domingo, 12 de mayo de 2013

EFECTISTA Y EFECTIVO


GILBERTO GAZCÓN
(1929 – 2013)

 

Única foto disponible del realizador en toda la Internet... Ni modo.
         Hijo del poderoso productor Valentín Gazcón quien era cuñado de Raúl de Anda, a Gilberto Gazcón le tocó seguir el camino de las dinastías cinematográficas en México. A pesar de las conexiones familiares batalló para ingresar como director por cuestiones sindicales pero lo logró en 1957 con El boxeador,
 
"El boxeador" fue la primera película como director de Gilberto Gazcón,
que le diera fama y premios.
un melodrama estilizado que llamó la atención porque su narrativa se alejaba de la que se utilizaba en las cintas mexicanas por esos tiempos y, además, llegaba a lo que era un final inesperado. Se ganó varios premios y de ahí que a Gazcón se le considerara un realizador de nuevo aliento, algo que él se tomó en serio e intentó ser distinto, con temas audaces o situaciones fuera de la común, en las que serían sus siguientes películas.


         La grandilocuencia temática estaría presente con los chicanos (Los desarraigados, 1958, que ojalá resurgiera por algún lado) o los cómicos callejeros (La risa de la ciudad, 1962). Las situaciones extremas las presentaría por medio de una mujer hipócrita que seducía a todos los hombres de una ranchería (Remolino, 1959, como una derivación de la Susana buñueliana) o el recorrido por el desierto de un convicto y su guardián (La cárcel de Cananea, 1960) o el médico amenazado por la hidrofobia (El mal, 1965) donde realizó una coproducción con Estados Unidos y tuvo a Glenn Ford cuyo estrellato en Hollywood ya iba declinando, así como a la estrella Stella Stevens, por cortesía de la Columbia Pictures.


         Sin embargo, Gazcón era director efectista más que propositivo; técnico y eficiente en lugar de reflexivo. Tenía muy buen olfato comercial para encontrar los elementos adecuados para sus películas. De esa manera los repartos atractivos (Silvia Pinal y Julio Alemán en Los novios; Jorge Rivero, Zulma Faiad y Rodolfo de Anda en Al rojo vivo; Resortes y Joaquín Cordero en Suerte te dé Dios que serían sustituidos en la segunda versión Dos de abajo con Valentín Trujillo y Andrés García; por no mencionar a Sonia Furió en varias películas). Y todo ese conjunto fílmico permite un cúmulo de entretenimiento y momentos que dejaron recuerdos felices a los espectadores.

 
         Grandilocuencia y efecto. Filmó una película en 1970 llamada El cielo y tú donde Braulio Castillo interpretaba al padre Mauro, sacerdote progresista, admirador de Juan XXIII, al cual una de sus fieles aristócratas definía como “de esos padres nuevos que quieren hacer una revolución en la iglesia”.  Amigo de sus jóvenes feligreses con los cuales jugaba billar y futbol, aparte de discutir temas “peligrosos” como cuando una de las muchachas le decía que no tenía experiencia para aconsejarla sobre el sexo por lo que respondía “eres de las que pretenden que para saber conocer algo hay que vivirlo”. Al salvar a una muchachita del mal camino por donde la llevaba el joven judío Kohner al cual le imprecaba “no seas pendejo”, no lograba convencerlo. El muchacho moría pero su padre, agradecido por su labor con la juventud, le hacía viajar hasta Acapulco para regalarle cien mil pesos (una fortuna en esos años) que provocaba la ambición de uno de sus sirvientes que golpeaba, disparaba al sacerdote y lo abandonaba desnudo en la playa.

Braulio Castillo (1933) fue un galán puertorriqueño, importante en las telenovelas latinoamericanas de los años sesenta. "Renzo el gitano" o "Simplemente María", por ejemplo.
         El hombre era encontrado por cinco “jipis” (tres muchachas, dos hombres) que lo creían muerto al principio, pero al darle un sorbo de alcohol, lograba reaccionar. Una de ellas, Susana (Irán Eory), le daba respiración de boca a boca. Lo llevaban a su refugio en otra playa, el hombre recobraba conocimiento, pero había perdido la memoria. Para no hacer el cuento largo, el hombre se enamoraba de Susana, a lo que ella correspondía. Tenían relaciones sexuales, ella quedaba embarazada. Al volver al pueblo, mientras pasaban por una iglesia, las campanas repiqueteaban, el hombre recuperaba su memoria para entrar en conflicto moral y encontrarse con la rebeldía de Susana, su odio hacia Dios y la vida. Finalmente, el hombre retornaba al sacerdocio. Durante una misa Susana llegaba con su hijo en brazos para recibir la hostia de su hombre.

