miércoles, 24 de octubre de 2018

EL RETORNO DEL MAL


Sólo hay tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los posibles motivos obedecen a ellos: el egoísmo, que quiere su propio bien y carece de limites; la malevolencia, que quiere el mal ajeno y llega a la extrema crueldad; y la piedad que es la grandeza del alma, donde busca el bien del otro.  
Schopenhauer

Loomis: Lo conocí hace quince años; me dijeron que no quedaba nada: ni razón, ni conciencia, ni el entendimiento, en el sentido más rudimentario, de lo que era la vida o la muerte, del bien o del mal, lo correcto o lo equivocado. Conocí a este… niño de seis años con ese rostro pálido, en blanco, sin emoción y… los ojos más negros: los ojos del diablo. Pasé ocho años intentando que me entendiera, y luego otros siete tratando de mantenerlo encerrado porque me di cuenta que lo que estaba viviendo detrás de los ojos de ese joven era simple y sencillamente… maldad.

Parlamento de Donald Pleasance,
como el Doctor Loomis en la cinta original
de Halloween (Carpenter, 1978) que se repite
al inicio de Halloween H20 (Steve Miner, 1998).



HALLOWEEN
2018. Dir. David Gordon Green.


         En los primeros momentos de esta reconstrucción de un ícono fílmico, emblemático de una generación y de un género, caminan los amigos Allyson (Andi Matichak), Vicky (Virginia Gardner) y Dave (Miles Robbins) quienes platican sobre lo que sucedió hace cuarenta años, en su pueblo de Haddonfield, Illinois, a la abuela de Allyson, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), sobreviviente de los ataques del psicópata in extremis Michael Myers. Dave, como joven millenial no le da importancia porque ahora son hechos que no tienen motivo para desconcertar a la gente. Es esta indolencia la que establece el sentido y justificación de que se haya filmado un homenaje, a cuarenta años de su realización, a la siempre presente Halloween. Podría pensarse que con el paso de tanto tiempo, la proliferación de infinidad de películas de terror (bajos, altos presupuestos), las recreaciones inmediatas por televisión del género, los efectos especiales que ya no asustan a nadie, era empresa inútil. La alta popularidad y el taquillazo correspondiente han demostrado todo lo opuesto y se comprueba que la buena mercadotecnia, la referencia de la cinta original que puede disfrutarse por muchos tipos de plataformas visuales, pero, más que nada, gracias a la sensibilidad y buen tratamiento del tema, ha logrado atrapar a los ojos del siglo XXI.


         Michael Myers va a ser trasladado a otro hospital psiquiátrico. Lleva cuarenta años sin pronunciar palabra, bajo el cuidado del Dr. Sartain (el actor turco Haluk Bilginer), quien fue el reemplazo del Dr. Loomis original. Lo visitan dos periodistas que quieren desentrañar su misterio y llevan consigo la máscara que utilizaba desde pequeño. No consiguen nada, por lo que se dirigen a la casa de Laurie Strode en Haddonfield, fortificada, donde la mujer vive aislada, siempre con el temor del retorno de Michael. Al ser transportado Michael, sin que se muestre explícitamente, logra imponerse contra chofer, guardias y escapa, no sin antes empezar a manifestar sus hábitos y necesidades asesinas, además de recuperar su máscara. Luego, encontrará a Laurie, su hija Karen (Judy Greer) y a la nieta Allyson. También se dan a entender las relaciones tirantes en la familia debidas, todo el tiempo, desde la niñez de Karen, a la paranoia constante de Laurie.

Los jóvenes millenials
         La cinta maneja perfectamente el suspenso. Es muy entretenida y el espectador, por lo que noté en la sala donde la vi, no pierde atención. De hecho, fueron mínimas las molestias por encendidos de teléfonos celulares, lo que deviene en la acción magnética, la espera de la amenaza acechante, siempre, todo el tiempo, ahora más cruel que nunca, tal vez para darle gusto a este público de nuevos y jóvenes espectadores. Aunque la trama se ha reconstruido (ya han desaparecido hijos e hijas de Laurie en otras secuelas), permanece el recuerdo de Loomis. Lo que no se pierde es la esencia del mal: Myers es la representación de toda amenaza que acecha, de ahí que aparezca de pronto, sin importar geografía, distancia, obstáculo ni lógica. En las palabras de Loomis que escuchamos en el pasado y que les comparto como epígrafe, está la descripción de Michael como metáfora de la maldad que no muere, la total sinrazón porque mata sin motivo y por placer. Loomis mismo había recomendado drogarlo, asesinarlo y luego incinerarlo para eliminar todo rastro físico que ha servido como cáscara que envuelve al mal: Michael es la representación humana de vileza, insensibilidad y crimen: esa malevolencia que Schopenhauer comenta como motor para las acciones humanas, lo mismo que el egoísmo y jamás, en este caso, la piedad. Y a pesar de la batalla, nunca se podrá uno asegurar de la terminación de ese mal que contrariaba a los teólogos en su afán por demostrar que Dios no podía haberlo creado, que todo se debía al libre albedrío…


