viernes, 25 de abril de 2014

DE LA PRIMERA A LA ÚLTIMA (1)



FERNANDO A. RIVERO: UNA APROXIMACIÓN


1 – Un repaso general

         Dentro de la historia del cine mexicano hay algunos nombres que no tienen salvación posible (Jaime Salvador, José Díaz Morales) porque sus películas son sencillamente malas, sin gracia, planas, mal narradas, abyectas. Las nulas cualidades de sus cintas serán sustituidas por las presencias de sus estrellas: valdrá la pena acercarse a ellas por disfrutar de los elencos o los números musicales. Otros, aunque su calidad en general sea discutible, poseen algún elemento de redención que los exime de culpa total (Miguel M. Delgado, Chano Urueta, como ejemplos mínimos) porque en ciertos momentos casuales o de circunstancias históricas se acercaron a las películas redondas.



Fernando A. Rivero se encuentra en este caso. Iniciado como escenógrafo desde Santa (1931), debutó como realizador con El beso mortal (1938), una película con discurso preventivo y moralista, refiriéndose el título a una metáfora de la enfermedad venérea. Salvo escasas excepciones, siempre estuvo involucrado en las adaptaciones o argumentos de sus cintas. Dirigió a Cantinflas en sus cortometrajes. Su época más fructífera estaría entre 1949 y 1952 con los melodramas del género cabaretil producidos por Cinematográfica Calderón. De hecho, había iniciado la década de los cuarenta bajo el patrocinio de José Luis Calderón con La posada sangrienta (1941), una comedia de misterio  bastante elemental, cuyas cualidades recaían en la narración alterna de un programa radiofónico cuya acción es  presentada visualmente, así como en las presencias de Max Langler y Miguel Inclán, además de una muy bella Gloria Marín quien repetiría con Rivero en su siguiente cinta:  Seda, sangre y sol en el mismo año.



La mal denominada Época de Oro permitió su cinta prestigiosa, una adaptación de Los miserables (1943) bastante lograda, que denotaba el aprendizaje del realizador en lo que se refería a la narración cinematográfica pues comparándola con sus otras obras anteriores, es un paso gigantesco. Centrándose en el momento en el cual Jean Valjean asiste a la graduación de Cosette, Rivero continuaba la historia del memorable personaje de Víctor Hugo con ciertas referencias al pasado. Domingo Soler obtenía un estelar espléndido, adecuado a su físico y edad. 


En 1944 filma la que será su obra cumbre: Nosotros con la cual inicia su relación con Emilia Guiú, a quien dirigirá mucho en el futuro (según se cuenta, la estrella que haría el protagónico no se presentó y Guiú convenció a productor y director para ocupar su lugar: fue su primer estelar, inicio de una fructífera carrera). Una sencilla historia de amor apasionado, cuyos valores han crecido con el correr del tiempo. Los personajes se enamoran enloquecidamente por lo que deberán quedar en manos del destino.


Nosotros es una historia simple. Un cuento amoroso con personajes que han vivido una existencia difícil. La mejor salida será consumar esa pasión para disfrutarla. Una cabaretera de buen corazón llega a su casa. Está ebria, luego de haber rechazado a un cliente molesto en esa noche de Año Nuevo.De pronto irrumpe un joven, un ladrón que anda huyendo de la policía. Se enamoran. Van a una iglesia donde se juran amor eterno y empiezan a vivir juntos. La vida los llevará por un rumbo ajeno al esperado: él encuentra un trabajo que lo redime pero la hija de su patrón lo persigue. Ella lo abandona cuando piensa que ha perdido su amor. El hombre, decepcionado, acepta el acoso de su admiradora con la que se casará. Finalmente, reencontrará a la cabaretera y alcanzará a escuchar sus últimas palabras.


