martes, 23 de abril de 2013

¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?


OLIMPO BAJO FUEGO

(Olympus Has Fallen)

2013. Dir. Antoine Fuqua.

 


         Lo que sería un mero discurso de la hegemonía norteamericana respecto a su posición como “el país más poderoso del mundo” se convierte en gran entretenimiento y en otro episodio más de la serie con el súperheroe invencible y sobrenaturalmente invulnerable. Mike Banning (Gerard Butler en su mejor momento físico)
es un agente del servicio secreto que cae de la gracia de su gran amigo, el Presidente de los Estados Unidos (Aaron Eckhart), luego de una tragedia inesperada. Año y medio más tarde, Banning hace trabajo de oficina mientras la Casa Blanca sufre otro inesperado ataque que secuestra al mandatario y que hace que el ex agente pueda vivir su redención salvándolo.

         Antoine Fuqua, director experto en este género,
 
excelente para reflejar paradójicamente la oscuridad interna al mostrar a seres ladinos y traidores (acuérdense del genial personaje de Denzel Washington en “Día de entrenamiento”) tiene su gran logro en uno de los villanos más dibujados y geniales de los últimos tiempos, Kang (Rick Yune, impecable, seductor, malévolo)
 
 
que sirve como contraste perfecto y retrato mayor de la demagogia radical que busca sus propios fines y beneficios. Sádico, golpea a la Secretaria de la Defensa con gran placer.


         La cinta promete mucha acción y cumple. Es impecable e impactante la destrucción de la Casa Blanca que tal parece que es un documental sobre la realidad. El espectador queda atrapado desde el inicio y sus emociones se comprometen. Se aprecia la debilidad de quienes se supone que son los “buenos” al ser diezmados sin piedad. El héroe se fatiga y se levanta con la energía esperada en un reactor.
 
 
Es el cine tan comercial que envuelve y tan bien hecho como espectáculo aunque el sueño sea pesadilla y sepamos perfectamente que todo podrá acabar bien, pero en el ínterin uno se involucra y cree que las cosas acabarán mal. Es la magia del cine. Es la esencia que se defiende en este cine “palomero” como le llaman quienes son filmófagos y “de género” como se inscribe en las historias serias del cine como en su tiempo lo fueron “Los cañones de Navarone” o “El gran escape”. Uno agradece también a los guionistas que la cinta no se desvíe en subtramas que la hubieran desequilibrado (el hijo del Presidente; la mujer de Banning).


 
         Por supuesto que hay un discurso triunfalista y en este momento los villanos son coreanos, aunque no se especifique territorio y se envuelvan en el terrorismo junto con asociados que traicionan a su propia patria. Claro que hay una paranoia debida a la vulnerabilidad manifiesta luego del atentado en Nueva York y se muestran posibles consecuencias futuras aunque se endulcen finalmente.
 
         El reparto es de primera categoría: Angela Basset, Melissa Leo, Morgan Freeman (infaltable), Robert Forster, una Ashley Judd (que viene a ser otra Drew Barrymore de “Scream”) y la película es satisfactoria. Uno sale del cine, contento porque le han divertido con acción y muerte. Sin embargo, siempre queda ese saborcito de boca y esa pregunta eterna: ¿quiénes tienen la razón? A uno le gusta que estos dilemas morales le sean embarrados en la cara.   

domingo, 14 de abril de 2013

SARA MONTIEL (1928 - 2013)


SARITÍSIMA

 


         A mí me tocó ver “El último cuplé” en el Cine Monterrey. Estaba muy chico porque debió ser en 1957 (el año en que se produjo apareció en América Latina y se tornó exitazo). Fui víctima de “Fumando espero”, “Clavelitos”, “Nena”, “El relicario”, “Valencia”, “La madelón” que Sara Montiel cantaba con gracia. Era tanta la pasión por esta música que el “long play” de la película se agotó y solamente estaban disponibles versiones de esas canciones con la mexicana Esmeralda. A partir de ahí, ya era obligatorio ir a ver las películas anuales o bianuales (dependiendo de la distribución) con Sarita Montiel porque así se le conocía, en diminutivo, aunque en los créditos apareciera como era originalmente: Sara. Había encontrado su gran papel. Su nicho. A todos nos atrapó y aunque ya había hecho muchas películas, parecía que apenas empezaba.
 
