martes, 29 de noviembre de 2011

PAÍS DE TELENOVELA


ELLA Y EL CANDIDATO
2010. Dir. Roberto Girault.


Luego de ver esta espantosa película, uno se pregunta en qué país vive el director Roberto Girault. Ya con El estudiante (2008) había mostrado un México irreconocible porque todo estaba pintado de color de rosa donde el embarazo, la violencia, la drogadicción y, sobre todo, el acceso tardío a la educación de un viejo, tenían solamente matices positivos: nunca se llegaba a mostrar los extremos ni la podredumbre ni las vejaciones ni las limitaciones. Así presentó una película “blanca” que se tornó en gran éxito con las generaciones mayores, las damas que leen libros de superación personal, los jóvenes con ideología plana que viven en ese mundo privilegiado y sin problemas que ha de ser el mismo de su director.

Ahora, con Ella y el candidato, Girault presenta a un aspirante presidencial que se enfrenta a la pérdida de su familia (y del amor que todo lo sustenta) en caso de ganar el puesto. Las situaciones se ilustran y muestran, como en la otra cinta mencionada, de manera ingenua y simple: hay personajes mal intencionados pero jamás se profundiza en ellos. La solución se resume en el amor como si un hombre con dichas ambiciones no antepusiera ni sacrificara cualquier cosa con tal de apropiarse del poder. Fundamentada en premisas falsas, cursis, inverosímiles, Girault logra otra película “bonita” (y tediosa) donde la vida se transforma en telenovela. Uno puede aceptar la fantasía con discurso crítico, ácido y corrosivo, pero no de esta manera. Girault toma asuntos serios que en la vida real son pavorosos (¿Peña Nieto, única opción del PRI?: Si por ahí hubiera llevado el rumbo de este personaje copetón, joven, con pasado dudoso y esposa-estrella de Televisa, otro gallo nos cantara) y luego los mueve de acuerdo con una visión chata y monocorde.

Según sus propias palabras en una entrevista, nos damos cuenta de sus ambiciones como “cineasta”: la mediocridad absoluta, al explicar su producto: “Es una película que te lleva por una montaña rusa de emociones, con la cual puedes reir, llorar y asustarte, pero lo mejor es que te deja una sonrisa de oreja a oreja y una reflexión que va a durar toda la semana”, argumentó Girault, (sin darse cuenta que debió añadir los verbos "bostezar" o "aburrirte", aunque el más acertado es "llorar" por los tristes productos que ofrece nuestro cine mexicano; además nunca hay esa montaña rusa: una carretera plana sin emociones).

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL MUNDO ERA PEQUEÑO...


1997: ESCAPE DE NUEVA YORK
(Escape From New York)
1981. Dir. John Carpenter.


A la memoria de Don Beto (1916 – 1982)

El 19 de noviembre de 1981, hace exactamente 30 años, se estrenó en México una de las tantas obras maestras de John Carpenter
con tema futurista y un sentido crítico-irónico de las instituciones políticas y de los sistemas sociales. La acción de 1997: Escape de Nueva York (Escape From New York) se adelantaba 16 años cuando Manhattan era ya una isla amurallada, prisión extrema donde sus habitantes vivían bajo sus propias reglas: un lugar amoral, promiscuo, peligroso, o sea, el infierno sobre la tierra. Cierto día, el avión presidencial era secuestrado y aterrizaba en este lugar. Había presión para rescatar al presidente norteamericano (Donald Pleasence) ya que tenía una reunión importante con su par chino para evitar la devastación mundial. Se exigía al astuto exconvicto Snake Plissken (Kurt Russell)
que se introdujera al lugar (donde llegaba en un deslizador aéreo) para encontrar al mandatario y rescatarlo. Si no lograba su misión en 24 horas, su cabeza explotaría ya que se le inyectaba una microbomba en el cuello.