Para ser una película filmada en 1944, resulta sorprendente la libertad que usan  los personajes para convertirse en pareja. Las escenas de su relación inicial son cortas, con escasos diálogos: un amor a primera vista que ofrece una sensación de fragilidad. La cabaretera Marta (Emilia Guiú) vivirá con el temor de que todo sea efímero y por un malentendido llega la separación. Al contrario, Armando (Ricardo Montalbán) piensa que ella ha sido su piedra de toque, motivo del cambio positivo en su vida: de ahí la gran decepción cuando es abandonado. Llama la atención que la cinta sea muy audaz para su tiempo en cuanto hay sexo sin matrimonio. Es el triunfo del amor contra las convenciones usuales narrativas del cine mexicano (aunque al final habrá castigo). Ella ha quedado embarazada, ocultándolo a su amado, pero perderá al producto del amor y morirá. La cinta nunca es reiterativa y muestra las cualidades como director de Rivero quien logró otra de sus obras soberbias y superiores.



Una rara experiencia con Fu Man Chu (La casa embrujada), quien había sido mejor dirigido po René Cardona, y otras dos cintas cierran su primera etapa en 1946. Tardará tres años en regresar a la dirección fílmica y es cuando surge el melodrama de rumberas, compositores, malhechores y el reinado de Ninón Sevilla en un mundo poblado por actores y actrices que distinguirán al período. Con Ninón filmará únicamente Coqueta y Perdida (ambas 1949), sobre las canciones de Agustín Lara, apareciendo el propio compositor. A Lara lo  volverá a dirigir en Mujeres en mi vida del mismo año, al lado de Emilia Guiú. Coqueta explora las posibilidades de Ninón al interpretar a una muchacha que se engañada para caer en el vicio. Perdida la presenta como una víctima de su inocente carnalidad al ser violada por su padrastro, inmediatamente  después por un vividor que la lleva a vender a una casa de mala nota. Si comparamos estos inicios, tendremos los elementos que posteriormente se conjugarían y depurarían para llegar a la Ninón máxima de Aventurera (Gout, 1949). En el mismo caso está el viejo amante de Perdida que resultará ser el padre de su novio y que bajará por la escalera de una gran residencia como luego lo hará Andrea Palma en la cinta de Gout. Las dos películas presentan números musicales de gran calidad (para el género) los cuales serán más elaborados en Aventurera. Podría compararse a “La múcura” de Perdida con la más cursi pero espectacular “En un mercado persa” de la otra cinta. Rivero tuvo la mala suerte de experimentar con Ninón lo que posteriormente sería explotado (y afinado por otros directores) gracias al interés de Pedro Calderón por su rutilante vedette cubana.  A Rivero le quedaría entonces la posibilidad de establecer su estilo y crear su propia cumbre con otros melodramas y elencos.



En 1950 Fernando A. Rivero filma cuatro películas. La primera de ellas es un melodrama bastante menor llamado El pecado de ser pobre en donde dirige Guillermina Grin, actriz española, al lado de Ramón Armengod, que viene a ser una historia de venganza donde el protagonista sufre las consecuencias de no tener fortuna. Aparte del consabido sacrificio, y de la salvación extrema al término de la cinta, lo mejor de la película son los números de mambo.



Su siguiente cinta, extraordinaria, soberbia, Burlada debe ser vista con nuevos ojos ante el paso del tiempo. Se manejan los juegos del destino inherentes al melodrama y con los ecos de la tragedia griega (la prostituida Grin resulta ser hija de la también cabaretera Mercedes Soler, amante y enamorada del mismo hombre que enardece a ambas); las bajas pasiones (un estupendo Jorge Mistral quien vive seduciendo a cada mujer que se le enfrenta, por simple interés o por lujuria);  las diferencias sociales (Lilia del Valle como dama rica a la cual Mistral enamora le dice a la Grin: “una mujer de cabaret será siempre una mujer de cabaret” a lo que ella le responde “es muy fácil decirlo cuando se ha vivido sin  necesidades”); el amor loco, en el estilo al final de Duelo al sol (Vidor, 1946) que luego será prestado para la coproducción Juego peligroso (Alcoriza, 1966) al tener Grin la obligación de matar al infiel amante para detenerlo en sus infaustas acciones, antes de suicidarse y morir aferrada a los labios del hombre. A todo el delirio anterior puede añadirse que Burlada cuenta con un singular número musical donde una bailarina nos deleita con un mambo utilizando zapatillas de puntas, mezclando ballet con el ritmo de moda. Burlada merece una revaloración dentro del ciclo cabaretil que usualmente es apreciado por las presencias femeninas famosas del género pero jamás por las cintas en sí.



