viernes, 24 de enero de 2020

UNA BURLA QUE OFENDE


JOJO RABBIT
2019. Dir. Taika Waititi.
         Johannes (Roman Griffin Davis), al cual llaman Jo Jo, es un niño alemán de diez años en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Adora a Hitler y su amigo imaginario es precisamente una versión infantiloide del famoso dictador (Taika Waititi). Pertenece a las juventudes hitlerianas y vive con su madre Rosie (Scarlett Johansson) mientras que su padre se encuentra en la batalla. Al ir a un campamento de adoctrinamiento, le encomiendan que mate a un conejo, algo que no puede llevar a cabo. De ahí que ahora le apoden JoJo Rabbit. Un accidente le marca el rostro y hace que degraden a su capitán Klenzendorf (Sam Rockwell) quien le toma afecto al pequeño. Cierto día, mientras está solo en su casa, descubre que en un escondite secreto en el piso alto se halla una jovencita judía, Elsa (Thomasin Mckenzie). Oculta el hecho de que conoce el secreto de su madre pero vive en un grave conflicto emocional ya que, por un lado, aborrece a los judíos por inercia, pero por otro, empieza a agradarle la muchacha. Su amigo imaginario le reclama, ya que es su voz de la conciencia, y Jojo empieza a actuar erráticamente aunque sin delatarla.
         La acción sucede en un típico pueblo alemán idealizado donde sus habitantes viven entre el terror (aparecen ahorcados los judíos o los rebeldes que llegan a ser atrapados) y el juego constante (el tono siempre es burlón porque el afán de Waititi es satírico) que, al menos, no resulta tan aberrante (pero sí molesto) como la espantosa (y vergonzoso grave error de los Óscares) La vida es bella (Benigni, 1997) donde los hechos humorísticos ocurrían dentro de un campo de concentración. el equivalente del infierno sobre la tierra que merece todo el respeto del mundo por sus millones de víctimas. El hecho de mostrar a un Hitler ficticio y estúpido es el pretexto en el cual se apoya la comicidad bajo la idea de que permitirá, entonces, esa atmósfera burlesca, además de que la época va indicando la inminente derrota donde todos los malvados tendrían su merecido.
         Jojo es un niño enajenado, con el cerebro lavado por el adoctrinamiento que ha recibido. Un niño de diez años, engañado con la imagen de judíos con cola o cuernos, por mencionar una de tantas muestras de odio racial, quien además posee la inocencia de su edad. De ahí que, de repente, cuando en la cinta ocurran hechos más serios e inesperados, sea golpeado por la realidad. Y este es uno de los problemas de la película: el tono cambia hacia el dolor y la conciencia de haber vivido en el error por lo que toda la farsa y supuesta burla es cancelada. Hay una ligereza que sale a flote: no es la crítica social ni histórica, sino mero entretenimiento que vuelve triviales a hechos importantes.
         Sí, hay algunos actos que provocan la sonrisa pero que pudieron haber sucedido en cualquier comedia más fina. El reparto es talentoso, sin duda, y el pequeño Griffin Davis impacta por su naturalidad y entrega al personaje debido a su inmenso carisma. Esto es lo que atrapa a un público que seguramente ríe, sin tomar conciencia del ambiente en el cual se está inmerso. Es una lectura superficial del caso de Anna Frank (por mencionar algo que ocurrió: el escondite de posibles víctimas por seres buenos y comprensivos), carece de contexto para cualquier espectador que solamente desea pasar un buen rato (como pasaba con la revista musical de Los productores, la comedia de Mel Brooks que usaba al horror hitleriano para producirel fracaso en una empresa comercial, para que provocara el beneplácito de los espectadores: son los resultados de esta cinta, tristemente). De ahí que se produzcan sentimientos encontrados que tienden más hacia el rechazo si se tiene alguna sensibilidad, pero, sin embargo, dentro de su modesta factura ha tenido éxito taquillero: otra señal de los tiempos en que estamos, donde no importa consumir y aceptar cualquier cosa con tal de que haya "entretenimiento".

