domingo, 31 de octubre de 2010

EL FINAL (BRILLANTE) DE UNA ETAPA


EL JUEGO DEL MIEDO VII
(Saw 3D)
2010. Dir. Kevin Greutert.


Me plagio a mí mismo desde los artículos que escribí sobre las secuelas previas de esta cinta en la difunta página de Diana González. Soy fanático y admirador de esta novela fílmica-río de ficciones de tortura-medio catártico para imaginar que la violencia no está a la salida del cine sino solamente en la pantalla.

Cuando hablé de la parte V, comenté:

En general, el acercamiento a este tipo de películas siempre provoca la sorna y el sarcasmo de los críticos exquisitos o del público que se siente por encima de la historia del cine; el rechazo previo, prejuicioso e injusto de quienes califican como “churros” a las películas que se alejan de lo que debe ser “el gran arte” o para quienes el entretenimiento es sinónimo de vulgaridad. Por otro lado, hay entre ciertas personas la animadversión contra el hegemónico cine norteamericano olvidando que las grandes cinefilias nacieron de películas “gringas” que en su momento fueron subvaloradas (hasta que los franceses descubrieron al “común” cine negro, por ejemplo). Tal vez la única excusa válida para un espectador que no guste de estas cintas sea su sensibilidad contra las imágenes excesivas, pero eso no le da derecho a rechazarlas gratuitamente. La serie de “El juego del miedo” iniciada en 2004 y que ha producido de manera puntual una secuela cada año subsiguiente, nos habla de justicia y lo que significa “rehabilitación” para seres que deben, por lo tanto, pagar por sus faltas. El personaje de John Kramer (Tobin Bell)
selecciona a sus víctimas con base en sus defectos: estos han tenido terribles consecuencias para sus semejantes. A través de la tortura elaborada (lo que llama “juegos”) expone a sus víctimas al castigo y los lleva a situaciones extremas (ellos mismos se desmembran, se desangran). Esa es la base de las películas: un grupo de personas culpables (dos en la cinta original; luego ha crecido el número) que se encuentran encerradas en lugares sellados que deben pasar por pruebas terribles para seguir adelante o hacia la posible libertad prometida. Una constante ha sido escenográfica: los lugares de encierro se sienten claustrofóbicos y uno tiene la idea de que fueron realizados, dentro del ámbito de la ficción, específicamente para esos terribles fines (como sucedió para la película, claro, en la realidad). Fuera de las imágenes que nos muestran a la policía u otros personajes que llegan a dichos espacios, pareciera que están en profundidades inmensas. Se tornan en representación de la idea cristiana del infierno por “los lamentos y el crujir de huesos”. Secuela tras secuela esas almas pasarán por otras pruebas para continuar con la tortura eterna. Luego viene el ingenio para la maldad. Las variantes de los juegos. Las grabadoras, los monitores de televisión, las llaves para abrir candados o puertas, las cajas herméticas que encierran cabezas. Las sierras. La electricidad. El péndulo con hoja afilada. Esa fue una de las cualidades que llamaron la atención de un público que aceptó masivamente a la cinta original, por lo que se tornó en esencia de las secuelas.


He hecho todo un resumen porque eso es lo que pretende la parte VII de la que hablamos ahora: cerrar todas las situaciones que se desencadenaron desde la cinta primigenia. Cary Elwes, primera víctima,
reaparece en una sesión donde se reunen quienes han sido víctimas que lograron escapar con vida de las maldades de John Kramer. El detective Hoffman (Costas Mandylor)
, secuaz de Kramer y víctima indirecta de quien fuera su esposa Jill (Betsy Russell), ahora la busca para cobrar venganza. Y el criminal final es Bobby Dagen (el estupendo Sean Patrick Flanery)
cuyo pecado mayor fue enriquecerse con un libro donde contaba la falsa historia de su sometimiento, brutalización y escape de las garras de Jigsaw, o sea Kramer. Necesita pasar las pruebas que permitirán la liberación de gente cercana para alcanzar el rescate de su esposa para tener derecho a corregir el fraude.

Todo lo anterior se aplica. Todo viene a ser brutal pero ahora magnificado con el sistema de tercera dimensión que con sus adelantos es impactante. La trama viene a repetir los juegos perversos y mortales pero también deja al final la frase de “final de juego” para decirnos quizás, que el ciclo ha terminado o tal vez, ojalá, sería maravilloso que el próximo “jalogüin” pudieramos tener una segunda etapa, un relanzamiento, una manera de releer este gigantesco y ambiguo cuento moral.