Rivero seguirá con una serie de cinco películas para Emilia Guiú en los años 1950 a 1952. Los amantes y Buenas noches mi amor son de 1950; en 1951 escribe el argumento de Salón de belleza pero sólo dirigirá La noche es nuestra. Para 1952 estarán sus últimas películas: Traficantes del divorcio y La extraña pasajera. Con estas últimas cintas ya había comenzado la transformación del personaje cabaretil. En Los amantes, Emilia pasa de mujer respetable y viuda, a cabaretera (que es donde inicia la película) para luego casarse, retomar su vida estable, pero finalmente volver a caer. Quince años en la cárcel la convierten en una piltrafa humana que recibirá unas monedas de mano de su propia hija la cual no le reconoce, en una copia semejante a la conclusión de Las abandonadas (Fernández, 1944). La noche es nuestra presenta a Guiú como víctima de un marido loco que la lleva irremediablemente al cabaret; el final trágico la muestra como víctima del propio hombre cuando escapa del sanatorio en el cual se encontraba recluido. Traficantes del divorcio nos da a una Emilia Guiú, como estrella de teatro quien perversamente provoca el aborto de la casada Esther Fernández cuando desea quedarse con su marido Luis Aguilar. Ya no era la cabaretera ligada por completo al espacio de perdición: se jugaban con otras variables que, de todas maneras, llevaban al ambiente de amor, dolor y pecado.

2 – La primera: El beso mortal (1938)


         La copia que se exhibe por televisión lleva como título El castigo de Dios porque era usual por esos años primitivos del cine sonoro nacional que las películas se reestrenaran con otros nombres o eran aquellos que se utilizaban en la exportación. Se explican ambos títulos porque el tema era audaz para su tiempo ya que se trataba el asunto de la enfermedad venérea.



         El Dr. Juan Estrada (Miguel Ángel Ferriz) instala su consultorio en céntrica calle de alguna ciudad provinciana provocando el escándalo de sus habitantes, al grado que el presidente municipal acude a verlo para pedirle que lo quite y que reparta volantes discretos. El motivo de la consternación es que se anuncia el tratamiento de “enfermedades venéreo – sifilíticas”, algo que por esos años se denominaban “secretas o vergonzantes”. Cierto día llega a verlo Raymundo, el hijo del propio presidente municipal (Julián Soler), para atenderse y resulta que el joven está infectado con sífilis. Está a punto de casarse con una muchacha, Cecilia (Magda Haller), que ha sido el objeto amoroso, aunque inconfesado, del médico. A pesar de que éste le asegura que con el tiempo se curará, el joven hace oídos sordos y procede a la preparación de la boda. El médico está bajo juramento y no puede revelar su situación, pero su enfermera (Matilde Palou, esposa en la vida real del actor Ferriz) 


es quien se lanza a evitar el casamiento en la misma iglesia donde se está celebrando. El muchacho es repudiado por su padre y se marcha a la capital para iniciar su descenso en el vicio hasta que la enfermedad lo corroe. El médico se entera y lo retorna a su pueblo para que muera en paz. Quien fuera su prometida va a verlo antes de morir y aunque no quiere que lo vea, lo hace y grita horrorizada. El médico, después, comienza a cortejar a la muchacha.



         Se nota la intención moralista (y didáctica) de la película desde el inicio cuando se presentan a varios jóvenes que practican natación o juegan al aire libre como imágenes de lo que debería ser esa edad, divino tesoro. Luego se pasa a la discusión entre la madre de la joven con el médico por su especialidad, involucrando al sacerdote del pueblo. En todo momento se mantiene la necesidad de poner en alerta a la juventud de los riesgos de la promiscuidad. No obstante, el médico piensa en irse del lugar pero es disuadido de sus planes por algunos de los miembros de la sociedad.



         En otra secuencia, la enfermera recibe la visita de una amiga (Margarita Cortés, quien fuera esposa de Domingo Soler) que, llorosa,  le confiesa sobre sus problemas de salud pero le avergüenza ir a tratarse con el médico. Se entregó a un joven que le prometió matrimonio pero luego la abandonó y le transmitió su enfermedad. La muchacha asiste al consultorio pero ha sido vista por su padre, un plomero, quien llega hecho una furia. El médico le convence de que se porte como padre que ama a su hija y la va a apoyar por el error cometido.