         El director Green nos ha ofrecido cintas magníficas pero incomprensiblemente subestimadas (la divertida Piña Express, la inteligente Experta en crisis, y sí, la fallida Más fuerte que el destino, entre otras). Aquí apenas se sumerge en el género del horror y sale muy bien librado. El reparto se agradece y era necesario que Jamie Lee Curtis retornara y cerrara con broche de oro un ciclo espectacular (es poco probable que retorne a los 50 o 60 años de la franquicia a continuar la saga, como también que uno la alcance). El turco Bilginer (a quien pueden recordar los lectores en Sueño de invierno del realizador Nuri Bilge Ceylan) se convierte en sorpresivo obsesionado por su paciente más allá de cordura y temor.


         La cinta estremece. Dentro de los horrores que nos va narrando y los miedos que nos va infligiendo y al mismo tiempo exorcizando (todo ocurre en la pantalla: nunca nos tocará a nuestra persona) se mezcla un sentimiento de nostalgia: todavía nos ocurrió ver la original en aquellos palacios de cine que alimentaron a nuestras cinefílicas niñez y juventud. Dentro de la recuperación icónica que significa esta película, ese cuchillo ensangrentado que vemos en la mano de la joven Allyson produce tanto escalofrío por la experiencia como una ligera humedad en los ojos por lo que fue un momento de nuestra vida al ser personas a quienes el cine ha importado mucho, nos ha transformado, nos ha marcado junto con las vivencias cotidianas.


sábado, 6 de octubre de 2018

LA SIMBIOSIS PERFECTA


VENOM
2018. Dir. Ruben Fleischer.


         Eddie Brock (Tom Hardy) es un impulsivo reportero de televisión. Vive con su novia, la abogada Anne (Michelle Williams) y cierta noche descubre en su computadora, un reporte confidencial donde se confirma la muerte de los tripulantes de una nave que retornaba a la tierra trayendo consigo unos especímenes extraterrestres. Al entrevistar al millonario Carlton Drake (Riz Ahmed) que financió estos viajes, saca el tema, sin poder comprobar nada, lo que provoca la furia del hombre, y Eddie es despedido. Su novia lo abandona, enojada por haberse sentido utilizada. Pasan seis meses.
El tiempo feliz de la pareja
         Previo a todo lo que he comentado, hemos visto un prólogo de la mencionada nave que se estrella en terrenos de Malasia y hemos sido testigos de que una especie ha escapado de su contenedor (otras dos se han rescatado) y se ha introducido en el cuerpo de uno de los astronautas. Su característica es que logra ser absorbida por otros cuerpos creando una simbiosis, siempre y cuando sean compatibles. El millonario Drake las ha traído a la tierra con la intención de que los cuerpos unan sus naturalezas y tengan la posibilidad de sobrevivir tanto en la tierra como en otro planeta. Por accidente, una de las especies se introduce en el cuerpo de Eddie creando la simbiosis perfecta.

Las primeras manifestaciones
         Hay mil detalles que el lector podrá conocer al ver la película pero lo que importa es el juego del discurso de esta enésima recreación de un héroe de historieta Marvel en el cine. Ya no tenemos exclusivamente al bueno luchando contra el malo: ahora se habla de “simbiosis” en un sentido científico, pero narrativamente tenemos al bien y al mal en conjunto. Eddie lucha con su conciencia de ser razonable, sin tendencia a la negatividad, contra el monstruoso Venom, ser que requiere alimentarse de seres vivos, sin considerar la ética o el respeto a la vida. Todo está dentro de sí mismo y hemos vuelto a la tesis de que todo hombre tiene una esencia malvada en su interior como nos lo recalcó Stevenson en su “Dr. Jekyll y el Sr. Hyde” que podía transformarse en el malvado Hyde para dar rienda suelta a sus bajos instintos. Aquí la lucha es interna y la transformación vuelve a suceder aunque con la plena conciencia por ambas partes. La diferencia reside en que al bueno de Eddie se le ha introducido otro ser malvado. Su dualidad es artificial: simbiótica, uno se alimenta del otro.
Las múltiples armas
         Al ser una historieta con compromiso moral para sus jóvenes lectores, llega un momento en que Eddie debe controlar al ser malvado. Éste “aprende” a distinguir entre ambas posibilidades. Sus acciones deberán dirigirse a la escoria del planeta y respetar a los seres inocentes. El realizador Fleischer usualmente habla de sobrevivencia en sus películas: los nuevos horizontes luego del apocalipsis zombi en Tierra de zombis; el joven que logra escapar de la bomba que trae atada al cuerpo en 30 minutos o menos; el grupo de policías que erradican el mal para que sobreviva Los Ángeles sin la mafia en Fuerza antigangster. En esta ocasión, Eddie logra sobrevivir gracias a la fuerza que se le ha incrustado y que le sirve como “empuje” de conciencia.
         Venom atrapa por esta manifestación del mal que transforma al cuerpo. Sus cualidades y sus armas son múltiples por lo que siempre sorprende: ya sea aventando objetos punzantes, adhiriéndose a las paredes, amortiguando balas, tomando la viscosidad y fluidez a través de superficies que recuerdan a La mancha voraz (The Blob, Yeaworth, 1958), transportándose a través de cuerpos como la fuerza antinatural en Poseídos (Fallen, Hoblit, 1998), pero advirtiendo que ciertos decibeles de sonido y el fuego son sus enemigos. Como todo héroe, Eddie será un hombre cuyas debilidades lo definan por sus limitaciones emocionales, para compensarlas apoyando al prójimo. Tom Hardy sorprende ante la vulnerabilidad manifiesta que lo separa de sus roles duros y rudos que nos ha ofrecido previamente.
Ruben Fleischer, el director de la sobrevivencia

