martes, 16 de agosto de 2022

SOBREVIVIR POR AMOR

PELEANDO POR MI VIDA
(The Survivor)
2022. Dir. Barry Levinson.

                   Barry Levinson se dio a conocer con Diner (1982), que era un tributo a sus amigos y a su fin de la adolescencia. Luego llegaron, por destacar unos títulos, (y dejando fuera otros muy valiosos), El mejor (1984) acerca de un fenomenal beisbolista. Buenos días, Vietnam (1987) con su comentario de esperanza dentro del desastre que era la guerra en Indochina. Cuando los hermanos se encuentran (1988) que le dio el Óscar al narrar el proceso de comprensión entre un “yuppie” y un autista. Avalon (1990) fue el homenaje que rindió a su propia historia de una familia polaca, judía, que llegaba a Estados Unidos para crearse una nueva vida. Bugsy (1991) mostró el retrato del mafioso que creó a Las Vegas. Los hijos de la calle (1994) o la historia de un grupo de jóvenes víctimas del abuso en un reformatorio que encontraban su venganza. Usualmente, sus cintas suceden en el pasado, como una manera de explicar el devenir de sueños y pesadillas. Sus personajes viven en la duda existencial o dentro del abuso. Así como la presencia de seres que deben de superar obstáculos debidos a los momentos históricos o sufrir sus consecuencias.

                   Con estos antecedentes, se puede explicar su cinta más reciente. A sus ochenta años, Levinson nos brinda una obra de madurez (como todos los grandes realizadores) que sintetiza sus constantes temáticas y vuelve a reflexionar acerca del destino. Tomando como base un libro biográfico acerca del boxeador Harry Haft (escrito por su hijo Allan), Levinson nos lleva a tres momentos definitivos de su existencia: su juventud en el campo de concentración de Auschwitz al cual llegó en 1942, su presente (en la cinta) que ocurre en 1949 previamente a su enfrentamiento con Rocky Marziano. Y un corto prólogo, pero también un trascendente epílogo, en 1963, cuando su vida llega a un cierre emocional y sentimental que le permite darse cuenta de que todos sus esfuerzos por sobrevivir valieron la pena.

                   En 1949, Harry (Ben Foster, absolutamente extraordinario) se obsesiona con la búsqueda de quien fuera su novia, Leah, para saber si logró salir viva del Holocausto. Su deseo de ser boxeador famoso es para que su nombre sea conocido en todo el país, a través de los medios de comunicación: si Leah se entera, será posible que lo busque. El apodo con el cual se le conoce es como “El sobreviviente de Auschwitz”, que le ha dado unas cuantas victorias, pero muchos fracasos. Para que Marziano, futura promesa mundial del boxeo, se interese en pelear con él, le cuenta su historia personal a un periodista. De esta manera, la cinta retrocede alternadamente hacia su vida dentro del campo de concentración, donde un oficial nazi lo protegió, al darse cuenta de su talento boxístico. Por darle privilegios, lo tenía como espectáculo para los militares alemanes en combates que eran de vida y muerte.

 John Leguizamo (izquierda) y Danny DeVito (derecha)

                   Lo que hace que la cinta fluya rítmica y narrativamente, se debe a un estupendo guion que sabe dosificar la información y la construcción de los personajes. No estamos ante la común película de boxeo (aunque posee secuencias cruentas), ni tampoco el enfoque es directamente hacia los horrores del genocidio (aunque no deja de mostrarse el sadismo, el abuso y la repelencia del nazismo), ya que paulatinamente se van revelando las motivaciones de la supervivencia. Con el tiempo llegan los remordimientos, el sentimiento de culpa, las pesadillas constantes, aunque también deberá de existir el proceso de expiación y redención. Cuando parece que la cinta ha cumplido con su trama, todavía quedan cuarenta minutos que irán cerrando los hechos. Se llegará a ciertas ironías temporales, a cosas que no sucedieron porque no estaban destinadas a serlo, a cambio de otro tipo de recompensas. Todo tiene sentido: cada frase importa y el espectador la va comprendiendo según se desarrolla la película. Y las emociones van desde el repudio y repulsión hasta la calidez sentimental y conmovedora.

