martes, 1 de diciembre de 2020

LA CIENCIA LIGERA

 

TENET

2020. Dir. Christopher Nolan.

         La cinta inicia en un operativo dentro de la ópera de Kiev para el rescate de una carga de plutonio que resulta ser falsa. El agente responsable es capturado para hacerle confesar quiénes lo han enviado, pero antes de que suceda toma una píldora de veneno que también es falsa. Al despertar, ya que se ha comprobado su lealtad de preferir morir a confesar secretos, es reclutado para una operación llamada Tenet donde se busca afianzar la seguridad mundial. Una científica le muestra al agente una pistola que recupera balas del futuro. Hay un billonario ruso, llamado Sator, quien se ha apoderado de la tecnología para revertir la entropía de la materia, pero alternándola con el tiempo lineal. Su finalidad es conseguir un algoritmo que le permitirá producir una reversión total, o sea, el fin del mundo. Habrá que evitarlo.

         Al realizador Nolan le ha interesado siempre el tema del tiempo o la memoria, y sus paradojas o su relativismo. Desde Memento (2000) e Insomnio (2002) donde la memoria se confundía, ya fuera por cuestión orgánica o por la falta de sueño, para llegar a esa deliciosa obrita maestra que fue El truco final (2006) donde la ciencia permitía la replicación personal para llegar a un espectáculo macabro de magia, y luego caer en las millonarias producciones, grandilocuentes y aparatosas (gracias a sus experiencias, muy taquilleras, con la trilogía del personaje de Batman) donde trató los asuntos que le interesaban. Si algo puede decirse de Nolan, es que es un realizador congruente con las temáticas que le intrigan. De ahí que surgieran El origen (2010) e Interestelar (2014) donde el proceso del sueño o la relatividad del tiempo eran básicos para sus argumentos. Dunkerque (2017) fue otra cinta menor en alcance, soberbia en resultado, pero fiel a sus experimentos temporales. Y ahora llegó Tenet.

         Considerada la película que haría que el público retornara a las salas de cine cuando se levantó parcialmente la restricción de la pandemia (que no parece acabar nunca), tuvo un paso continuo y lento en pantalla hasta que en el mundo ha podido ingresar una buena cantidad de dinero sin alcanzar lo que hubiera sucedido en tiempos de normalidad. Ahora ya puede verse en ciertas plataformas virtuales y habrá que ver si alcanza a recuperar los doscientos millones de dólares que costó, y que se ven en pantalla: el choque y explosión de un verdadero avión 747 (comprado como cascarón, claro), además de múltiples secuencias con efectos especiales que resultan complicados y costosos: alternar un tiempo lineal con otro que corre de manera contraria sin que se note, resulta verdaderamente apantallante.

         Nolan fue lo suficiente y convenientemente listo para poner en boca de la científica (Clémence Poésy), un consejo que le explica al agente cuando le muestra la realidad de las balas recuperadas del futuro “no trates de entenderlo, simplemente siéntelo”, que se puede extrapolar al público lego en teorías científicas. Cuando empieza a mostrarse la alternancia del tiempo lineal contra el revertido, se expresa “lo que ha pasado, ya pasó”, como indicando que no puede provocarse una diferencia en el futuro que altere al presente. Y se menciona a la paradoja del abuelo donde se menciona que si alguien viaja al pasado para matar a su abuelo, él mismo no tendría existencia porque eliminó a su origen, que no se puede explicar porque es una paradoja teórica y que, obviamente, nadie ha podido comprobar, sólo reflexionarla a través de la lógica y la razón.

         Y eso pasa con Tenet: es un espectáculo brillantemente concebido y realizado pero que se mueve, como en El origen bajo la libertad absoluta. Todo puede suceder porque es una narrativa, un cuento, un juego temporal. Nolan disfruta con sus propias elucubraciones, producto de sus obsesiones, y provoca un sinfín de interpretaciones y cuestionamientos a sus espectadores. En realidad, es un entretenimiento de acción que ofrece muchas interrogantes pero que se gozan libremente. Sólo resultará ser un martirio para quienes se la tomen en serio queriendo discutir sobre la trascendencia o importancia de las tesis científicas: de seguro, las personas doctas en estos menesteres se han de aburrir ante su ligereza. Lo que debe reconocerse a Nolan es que no deja cabos sueltos ni en forma ni en fondo. Todos los personajes tienen un lugar en la trama y se justifican plenamente.

         Por otro lado, uno puede seguir las instrucciones de la científica que nos aconseja “sentir” lo que vemos sin comprenderlo, pero al final de cuentas estamos ante una película muy bien hecha, apabullante, que no posee calidez. Las relaciones entre los personajes son distantes. Todos actúan de manera mecánica, llevando a cabo sus misiones directamente, sin dar lugar a alguna emoción o sentimiento entre ellos. Es notoria la necesidad de mostrar el espectáculo, la violencia, las explosiones, los trucos de la imagen, como fórmula a seguir. Eso nunca falta en las cintas con James Bond, por ejemplo (con todo y lo oscuras que han sido las últimas entregas).

 El irregular director Christopher Nolan