Nota: He leído algunas notas “seudocríticas” (¡ah! ¡cómo extrañamos a nuestros críticos de los tiempos cuando había cinéfilos!) en la red, sobre esta película, además la del cercano burro disfrazado, para encontrarme con un lugar común: el rechazo hacia una fórmula que conocen, que cada año no dejan de ver la secuela, y que cada año rechazan. La realidad es que pasa lo mismo de siempre: las cintas son taquillerísimas y el público asiste. Los razonamientos son superficiales. Nunca se nota una visión conjunta del ciclo. El género “gore” está condenado de antemano sin que se le vea como una representación simbólica de los tiempos que se viven. En el pasado eran menos aplicables a nuestra realidad mexicana: ahora pueden extrapolarse al mundo porque éste ha degenerado y se ha tornado en una pesadilla constante. Uno comprende la taquilla de “Actividad paranormal 1 y 2” en función del truco visual que queda en un elemento insostenible y porque a la gente le gustan los cuentos de fantasmas y quieren creer en ellos. Por fortuna el cine es universal, diverso, nos llega de distinta manera, acorde con nuestros procesos intelectuales o las razones que nos rodean o el conocimiento y las referencias que poseemos. De ahí las diferencias entre uno y otro título mencionado. Quien entienda, sea bendito: final de juego.

martes, 26 de octubre de 2010

LA BASURA PARANORMAL


ACTIVIDAD PARANORMAL 2
2010. Dir. Tod Williams.


Nota: si no ha visto la película, este artículo revela algunas situaciones de trama.

Hace un año escribí lo siguiente en el excelente sitio que tenía Diana González, ya desaparecido por desgracia, sobre “Actividad paranormal” (2009. Dir. Oren Peli), un éxito soñado para Hollywood (y cualquier jovencito que quiere hacer películas populares) porque luego de costar 10,000 dólares para filmarla, llegó a ordeñar las taquillas en el rango de los cien millones, sin contar ingresos extranjeros ni ventas o rentas de DVD:

Un ejercicio estudiantil. Quizás un intento de hacer cine de terror con bajo presupuesto. Tal vez el logro del sueño de tanto cineasta frustrado que quiere alcanzar su propio “Proyecto de la Bruja de Blair” para “hacerla” en Hollywood aunque sean “llamaradas de petate” o posiblemente obtener el estatus de M. Night Shyamalan que luego de “El sexto sentido” ha hecho puros remedos similares sin nunca atinarle ni llegarle a ese ejemplo de narración maestra para solamente atraer público por los repartos espectaculares y los trucos visuales. Bajo la misma propuesta de filmar hechos reales con una cámara de vídeo (“Rec”, “Cloverfield”, la mencionada “bruja”) que es tan limitante por lo que deben buscarse los efectos que lleguen al sobresalto o la sorpresa, tenemos el caso de un demonio que ha perseguido a la protagonista Katie desde que era niña. Ahora vive con su novio y se ha vuelto a manifestar el famoso ente. Empiezan a grabar sus noches para darse cuenta de lo que está sucediendo hasta llegar a un final predecible desde el principio que ha ido elaborando cierto ritmo de suspenso. Las actuaciones se notan de aficionados. Los efectos están bien logrados si se considera que no hubo mucho presupuesto. La trama está entrecortada dejando obviamente cabos sueltos que pudieron haberse hilvanado de alguna manera. Lo malo de la cinta es que el espectador solamente espera las tomas de las noches cuando se manifiesta el demonio. Todo lo demás se alarga y aburre; otras cuestiones no convencen. Un buen susto y ya: es como ir a la feria, meterse a la casa de los espantos o subirse a un juego mecánico extremo para desahogar emociones y sentir el alivio de haberlas desechado. No puede negarse la forma en que se va estableciendo el suspenso y eso es lo que salva a esta cinta de ser una porquería absoluta. Fuera de ello: ¡qué flojera!, ¡qué desperdicio de tiempo!, ¡qué maravilloso sentido de mercadotecnia y oportunismo!