miércoles, 22 de enero de 2020

EL LÍMITE DE UN PERRO FIEL


EL DESPERTAR DE LA FIERA: DOGMAN
(Dogman)
2018. Dir. Mateo Garrone.
         Marcello (Marcello Fonte, ganador como mejor actor en Cannes 2018) es un hombrecito menudo, de apariencia inofensiva, que atiende su negocio de peluquería canina que se llama “Dogman” en un barrio pobre donde todos lo aprecian. Sin embargo, tiene su lado oscuro: vende cocaína en pequeñas cantidades, aparte de participar en saqueos de poca monta; ha sido amigo del acosador violento del lugar, Simone (Edoardo Pesce), un bruto exboxeador de gran tamaño, como pitbull humano, al cual la gente desprecia porque vive abusando de cada persona que se le atraviesa en el camino y cada establecimiento al cual asiste. Cuando éste le propone que le permita usar su peluquería para robar a la joyería que se encuentra al lado, Marcello sabe que se meterá en un problema pero se lo permite. Simone efectuará su latrocinio y Marcello se tornará en su víctima... mientras reacciona.
         Desde el inicio de la cinta podemos notar el carácter sencillo de Marcello: está bañando a un pitbull que le amenaza con sus fieras mandíbulas. El hombre muestra gran paciencia y conocimiento de su oficio hasta que el animal se rinde. En otra secuencia vemos a sus clientas quienes le confían a sus perros. O sea que es un hombre de fiar como lo demuestra el cariño que sienten hacia él sus compañeros del equipo de futbol del barrio. Después, se le muestra como padre amoroso de su pequeña hija, Alida, con la cual sale a bucear en el mar y tiene buena comunicación (contra el desprecio que le demuestra su ex esposa, aunque jamás se explican los motivos). Además, es dueño de un perro al que le muestra su aprecio y éste le corresponde. 
Todas estas cualidades contrastan con su fuente lateral de ingresos al vender la droga. Aunque sea en pocas cantidades, Marcello infringe la ley. Hay una secuencia en la cual participa en el saqueo a una casa: ya que ha acontecido, uno de los ladrones les cuenta que como el perro pequeño de la casa estaba molestándolo, lo metió a la nevera para que se congelara. Marcello se preocupa, retorna y vuelve a arriesgarse a entrar en la casa para salvarlo con lo cual es notoria su naturaleza bondadosa: todo lo negativo se debe a la mera necesidad por sobrevivir y complementar sus ingresos. La venta de droga es una de las razones por las cuales Simone lo busca y Marcello lo siente como su gran amigo. Por otro lado, al permitir Marcello el robo del negocio contiguo, propiciará un cambio repentino e inesperado en su vida.
         En la película Umberto D (1952), una de las cintas que ya iban despidiendo al neorrealismo italiano, Vittorio de Sica narraba cómo un viejo pensionado de gobierno prefería perder hasta su dignidad con tal de sobrevivir junto con su perro fiel, único motivo que le daba sentido a la existencia, al notar que su ingreso ya no era suficiente para mantenerlos. Lo que en esa cinta era demostración de una corresponsabilidad afectiva y ejemplo de entrega entre persona y mascota, en una etapa de posguerra cuando era necesario mostrar la solidaridad en cualquiera de sus formas, ahora en Dogman ha evolucionado hasta la decepción y la consecuente ira: el hombre ya no soporta la sumisión y se ha terminado la compasión. Simone se encuentra en las antípodas del personaje en la película neorrealista porque su perro humano no le importa en absoluto, a pesar de la fidelidad y la confianza absolutas
         Impactante y desgarradora, Dogman es la imagen de un mundo donde los valores se han entremezclado y luego trastocado. Las metáforas caninas sufren una revuelta. El perro fiel ya no sabrá en quien depositar su confianza y queda a la deriva: hasta un perro tiene su límite.



        