Con esta premisa, ya se imaginarán que la mezcla de acción y suspenso con la ciencia-ficción futurista (algo que era novedoso para esos años) era bastante atractiva.
Quinto largometraje, para salas de cine, del maestro Carpenter quien había deslumbrado al público con sus cintas previas Masacre en la crujía trece, Halloween y La niebla donde había demostrado su dominio narrativo de los géneros de acción y terror, podía finalmente hacer una cinta con gran presupuesto. Carpenter pertenece al grupo de realizadores que se habían consolidado en los años setenta, dentro del cine B, sin mayores presupuestos, pero con esencia creativa, en el cine, para ofrecer (sobre todo en la década siguiente), cintas que se convertirían en clásicos instantáneos y ocupar un lugar privilegiado en diversos géneros. 1997: Escape de Nueva York era la imagen del apocalipsis que se anunciaba, la eliminación de los valores, la perversión social (el mismo chantaje mortal para el exconvicto)
sobre todo que se pensaba que todo se iba fraguando antes de llegar al siglo XXI (lejanísimo para nuestra juventud de entonces).

Esta mínima recuperación de una cinta extraordinaria se debe a que tanto ella como yo estamos festejando aniversario de vida. En su momento, yo entraba a otra década y a una etapa maravillosa en mi experiencia profesional (bueno, debo confesar que he tenido la suerte de ser feliz y afortunado en esta existencia, porque todas mis etapas han sido maravillosas).

Más importante es el hecho de que fue la última cinta que vimos mi papá y yo (él moriría a inicios del año siguiente). A él le debo mi cinefilia pura, apurada y depurada porque de jovencito (eran los años veinte o los primeros treinta) se iba al cine desde la mañana hasta la noche a ver series de episodios. En una ocasión agarró el rumbo contrario a su casa porque estaba obnubilado: esa anécdota siempre me fascinó ya que la comprendí (y recordaba) cuando me emocionaba con el cine, quería gritar por las imágenes poderosas que entraban por mis ojos, veía tres o cuatro películas en un día, me peleaba con la discusión apasionada con otros cinéfilos de entonces (verdaderos: no los remedos posmodernos del siglo XXI), cuando las películas importaban y no se determinaban por estrellitas, ligerezas o banalidades. El mundo era más pequeño pero las películas eran grandiosas.

domingo, 13 de noviembre de 2011

UNA PELÍCULA DE VIDA


AMOR SIN BARRERAS
(West Side Story)
1961. Dirs. Robert Wise y Jerome Robbins.


El 18 de octubre de 1961 se estrenó en Nueva York como premiére. El 13 de diciembre siguiente tuvo su estreno oficial en Los Ángeles y por ese motivo entró en la carrera de los Óscares de su año llegando a obtener once nominaciones para ganar en diez categorías. Costó seis millones de dólares en esos tiempos, lo que era un gran capital, pero llegó a recuperar siete veces su costo solamente en Estados Unidos por exhibiciones contínuas. Si añadimos los ingresos mundiales y, ahora, lo que se ha recaudado por proyecciones en televisión, ventas en Beta, VHS, Láserdisc, estamos ante una de las comedias musicales más exitosas de todos los tiempos. Este 15 de noviembre sale a la venta una edición de cincuenta aniversario en el sistema Blu-ray, por lo que “Amor sin barreras” (West Side Story) permanece como un gran clásico del siglo veinte.

La base de esta película fue una comedia musical de Broadway estrenada en septiembre de 1957. El texto de Arthur Laurents se inspiró en “Romeo y Julieta” de Shakespeare, cuyo argumento se adaptó a Manhattan en la mitad de los años cincuenta donde existía una fuerte rivalidad entre bandas juveniles de inmigrantes puertorriqueños y nacionales norteamericanos.
Una joven latina y un muchacho idealista estadunidense se enamoraban perdidamente, a pesar de las limitaciones y los odios de raza. Por este motivo se enfrentaban las pandillas
donde moría el líder de los norteamericanos, amigo y casi familiar del muchacho, a manos del hermano de la joven que, a su vez, era atacado por éste. Inocente de todo, la joven recibe la noticia deformada donde se le dice que su amado ha muerto. Cuando se encuentran, el muchacho es asesinado por otro miembro de la banda puertorriqueña, dejando sola a la joven.