Ahora llega la segunda parte que, en realidad, muestra los antecedentes de lo que vimos en aquella película porque la hermana de Katie ha tenido un bebé, ha pasado algo de tiempo (es agosto de 2006), viven en la casa del esposo y cierto día descubren que ha sido allanada: todo está volteado, desarreglado, averiado, pero no ha ocurrido ningún robo. Por eso, colocan cámaras de vídeo en diversos puntos de la casa. De esta manera, se puede utilizar el estilo de la cinta anterior y, como espectadores, darnos cuenta de lo que ocurre, con la ventaja de diversos espacios y ángulos. Hay un fantasma invisible que produce escalofríos, arrastra a la mujer por escaleras y la lleva hasta un sótano o mueve el cuerpecito dormido del niño por su cuna hasta bajarlo del mueble y dejarlo vagar por la casa. Ya no se espera a la noche, sino que hay algunas cuestiones inesperadas durante el día o cuando la luz está encendida.

Se nota que detrás de esta cinta hay una mano más diestra, con experiencias previas más ambiciosas en cuanto a propuesta y discurso. Tod Williams (en la foto aparece con su esposa, Gretchen Mol) fue responsable de “Las aventuras de Sebastián Cole” (1998) que solamente llegó por televisión y vídeo, donde un jovencito se enfrentaba a una familia disfuncional (su padrastro cambiaba de sexo, por ejemplo) que le permitía, no obstante, un descubrimiento personal; luego hizo “Detrás de la puerta” (2004) donde un matrimonio distanciado por la tragedia familiar (Jeff Bridges y Kim Basinger, nada menos) lograba descubrir la manera del reencuentro. De un guión propio y de una novela de John Irving, Williams demostraba sus inquietudes personales y una temática propia, aparte de una excelente factura. Ahora, en esta cinta totalmente impersonal, fabricada por fórmula, unida a la trama de la película anterior como antecedente demoniaco: Katie y su hermana son descendientes de alguien que se endeudó con el diablo y no pagó. Ahora, con un hijo varón, ese ente ha venido a cobrarlo. Una sirvienta latina le explica al marido que puede pasarse la maldición a una pariente consanguínea. Por eso, el marido hace un rito que condena a la hermana, o sea Katie, quien luego sufrirá todo lo que vimos en “Actividad paranormal”. De ahí la foto quemada y el final de la otra cinta y que en la que ahora nos ocupamos (ya con mucho espacio que no merece) aparezca la leyenda de que estamos viendo algo, sesenta días antes de la muerte de Micah, el marido de Katie, que ya sabemos que fue quien lo mató, poseída por el mencionado demonio. Williams vendió su alma para este proyecto y esperemos que con los dólares ganados nos prepare una próxima cinta que sorprenda por sus intenciones personales.

Ahora el presupuesto fue de casi tres millones de dólares (bastante bajo para una producción de Hollywood) pero en su primera semana, solamente en Estados Unidos, recaudó más de cuarenta y eso que tuvo estreno mundial. Igual de pretenciosa que la primera en cuanto no hay créditos ni iniciales ni finales para dar la idea de una cinta “encontrada” en el estilo de la estupidísima “El proyecto de la bruja de Blair”. Estamos ante un cuento de fantasmas que solamente asusta por sorpresa: se abren las puertas de los estantes de cocina al mismo tiempo; hay un grito estentóreo; está la consabida arrastrada por las escaleras. Falta la esencia de una buena trama de horror: ni siquiera hay alguna escena de sangre: la ouija es nuevo objeto profano e inmisericorde. Repito como antes que es una pérdida de tiempo y llega a ser soporífera por momentos. Reitero mi admiración hacia el sentido mercadotécnico. Ya quisieran los perpetradores de la porquería “Seres: Génesis” saber filmar una basura tan terrible, con estilo, que nunca prometió otra parte como la amenaza de una trilogía. No, ellos hacen estiércol sincero.

lunes, 25 de octubre de 2010

LA ADICCIÓN AL YOUTUBE



Leo en el periódico la nota sobre un libro donde la autora confiesa su ludopatía y pienso en las adicciones. Uno las relaciona usualmente con vicios (tabaco, alcohól, en este caso el juego), pero hay otras formas más inofensivas… aparentemente. En mi caso está el YouTube. Aunque siempre caigo en las mismas justificaciones de mis colegas adictos (“puedo controlarlo”, “no es tan grave”, “no es constante”), cada vez que el tiempo me lo permite, entro al YouTube y me quedo por horas.

Ahora bien, la base de mis búsquedas son siempre con música, películas, estrellas de cine, pero siempre están las referencias o los vídeos afines. Así que si llego por ejemplo a una escena de una película de los años treinta con Libertad Lamarque, ya estuvo que busqu “El choclo” y me vaya a otra película como “Gran Casino” de Buñuel que es donde la canta y pasaré a “Madreselva” para que me transporte a otro cantante que la interpreta y que es tanguero pero que a su vez tiene otros tangos.