lunes, 20 de enero de 2020

LA PERFIDIA FEMENINA


PERDIDA
2018. Dir. Jorge Michel Grau.
            Nueva lectura de una coproducción hispanocolombiana bajo el título de La cara oculta (Andrés Bais, 2011) que se inserta dentro del género de intriga y suspenso, donde el director de orquesta, Eric (José María de Tavira), llega a su casa para encontrarse un videomensaje donde su amada Carolina (Paulina Dávila) le informa que lo deja y que la olvide. Inconsolable, va a un bar donde se emborracha pero es la mesera Fabiana (Cristina Rodlo) quien lo lleva a su departamento para que pase la noche. Al día siguiente simplemente se va para retornar al bar donde pide disculpas a Fabiana a la cual lleva a su casa. Tienen relaciones sexuales y ella comienza a vivir con él. Fabiana escucha ruidos sospechosos y hasta cree que hay fantasmas. En cierto momento, la narración se enlaza al pasado y se muestra cómo los colombianos Eric y Carolina dejaron su país para trasladarse a México cuando le ofrecen el puesto como conductor de orquesta. Ella deja su carrera por acompañarlo, llegan a México donde consiguen una casa enorme, situada en medio del bosque en el Desierto de los Leones. Carolina disfruta del éxito de su pareja pero está insatisfecha.
            Y hasta aquí le puedo contar para no descubrirle lo que viene a ser un juego de apariencias, terribles casualidades y grandes traiciones. La trama sigue con situaciones que, de pronto, parecen forzadas pero que no dejan de proporcionar cierta angustia en el espectador. La desaparición de Carolina hace que la policía investigue a Eric por resultarle sospechoso. La película va sugiriendo pistas falsas que luego toman rumbos inesperados. Los personajes que aparentemente son oscuros van revelándose inocentes y víctimas del destino (en este caso, la frase hecha y tan gastada, se torna cualidad), mientras que a la inversa reaccionan de manera contraria a la imagen que han cultivado. Desconozco la cinta original pero la narración en esta versión es impecable: en cierto momento, la linealidad se rompe para que la acción se vaya al pasado y puedan tenerse antecedentes básicos para la comprensión general.
            Grau nos ofrece, en su cuarto largometraje, una nueva mirada a una cinta previa. Los mínimos cambios hacia la versión original sirven para que nos muestre su manejo del género en el cual ha tenido mayores incursiones (Chalán, 2012; A cielo abierto, 2015), luego del terror duro (Somos lo que hay, 2010; El ABC de la muerte, 2012) (pero todavía falta la obra que permita resaltar su madurez y definición). De cualquier manera, la cinta está filmada impecablemente, con bellos escenarios y una escenografía que impacta. Perdida nos muestra los estragos del amor, las consecuencias del abandono, la perfidia femenina, porque más importa lo que nos produce una melancolía emocional que una pérdida (ahora con acento) material.

