miércoles, 28 de marzo de 2012

ESPAÑA CON ACIDEZ



ESA PAREJA FELIZ
1951. Dirs. Luis G. Berlanga y Juan A. Bardem


Acaba de iniciar un ciclo dedicado a Luis García Berlanga (1921 - 2010) en la Cineteca Nuevo León donde se mostró una joya inesperada: la ópera prima del propio Berlanga pero codirigida por otro debutante Juan Antonio Bardem (1922 - 2002) , algo que nunca se especificó ni aprovechó en la publicidad. Ambos personajes significan el mejor cine de posguerra español pleno de audacias y burlas a la censura franquista. Su cine dijo muchas cosas entre la sugerencia y la metáfora de lo que pasaba y estaba mal en su sociedad, obnubilada por la falsa frescura de Franco.

Esa pareja feliz muestra a Luis (Fernando Fernán Gómez) y Carmen (Elvira Quintillá) que viven con el poco dinero que él gana como eléctrico en los Estudios de Cine CEA y lo que ella aporta cosiendo. Durante la cinta habrá unos retrocesos en el tiempo para mostrar cómo eran jóvenes e idealistas con gran esperanza en el futuro para terminar como pareja con problemas.
Ella sueña con la suerte: entra a un concurso patrocinado por un jabón para seleccionar a la “pareja feliz”. Se les promete que pasará un día pleno de sorpresas, regalos, comida, cena y cabaret. Paradójicamente, el premio llega cuando el hombre ha sufrido una estafa, ha perdido su empleo y todo lo culpa a la mujer.


Berlanga
con su acidez característica, confronta a la pareja cuando ha llegado el engañoso estado ideal: la fortuna, la suerte; Bardem
ha colocado a personajes aparentemente salvadores para mostrarlos como fraudulentos.


La pareja finalmente continuará junta y con esperanza, aunque las ventajas de su premio los repartan entre los indigentes que duermen en las bancas de un parque de la capital del país que se supone perfecto.


Aquí es notoria la afición de ambos directores por el cine. El hecho que Luis trabaje en unos estudios hace que veamos la filmación de una ridícula película histórica donde la reina salta por una ventana equivocada y cae para golpearse (“La monarquía se nos ha echado encima”, dice uno de los técnicos) y hay una secuencia donde Carmen mira en el cine “Dos corazones” (Love Affair, Leo McCarey, 1939) para que Luis le explique lo que significa un “travelling”: otro parroquiano lo calla y le dice “este Juan de Orduña quiere explicar toda la película”, haciendo alusión a un director bastante convencional y tradicional del viejo cine español (director de “Locura de amor” y futuro realizador de “El último cuplé”). Por otro lado, está el desprecio hacia las convenciones sociales. Luis vive enojado por su situación cotidiana, lo que viene a negar las promesas de bienestar total en una sociedad cerrada y rígida: por más que busca y se esfuerza, no logra salir de su pobreza y mediocridad.


Estas constantes del cine de Berlanga pueden disfrutarse en Bienvenido, Mr. Marshall (1953)
donde un pueblo espera la visita de los redentores norteamericanos para quedar revelados como oportunistas basados en el folklore, tan usual en esos tiempos del cine español; Calabuch (1956)
ocurre en el pueblecito del título donde se ha refugiado un científico norteamericano que desea alejarse de la destrucción y vivir feliz entre gente sencilla; Plácido (1961)
se burla de una campaña franquista donde se pedía a la gente que invitara a algún indigente a su casa en Navidad: Plácido es uno de ellos que recibe comida pero no satisface sus necesidades urgentes; y El verdugo (1963)
donde un joven solicita el puesto de verdugo a petición de su futuro suegro, quien ejerce dicho empleo, para obtener beneficios económicos y materiales, sin imaginar que llegará el día en que tenga que matar a un condenado.


Ya sea en ciudad o en pueblos pequeños está presente la ignorancia y el abuso de la misma para rendir pleitesía a los ídolos oficiales; está el mandato de compartir con los pobres en una sola fecha del año aunque se les sirva lo peor de la cena y no importe su futuro; está la soberbia de alcanzar un estatus sin sacrificio ni remordimiento hasta que llega la hora de enfrentar la realidad. Berlanga continuaría su cine hasta alcanzar poco más de la veintena de títulos en épocas ya posfranquistas donde recordó y juzgó el pasado contra un presente más liberador.