El YouTube me ha permitido encontrar canciones de las cuales ni me acordaba. Me ha remitido a imágenes del pasado que me ofrecen un momento de atmósfera añorada porque entre los audífonos y el cierre de ojos, la imaginación vuela… He descubierto cantantes que ni me imaginaba o escuchado canciones en versiones tan disímbolas como extrañas: “Tico Tico” cantada por Carmen Miranda me deja escuchar a Los Machucambos y a una estupenda Ná Ozzetti. Luego la encuentro con una japonesa que la canta en portugués, o la versión modernizada de Ney Mattogrosso, para llegar a conocerla en francés y en inglés o en una secuencia de película de Hollywood para terminar oyéndola ¡en esperanto!

Hace poco comencé a buscar canciones de los años sesenta, mi época de adolescencia. Partí de Angélica María y Mayté Gaos para luego encontrar la referencia de Violeta Rivas con sus “Besos de papel” que me dirigieron a su interpretación de “Eso, eso, eso” que fue un éxito de Los TNT a los cuales pude disfrutar. Otra referencia de Violeta me trajo “¡Qué suerte!” cuyos vídeos semejantes me dieron una grabación casera donde dos jovencitas adolescentes de Argentina la hacían con fonomímica de manera bastante graciosa. Este vídeo tenía como semejantes otras interpretaciones de las mismas chamacas. Una de ellas era una cumbia llamada “Toma la mema” donde bailaban sabrosamente. Y claro que ahí estaba el vídeo original de “Toma la mema” (la letra es tan inspirada y compleja que dice solamente: “Nena, a tu cola le falta crema, a tu boca una mamadera y los pibes te lo vamo a dar”) con un grupo uruguayo llamado El Empuje que aparentemente fue un exitazo en los bailes de esos lares sudamericanos. Y cuando me di cuenta, ya habían pasado tres horas y en otras pocas tendría que irme a trabajar.

Sin embargo es algo que puedo controlar, no es tan grave y no lo hago todos los días… pero el placer que me produce es inesperado siempre y cada vez descubro cosas nuevas (o viejas con estos ojos que rejuvenecen), además solamente les conté algo de música sin mencionar las películas completas que me he encontrado y, bueno, imagino que debe llamarse “Youtubepatía”.

domingo, 24 de octubre de 2010

LA CATEGORÍA DE ROSALIND RUSSELL



Life is a Banquet
Rosalind Russell con Chris Chase
Random House, 1977.


Acabo de platicarles sobre “El escritor fantasma”, la extraordinaria cinta de Polanski, y aquí les tengo un ejemplo de “autobiografía” que en realidad fueron memorias dictadas a otra persona, “un escritor fantasma”, que se encargó de redactarlas. Se le da crédito, al menos. Rosalind Russell es una de mis tantas actrices favoritas. Me cautivó desde que mis ojos infantiles gozaron de
“Gypsy” (Mervyn LeRoy, 1962) allá en el Cine Encanto, por 1963. Aunque pasó mutilada en algunos números musicales (práctica común por esos tiempos donde los exhibidores decidían qué era lo que les “gustaba” a los espectadores), al menos los principales y la esencia de la trama quedaron asequibles. Era la versión fílmica de una comedia musical de Broadway que narraba inicios y ascenso a la fama de una desnudista llamada Gypsy Rose Lee. No obstante, el personaje principal era el de Rose Hovick, madre de la mujer, quien fue el impulso constante para que tanto ella, sin talento, como su hermana menor, June (quien luego sería la actriz June Havoc, de quien les he platicado por este blog), más agraciada, alcanzaran el estrellato. El papel en la escena fue de Ethel Merman y en el cine le tocó a Rosalind Russell porque ella tenía más “nombre”. Una gran suerte y fortuna porque la actriz logró uno de sus mejores papeles. Años más tarde, gracias al DVD, ahora podemos gozar de la cinta completa y hasta con algunos números recuperados que fueron, originalmente y como decisión del director, eliminados antes de la distribución. Luego de esa cinta, me fijé más en ella, en cuanto tenía la oportunidad de encontrarme con sus viejas películas.

