que explota el mito del bajo porcentaje de uso que le damos al cerebro cuando en realidad, lo que nos diferencia como seres humanos es el nivel de inteligencia. En este caso, Eddie logra sacar adelante todos los recuerdos, toda la información, todo aquello que se había acumulado y dormido en su memoria; por otro lado, logra asimilar todo lo que va encontrando por su camino. De ahí que escriba su novela y pueda intuir, deduciendo, lo que va a acontecer en el mundo financiero o hablar una lengua extranjera si comienza a escucharla. La premisa está en la manera en cómo usamos el cerebro para resolver problemas o retos.

Lo más interesante de la cinta es que Eddie, junto con los otros usuarios de esta droga, tienen la oportunidad de jugar a ser Dios. Todo lo pueden saber, comprender o penetrar, aunque lo que aparece como paradoja es que no alcanzan a controlar el poder (el propio uso de la droga). Igualmente está el consabido equilibrio natural; el cumplimiento de la tercera ley de Newton: “a toda acción hay una reacción igual y opuesta”. Nada puede ser tan perfecto que vaya contra el universo, la materia y la energía. Dentro del cuento fantástico que nos están narrando debe haber un punto de apoyo que permita mostrar la vulnerabilidad del individuo contra su Creador (considerando el aspecto religioso; para un espectador no creyente, simplemente hablemos de “Naturaleza”).

La cinta tiene un final que no puedo, por ética, revelar, y que da un giro a la última afirmación: no obstante, la película sigue en el imaginario colectivo y no sabremos cuál será, entonces, el final más allá del “fin” que aparece sobre la pantalla.

Y no olvidemos el aspecto del poder que da el conocimiento (la sabiduría). Todos los intentos de supervivencia son movidos por dicho deseo. Hay un momento “vampírico” en un sentido iconoclasta del término que permite la metáfora del uso que se tiene sobre otras personas para sobresalir, ir más allá, tomarlas y desecharlas. Fíjense en el personaje de Robert De Niro y sus actitudes en los dos tiempos importantes de su presencia en pantalla. Compárenlas con esa sangre y esa circunstancia límite para el personaje de Eddie.

Viendo la película no puedo dejar de lado como referencia a “El hombre con los ojos de rayos X”, una de las joyas que el maestro Roger Corman nos regalara en 1963 donde el Dr. Xavier (Ray Milland) utilizaba un suero para sus ojos que le permitían traspasar la materia y con cada dosis, iba rompiendo más sus límites. Esa cinta, más amarga, más apoyada en las palabras cristianas (“si tu ojo es causa de pecado, sería mejor que lo sacaras de su órbita”), establecía que el personaje llegaba a ver más de lo que le estaba permitido al ser humano. En “Sin límites” hay toda una secuencia donde Eddie pasa 18 horas de su vida con una actividad tan intensa y hechos yuxtapuestos de tal manera que son indistintos, que dan idea de ese rebasamiento de la realidad.

Burger es un realizador inteligente con dominio de la acción y, sobre todo, de la transformación de un texto en imágenes notablemente equivalentes y bien editadas. No hay otra manera de entender sus juegos visuales y la forma de resolverlos. El ritmo, la acción vertiginosa con el momento calmo. Su único antecedente conocido, estrenado en nuestras salas, fue “El ilusionista” (2006) donde un mago lograba asegurar el amor de su vida gracias a la falsa realidad. Esa misma irrealidad que Eddie Morra vive en toda esta magnífica película.

Se cuestionó la fuerza de Bradley Cooper para estelarizar y ser protagonista de una cinta. Sus anteriores incursiones en el cine lo han diluido con otros nombres (Liam Neeson en la subestimada y divertida “Brigada A”; sus ignotos compañeros de la extraordinaria “¿Qué pasó ayer?” ). Un estelar previo fue en 2008, en la extraña “El vagón de la muerte” , aunque era una producción de bajo presupuesto. Cooper tiene el suficiente talento y carisma para sacar adelante esta película: de hecho es tan versátil que aparece con tres imágenes distintas en inicio, mitad y término de la trama. En todos los casos convence y el final estremece. Fue, además, tan inteligente, que hasta produjo la película: enseñanzas de la vida.

martes, 19 de abril de 2011

LA SOMBRA DE LA DUDA


ANATOMÍA DE UN ASESINATO
(Anatomy of a Murder)
1959. Dir. Otto Preminger.