La vieja trama clásica tenía un conjunto de canciones compuestas por Leonard Bernstein, joven conductor y compositor, con letras de Stephen Sondheim quien debutaba así en Broadway. La partitura era elegante y bastante bien elaborada mezclando la canción popular y romántica (“María”), el sonido latino (“Mambo”) y el jazz (“Cool”) con contrapuntos (“Quinteto”) y tesituras operáticas. Esta música daba lugar a coreografías espectaculares del director Jerome Robbins.
Todos esos elementos se unieron para seducir a un público que la tornó en obra legendaria y clásica instantánea que llegó a casi 800 representaciones en su primera puesta en escena.

En 1960 comenzó la filmación de la versión cinematográfica donde el guionista fue Ernest Lehman (“Intriga internacional”,“La mentira maldita”) y la dirección quedó en manos del mismo Robbins aunque se decidió que se apoyara con un realizador experimentado de cine por lo que entró Robert Wise ( “El día que la tierra se detuvo”, “La que no quería morir”)
para cuestiones técnicas. Sin embargo hubo diferencias creativas que provocaron rivalidades aunque se mantuvieron las excitantes coreografías de Robbins
produciendo otro documento visual de algo que se disfrutaba solamente en los efímeros escenarios. El elenco estuvo encabezado por una estrella establecida, Natalie Wood en el rol de la joven latina, sobre un grupo de actores con experiencia aunque poco conocidos: Richard Beymer,
George Chakiris, Rita Moreno, siendo la excepción un extraordinario bailarín, Russ Tamblyn.

Para esos tiempos, se estaba ante una comedia musical contemporánea que ocurría en el lado oeste del moderno Manhattan, que desplegaba los mayores recursos técnicos y visuales, con efectos especiales, y mucho cuidado en su fotografía y en su sonido.
Aparte, la filmación directa en 70 mm permitía una brillantez de excelencia en sus proyecciones sobre pantallas con las dimensiones adecuadas. Así que ahora, en cine, había otro grupo de elementos que sedujeron nuevamente a un público ávido de modernidad en un género usualmente ligero, pleno de ensoñaciones.

Aquí en México se estrenó en 1963, en el Distrito Federal, en una sola sala equipada con esa pantalla de 70 mm, autorizada solamente para mayores de 21 años, donde duraría medio año en exhibición. A Monterrey nos llegó al año siguiente al Cine Montoya,
viejo teatro entonces adaptado como cine y para ese sistema de proyección, donde también provocó la admiración de los asistentes. Aunque no se tuvo la restricción de entrada, la película venía cortada en una escena donde el galán entraba en la recámara de la joven latina y tenían relaciones; igualmente, se mutiló la repetición de una canción casi al final de la película porque, un anónimo censor o distribuidor, pensó que ya era demasiado. Y es que, curiosamente, el público asistía a una cinta musical para abuchear a las canciones en cierto momento. Eran otros tiempos.

Fue mi película favorita. Llegué a verla cuatro veces en el Montoya (¡a diez pesos el boleto!, ¡mucho dinero!) y luego la seguí, con el paso de los años por otras veintidós ocasiones en el Elizondo, Araceli, Rodríguez… Cuando se comercializaron las videocaseteras la compré en el formato Beta, aunque se proyectaba sin pantalla ancha y se perdía la arquitectura fotográfica y la coreografía estilizada, ambas planeadas para ese sistema, aunque con la ventaja de que venían las secuencias cortadas que jamás había disfrutado.
Luego vino el VHS donde se vendía una versión “widescreen” y pude recuperar las imágenes admiradas. Ya con el DVD ni se diga: se tenía mucha fidelidad y calidad técnica. Ahora estoy en espera de que me llegue la cajita del cincuentenario para recuperarla en todo su esplendor gracias al Blu-ray.