         Y la tercera parte del drama es la del joven enfermo. Primero pierde el consuelo y la esperanza. Luego, al saber que puede curarse pero tardará tiempo, tiene miedo de que su novia no lo espere. Finalmente, al notar que hay un retrato de su novia (dedicado al amigo médico, aunque éste la ame en silencio), estalla de celos y le advierte que seguirá adelante con sus planes. El médico le impele a pensarlo, a que no se atreva a darle “el beso mortal” a su amada, pero el joven no le hace caso. Ahí es donde entra la conciencia de la enfermera para evitar la ruina de la futura casada. Y todavía hay otro elemento argumental interesante: la enfermera está enamorada del médico sin esperanza. Su acto de salvación de la joven viene a ser una reacción indirecta de la pasión que guarda por su propio amado.


         Siempre se ha insistido en ver al cine como documento visual, histórico, de época. Se muestra un consultorio de provincia con sus muebles y elementos. El propio médico, en algún momento, estudia sus probetas y hace análisis. 


Hay una boda, aunque inconclusa, que muestra a damas con vestuarios, lo mismo que los trajes de novios, invitados. Los automóviles para el cortejo. En la secuencia de la declinación del joven en la capital se muestra al Palacio de Bellas Artes para luego ir pasando de atmósfera en atmósfera de bares y cabaretes. El beso mortal es un ejemplo del cine nacional que se realizaba, durante la década de los treinta, con el objetivo de búsqueda de temas, discursos, mensajes con moraleja, establecimiento de estilo y, más que nada, como surgimiento de una industria que iría encontrando su camino en los años venideros.

         3 – La última: La extraña pasajera (1952)


         Según se cuenta, Rivero dejó el cine para integrarse a una oficina de publicidad. Su última película es una trama de crimen y misterio que sucede en un tren como microcosmos que recuerda a otros títulos (“La dama desaparece” de Hitchcock, “El rápido de las 9:15” de Galindo o “El tren expreso” de Klimovsky, por mencionar unos cuantos) y es la reunión de personajes donde habrá una víctima, pero también un criminal entre muchos sospechosos.



         La trama no es muy clara, pero involucra chantaje y contrabando. Hay una estrella del espectáculo (Emilia Guiú) que es la principal persona en duda (de ahí el título). 


Un militar que está enamorado de ella (Víctor Manuel Mendoza);


 un agente de joyas (Ferrusquilla) que coquetea con el póker y es esquilmado por un vividor (Antonio Bravo).


Una confusa pareja de novios (José Luis Rojas y una actriz que en los créditos se anuncia como María de la Cruz para encontrarnos con Maricruz Olivier). 


Un oscuro auditor del tren (Arturo Soto Rangel). 


Un ayudante del auditor que tiene pocos diálogos (Eulalio González “Piporro”, quien ya había filmado su dupla de películas con Pedro Infante donde hizo popular a su personaje, pero los azares de la exhibición y filmación no permitían, entonces, la explotación de fama: de hecho tardaría unos años en adquirir presencia. Aquí no aparece en los créditos del elenco). 


Un soldado (José Chávez Trowe). Un grupo de agentes ministeriales (José Torvay, Roberto Corell y Rogelio Fernández).

Un delincuente que va rumbo a las Islas Marías (Tito Junco), escoltado por un militar (Miguel Ángel Ferriz, quien aparecería nuevamente en la última cinta de Rivero como director cuando fue el estelar de la primera). 


La víctima es un banquero llamado Jorge (el actor secundario, usualmente en papeles pequeños desde los inicios del cine nacional, Pedro Galván). 


Un par de beatas: madre e hija (Dalia Íñiguez e Irlanda Mora) que tienen diálogos al inicio y casi final de la película sin mayores explicaciones.