En estos maravillosos momentos vacacionales cuando el tiempo parece alargarse (y debo subrayar que “parece” porque en realidad sigue siendo tan cruel y más apresurado) uno dedica espacio y energía a las revisiones de películas entrañables con mayor énfasis. “Anatomía de un asesinato” es la película 28 del realizador Otto Preminger (1905 – 1986)
basada en una popular novela de John D. Voelker (bajo el seudónimo de Robert Traver) con guión de Wendell Mayes (quien también escribiría otras cintas con Preminger: “Tormenta sobre Washington” de 1962 y “Primera victoria” de 1965).

La película narra el juicio al que es sometido el teniente Manion (Ben Gazzara) luego de haber asesinado al dueño de un hotel – cantina. El hombre asegura que perdió los estribos cuando se enteró que la víctima había violado a su mujer, Laura (Lee Remick). Un abogado, Biegler (James Stewart) toma la defensa porque se interesa en el caso y piensa que hubo un impulso incontrolable, un problema que puso fuera de quicio al victimario. El fiscal de distrito, Dancer (George C. Scott), ataca este pretexto. La situación es bastante ambigua hasta que en un momento del juicio testifica quien era la gerente del hotel, Mary (Kathryn Grant), tomada por todos como amante del difunto cuando en realidad era su hija. Convencida de su deber moral y ético, entrega como prueba los calzones rasgados de Laura que había encontrado en la lavandería del hotel, a pesar de que así estaba permitiendo la libertad del asesino de su padre. Con esta prueba contundente, Manion queda libre.

La cinta se nota obsoleta en cuanto al tratamiento fílmico de un juicio al estilo norteamericano. Muchas series de televisión y tantas otras películas han eficientado (y hasta sublimado) estas secuencias. Sin embargo, lo más notable de “Anatomía de un asesinato” es que era bastante audaz para su tiempo al mostrar la manipulación de la ley tanto de la parte acusadora como defensora. Las tácticas para ocultar datos o la manera de interrogar para dejar en duda o guiar al jurado. El uso de testigos convencionales y otros inesperados. Igualmente la forma en que se hablaba de la sexualidad: la violación, la espermatogénesis, la penetración. Y sobre todo, los calzones. Para su tiempo, la palabra “panties” no era común en el cine norteamericano. Hay una secuencia donde el juez mismo exhorta al auditorio a reírse del término, en dicho momento que lo menciona, pero que sancionará a quien lo haga posteriormente. Esto era usual en el provocador Preminger quien ya había hablado de la virginidad en 1953 (“La luna es azul”) y de la adicción a las drogas en 1955 (“El hombre del brazo de oro”).

Sin embargo, lo que más apasiona y queda en la memoria del espectador es la sombra de la duda. El personaje de Laura es una mujer coqueta, que se embriaga, viste retadoramente. Manion, su marido, es un hombre que le gusta verla seductora pero se molesta cuando otros hablan de ella o la miran. Su relación es de amor-odio. Cuando ella habla con el abogado, trae un ojo amoratado. El espectador imagina que pudo haberla golpeado su violador o el mismo teniente. Cuando ella narra cómo ocurrió el hecho, uno imagina que puso todo de su parte para excitar al cantinero. Las acciones de la mujer, mientras el marido está en prisión, siguen siendo de escapar del aburrimiento yendo a embriagarse con otros soldados. La misma entrega de los calzones rasgados pudo haber sido hecha por Manion o su esposa al tirarlos por el cubo de lavandería del hotel. Más que nada, la presencia de un testigo, otro compañero de cárcel de Manion quien revela que el teniente ha comentado que tiene a todos engañados. Es la gran cualidad de la película. Mostrar un hecho que aparentemente es evidente y luego irle dando vueltas de tuerca hasta que queda la duda. La cinta termina y se pregunta cuál lado hubiera escogido si perteneciese al jurado de la trama.