Tenía que recordarla y rendirle un pequeñísimo tributo porque nunca podré expresar lo que me significó (contexto, momentos íntimos, nuevas experiencias, descubrimientos personales, apasionado cinéfilo) para la vida.

viernes, 4 de noviembre de 2011

ESTIRAR LA TRAMA


TEQUILA
Historia de una pasión
2010. Dir. Sergio Sánchez Suárez.


Antonio (Unax Ugalde, el actor español de Cefalópodo) es sobrino del hacendado Vicente (Salvador Sánchez) y amante de Lola (Daniela Schmidt) a la cual visita furtivamente por las noches en su recámara. Antes de partir a un viaje cuatros años antes, eran novios. Al estar lejos, fue obligada por sus padres a casarse con Vicente. En un período de poco tiempo, Antonio descubre que la campesina Milagros (Jimena Guerra), otra de sus aventuras, está embarazada. Vicente revela un secreto íntimo a su sobrino. La madre alcoholizada de Antonio se entera del estado de Milagros. Todo llevará a un final bastante esperado ya que al principio de la cinta se narra un mito donde un dios y una estrella se hicieron amantes hasta que murieron, fueron absorbidos por los agaves y su historia se recuerda por dicha bebida.

Es todo. Un melodrama a la vieja usanza muy bien realizado y ambientado, donde se nota la producción, la buena intención de su realizador para llevar a cabo su empresa y quizás, por eso, sea distribuido por Universal Pictures (a lo mejor les gustó la música “mexican style for gringous”). Se nota la pretensión del director (es su primer largometraje) por capturar las atmósferas del cine mexicano del pasado, sobre todo con el estilo del Indio Fernández, pero no se logra. El mundo posmoderno (los jóvenes o el espectador que antepone engullir palomitas y otros productos a una reflexión fílmica) en que estamos sumergidos ya no reconoce ese ayer aunque se mezcle con otros elementos que quieran impartirle un sabor contemporáneo; pero, sobre todo, el melodrama no consiste solamente en narrar una historia de amantes infieles ni la pasión sucede por meros acostones gimnásticos en una cama o en una alacena, ni por un linchamiento como en Río Escondido, ni por la presencia (inútil e injustificada) de dos norteamericanos (uno de ellos Edward Furlong, irreconocible por lo acabado) como el que andaba en Enamorada, ni por una enamorada (precisamente) despechada tipo La malquerida, por no mencionar más influencias, homenajes o insistencias.

La película no es un fracaso porque está cuidada formalmente y quizás llame la atención al espectador enajenado por las telenovelas ya que es ligera y complaciente. El gran defecto es que la anécdota es mínima y se alarga para ocupar sus poco más de cien minutos. El siguiente defecto es el reparto, aunque ya no quiero entrar en disquisiciones porque no pienso que valga la pena, ni quiero resultar ofensivo. Salió con muchas copias a nivel nacional. Es el cine apoyado por una compañía fuerte de Hollywood, pero no deja de ser tan poco interesante como muchas cintas nacionales. No obstante, esperemos que no le vaya mal en taquilla para que el director pueda tener la oportunidad de filmar otra mejor película que debe traer dentro de sí...

miércoles, 2 de noviembre de 2011

NO PASA NADA


CREPÚSCULO ROJO
2008. Dir. Carlos González Morantes.


Valente (Alberto Estrella) va a ser despojado de su rancho porque adeuda dinero al banco. La crisis financiera nacional provocada por el salinismo incrementó los intereses y mucha gente perdió sus propiedades. Valente no lo entiende y dice al abogado que va a embargarlo que está consciente que debe pero solamente la cantidad que le prestaron. Pide ayuda a su compadre Dagoberto (Enoc Leaño), alguacil del pueblo, quien primero le dice que no se preocupe para luego firmar como testigo. Valente decide, entonces, asaltar el banco del lugar, durante la celebración del patrono del pueblo. Valente está casado con Rosaura (Janneth Villarreal) pero se cuenta que es padre de la hija de una prostituta, Esperanza (María Rebeca), cuando en realidad lo es Dagoberto. Aparte, este hombre es tuerto y ha vivido con ese rencor constante contra Valente al cual cree culpable del accidente donde perdió su ojo, cuando en realidad lo fue su ayudante Ramón (Fernando Leal). Todo terminará en un enfrentamiento, accidentalmente desigual y trágico.