                   Producida por HBO para presentarse por su plataforma, la cinta está nominada al Emmy como mejor película. No obstante, fue estrenada en el Festival de Toronto, a finales del año pasado, con gran éxito, y por suerte, ahora llega a pantalla grande para ser disfrutada con mayor esplendor. El reparto es de excelencia. Como comenté previamente, Ben Foster ofrece otra de esas actuaciones excepcionales: aumentó y disminuyó de peso, en cantidades considerables, para aparecer demacrado en 1942, fornido en 1949 y ya maduro en 1963, además de prótesis faciales que lo siguen mostrando tan camaleónico como siempre. Vicky Krieps es la mujer que lo consuela, Peter Sarsgaard, el periodista que lo hace famoso y luego le cumple una promesa. En actuación corta, pero contundente, aparecen tanto Danny DeVito y John Leguizamo, además de Billy Magnussen como el abusivo oficial nazi. En uno de sus diálogos, le comenta al debilitado Harry que el problema de su pueblo fue que no supo luchar contra sus enemigos cuando las amenazas se hicieron presentes con Hitler. Esto, aunado a la supervivencia por amor de Harry, todavía le refuerza su esperanza y el anhelo de libertad. Una película que no debe dejar de ser “vivida”.

Ben Foster, Vicky Krieps y Barry Levinson, 
en el Festival de Toronto


jueves, 11 de agosto de 2022

GRAN SUSPENSO

BESTIA
(Beast)
2022. Dir. Baltasar Kormákur.

                            El médico Nate Samuels (Idris Elba, siempre magnético) viaja al pueblo de Sudáfrica de donde era originaria su recientemente difunta esposa. Le acompañan sus hijas adolescentes Mare (Iyana Halley) y Norah (Leah Jeffries). Llegan a la casa de Martin (Sharlto Copley), amigo de la infancia de su esposa, que ahora trabaja como guardia del lugar, quien les lleva hacia una parte alejada, perteneciente a la reserva salvaje, fuera de zona turística. Al llegar a una pequeña villa, encuentran muertos a todos sus habitantes, atacados por un feroz león. Más tarde, ellos serán amenazados por la misma bestia salvaje. Esta es la base argumental de una modesta, pero efectivísima, producción, narrada de manera compacta, plena de situaciones que no se salen de las posibilidades reales, que mantienen al espectador con el alma en un hilo.

                             El viaje se suponía catártico para el hombre y sus hijas. El hecho de que el matrimonio se hubiera separado, sin considerar que la mujer tendría un cáncer terminal, había provocado una serie de reclamos y rencores en sus hijas (sobre todo la mayor, Mare). Ahora, este retorno a los orígenes se buscaba como intento de reconciliación y recomposición de la ruptura familiar. Este contexto servirá para que la unión pueda darse gracias a las variables no controladas por la familia: el encuentro con una bestia, una amenaza cualquiera, que ponga en jaque a la convivencia: puede darse otra muerte.

                            Aparte de la anécdota, hay un comentario sobre la cacería ilegal de leones (que, de hecho, da lugar a un prólogo que más tarde se justificará). Los motivos de la bestia se explican indirectamente ante una manada de leones cuya composición familiar es definida: los machos cuidan de las crías mientras las hembras salen a cazar; la presencia de otro león, ajeno a esta manada, puede producir tremendos pleitos que llevan a su propia aniquilación.

                            El realizador islandés Kormákur ha demostrado su eficiente manejo de la espectacularidad (Everest) o del melodrama íntimo (Reykiavik 101) o de la dosis de suspenso (Contrabando, A la deriva). En esta ocasión, la simple amenaza de un ataque imprevisto, impredecible, mantiene la atención, pero está tan bien dosificado, que la cinta va cerrando cabos, sin que se pierda el ritmo ni el sentido de alerta. Así como la mujer de A la deriva  sobrevivía gracias al recuerdo y la presencia inmaterial de su marido en la inmensidad del océano, en esta ocasión está la vasta sabana africana y la confrontación con el peligro: la familia está vulnerable, puede perderse, así que no queda más que el dulce recuerdo para que Nate logre avanzar y salvarla.