La historia detrás de la filmación tiene sus puntos de interés según relata Foster Hirsch en su biografía del realizador "Preminger - The Man Who Would Be King" : Preminger había pensado en Lee Remick
luego de verla en “Un rostro en la muchedumbre” de Kazan y “Noche larga y febril” de Ritt. Era una actriz novata con mucho talento. Estaba embarazada aunque a punto de tener su bebé por lo que Preminger le dijo que no habría problema. Sin embargo, surgió la posibilidad de que Lana Turner interpretara a Laura. Preminger platicó con Remick la alternativa de que aceptara un rol más pequeño pero la actriz se arriesgó a negarse. Cuando Lana Turner se puso exigente con su vestuario: quería que Jean Louis, un famoso modisto, le diseñara la ropa común y corriente que una esposa de militar vestiría. El realizador se molestó y volvió a hablar con Remick.

Los otros papeles del teniente Manion y del fiscal Dancer cayeron respectivamente en Ben Gazzara
actor aclamado en Broadway y reconocido en cine con su primera película “El rencoroso” de Garfein; y en George C. Scott
con más experiencia en teatro y televisión, quien solicitó específicamente ese rol a lo cual Preminger respondió con un inesperado “sí” ya que Scott pensaba que simplemente lo rechazaría. Sin embargo, un papel principal: el del juez Weaver fue interpretado por un abogado de Boston llamado Joseph N. Welch
quien entonces tenía 68 años de edad, pero se había distinguido por retar públicamente al siniestro senador McCarthy, responsable junto con Richard M. Nixon y otros sujetos deleznables, de la cacería de brujas que provocó graves daños a escritores, actores, directores de la escena, de la televisión, del cine, en los años cincuenta, para provocar su caída y luego su eliminación.

Todas estas anécdotas son colaterales y sin importancia para el valor de la película en sí misma, pero dan idea del mecanismo que hay detrás de las producciones de Hollywood. Hay ocasiones en que son más interesantes las formas y los caminos que llevaron a la filmación de una cinta que su trama. Aquí no es el caso: “Anatomía de un asesinato” con todo lo artificial que nos parezca ahora; con la imagen nimia de una audacia tonta para los ojos del siglo XXI; con el grupo de estrellas que en su momento fueron significativas, luego crecieron mucho, pero con el paso del implacable tiempo, sus muertes o su decadencia por la edad, ahora no digan nada a los admiradores de los Coen y de Tarantino. No obstante, nunca olvidemos que todo el cine del hoy es producto innegable de un pasado. La cinta se consigue fácilmente en DVD barato: es cuestión de buscarla.

domingo, 10 de abril de 2011

EL INMENSO OCÉANO


SIN MEMORIA
2008. Dir. Sebastián Borensztein.


Tenía cierta flojera de ver esta película (aunque iba a hacerlo de todos modos por disciplina profesional) ya que imaginaba que era un refrito de “Amnesia” (Memento, Nolan, 2000) y cualquier otra película de Hollywood que tratase el tema (“Gothika”, “Bourne”, hasta “El pago” de John Woo, por no irme más atrás hasta Hitchcock con “Cuéntame tu vida”). Luego leí una nota estúpida sobre la película donde el que escribe se lanza a hablar de lo que menos importa, y eso me puso más en alerta. Fue una inesperada sorpresa sin dejar de establecer que es una cinta menor.