         Lo que se siente a primera vista es el cuidado narrativo y formal. La escenografía muestra básicamente los interiores de un tren que está muy bien recreado (no en balde Rivero fue pionero en este oficio). Los camarines y gabinetes, el salón comedor, el simple carro de asientos, el cabuz. Solamente se saldrá de este microcosmos en algunas paradas del trayecto o el inicio y final del mismo. Hay una secuencia donde el maleante Junco sale de una ventanilla y sube al techo de los vagones para dirigirse hacia el gabinete que ocupa la estrella Guiú.



         4- Tributo

         Sirvan los anteriores comentarios para rendir tributo como una aproximación incompleta hacia un excelente realizador – artesano – autor cuyo cine tuvo como eje central al melodrama. Cuidadoso en su narración y en la estructura formal de sus películas, fue puliendo el oficio. De la torpeza simple de sus primeras experiencias llegó a un dominio completo, sobre todo en sus cintas mejor logradas (“Nosotros”, “Burlada”) que alcanzan el nivel de maestría.

        


        
 Nota 1- Las fotos de las películas "El beso mortal", "Nosotros" y "La extraña pasajera" están tomadas de los vídeos respectivos: de ahí su baja definición.

Nota 2- Unos cuantos párrafos de este artículo (en lo que se refiere a la carrera general del director y a la película "Nosotros") aparecieron publicados en tres colaboraciones del apartado Ensayo, en la entonces sección Cultural, del periódico El Norte, en 1986 y 1991. Las miradas hacia el cine mexicano de antes han cambiado mucho con los años. Mi admiración y placer por el cine de Rivero ha sido constante. De ahí mis rescates, entonces y ahora.
        
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FERNANDO A. RIVERO, director

Filmografía (largometrajes)

1938 – El beso mortal
¡Aquí llegó el valentón!
Juntos pero no revueltos
1941 – La posada sangrienta
Seda, sangre y sol
1943 – Los miserables
Mi reino por un torero
1944 – Nosotros
La casa embrujada
1945 – La morena de mi copla
1946 – El príncipe del desierto
1947 – Canciones y recuerdos
1949 – Coqueta
Dinero maldito
Mujeres en mi vida
Perdida
1950 – El pecado se ser pobre
Burlada
Los amantes
Buenas noches mi amor
1951 – La noche es nuestra
Traficantes del divorcio
1952 – La extraña pasajera

        

        


sábado, 19 de abril de 2014

EL MAL Y LA IMAGEN

OCULUS
2013. Dir. Mike Flanagan.


        Hace once años, Kaylie de doce y su hermano Tim, de diez, fueron testigos del crimen de su madre a manos de su padre. Luego, Tim fue acusado de haberlo matado. En todo este tiempo, Kaylie vivió en casas de adopción y Tim estuvo en una clínica para enfermos mentales. 
Garrett Ryan y Annalise Basso como los niños Tim y Kaylie

El día de hoy, Tim sale de la institución porque se le considera rehabilitado y acaba de cumplir la mayoría de edad. Kaylie va a recogerlo y es cuando le recuerda su promesa: tendrán que comprobar que todo se debió a un fenómeno sobrenatural debido a un espejo embrujado que ha mantenido su maldición por tres siglos.

Karen Gillan y Brenton Thwaites como los jóvenes Kaylie y Tim

        De esta manera comienza todo un proceso para atrapar a los fantasmas del espejo, y acabar con su maldición, dando lugar a una cinta que va estableciendo el suspenso más por sugerencia que por imagen gráfica, más por la palabra que por la acción, más por la confusión entre realidad e ilusión. El espectador se sumerge en una atmósfera de sueño donde todo parece real y en verdad todo es falso excepto el recuerdo de aquella noche.


Oculus significa “ojo” en español. No es tanto el espejo como la mirada. No es la imagen virtual que engaña ni la mujer tenebrosa que de pronto se percibe cercana. Es la mirada intermitente; el parpadeo del ojo hace que veamos cosas que ya no están o estaban. Hay una secuencia que demuestra la inteligencia del realizador que se sale de la obviedad: Kaylie, ya grande, mira en el espejo el reflejo de tres figuras cubiertas con unas mantas detrás de ella. Al voltear, solamente están dos faltando la central. Al mirar en el espejo, siguen estando las tres que se mueven mínimamente. Al volver a voltear, están las tres figuras. Se acerca y quita primero la manta de la derecha, luego la de la izquierda y al intentar hacerlo con la tercera, la interrumpe un empleado. Al volver a mirar, se da cuenta que ya no está esa tercera figura. Es casi al comienzo de la acción por lo que el ojo engaña o no quiere ver.