domingo, 19 de enero de 2020

ENGAÑOS Y APARIENCIAS


MARIONETA
2019. Dir. Álvaro Curiel de Icaza
         Ernesto (Rafael Ernesto Hernández) es un actor cubano que llegó a México contratado para audicionar en un papel de una serie de televisión pero la directora de la misma no está muy convencida de que sea la persona indicada. Mientras Ernesto viaja en metro se encuentra con una joven que pide limosna debido a un accidente que sufrió: se burla de ella porque no le convence. Poco después se entera que no ha conseguido el trabajo y recibe su boleto de retorno para Cuba. En otro viaje por el subterráneo, reencuentra a la misma limosnera y le dice que puede ayudarla, pero ella lo rechaza y se aleja. A la mañana siguiente, dos tipos llegan a su hotel para llevarlo a la fuerza con el Sr. Torrico (Juan Manuel Bernal) quien es, en realidad, el explotador de un grupo de pordioseros y lisiados, los cuales son entrenados por un exluchador (Fernando Banda) en la forma de pedir dinero a la gente. Torrico le reclama que haya acosado a Belén (Fátima Molina), la chica del metro, pero Ernesto le explica que su interés residía en ayudarla para que fuera más convincente. Torrico, entonces, le pide que le haga una demostración de su clase ante todos sus agremiados y luego la comprobación real con Fátima, en el metro, que resulta ser todo un éxito. Torrico le ofrece trabajo como “maestro” y Ernesto decide permanecer en México para adentrarse en un mundo oscuro y paralelo a la vida cotidiana.
         Verdad y mentira son los elementos básicos de la película. Ernesto tiene problemas con su acento cubano que le limita para ser aceptado en su audición y le asegura a la directora que podrá dominarlo y así mejorar en su papel, o sea engañar al público por medio de la ficción. Esto mismo será la base de su obsesión con la falsa lisiada que, se nota a leguas, no lo es tal, por lo que desea mejorarla en su actuación, ya que es lo que ofrece sentido a su vida. Preparar a los mendigos para engañar de la mejor manera, accediendo a su sentido primario de lástima, a la gente de la cual solicitan ayuda. Ese efecto será multiplicador con el grupo total de sometidos por Torrico. No obstante, las mentiras irán más allá con una Belén que oculta su secreto personal y familiar o Torrico quien se aparenta como honorable profesionista en su vida personal escondiendo sus acciones de sucio y descarado explotador. Todo redunda en ficción y realidad que todavía desembocará en otras existencias que dependerán del engaño (actuación) para hacer llevadera la existencia. 
         Ernesto acepta el trabajo que le ofrece Torrico porque es la única salida que tiene para permanecer en México mientras consigue otra oportunidad. Al ir obteniendo buenos resultados Torrico le ofrece el “privilegio” de su amistad y hasta lo invita a su elegante residencia para la celebración de su cumpleaños, donde el actor conoce a su familia. Y nuevamente, todo es apariencia: no existe tal posibilidad de una buena relación cuando Torrico le exige que sea el amenizador de su fiesta a lo cual Ernesto se ve en la necesidad de aceptar su condición manipulable como marioneta. También se ha tornado en otro ser explotado por el villano. Luego se enterará de la forma en que presiona a Belén para que sea la favorecida entre los demás miembros de mendigos.
         La película no llega a cuajar en su discurso universal contra la explotación: se queda en una mera anécdota puesta al día dentro del cine mexicano ya que estamos con los descendientes de la colonia de ladrones y lisiados que manejaba el sádico Miguel Inclán en Los hijos de la calle (Roberto Rodríguez, 1950) que los sometía con base en crueldad y chantajes para ser mantenido por ellos pero hundidos en condiciones de pobreza absoluta, contrariamente a la cofradía de mendigos que junto con hampones conformaban el Mesón de los Dormidos donde el contubernio era benéfico para la subsistencia de los pobres en Ventarrón (Chano Urueta, 1949). Más alejados están los mendigos invasores de centros comerciales y casas en Flores de papel (Gabriel Retes, 1977) que pertenecieron al cine permisivo sugerido del gobierno echeverrista, como búsqueda de justicia social. Todas estas cintas cumplían con su discurso melodramático sin mayores consecuencias.
         Lo que debe destacarse son las buenas actuaciones del cubano Hernández quien tiene carrera hecha previamente en su país natal además de series de televisión [lo mismo que el guionista Álvaro Arango, guionista de varias cintas de Juan Carlos Tabío, el codirector de Fresa y Chocolate (1993, con Tomás Gutiérrez Alea)]. Fátima Molina pertenece al grupo de nuevas actrices mexicanas con rasgos físicos más étnicos y su trayectoria mayor es por la televisión (la serie Diablero, por ejemplo). Y el que resulta fenomenal es Juan Manuel Bernal quien ya muestra edad y trayectoria. Entre los roles menores hay personalidades de antaño como Erando González y nuevos valores como Nicolasa Ortiz-Monasterio. El realizador Curiel de Icaza nos ofrece su segundo largometraje luego de la ligera y entretenida Acorazado (2010). Marioneta es una película bien realizada, con elenco adecuado, pero que no alcanza mayores niveles de trascendencia.