Aunque la película trata temas ya conocidos (¿cuál no ha sido recreado ya luego de siglos de narrativa?, siempre insisto: lo que importa es la forma en que se releen las historias), no peca de pretenciosa ni tampoco se regodea en la intriga detectivesca. Por supuesto que le da lugar al melodrama (¡no sería cine mexicano!, aunque su director sea sudamericano) pero ni exagera ni lo deja sin redondear. El argumento inicia con Beto (Guillermo Iván) quien despierta amnésico luego de haber sufrido algún golpe. Un pasaporte le da el nombre de “Marcelo Peralta” pero luego descubre que en realidad es Alberto Santos, inspector de policía, en un país que no se define como México. Paulatinamente irá descubriendo la verdad: su relación con una mesera llamada Mónica (Martha Higareda), su pasado como hijo de policía suicida, su relación con una trampa con narcotraficantes que viene a ser el motivo de toda la trama.

Muy bien filmada (en Distrito Federal y Guanajuato), estamos ante un caso de cinta de acción que se centra en la cuestión afectiva del personaje central. De ahí sus impulsos y que, como todo héroe que se respete, recuerde siempre (y finalmente, al recuperar su pasado) el momento en que fue feliz y tuvo alguna esperanza de mejorar su vida.
A nivel narrativo, la película logra resolver los distintos planos temporales. Beto recuerda en gris durante la primera etapa de su amnesia; luego de sufrir otro golpe, la recuperación de la memoria es en color y sus retrocesos respectivos aparecen acromáticos. Los personajes corruptos, las sorpresas finales, la relación de pareja no pueden revelarse en este escrito porque quitaría el descubrimiento al espectador.

La cinta inicia y termina con las palabras de Beto: “Recorrer los laberintos de la memoria es tan difícil como despertar en la inmensidad del océano”. Todo está bien construido y las imágenes complementan ese discurso, sobre todo cuando nos recuerdan aquello que le dio sentido a su existencia. Al sumergirse en los personajes como en ese océano cristalino, el argentino Borensztein
ofrece un decoroso debut en el cine mexicano luego de haber obtenido triunfos por la televisión (“Tiempo final”) y por su ópera prima "La suerte está echada" , filmada en Argentina. Y no me alargo más, porque creo que ya les he comentado lo suficiente para animarlos a que la vean…

miércoles, 6 de abril de 2011

EMBRUJO DE MUJER


NADIE ENGAÑA A UNA MUJER
1966. Visconti, Bolognini, Pasolini, Rossi, De Sica.



Por aquellos años existían las salas de arte de Gustavo Alatriste en el Distrito Federal (se llamaban: “Cine Club de Arte”). Uno veía los anuncios en la revista “Sucesos para todos” (que también le pertenecía) y anhelaba tomar el camión (en esos tiempos el avión nos era prohibitivo) e irse a ver “Los rojos y los blancos”, “Pasajera” o “Nadie engaña a una mujer”, porque el desconocimiento de la distribución de cine nos hacía pensar que esas películas también eran otra propiedad del magnate y jamás pasarían en este Monterrey sin sucursales de sus salas.

Y un día, repentinamente, apareció precisamente “Nadie engaña a una mujer” anunciada en el Cine Juárez. Ya estaba la posibilidad de ver la: no era un mero privilegio de los capitalinos. Con esto nos dábamos cuenta que, aunque Alatriste tenía los derechos de algunas cintas (entre ellos las que filmó con Buñuel y la Pinal o “La mujer de a seis litros” de Rogelio A. González), en otras ocasiones exhibía los títulos que no le interesaban explotar a las cadenas de cine aunque aquí anduvieran las copias porque eran acervo de las compañías poderosas. “Nadie engaña a una mujer” era producción de Dino de Laurentiis y la distribuía la United Artists.

El título original de esta coproducción italo-francesa era “Le streghe” cuya traducción literal es “Las brujas”. Constaba de cinco fragmentos de variada duración dirigidos por sendos realizadores prestigiosos en lo que parecía ser un acto de amor del productor hacia su esposa Silvana Mangano (1930 – 1989) al dejarla interpretar cinco retratos fascinantes de mujeres disímbolas.

Luchino Visconti
dirigió “La bruja quemada viva” donde Mangano es Gloria, una famosa actriz que llegaba a la cabaña invernal de su mejor amiga (Annie Girardot) donde tenía una reunión de fin de semana con varios amigos. Sufre un desmayo y descubre que está embarazada. Habla por teléfono con su poderoso marido, también su productor, al cual le ruega que la deje disfrutar de este hijo: sin embargo fracasa porque al día siguiente parte nuevamente a continuar su carrera.