        Otra cualidad de la cinta es su verbosidad. Kaylie habla, explica antecedentes, muestra fotografías, explica el procedimiento a seguir para demostrar que hay un fantasma, pero jamás cansa ni distrae sino que mantiene el interés. Ojo y boca: mirada y palabra. Ambos se van confundiendo como es el caso de la realidad y la virtualidad o el presente y el pasado que se entremezclan como estilo narrativo. No es la usual película sangrienta (aunque no deja de haber imágenes incómodas) y es un retorno al horror sugerido por la atmósfera impecable.

Una de las representaciones del mal que se multiplica como imágenes de espejo

        Kaylie logra hacer que Tim reconozca que no fue culpable pero ahora, en otro tiempo, otra etapa, otra edad, retorna la culpa: el problema sigue inmanente, perenne. El mal está en el interior del espejo que viene a ser la metáfora del ser humano.
El realizador Mike Flanagan logra una poderosa atmósfera que mantiene el suspenso y produce horror

        Oculus es otra obra maestra del cine de terror contemporáneo porque refleja una situación que ya nos ocupa en estos tiempos: la confusión moral debida a la poca diferencia entre ficción y realidad terrible = entre realidad personal y virtualidad constante. Espejo igual a pantalla: Como las pantallas de las cámaras que reflejan una engañosa realidad en el experimento frustrado de Kaylie ya que el mal se encuentra por encima de todo. 

domingo, 6 de abril de 2014

ELEGIR LA VIDA


DIVERGENTE
(Divergent)
2014. Dir. Neil Burger.



        En un mundo futuro, luego de una terrible guerra, los sobrevivientes están divididos en cinco facciones: abnegación, verdad, cordialidad, erudición y osadía. Los jóvenes deben elegir a cuál facción dedicarán su vida. Beatrice (Shailene Woodley) es hija de familia que vive dentro de la “abnegación”.

Cuando le toca decidir, elige sorpresivamente “osadía” ya que es una chica dulce y simple. Así comienza su nueva etapa de vida. Sin embargo, antes, se ha enterado que es una “divergente”, especie de seres que puede manipular sus sentimientos, adaptarse a diferentes opiniones, por lo que se ve como una amenaza para esta sociedad. Calla su situación y entra a un proceso de crecimiento, aprendizaje, temor. Uno de sus instructores, Four (Theo James) es quien se tornará en aliado suyo.

        La cinta está basada en otra serie de novelas populares entre el público juvenil. Puede compararse con “Los juegos del hambre” aunque resulta menos elaborada y más inteligente. Su gran cualidad resulta ser la constante serie de retos a los cuales se enfrenta la heroína y los contrastes entre ilusión y realidad que le van permitiendo conocerse a sí misma y sus límites personales. Es interesante que el tema principal se vaya hacia el control de los sentimientos de la humanidad y que la villana (Kate Winslet, excelente, asumiendo su madurez)

busque la implantación del estado totalitario y manipulador. En estos tiempos que vivimos, resulta oportuna la revisión del asunto.


        Un gran acierto fue la selección del realizador Burger cuyos antecedentes residen, precisamente, en el manejo de la ilusión contra realidad.


Sus trabajos previos lo avalaban (“Sin límite”, donde una droga permitía la aceleración del tiempo personal o “El ilusionista” donde la falsa realidad era la manera de alcanzar los fines del protagonista) y el resultado demuestra la efectividad de su enfoque hacia la temática. Las mejores secuencias de la cinta son aquellas donde Tris (nuevo nombre de Beatrice) es enfrentada con sus miedos. Cumplen visualmente con el afán de mantener perplejo al espectador además de que narrativamente, es la forma en que la protagonista va comprendiendo su naturaleza.



        Nueva saga fílmica que tendrá sus dos secuelas naturales en los próximos años, avaladas por el éxito (merecido) que está teniendo la película primigenia.