domingo, 19 de octubre de 2014

UN GRAN CINEASTA: TRUFFAUT

TRUFFAUT (1932 - 1984)



            Este martes 21 se conmemoran treinta años de la muerte de Francois Truffaut, uno de los más grandes cineastas en la historia del cine y junto con Godard, Rivette, Rohmer, Resnais, Chabrol, trascendente personaje de la Nueva Ola francesa, participante de los colaboradores de la revista Cahiers du Cinema. Nacido en 1932 con una infancia desprovista de amor familiar que cuenta indirectamente en su primer largometraje Los cuatrocientos golpes (1959) cuyo título puede tomarse de dos maneras: una frase francesa que se refiere a hacer mil diabluras o los constantes golpes que la vida da al protagonista, Antoine Doinel, alter ego de Truffaut que volverá a aparecer en otras tres cintas. Falleció, muy prematuramente, en 1984, por un cáncer cerebral.



            Truffaut amó al cine y a los libros. En una entrevista comentó que ese fue el motivo para filmar Fahrenheit 451 porque era acerca de una sociedad futura y totalitaria donde se prohibía leer, por lo que se quemaban a los libros. Truffaut muestra a una mujer que es incinerada junto con sus tesoros. Al cine, desde pequeño, se escapaba de la escuela y pasaba la mayor parte del tiempo en las salas de cine. En otra entrevista expresaba que era lector cuando no estaba en el cine o filmando y viceversa. Ahora, cuando la gente dice que le gusta el cine, uno queda indiferente ante ejemplos de verdadera cinefilia como la de Truffaut. No obstante, decía que uno va al cine cuando no está contento con la vida para, entonces, aprender a hacerla más tolerable. También amaba a las mujeres y a pesar de su aspecto inofensivo, era seductor constante.



            Crítico de cine en la revista mencionada, además de otra llamada Arts, causó revuelo al publicar un artículo donde despotricaba contra el sentido conservador y estático del cine francés. Negaba a los nombres prestigiosos del pasado (excepto a Renoir, Gance, Grémillon y otros pocos) y les acusaba de ser iguales y convencionales. En 1959 ganó el premio al mejor director en Cannes tornándose en emblemático personaje de la Nueva Ola e iniciando una carrera con diferentes temáticas, todas ellas con un sentido crítico y estético, perfecta expresión de pasiones, emociones, contradicciones, cualidades del ser humano.



            La infancia desolada, pero esperanzadora en “Los cuatrocientos golpes” (1959); la infancia naturalmente destrozada en “El niño salvaje” (1970); la infancia anecdótica y diversa, divertida en “La piel dura” (1976).



            Los conflictos de pareja donde el amor se divide entre dos hombres “Jules et Jim” (Una mujer para dos, 1961); entre dos mujeres “Las dos inglesas y el amor” (1971); entre muchas mujeres “El hombre que amaba a las mujeres”(1977); o el adulterio intelectual, “La piel suave” (1964); y el adulterio por la carnalidad “La mujer de al lado” (1981); o la pasión amorosa que lleva a la locura en “La historia de Adela H.” (1975); o la ausencia de la pareja que provoca sentimientos mórbidos en “La habitación verde”(1978).



            El cine de intriga y suspenso como homenaje a Hitchcock en “Disparen al pianista” (1960); “La novia vestía de negro” (1968); “La sirena del Mississippí” (1969); “Una bella chica como yo” (1972); “Confidencialmente tuya” (1983).



            El amor al cine en “La noche americana” (1973).


            El amor a los libros en “Fahrenheit 451” (1966).



            La autobiografía sentimental (aparte de “Los cuatrocientos golpes” ya mencionada) con “Antoine y Colette”(1962), “La hora del amor” (1968), “Domicilio conyugal” (1970) y “El amor en fuga” (1979). Lateralmente “El último metro” (1980) donde recrea la atmósfera del París ocupado durante la Segunda Guerra, o sea su infancia y preadolescencia.



            Truffaut vive en el recuerdo, en sus películas y en el amor de sus seguidores, fanáticos, admiradores, cinéfilos agradecidos por lo que vino a complementar en nuestras vidas, a explicarlas, a darles otro sentido para vivirlas (y hacerlas más tolerables).



            

domingo, 12 de octubre de 2014

LA MANIPULACIÓN

PERDIDA
(Gone Girl)
2014. Dir. David Fincher.


        El arte de manipular la verdad. Amy (una excelente Rosamund Pike) desaparece y todo hace pensar que ha sido asesinada por su marido Nick (un terrenal Ben Affleck). Inicia una serie de investigaciones, salen a la luz evidencias, los medios lo atacan porque ha sido un mal marido para la dulce inspiración de una serie de exitosos libros infantiles. Han vivido en ese pueblo de Missouri desde que murió la madre de Nick y la recesión les ha puesto en mala estabilidad financiera.



        Ahora cumplen cinco años. La cinta nos lleva del presente al pasado y viceversa hasta que se equilibran esos tiempos. Por un lado hay un diario que cuenta sorpresas. Por otro, está la verdad detrás de Nick (infidelidad, hastío) y Amy (una personalidad distorsionada). Estamos ante el tipo de película que no puede contarse sin echar a perder sorpresa. Adaptada por la misma autora de la novela original, la cinta atrapa al espectador y no lo suelta jamás. A pesar de la larga duración, no siente uno pasar el tiempo real, el de proyección.



        El estilo del realizador Fincher es directo y superficial: no escapa a la cruz de su parroquia que fueron los antecedentes de sus videoclips. Su cine siempre se ha basado en temas grandilocuentes, muy elaborados, técnicamente impecables, pero rodeados de una terrible frialdad. “La habitación del pánico” o “Zodiaco”, por mencionar dos títulos, mantienen la atención del público sin darle tiempo a pensar, a reflexionar en el significado, por ejemplo, de la violencia que tanto le gusta.



        Cine eficiente: una trama compleja, con diversos planos bien resueltos, que no permiten dejar de ver la pantalla. Por esta ocasión, el malhadado Fincher ha encontrado la trama perfecta: la manipulación de la verdad por una mente enferma: a imagen y semejanza del propio realizador. Aunque en la cinta aparecen conductoras que mueven los hechos sociales, de escándalo, a su gusto y manera porque “es lo que el público quiere ver”, en realidad estamos ante otro tipo de manipulación que es la personal, la de la pareja que llega al grado del rechazo y la venganza. Los personajes no son cómo los vemos, sino que pertenecen a ese género del cine neonegro donde hay traición, venganza, el irónico azar.



        Si Hollywood es la fábrica de los sueños y debe entretener, aquí lo cumple con creces. Es el retorno con tecnología, riqueza al estilo siglo XXI, de un género que ha estado vigente desde los años cuarenta con la investigación policiaca y la verdad detrás de personajes monstruosos. Es otra cinta ligera, que explica todo, que deja cabos sueltos que el mismo destino y poder anula, aunque solamente se pregunte qué hay dentro de una mente convencionalmente maliciosa. Nos dejamos manipular en todo lo que es la vida cotidiana, social, política, y ya no hay vuelta atrás, sería una moraleja. Gran entretenimiento.