sábado, 18 de enero de 2020

TRIBUTO AL HEROISMO


1917
2019. Dir. Sam Mendes.
         Dos cabos del ejército británico, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) descansan en un bucólico prado que es un espacio aislado, contrastante, con las trincheras que se encuentran cercanas y que colindan con campos de batalla áridos, plenos de cráteres, agua, animales muertos o cadáveres humanos. Platican, recuerdan y bromean mientras Blake está acostado y Schofield reclinado sobre un árbol. Llega otro soldado a pedirle a Blake que vaya con el General Erinmore (Colin Firth) quien requiere dos reclutas para una misión. Blake nombra a Schofield y ambos van con el oficial quien les informa que un batallón que va a atacar a los alemanes, a la mañana siguiente, que se encuentra a quince kilómetros de distancia, debe ser informado que están en una trampa y serán masacrados. No hay otro modo de informarles más que yendo directamente hacia ellos; por otro lado, un hermano de Blake se encuentra en ese lugar. Los dos cabos inician su encomienda porque tienen apenas el tiempo suficiente para llegar a su destino. De esta manera se lanzan por caminos inseguros, inciertos, siempre amenazantes porque la muerte está flotando sobre el aire. Así comienza una aventura de 24 horas.
Blake y Schofield
         Filmada en dos falsos planos secuencia que, gracias a la tecnología actual, pueden engañar al espectador y dar la ilusión de que la cámara empezó a filmar para no dejar jamás a sus protagonistas durante el lapso de la trama, 1917 es un tributo al pasado y a mirar al presente desde una perspectiva anterior. Al inicio de la película aparece la fecha 6 de abril de 1917 que indica el primer día en que los norteamericanos se unieron a la lucha europea. La cámara pasa de las flores a la placidez a la aridez a la amenaza de muerte. Los protagonistas quedarán entrampados en trincheras alemanas abandonadas, o llegarán a granjas quemadas donde una vaca deambula solitaria, o sortearán a un avión enemigo que se estrella en su cercanía, o visitarán pueblos derruidos con supervivientes escasos como una muchacha con un bebé abandonado, o lucharán sumergidos en ríos violentos con desembocaduras en cascada.
         La película está basada en historias que le contaba su abuelo al director Mendes y que le sirvieron para darle una significación actual y no una simple recreación de época porque eso ya no debe interesar a los espectadores del siglo XXI. Termina siendo un tributo al heroísmo del soldado sacrificado y la reiteración de que la guerra no tiene sentido desde el momento en que la misión consiste en entregar un mensaje para cancelar la batalla, de no pelear para poder salir vencedores y permanecer vivos. Si se aplica a nuestros días, la película nos comenta la fragilidad de las decisiones que pueden llevar a la tragedia como pasa con los líderes contemporáneos. Más que nada, habla de la responsabilidad moral, de la necesidad de vernos como guardianes de nuestros semejantes y que los actos individuales pueden ofrecer resultados comunitarios para que se cumpla la circularidad del destino, los ciclos de la vida, volver a reclinarse en otro árbol cuando la conciencia ya está tranquila.
Sam Mendes, realizador extraordinario

jueves, 16 de enero de 2020

EL TRISTE FINAL DE UNA VIDA


JUDY
2019. Dir. Rupert Goold.
         La película abre con una joven Judy Garland en el set de filmación de El mago de Oz (Fleming, 1939) donde el productor Louis B. Mayer prácticamente la condena a una vida de engaños y sacrificios para alcanzar el estatus estelar por manipularla todo el tiempo, recordándole que sería una más del montón si no estuviera bajo su cuidado. Luego, la acción nos lleva al invierno de 1968, el año previo a su muerte, cuando Judy vive de hotel en hotel mientras no le nieguen el crédito económico, la acompañan sus hijos pequeños Lorna y Joey Luft, a los cuales tiene que llevar a casa de su padre, el productor Sid Luft (Rufus Seawell), del cual se ha separado y está en constante disputa por su custodia, cuando no le queda otro remedio. ni otro lugar a dónde ir. Su único refugio es la casa de su hija mayor, Liza Minnelli, donde conoce a Mickey Deans (Finn Witrock), con el cual iniciará una nueva relación y lo convertirá en su último marido, pero antes partirá hacia Londres donde su agente le ha conseguido cinco semanas de conciertos diarios en el espléndido centro nocturno “Talk of the Town”, porque la quieren, le pagarán bien y no tiene los problemas que la rodean en Estados Unidos. Ahí tendrá experiencias que le harán reflexionar sobre su realidad pero será también su final.
         Inspirada en una obra teatral que ficcionaliza ciertos momentos (la relación que tiene con una pareja gay o con su asistenta personal durante estas presentaciones) pero resalta otros verdaderos (la boda con Mickey Deans quien resultó ser un oportunista), la película sirve para ofrecer el retrato de un alma atormentada: Judy Garland fue un ser especial, con talento múltiple (actriz de excelencia, bailarina capaz, aparte de contar con una voz única y privilegiada) pero sin mostrar una belleza física y gran tendencia a la gordura, por lo que tuvo desde pequeña grandes presiones por parte de la MGM, su estudio de cine, que la sometió a tratamientos de pastillas para adelgazar, que le causaban insomnio, y otras para dormir, por lo cual su cuerpo estuvo siempre dominado por las drogas.
Una extraordinaria caracterización que se eleva
por la prodigiosa actuación de Renée Zellweger
         La cinta refleja esa tortura emocional ya en etapa avanzada. Son los tiempos en que las consecuencias de tanto abuso y uso de pastillas están presentes. Judy es un manojo constante de nervios, la inseguridad la lleva a beber en exceso y, por lo tanto, estropear sus presentaciones. La búsqueda de afecto, además de la soledad, le permite abrirse ante cualquiera que se lo ofrezca, y de ahí que se refugie por una noche en la pareja de admiradores que le dan a entender que el amor está presente en el público, aunque en su calidad de estrella, por lo que nunca será suficiente.
         Judy está cimentada en una gran actuación de Renée Zellweger quien reproduce gestos, manierismos, expresiones corporales y parece ser que es la misma Judy quien está actuando en la película. Su audacia consistió en cantar con su propia voz en lugar de realizar “playback” pero eso le da mayor autenticidad. Para quienes conocemos la voz de Garland, nos damos cuenta de que hay cierta semejanza con la original y se debe principalmente a que estamos viendo la imagen de la Garland, como si fuera ella. Zellweger parte de fotos icónicas: el cuerpo reclinado mientras está sentada, los vestuarios idénticos a los originales, las coreografías, la mirada, la forma de mover los labios, los minúsculos temblores de manos y rostro. Ya lleva varios premios importantes por esta película. 
Judy y su joven marido Mickey (Finn Witrock)
         En alguna entrevista, Bette Davis, hablando de sí misma, comentó que tuvo, por suerte, la disciplina y educación de su familia, además de que pudo siempre mantenerse saludable, pero que le costó gran esfuerzo, si se consideraba que el espectáculo producía nervios persistentes y constantes. Garland, por el contrario, cayó presa de las exigencias de su profesión y fue víctima de la ambición e intereses de un negocio donde las estrellas eran materia prima para explotar mientras representaran ingresos económicos y tornarse fácilmente desechables cuando les fueran inútiles. Fue persona frágil, sensible. La película nos muestra esta última etapa, su destino final, su soledad, su hartazgo del sufrimiento, su autodestrucción, de manera admirable.