Rosalind Russell (1907 - 1976) fue una mujer de temple. Fiel a sí misma, audaz en su manera de actuar, narra en su libro cómo fue que logró sus primeras oportunidades en el cine. Sus enfrentamientos con Louis B. Mayer. Su paso por la MGM de los años treinta (su gran cinta fue “Las mujeres” de Cukor, en 1939) y sus posteriores éxitos en otros estudios
(“Ayuno de amor” de Hawks, para la Columbia de 1940, junto con Cary Grant o “Electra” de Nichols, para la RKO de 1947; años más tarde, como la solterona y reprimida maestra de “Picnic”, de Logan, 1955). La madurez le llegó con la Warner Bros. donde filmó “Quiero vivir” (Auntie Mame, Morton DaCosta, 1958) que había sido su gran éxito en Broadway (más tarde se tornaría en el musical “Mame” que dio otro giro a la carrera de Angela Lansbury y en México, a Silvia Pinal) y que reflejaría, en mucho, su propia vida. El título del libro viene de una frase de la obra: "La vida es un banquete y la mayoría de ustedes, pobres tontos, se están muriendo de hambre".

Sin embargo, lo más interesante viene al final del libro cuando dice que su vida no podía haber sido de otro modo. “Si pudiera alterar el pasado, o al menos mi carácter, trataría de empujar menos, de ser tan extremista. Siempre he sido una persona de mañana, y creo que todos los planes se realizarán, pero nunca sucede. He tenido una vida con mucha suerte en ella: ha sido un buen viaje”. Y cuando uno revisa su filmografía, lee el libro, vuelve a disfrutar sus personajes, está de acuerdo con ella: íntegra y con una fuerte atención para sí misma. Russell fue una personalidad fuera de serie, perfecta para ciertos roles: nunca la dama joven, sino la secundaria o el personaje con ciertas características específicas en la vida. Igual, pero diferente. Una actriz de categoría con sus variaciones. Los libros sirven para que tomemos conciencia de nosotros mismos a través de otras vidas reales o inventadas. Russell fue persona con los pies sobre la tierra y con la fuerza para luchar por lo que deseaba. Gran lección. Maravilloso espejo si podemos reflejarnos en él.

sábado, 23 de octubre de 2010

EL INFIERNO DE POLANSKI


EL ESCRITOR FANTASMA
(The Ghost Writer)
2010. Dir. Roman Polanski.





El título en español no puede ser tan literal como en inglés. Se refiere a los escritores que redactan libros firmados por otros. Hay muchas autobiografías que en realidad fueron escritas por quienes tenían el oficio, luego de escuchar las confesiones de los “biografiados”. No tengo preciso el término en nuestro idioma, pero lo comento porque es esencial para entender al personaje que interpreta Ewan McGregor. Es contratado para sustituir a otro escritor que ha aparecido muerto, aparentemente suicida, y quien se encargaba de las memorias de un exprimer ministro británico (Pierce Brosnan.
El trabajo le exige que se traslade a una isla en Nueva Inglaterra donde vive el personaje. El manuscrito no puede salir de su residencia por lo que el escritor debe pasar el día en el lugar y por la noche trasladarse a un hotel. Paulatinamente irá descubriendo secretos, incongruencias, situaciones que estaba investigando su predecesor.

Estamos ante una cinta de suspenso e intriga política. Polanski, fiel a sus mejores momentos (“El inquilino”, “Punto muerto”, “El pianista”, “Luna amarga”) selecciona los temas de recreación y repetición de circunstancias en sus personajes (que los irán tornando en posibles víctimas, al internarse en aspectos de sus predecesores). Los ambientes son hostiles y las respuestas de quienes los pueblan están siempre cargados de cinismo, ironía o desprecio. Es la magia de Polanski cuyas imágenes píerden el sentido de lo cotidiano y parecen estar ocurriendo en otro plano de realidad o en una dimensión alejada de las perspectivas del espectadoR: piense en las secuencias del transbordador; la persecución en el bosque; el simple hotelucho donde el escritor pasa la noche. Polanski filma en un Estados Unidos falso. La residencia playera del personaje es ultramoderna y hermética. La lluvia, el frío, el cielo nublado vienen a ser alegorías de la turbia realidad detrás de la apariencia. Se mantiene un estilo temático y visual en la treintena de películas que conforman su filmografía.