Es la parte más elegante e intelectualizada de la cinta. La actriz Gloria vive en constante pose y su figura es decorativa, levantando la admiración de los demás. Cuando sufre el desmayo, las otras invitadas le quitan peluca, las cintas cosméticas y sus pestañas postizas. Gloria se torna vulnerable; deseada y magníficamente terrenal por los hombres del lugar (Francisco Rabal o Massimo Girotti, nada menos). De esa manera es como se comunica con su marido para sufrir rechazo y ser dominada por el poder. Volvemos a verla mientras la maquillan, la envuelven en ropajes riquísimos para que luego ascienda por los aires en un helicóptero. Hay otro momento donde uno de los jóvenes camareros es buscado por una mujer ya entrada en años quien coloca el retrato de Gloria sobre su rostro. Al quitárselo, la mirada lujuriosa y sonriente del muchacho se elimina de manera automática.

Mauro Bolognini
realizó el corto segmento “Sentido cívico” donde Mangano, vestida elegantemente, conduce un auto pequeño y llega al lugar donde ha ocurrido un accidente. Ofrece llevar al lesionado (Alberto Sordi) al hospital ya que la ambulancia tardará mucho tiempo. De esta manera, la mujer conduce rápidamente con la simple señal de sacar un pañuelo blanco por su ventanilla. El hombre, consciente, le pregunta el motivo por el cual no ha parado en ningún lugar. Ella no le responde y llega a un lugar en los suburbios, un evento social, y despide al hombre diciéndole que no tiene nada y que tome un taxi.

Llama la atención que el serio Bolognini (“El bello Antonio”, “La mala calle” o “La noche brava”, entre otros títulos) utilice la ironía y el humor, aunque se comprende que su crítica social se encuentre presente a través de personajes opuestos: el ranchero herido en su camioneta y la frívola e indolente señora que supuestamente le ayuda aunque en realidad buscaba su beneficio (una especie de propia ambulancia que le permitierá despejar el tráfico). Al final, su falta de caridad y su egocentrismo revelan la falta total de sentido cívico que le alaban los testigos del accidente y quienes la han alabado por su actitud.

Pier Paolo Pasolini
filmó el episodio “La tierra vista desde la luna” donde el Sr. Miao (Totò) y su hijo pelirrojo (Ninetto Davoli) lloran la muerte de su esposa y madre respectivamente. Deciden encontrar a la mujer que la sustituya y luego de varias perspectivas negativas, encuentran a Assurdina,
una joven sorda y muda, con cabellos verdes (Mangano), quien acepta desposar a Miao. En su afán por buscar dinero y alentada por su esposo e hijastro, la mujer finge que va a suicidarse cuando en realidad busca caridad. Un accidente hace que realmente muera, aunque la pareja de hombres la reencuentra en su casa donde ella asegura que seguirá con ellos a pesar de la muerte. Un segmento con el humor característico de Pasolini donde rinde homenaje al legendario cómico Totò (a quien ya había dirigido un año antes en el largometraje “Pajarracos y pajarillos”) y utiliza escenografías y personajes que no llegan a la realidad. Su moraleja, presentada en un cartel, se resume en que es lo mismo estar vivo que estar muerto. El personaje femenino es la sumisión completa, la mujer que no discute ni entiende, elevada casi a la santidad por lo que no puede morir y debe permanecer al servicio del hombre. Un discurso muy cercano al polémico Pasolini. Permite ver a una Mangano en plano irreal.

Franco Rossi
fue el responsable de “La siciliana”, otro cortísimo y divertido segmento donde Mangano es la hija, pasadita en años, de un hombre que pregunta los motivos por los cuales llora. Ella cuenta una historia de seducción bastante inocente por parte de un hombre. El padre, escandalizado, va a matarlo. Se desata una serie de venganzas familiares hasta que hay una hilera de funerales y la mujer grita que no comprende tanta sangre.