Gran ciclo que no deben perderse. Ojalá, en otro momento, pueda traerse un ciclo con el Bardem inicial. Felicidades a Cineteca y a Alejandro Gómez, su coordinador y programador, porque esto solamente se puede encontrar en otros países y en grandes festivales.

sábado, 3 de marzo de 2012

DEMENTE CON PODER


PODER SIN LÍMITES
(Chronicle)
2012. Dir. Josh Trank.


Durante un rave en una vieja fábrica en las afueras de Seattle, tres estudiantes de una preparatoria descubren un gran hoyo en un terreno cercano.
Bajan y encuentran una extraña estructura cristalina con colores cambiantes. Se dan cuenta que han adquirido los poderes de telequinesis y vuelo. Uno de ellos, Andrew (Dane DeHaan)
tiene padre alcohólico y madre enferma terminal de cáncer, además de ser víctima de los bravucones de su escuela. Gracias a los poderes, se vuelve popular entre sus compañeros hasta que las circunstancias cambian, lo mismo que su personalidad.

La película utiliza el recurso del vídeo para narrar lo que está sucediendo. Uno imagina que estamos viendo el recuento de los hechos porque de pronto es la cámara de este joven, o la de una muchacha que es novia de su primo. Lo que es bastante limitante, se torna en manera efectiva de contar lo que hubiera sido impersonal y desarticulado. Se permite la elipsis natural de los cortes que ocurren cuando uno apaga, prende, traslada la cámara. Hay momentos en que vemos a Andrew en su cama mientras la cámara está flotando sobre él, gracias a la telequinesis. En otros, se encuentran volando en las alturas, entre nubes, para que de pronto aparezca un avión que los toma por sorpresa.

La cinta habla, nuevamente, de cómo la ciencia (o hablemos de lo desconocido para darle un trato genérico) trastoca al ser humano. Al estilo de El hombre invisible (Whale, 1933) o El hombre sin sombra (Verhoeven, 2000);o imposible dejar de lado la referencia de Carrie: extraño presentimiento (De Palma, 1976), las consecuencias de algo (sustancia, radiación, material extraterrestre: nunca se sabe) transforman las circunstancias. Dependerá de la madurez o irracionalidad de quien recibe estos dones, cómo será la forma en que se desarrollará el futuro. Andrew tiene una existencia miserable: padre desempleado y alcohólico, madre desahuciada, vecinos traficantes que lo abusan, lo mismo que sus compañeros grandulones de escuela. Su equilibrio es frágil y la posibilidad de supremacía tendrá que trastornarlo. Sus amigos, en cambio, son un primo, más racional, y un joven aspirante a la presidencia de la sociedad de alumnos, más formal. Primero los vemos como niños con juguetes nuevos haciendo bromas a la gente. Luego vienen situaciones más serias.

Hay secuencias que son significativas: Andrew, con un dedo, hace que la camioneta que va detrás de la suya, tocando el claxon y molestando, salga de la carretera y caiga sobre una laguna. Otra es terrorífica: el descubrimiento del poder de volar que mantiene al espectador esperando un desenlace fatal. Otra es vergonzante (e indirecta: no la vemos) pero subraya la inocencia de Andrew: al estar en el momento de perder la virginidad, la eyaculación precoz hace que su semen vuele hacia su saco, produciendo el asco de su seductora (solamente se muestra esa situación). Poco a poco va siendo presa de la desesperación y de la locura.

Imagine usted que de pronto tiene el poder para destruir a sus enemigos o todo aquello que le molesta. Imagine que ese poder cae en manos de alguien que está al punto del desequilibrio. La cinta viene a ser simbólica de quienes ansían y utilizan de mala manera ese poder. En algún momento se cita a Schopenhauer con su definición de la Voluntad ("no es otra cosa que un ciego afán, un impulso o pulsión, carente por completo de fundamento y motivos"). En Andrew, la voluntad de vivir no tiene fundamento y no le queda más que apoyarse en un poder que le torna súperhumano pero vacío.


El realizador y coguionista Josh Trank
deslumbra con su ópera prima (antes solamente había dirigido televisión) basada en el argumento de Max Landis (hijo del otrora importante realizador de los ochentas John Landis que confirma la ocasional herencia del talento)
al filmar una metáfora del estado del mundo que nos lleva a las guerras en oriente o al triunfo del totalitarismo en el pasado o a las amenazas que vivimos diariamente entre dementes con poder. La película no es tan simple como parece: no puede contarse más sin revelar cuestiones esenciales por lo que simplemente se recomienda mucho. Y dura menos de noventa minutos…