 
      “La violetera”, “Carmen la de Ronda”, “Mi último tango”, “Pecado de amor”, “La bella Lola”, “La reina del Chantecler”, “Bésame”, “Samba”, “Cada noche un amor”, “La mujer perdida”, “Tuset Street”, “Esa mujer” y “Cinco almohadas para una noche” : 14 películas en 18 años, contando solamente lo que fue su segunda carrera española.

Ya sabía uno que serían melodramas excesivos o fuliginosos. Usualmente habría amores imposibles o se llegaría a un desenlace feliz con otras implicaciones. En todos ellos habría vestuarios muy lujosos, canciones al por mayor y Sara luciría su bello cuerpo ya fuera con escotes descomunales o simplemente en ropa escasa teniendo como pretexto que eran números en revistas musicales de teatro o de cabaret o porque iba a tomar un baño, pero el elemento de la fórmula era mostrar piel dentro de las limitaciones que permitía la censura franquista.

 
En los años de Sara, primero estaría Joselito y luego Marisol, poco después Rocío Dúrcal. Todos tendrían extensión en las películas porque el cine era el medio de difusión natural. (Más tarde sería la televisión y ahora, para qué les cuento). Y esas películas recorrían al mundo iberoamericano (y en algunos casos otros mercados)...
...para crear y mantener los ídolos de quienes éramos chicos y teníamos la ingenuidad para adorarlos porque el cine era parte de la vida y el mundo no estaba globalizado. Teníamos una opinión de España por estas películas que eran inteligentemente producidas y distribuidas fuera de los cánones de la intelectualidad. Aunque la crítica haga creer que solamente cierto cine vale la pena, es una mentira: todos tenemos aquellos títulos o muchas estrellas que marcaron nuestras existencias.

Por otro lado, al revisar a los directores de Sara, estamos ante nombres prestigiosos: personas que destacaron en su tiempo con otras cintas que, dentro de su momento y realidad, estaban bien hechas y a las cuales el tiempo ha dado cierta dimensión y revaloración. Tulio Demicheli, Rafael Gil, Luis César Amadori, Mario Camus, Jorge Grau, entre otros, destacando a Juan Antonio Bardem quien la dirigió en “Varietés” (1971), nueva versión de su primera cinta en solitario (“Cómicos”, 1954).

 
He destacado en este corto artículo la segunda etapa española de Sara. La primera es mera curiosidad donde puede vérsele como jovencita rubia, con 17 años a cuestas, en roles chiquitos (“Alhucemas”, “Bambú”) o de importancia (“Locura de amor”), pero sin que destaque su personalidad.
 
 
Luego vino la etapa mexicana con las inolvidables cintas al lado de Pedro Infante o los melodramas de calidad (rostro cortado en “Piel canela”; presidiaria en “Cárcel de mujeres” y sigamos). Después las cintas en Hollywood bajo la mano de Anthony Mann, Samuel Fuller y Robert Aldrich (nada menos). Y vino a ser el accidente feliz, la pequeña producción en que participó mientras iba de vacaciones a Madrid la que la lanzó verdaderamente al estrellato universal y sirvió para darle la fama de gran diva y de mito por excelencia.

 
Debe reconocérsele que hizo lo que quiso. Tuvo amoríos, maridos viejos y jóvenes, hijos adoptivos: divorciada o viuda. Y alcanzó sus ambiciones. Apareció desnuda en revistas pero nunca se vulgarizó ni se volvió lugar común a pesar del tiempo. En su última entrevista, donde duele verla ochentona y vieja aunque con mucha dignidad, expresa que logró su deseo de ser famosa, de ser artista. Así da gusto haber vivido la vida ¿verdad?