Idris Elba con su director Baltasar Kormákur



 

 

miércoles, 10 de agosto de 2022

LA EDAD Y LA MEMORIA

LOS AÑOS MÁS BELLOS DE UNA VIDA
(Les Plus belles années d'une vie)
2019. Dir. Claude Lelouch.

                   El gran éxito del realizador Lelouch fue Un hombre y una mujer (Un homme et une femme, 1966) que recorrió las pantallas del mundo, además de ganarse la Palma de Oro, en el Festival de Cannes, así como los Óscares a mejor película extranjera y mejor guion original. La historia del encuentro y desencuentro entre una mujer viuda, Anne (Anouk Aimée) y un corredor de autos, Jean-Louis (Jean-Louis Trintignant), narrada en alternantes colores o monocromo, acompañada de una música pegajosa, cuyo tema era sin palabras (“shabadabada”), provocó críticas opuestas. Mientras algunos la encontraban como una cursi trama romántica donde no pasaba nada, otros la veían como la recuperación del romanticismo en el cine. Al ser filmada dentro de los tiempos mayores de cineastas de la Nueva Ola Francesa, se le consideraba una copia complaciente de técnicas. Sin embargo, el tiempo le ha dado otra dimensión, además de que es un título clásico dentro del cine universal. En 1986, Lelouch filmó Un hombre y una mujer: veinte años después, sin recuperar el éxito de su cinta emblemática. No obstante, al cumplirse cincuenta años del título, en el propio Festival de Cannes, Lelouch pensó en volver a reunir a sus personajes y narrarlos ya en su tercera edad, ancianos y con situaciones propias del tiempo. En 2016 estaban vivos tanto Anouk Aimée, Jean Louis Trintignant, así como con el compositor Francis Lai, y los cantantes Nicole Croisille y Pierre Barouh. Sin embargo, la cinta se filmaría hasta 2018 y en ese año fallecerían Barouh y Lai.

                  Los años más bellos de una vida recupera a Jean-Louis, con demencia senil, internado en una residencia. Su hijo, Antoine (Antoine Sire, quien interpretara al hijo, niño, en 1966), busca a Anne, quien ahora atiende una pequeña tienda para pedirle que vaya a visitar a su padre, ya que es el único recuerdo que conserva. Anne acepta y esto es lo que dará tema y sustancia a una película simple (al estilo de la cinta original) donde la memoria intermitente y los recuerdos se alternan con sueños y realidades. Mientras que Jean-Louis tiene solamente fijo el recuerdo de ese romance, de quien fuera la mujer de su vida, a la cual no supo retener, Anne rememora con detalle todos los momentos vividos. Esto permite que se alternen imágenes de Un hombre y una mujer donde se puede ver al seductor Jean-Louis y a la impactante Anne, en la plenitud de su belleza, para comparar con la realidad cruel del paso del tiempo, que, no obstante, se justifica por los recuerdos: ¿de qué serviría nuestra vida si no gozáramos de aquello que nos hizo ser felices? La película viene a ser un ejercicio de estilo, una meditación sobre el significado del pasado, una pequeña sinfonía sobre la memoria y el recuerdo. Va a ser mejor comprendida por quienes conozcan la cinta original.

 "Un hombre y una mujer" (Lelouch, 1966)

                   Lelouch cuenta que se inspiró en la imagen de una pareja que estaba en la playa, junto con un perro. A partir de ahí, surgió su galardonado guion. Originalmente, Romy Schneider había sido elegida por el realizador para interpretar a Anne, pero a la actriz no le gustó la trama y declinó: de ahí que fuera Anouk Aimée la elegida. Y algo, accidental, debido al compositor, fue el famoso “shabadabada” que no estaba contemplado en el inicio. Lelouch se mantiene fiel a sus personajes. No deja cabos sueltos y hace referencia a los hechos que creó para su historia de veinte años después, para que todo quede congruente y uno acepte el destino de estos personajes que marcaron, contra toda opinión contraria o favorable, a una generación.

Claude Lelouch, Anouk Aimée y Trintignant en Cannes 2016



 

                  

        

miércoles, 3 de agosto de 2022

LAZO DE FAMILIA

MI PRIMO
(Mon Cousin)
2020. Dir. Jan Kounen.