martes, 14 de enero de 2020

FELLINI CENTENARIO


FELLINI CENTENARIO
(1920 – 1993)
Y
LA DULCE VIDA
(La dolce vita)
1960. Dir. Federico Fellini
         Este 20 de enero se celebra el centenario del nacimiento de Federico Fellini, realizador extraordinario, modelador del cine contemporáneo en el siglo XX, creador de imágenes únicas que luego fueron copiadas infinidad de veces. Como joven periodista, luego argumentista, asistente de director y finalmente como autor de una filmografía sin paralelo, siempre dirigió la misma película (según sus propias palabras) basándose en sus experiencias de vida o adaptándolas como metáforas existenciales. Sus primeros títulos en los años cincuenta, más cercanos a las narraciones neorrealistas (de hecho, colaboró con Rossellini y Germi como guionista y actor) son conmovedoras y nos llevan hacia las vidas miserables aunque esperanzadoras (La strada, Las noches de Cabiria) o hacia las críticas, todavía suaves, de los habitantes pueblerinos (El sheik blanco, Il bidone), pero abrió la década de los años sesenta con “La dulce vida”, otra de sus tantas obras maestras que cumple su sexagésimo aniversario sin mostrar señales de envejecimiento: quizás parezca ingenua para nuestros ojos audaces de siglo XXI, pero su esencia, su disección del desencanto y del vacío emocional, hoy se encuentra más vigente que nunca.