Un realizador que no sobresalió por una gran carrera, solamente por episodios en cintas ómnibus, da lugar a un chiste de venganzas sicilianas filmado con brío y rapidez. Mangano está excelente y divertida como la manipuladora Nunzia cuyas intenciones de que el padre obligara al tipo que deseaba para que la desposase, fuera el inicio de la cadena con eslabones de muertes inútiles. Una crítica, tantas veces realizada, del machismo y la violencia entre sicilianos.

Vittorio de Sica
cierra la película con “Una noche como las otras” donde una esposa (Mangano) imagina que vive una existencia apasionada con su marido norteamericano (Clint Eastwood) quien es un burócrata ocupado que siempre llega cansado a casa y solamente desea meterse en sus pijamas y dormir. Finalmente, ella se da cuenta que con todos sus defectos está plenamente enamorada.

El gran representante del neorrealismo italiano estaba en una etapa criticada negativamente de su carrera. Se le acusaba de complaciente porque ya no mostraba las cualidades de sus cintas de posguerra. El tiempo ha subrayado su calidad. Su dupla de éxitos con Mastroianni-Loren (“Ayer, hoy y mañana”; “Matrimonio a la italiana”), previos a esta cinta, que se confirmarían con un espléndido melodrama posterior (“Los girasoles de Rusia”) y una joya del cine italiano de los años setenta (“El jardín de los Finzi Contini”), están como testimonios de su genio.

En su segmento que cierra de manera espléndida a este grupo de “brujas”, Mangano es la cotidiana ama de casa, Giovanna, quien viste con elegancia, utiliza lentes y cocina para su esposo, un hombre atractivo aunque aburrido (con lo que viene a dar al traste con las idealizaciones que producen ciertos estereotipos). Por tal motivo sufre ensoñaciones donde ella produce celos, el hombre lucha por ella y el mundo es cinematográfico. De Sica subraya su interés por el melodrama cotidiano de pareja cualquiera que sea su circunstancia.

Y esto es “Nadie engaña a una mujer”. Cinta ómnibus, como se les llamaba, porque en la década de los sesentas fueron comunes las compilaciones de cortometrajes que giraban alrededor de un eje temático. “Las brujas” muestra los aspectos distintos de mujeres hechizantes o hechiceras. Facetas de símbolo sexual-víctima del mercado; frivolidad y egoísmo; sumisión hasta la explotación y la misoginia; histeria por el deseo no consumado-provocadora de muertes; esposa resignada a su condición porque está convencida de que el amor lo salva todo.

Cinco realizadores que habían nacido desde 1901 (De Sica), 1906 (Visconti), 1919 (Rossi) hasta 1922 (Pasolini y Bolognini), por lo que eran representantes de un cine italiano de prestigio y tradición, así como renovado y de búsqueda, para el año en que fueron filmados sus episodios. De Laurentiis supo escoger perfectamente a quienes podrían sacar partido al prisma de rostros que poseía una diva italiana. No fue en balde: Mangano aparecería posteriormente en joyas de Pasolini (“Teorema”, “Edipo Rey”) y en maravillas viscontinianas (“Muerte en Venecia”, “Ludwig”, “Violencia y pasión”) que enfatizarían esa presencia que surgió desde “Arroz amargo” en los años cincuenta.

Reencontrarla en DVD luego de todo este tiempo (cuando íbamos al Juárez a gozar del cine que ahora nos resulta entrañable y nos recuerda pasiones y génesis de secretos) sirve para caer en la cuenta que aunque no estuviéramos en la capital, repentinamente teníamos estas muestras de cosmopolitismo. Un Monterrey que nos ofrecía las alternativas que también disfrutaban los jóvenes europeos y los cinéfilos universales.

Una película mágica y embrujadora.

sábado, 2 de abril de 2011

PORQUERÍA TIJUANENSE


VIERNES DE ÁNIMAS
(El camino de las flores)
2007. Dir. Raúl P. Gámez.