lunes, 1 de octubre de 2018

LA FUGA OLVIDABLE


PAPILLÓN: LA GRAN FUGA
(Papillon)
2017. Dir. Michael Noer.


         Nueva lectura de una película de 1973 con Steve McQueen y Dustin Hoffman donde se narraban las aventuras de Henri Charriére, apodado “Papillón” (mariposa en francés, por el tatuaje que tenía en su pecho). Basada en el libro que fue gran éxito mundial de ventas en 1969, siempre puesto en tela de juicio, ya que el autor aseguraba que era autobiográfico, ahora la cinta utiliza como punto de partida el guion original de Dalton Trumbo y Lorenzo Semple, Jr. (dos de los guionistas más importantes de los años setenta) para presentar primero a Papillón (Charlie Hunnam), robando una caja fuerte, que era su especialidad. Es el año 1931. Luego de entregar la mercancía de joyas a su jefe, al cual asegura que no se ha quedado con nada, es sorprendido sin que él se dé cuenta, cuando regala un collar a su novia. Su jefe lo denuncia como culpable de un asesinato y Papillón es condenado a cubrir su condena perpetua en los penales de la entonces Guayana Francesa. Desde el viaje por barco desde París hasta su destino, se relaciona con Louis Degá (Rami Malek), rico falsificador, famoso por haber estafado a mucha gente con fraudulentos bonos de gobierno, cuidando sus espaldas y aprovechando el dinero que trae consigo para planear un escape que, considerando los peligros alrededor de la cárcel: una selva sin salida, un mar pleno de tiburones, la amenaza de confinamiento solitario, viene a ser su razón para vivir.
         De eso trata la película. Es el hombre contra el hombre y la naturaleza. Es la fortaleza y el temple ante la adversidad. Es el deseo de comprobar su inocencia ante la injusticia. La cinta está muy bien filmada pero al partir de un material deprimente, repetitivo tanto en el afán del escape como en una trama que se ha visto en muchas otras ocasiones, se vuelve intolerable para algunos espectadores (y para otros, deviene aburrida). La violencia explota y los abusos se imponen: los carceleros que tienen el poder golpean a diestra y siniestra. Matan sin castigo porque cada uno de los presos representa a la escoria humana: uno menos no importa. La justicia se aplica con base en la ley del más fuerte. No queda otra salida que escapar o morir.
         La química lograda hace 45 años entre McQueen y Hoffman, dos estrellas importantísimas en ese entonces, 
se alcanza ahora entre el irregular Hunnam y el expresivo Malek (ambos actores más populares por la televisión que por el cine). La fortaleza del primero, con cuerpo esbelto que se deforma al sufrir un terrible castigo, se complementa con la delicadeza y la astucia (así como la riqueza) del otro, menudo y frágil. Sin embargo, el impacto posible para los ojos del espectador de este siglo se ha disminuido ante la menor capacidad de asombro. Uno imagina que el motivo para volver a filmar esta película fue aprovechar la narrativa de fugas y escapes para llamar la atención con Montecristos modernos y revalorar la actual falta de justicia y el ataque a los derechos humanos. Sin embargo, se queda en mera ilustración formal, correcta, pero fría, lejana, ya pasada de moda. Tan fácil como fijarse en que la cinta original no requirió de "apoyo" en el título, hablando de fugas. Era un libro popular, todos lo conocíamos y la cinta fue un taquillazo por las estrellas. Ahora: ni eso, por desgracia.