La frívola actriz de cine
         “La dulce vida” es como una larga novela. Su personaje principal, Marcello Rubini (Marcello Mastroianni) es un periodista de espectáculos y chismes sociales. A lo largo de la película vamos siendo testigos de su vida cotidiana que significa días y noches de fiesta, centros nocturnos, las mesas de los cafés de la Vía Veneto, aventuras con personas de sociedad o gente vulgar, como si fueran los capítulos que lo van describiendo y analizando; la acción es constante y nunca cesa. Su frustración como escritor, porque no ha logrado continuar con su deseo de terminar una novela, se ancla en otro escritor al cual admira, Steiner (Alain Cuny), porque sabe interpretar a Bach, vive en un ambiente modelo de arte, libros, intelectualidad, aparte de tener una bella esposa y dos hijos pequeños. De alguna manera es quien lo anima a dejar su vida vacía y a perseguir su sueño, algo que Marcello toma en serio para luego caer en una gran decepción. Así, vemos los altibajos de una existencia que no encuentra solución a la vida rápida e insensible que le rodea: estrellas de cine que muestran frivolidad, una novia con tendencias autodestructivas, un padre siempre lejano que aparece para todavía subrayar ese alejamiento.
Steiner y Marcello
La vida nocturna
         Imágenes surrealistas como el inicio donde un helicóptero transporta a una inmensa estatua de Jesús con los brazos abiertos para trasladarlo con el Papa o un monstruo marino que complementa a la sociedad en la cual está inmerso. La cinta introduce el nombre de un fotógrafo insistente y escandaloso llamado Paparazzo, para que se acuñara como nuevo término en plural (paparazzi) que se hizo famoso. La música incidental de Nino Rota es de las que se quedan en la mente, aunque también se utilizan fragmentos de melodías (“Arrivederci Roma”,“Stormy Weather”, “Jingle Bells” y hasta “Patricia”, la famosa canción de Pérez Prado). Y así, como el término mencionado, el título se volvió famoso en todo el mundo. Para hablar de riqueza o de comodidad o de decadencia simplemente hay que definirla como “la dolce vita”. Hay mucho más que decir, pero es mejor que usted lo descubra...
Los paparazzi
         Fellini filmaría otras joyas con los años: Ocho y medio, Julieta de los espíritus, Satiricón, Roma, Amarcord, siempre con la calidad y prestigio que lo llevó a ganarse muchos premios internacionales. Es de los realizadores que afectaron los mundos personales de los espectadores al mostrar la esencia del ser humano. No deje de revisarlo con cualquiera de sus películas, como tributo a sus 100 años. ¡Viva Federico Fellini!
El desencanto

domingo, 12 de enero de 2020

EL JOVEN RADICAL

EL JOVEN AHMED
(Le jeune Ahmed)
2019. Dirs. Jean-Pierre y Luc Dardenne.
         Ahmed (Idir Ben Addi) es un jovencito de 13 años, mitad belga y mitad árabe, quien se ha radicalizado en su religión musulmana debido a las enseñanzas de un estricto imán. Por tal motivo, critica a su madre por beber alcohol y no utilizar el hijab, además de discutir con su hermana porque se viste de manera indecente o no saludar de mano a su maestra de toda la vida, la Srita. Agnès, porque va en contra del Corán. Va a parar a un centro de rehabilitación juvenil por atacar, afortunadamente sin consecuencias fatales, a esta maestra que enseña el árabe musicalizando al Corán aparte de tener un novio judío. Ahmed muestra un perfecto comportamiento aunque se sobreentiende que no ha disminuido su deseo de atacar a la mujer. 
         Ahmed viene a representar a la mente fresca que fácilmente cae presa de fanatismos (su imán es contundente y fundamentalista), además de carecer de figura paterna. La influencia de su maestro de rezos ha hecho que el jovencito cambie en un tiempo muy corto: su madre le reclama que no sea como antes cuando se divertía con los videojuegos. Al nombrar el Imán a quienes no siguen estrictamente las reglas del Islam como apóstatas o herejes, hace que la pasión de Ahmed se inflame. Posteriormente, en el centro juvenil, Ahmed tiene la ventaja de trabajar en una granja donde la hija de los dueños, adolescente como él, le propone que la bese porque le gusta. El muchacho se siente sucio y la única manera para volver a sentirse digno se encuentra en el escape y las acciones para lograrlo. 
         La cinta ganó la Palma de Oro en Cannes por la mejor dirección. Los belgas Dardenne han sido usualmente consentidos de dicho Festival (han ganado en dos ocasiones por mejor película). Su cine se ha distinguido por presentar de manera directa, más que nada por hechos concretos, situaciones límite de personajes que han tenido problemas legales o laborales o cuya manera de soportar la vida es por medio de la indolencia o el estoicismo, alejándose de sentimientos o emociones. Ahmed complementa, ahora por medio de una cuestión religiosa, ese cuadro de seres que se sienten marginados. No obstante, es una cinta menor dentro de esta vasta obra: el hecho de no mostrar el proceso de radicalización hacia la religión contrasta con su rápida solución (aunque puede justificarse al considerar que Ahmed es apenas un joven que no tiene idea de la vida real) pero la película es absorbente y nos habla, unitaria e  indirectamente, de un problema importante para el mundo actual.