La película, según el director y el actor, trata sobre la disparidad entre ley y justicia, fielmente demostrada durante esos años aciagos que empobrecieron más a la sociedad e hicieron más ricos a los poderosos. Es lo que se quiso contar, y lo hace, pero en una forma insatisfactoria, sin sentido del ritmo y con pésimas actuaciones que, aunadas, dan una idea de que es (mal) teatro filmado. Se aprovechan las locaciones naturales del sur del estado de Nuevo León, pero la trama es tan extrema en su discurso y tan mal estructurada en su guión, que acaba por ser otro (mal) producto al que nos tienen acostumbrados las personas que intentan hacer cine por estos rumbos (acuérdense de esa metáfora del vómito que se llama “Seres: génesis”).

Coproducida por IMCINE, otras productoras privadas, y los apoyos de la Universidad Autónoma de Nuevo León junto con CONARTE (Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León), en tiempos del Dr. Romeo Flores Caballero (a quien mencionan como “licenciado” en los agradecimientos de la película), debido a la convocatoria del Promocine, uno se pregunta qué motivó al jurado que seleccionó este proyecto como el más viable o adecuado para ser apoyado. Quizás leído, el guión sea más atractivo y coherente que lo que vemos en pantalla.

Bastante ambiguas las relaciones entre personajes. Reacciones que son inesperadas o inexistentes. Situaciones que se alargan o que se cortan para luego seguir sin la continuidad esperada. Personajes desaprovechados. Actuaciones mediocres que son productos de una nula dirección. Debe salvarse solamente la atmósfera del pueblo y la belleza natural de montañas, riachuelos, lagunas que todavía no ha sido devastada por la ambición y la avaricia de esos ricos que la cinta denuncia (ya ven que La Pastora será violada por el famoso estadio: otro ecocrimen). Lo que hubiera sido delirante, como el linchamiento del abogado despojador de tierras o la denuncia del alcalde que hubo varios asaltantes al banco que eran altos y parecían judiciales, le habría dado al menos ese sentido de pueblo que conspira solidario contra los abusos para subrayar el discurso que aparentemente le interesaba al guionista (César Jaime, ya fallecido): pero se queda en la nada porque en realidad todo lo que se ve en la cinta nos deja con el sentimiento de que no pasa nada.

Sin embargo, debe hacerse justicia: hay un personaje mudo interpretado por César Cubero que se salva por la gracia del actor aunque no tenga mayor trascendencia; Luis Martín interpreta a un alcalde convenenciero que da idea de corrupción; Isela Vega pulula por la película con su rol ingrato que no le da oportunidad de lucimiento aunque quizás, le permitió tomarse vacaciones en ese hermoso pueblo norteño, lo mismo que Fernando Leal, desaprovechadísimo, en un papel difuso, a años luz de esa magnífica interpretación que sobresalió de todo el elenco de “En el paraíso no existe el dolor” (Víctor Saca, 1984). Los demás sobreactúan o dan pena ajena por ser casi invisibles.

El director Carlos González Morantes (Monterrey, 1945) llamó la atención por cintas independientes de los años setenta, cuando la hazaña de filmar volvía a sus realizadores tuertos en el país de ciegos. Con los años, revisando su tercer largometraje “El otro crimen” (1988), se da uno cuenta que nunca se superó, que los faltantes han sido constantes (talento) y que el cine no está hecho solamente de algunos buenos encuadres. Así como este "Crepúsculo rojo" llegó cinco años después de nacer (en 2006 fue seleccionado el proyecto; en 2007 se filmó; en 2008 fue registrada), no tardó ni una semana para salir rápidamente de cartelera: cruel destino, como se llamaba una película de Juan Orol cuyo cine fue criticadísimo en su tiempo, pero duraba semanas en las salas porque satisfacía las necesidades de un público... Y luego nos quejamos que no se apoye a la exhibición de producciones nacionales.