                  Pierre (Vincent Lindon, dominante) es el presidente de una compañía vitivinícola de abolengo. Cada cinco años debe de renovarse un contrato para que las acciones puedan comercializarse. En esta ocasión, ha muerto su tía, propietaria del 50% y quien debe de firmar es el hijo de ésta, su primo Adrien (François Damiens, soberbio), para poder llevar a cabo una fusión con otro viñedo de alcurnia. Al volver a encontrarse, la alegría de Adrien es excesiva contra la pasividad y molestia de Pierre. Adrien ha tenido problemas emocionales luego de la muerte de su madre y el reencuentro con Pierre le ha sacado de un sanatorio al cual se había recluido voluntariamente. Con tal de seguir conviviendo con Pierre, Adrien va retrasando la firma, exigiendo acompañar a su primo por todas partes. La cinta, una comedia humana bien equilibrada, que juega con personajes disímbolos a los cuales el tiempo ha cambiado y distanciado, nos lleva por un viaje de reconocimiento y comprensión.

                   Lo que aparentemente puede parecer, por la publicidad y el comportamiento inicial del efusivo primo Adrien, una cinta de enredos y situaciones que provoquen la carcajada, en realidad es una cinta amable e introspectiva. Personajes complejos, cuyas acciones los van definiendo y estableciendo en sus dimensiones. Adrien, dado al misticismo, a la bondad, a la búsqueda del equilibrio de la naturaleza, contrasta sus actitudes con el frío y calculador Pierre, cuya vida ha sido alcanzar la perfección, el éxito, el alcance de metas, ya que es lo único que sabe hacer. El encuentro entre estos dos personajes, primero bajo el pretexto de la excentricidad de quien está considerado “loco”, y luego bajo la lógica dentro de la extravagancia, irá destruyendo las capas de cinismo y pragmatismo de Pierre.

                   Hay una secuencia de un viaje por avión privado, donde Adrien tiene un ataque de pánico. Hace notar que no ha descuidado su tiempo, recibiendo el producto de las inversiones familiares, adquiriendo diversos conocimientos. Se nota intuitivo y especialista. El vuelo a bajas alturas, los helicópteros que atacan a las aves en procesos de reproducción, los automóviles que deben de rentarse, su facilidad mecánica, las plantas que convienen a cada empleado de la compañía para curar sus males físicos o sentimentales. Adrien viene a ser una especie de shamán que llega a la vida de su primo para abrirle los ojos hacia el disfrute de la vida que debe de estar equilibrada. Kounen, el realizador, es especialista en los rituales de Ayahuasca (hasta filmó un documental al respecto y escribió un libro) porque ha sido activista sobre el medio ambiente: no podría faltar dentro de su discurso fílmico.

                   Y entrando con el realizador de origen holandés, pero radicado en Francia, Kounen, estamos ante un creador polifacético. Sus cintas han tocado diversos géneros. Desde su debut en Dobermann (1979), cinta con más estilo que sustancia, acerca de un delincuente sin escrúpulos, perseguido por un policía todavía peor que él, pasando por Renegado (2004), una cinta del oeste a la francesa, o su acercamiento a Coco Chanel y Stravinsky (2009) que narra la relación que se dio entre la modista francesa y el músico ruso, de vanguardia, siempre ha coincidido con personajes que requieren del enfrentamiento con “el otro” para definir su propia naturaleza. A pesar del cambio temático, las constantes de sus personajes permanecen y por eso es un realizador de interés.

 Unas actuaciones espléndidas por Damiens y Lindon

                   Mi primo es una película que debe verse con ojos sensibles. El gran amor de Adrien por Pierre tiene sus antecedentes que se irán revelando a lo largo de la cinta. Las motivaciones específicas de un rechazo que no se debe precisamente a la excentricidad de un pariente, sino a cuestiones más profundas. Dos actores excepcionales llevan los roles principales. Una fotografía espléndida, con tonos adecuados a los sentimientos y circunstancias de cada personaje y de cada momento. La cinta muestra la construcción de una nueva confianza, de una nueva esperanza.

El realizador Jan Kounen con su actor, el belga Damiens