Andy (Pedro Rodman) y Hugo (Claudio Lafarga) han sido amigos desde siempre y trabajan juntos. Cierta noche, Andy le confiesa a Hugo que tiene visiones. Ambos viajan a la casa de la madre de Hugo en Ensenada donde dice que se aparece un indio. Andy comienza a tener encuentros con una niña fantasmal y la sirvienta de la casa le dice que no le tema. Luego de otra visión, Andy pregunta dónde se encuentra la puerta del sótano. La madre les indica detrás de un librero. Ahí, el padre de Hugo había enloquecido cavando un pozo. Éste continúa su trabajo y se produce la muerte de ambos personajes. Sin embargo, todo ha sido producto de un encontronazo automovilístico que los jóvenes tuvieron en la carretera mientras se dirigían a Ensenada. El otro vehículo era el de un hombre que había matado a su esposa e hija y al indio que se había mencionado. Ahí traía los cuerpos. Andy muere y Hugo va a dar al hospital donde se encuentra con otro fantasma porque ha adquirido el poder de Andy.

Si lo anterior suena absurdo y confuso es porque así resulta la misma película. Otra incursión en el género de “suspenso” que solamente lo produce con los trucos ya conocidos: las imágenes repentinas en los espejos o los encuentros inesperados al voltear la cabeza. La película no tiene pies ni cabeza y está mal filmada. Hay una explicación inicial donde se habla de tres puntos en las cuestiones de las ánimas que retornan: uno de ellos es “el camino de las flores” por lo que debe temerse que se querrán filmar otras secuelas. La producción fue en 2007 por lo que podemos pensar que el tiempo no lo ha permitido y ojalá así sea, como ha pasado con esa otra porquería regiomontana llamada “Seres: Génesis” (que es peor: aunque ambas podrían competir por su bajísima calidad y quizás empatarían).

El personaje de Andy anticipa la muerte de un tipo que se le adelantó en el baño y al cual previene “que no vaya al callejón” aunque claro que éste lo hace y es asesinado. Andy mira a una sirvienta que nunca existió tal como lo especifica la madre de Hugo al final. Andy tiene varias visiones que lo asustan y cuando tiene el sueño del sótano es el momento en que “reclama” que lo haya llevado su amigo al lugar. Hugo es un tipo frívolo que jamás se preocupa por nada hasta que llega el momento de la “revelación” del sótano e imagina que hay un tesoro enterrado. Esta secuencia da lugar a un absurdo ridículo: Hugo cava en un nivel más bajo del suelo; Andy le ayuda paleando en la parte superior donde es inútil hacerlo. Si añadimos además que Andy es interpretado por un actor gordo, sin carisma, y quien da pena ajena por la falta de gracia.

Créanme que quisiera seguir enumerando todo lo que hace que esta cinta sea otra porquería, ejercicio fílmico que se le ocurrió a un realizador sin conciencia ni sentido común: alguien que siente que imitando fórmulas o empleando tomas ya trilladas puede lograr una gran cinta, pero ya me aburrí hasta de recordar lo que no merece gastar a nuestra atiborrada memoria. Me pregunto los motivos que llevaron a Inbursa, Volaris y muchas otras compañías a financiar con la ley de estímulos fiscales a este importante homenaje a la nada y al ridículo. Quizás en papel la trama era convincente. Me da lástima que haya tantas cintas esperando turno para ser exhibidas y se seleccionen a las que son obviamente, descaradamente, innegablemente, redomadas tonterías.

Y para quienes defiendan esta cinta, baste un comentario más: en la función a la que asistí, donde había una sala a la mitad de su cupo, quizás por el éxito de “Salvando al soldado Pérez” (que es la cara opuesta de esta estupidez: hay atmósfera, tono, talento), primero se salieron cinco jóvenes, luego una pareja que estaba delante de mí, más al rato otras dos parejas… Quien esto escribe se quedó como penitencia ante el Señor por el pecado de haber ido a ver otro insulto a la inteligencia…