La trama está perfectamente escrita (basada en una novela de Robert Harris, coautor con Polanski del guión) y el reparto es perfecto. Aparte de McGregor y Brosnan, aparecen
Olivia Williams, como la inteligente esposa del exfuncionario; Tom Wilkinson como frío y misterioso académico; Eli Wallach a sus 95 años, lúcido y brillante en un rol pequeño.
La cinta viene a ser el resumen de obra de un maestro que nos ha brindado momentos cumbres dentro del cine universal; sus títulos parecen disparejos pero siempre caen en la imagen del infierno que existe sobre la tierra ya sea personal o en pareja (como pasa en esta cinta tanto con el funcionario y su esposa; el escritor y la esposa; el académico y la esposa) o colectivamente. No quise hacer comparaciones entre películas polanskianas, solamente dar pistas por esta ocasíón, pero quienes sean admiradores o cinéfilos asiduos al cine de este gran realizador harán las interconexiones que son inevitables. Sin referencias, la comprensión siempre tendrá huecos: revisen la filmografía...

domingo, 3 de octubre de 2010

ARTHUR, JOE & TONY: in memoriam

Los últimos días de septiembre se llevaron a tres iconos de la industria fílmica norteamericana. Ya eran personas ancianas pero fueron jóvenes importantes para el desarrollo de la cultura popular. Un director innovador y significativo llamado Arthur Penn (1922); un actor secundario pero con brillo propio bajo el nombre de Joe Mantell (1915); una estrella atractiva, presencia magnética, con algunos acercamientos a roles con los que deseaba demostrar que era algo más que una cara bonita y que fue conocido como Tony Curtis (1925).

Arthur Penn comenzó como director de teatro y luego de la televisión en vivo que se realizaba por los años cincuenta. Su versión para este medio de “La maestra milagrosa” fue tan exitosa que la llevó al teatro y luego al cine para que sus actrices siempre fueran galardonadas. Y así como esta versión fílmica (1962) fue uno de sus grandes taquillazos, lo mismo que, cinco años más tarde, lo sería “Bonnie & Clyde” que cambiaría el rostro de la violencia gráfica en el cine norteamericano y en el gusto del público cinéfilo, también tuvo fracasos debidos a su toque europeo que le hacía filmar tramas cotidianas pero alejadas de la complacencia de la industria. “Así soy yo” (Mickey One, 1964) o “Cuatro amigos” (Four Friends, 1981) son ejemplos de títulos incomprendidos en su momento pero que ahora han adquirido grandeza.












Joe Mantell fue actor de teatro y de la televisión en vivo (como el ya mencionado Penn) cuyo papel significativo, popular, fue el de Angie, amigo del feo y solterón carnicero Marty en la cinta del mismo nombre (Delbert Mann, 1955) que le hizo ganar el Óscar a Ernest Borgnine (todavía vivo y activo a los 93 años de edad), al cual siempre le hacía la misma pregunta que Marty le respondía de la misma manera, para mostrar almas solitarias, bonachonas. Mantell fue nominado en su rol secundario pero luego llegaría a estar principalmente en series de televisión que fueron populares (Combate, Los defensores, Dimensión desconocida) y ya mayor, volvería a distinguirse en roles pequeños en la cinta de Polanski (Chinatown, 1974) y su secuela.


Tony Curtis era el típico galán: buen físico, ojos azules y sangre liviana. Su gran oportunidad se la dio la Universal de los años cincuenta que mantenía su grupo de hombres atractivos (Rock Hudson, George Nader, Jeff Chandler, entre otros) aunque igual que Chandler era heterosexual y conquistador. En su autobiografía, aparecida el año antepasado, narra muchas aventuras, entre ellas una con la jovencita Marilyn Monroe. Tuvo oportunidad de demostrar su versatilidad en títulos prestigiosos (La mentira maldita, Fuga en cadenas, Espartaco, El estrangulador de Boston) y alargar su popularidad hasta los años sesenta, antes de que Hollywood cambiara y que él fuera envejeciendo. No obstante, nunca dejó de trabajar, mantener una vida de lujo, y en sus últimos años se dedicó a la pintura, siendo exitoso en ventas. Esposo de Janet Leigh y padre de Jamie Lee Curtis. Su película más entrañable es “Una Eva y dos Adanes” (Some Like It Hot, Billy Wilder, 1959) donde junto con Jack Lemmon se vestían como mujeres para escapar de la amenaza de un grupo de asesinos ya que habían sido testigos de una masacre. Y llegaba a tener amoríos precisamente con la dama de la película, o sea la mismita Marilyn de su primera etapa en el cine.

Descansen todos en paz por lo que nos ofrecieron e hicieron disfrutar.