Jean Pierre y Luc Dardenne

miércoles, 8 de enero de 2020

SER BUENAS PERSONAS


UN BUEN DÍA EN EL VECINDARIO
(A Beautiful Day in the Neighborhood)
2019. Dir. Marielle Heller.
         El cine norteamericano, en otra de sus revisiones de personajes del pasado (pronto llegará Judy que recrea los últimos seis meses de vida de la icónica cantante, con una actuación impactante de Renée Zellweger; por Netflix apareció Mi nombre es Dolemite, con Eddie Murphy, donde se recupera a Rudy Ray Moore, uno de los actores-cineastas representativos del género que se valió de la nueva sensibilidad hacia la gente de color para explotarla en la pantalla, bajo otras perspectivas), ahora nos presenta a Mr. Rogers, un personaje de la televisión pública cuyo programa Mr. Rogers’ Neighborhood vino a ser un antecedente de Plaza Sésamo y también ocupó un lugar importante en el recuerdo, y la educación, de varias generaciones de niños en Estados Unidos.
Tom Hanks y el verdadero Mr. Rodgers
         Fred Rogers comenzó su programa de televisión en 1968 y así continuó hasta 2001, presentando a un hombre de aspecto cotidiano que llegaba a su casa (cantando la canción tema del programa que invitaba a sus escuchas a convertirse en su vecino), se ponía cómodo con un suéter y zapatos casuales,  antes de empezar a platicar sobre distintos tópicos con su público (algunos capítulos pueden verse por YouTube) que iba ilustrando con diversas acciones y objetos, marionetas, personas invitadas. Rogers reflejaba mucha parsimonia e inspiraba bondad: una atmósfera de  Disneylandia resumida en un ser humano donde todo era perfección y bonhomía. Rogers incitaba a que la gente fuera cortés y viviera con alegría, considerando a toda persona como su vecino, merecedor de nuestra comprensión para crear una armonía universal.

         En esta película, basada en un reportaje que apareció en la revista Esquire en 1998 por Tom Junod, el personaje de Mr. Rogers no es el personaje principal, directo. El guion partió de los hechos relatados en el artículo para crear a un personaje ficticio, Lloyd Vogel (Matthew Rhys), indolente, endurecido con la vida por haber sufrido el abandono del padre, dejándole, junto con su hermana, al cuidado de una madre enferma de cáncer terminal. La cinta nos muestra cómo su acercamiento hacia un ser bondadoso, que refleja interés en el prójimo y lo exalta a perdonar, a convivir, a dejar de lado las penas de la vida, lo transforma. 
         El reencuentro con el padre, Jerry (Chris Cooper), es violento al inicio. Luego viene la entrevista con Rogers. Lloyd es testigo de la grabación de un capítulo de su programa. El conductor se equivoca al colocarse el suéter; en otro momento, intenta abrir y montar una tienda de campaña al aire hasta que se da por vencido. Sin embargo, al revisar las tomas, prefiere que se noten los errores. Rogers quiere transmitir la verdad de la vida donde hay equivocaciones e ineptitud para que todo fluya naturalmente y nos perdonemos. Hay otra secuencia donde Lloyd tiene un sueño en el cual se transforma en invitado y luego participante, como marioneta, del programa de Rogers para aprender una lección.
         La cinta utiliza lo que servía como apertura del programa: la reproducción de una ciudad, sus vecindarios, edificios, trenes, autobuses, autos, que pululan por las calles, todas de juguete. La realizadora Heller juega con la realidad y la ficción: las mezcla como si fuera realismo mágico dentro de su narración pero respeta las coordenadas de cada una de ellas. Tom Hanks, cuya personalidad y trayectoria lo han presentado como personaje positivo, en la mayoría de las veces, resulta ser el equivalente perfecto fílmico de un Rogers en sus objetivos, cualidades e intenciones. Matthew Rhys es un hombre atormentado por el rencor del pasado que accede a romper su coraza con el deseo de esfumar a sus fantasmas.
         Para quienes no conozcan a Mr. Rogers (que seguramente será la mayoría de los espectadores nacionales), no será problema para irlo identificando de manera abstracta (un conductor bonachón de televisión). Para cualquier espectador, el mensaje de paz, armonía y convivencia será evidente. Lo mejor de esta película es que no intenta establecerlo a fuerza, ni busca salidas baratas, ni recurre a las emociones primarias. Su mayor cualidad es que nos va convenciendo, como Rogers, de que en el fondo, por naturaleza, somos buenas personas.
La realizadora Marielle Heller con el bueno de Hanks