Irán Eory (1938 - 2002)
         Gazcón escribió este argumento junto con el productor Óscar Brooks y Adolfo Torres Portillo. Los temas estaban de moda: la teología de la liberación y el movimiento hippie (aunque ya de salida). Por un lado, todos los cuestionamientos antes prohibidos a la iglesia y al sacerdocio, aparte de las actitudes generales de estos personajes con la sociedad; por otro lado, la juventud que ya se desataba de las convenciones del pasado, buscaba la libertad sexual y el amor libre. Gazcón y sus cómplices pensaron en el contraste entre aquellos muchachos conformistas con ciertas preguntas naturales y quienes simplemente rompieron con las costumbres y tradiciones para vivir su vida. De esta manera la grandilocuencia: enfrentar al mismo Dios con las obligaciones impuestas por su iglesia utilizando un caso fortuito, una situación inopinada y casual. Si se rompía el voto de castidad era porque se había roto el equilibrio personal.

 
         Y luego estaba el efecto: al utilizar como dos polos a lo profano (jipis) y lo sagrado (hombre consagrado) era retador (y excitante para ciertos espectadores) ver a una de las mujeres besar el cuerpo desnudo  del hombre comenzando desde el mentón para seguir hacia adelante y ser detenida por Susana al llegar a la cintura (“solamente a una enferma como tú se le ocurre abusar de un hombre inconsciente”) o ver al hombre acariciar y luego someter carnalmente a la mujer porque ellos no saben lo que el espectador conoce. Esta es una de las formas narrativas que el cine ha explotado en toda su existencia pero es más fuerte cuando el tema reviste otras circunstancias: no olvidemos que era 1971 cuando se estrenó la película.

 
         De esta manera podemos definir al cine audaz y diferente que intentó realizar Gazcón aunque no haya soportado el paso del tiempo. Quedan sus películas como atrevimientos formales y temáticos de una época, aunque sus alcances hayan sido sobrepasados por los cambios de mentalidades. Lo que en esos años impactó y estrujó, ahora queda como melodrama bien realizado. En estos tiempos de clérigos pederastas o con familias y amantes, aunque se haga a la chita, callando, el hecho de que un sacerdote tenga sexo y procree, a nadie sorprende.

 
Podría hacerse un parangón ilustrativo entre Remolino de Gazcón donde una mujer llegaba al rancho de quien había sido novio de su madre y Susana de Buñuel (que le antecede  casi una década) donde una presidiaria escapaba de la cárcel para llegar a la hacienda de un buen hombre. En ambos casos, la mujer seducía a todos los hombres del lugar pero, mientras que en Susana la movía su inclinación al mal, su experiencia del pasado, su amargura frente al trato de la vida para lograr sus fines, escapando de la justicia sin interesarle víctima alguna ni las consecuencias, en Remolino era simple producto de la frivolidad con la intención de satisfacer el deseo hacia uno de los hombres usando a los otros. Lo que en Buñuel era comentario social, ironía, humor, en Gazcón era perfección técnica y complacencia al público: colmillo comercial.

Lo que debe destacarse de Gazcón fue su deseo de hacer un cine diferente, narrarlo de la mejor manera posible y, en el camino, dejar constancia de momentos espléndidos, cálidos, imborrables. Descanse en paz. 

jueves, 9 de mayo de 2013

UNA PELÍCULA ADMIRABLE


UNA FAMILIA DE TANTAS
1948. Dir. Alejandro Galindo.

 


         Gracias al 15° aniversario de la inauguración de Cineteca Nuevo León se organizó un ciclo con películas de directores nacidos en nuestro estado. Se incluyó a don Alejandro Galindo (nacido el 14 de enero de 1906 en Monterrey, debutante como realizador en 1937 con Almas rebeldes y fallecido en el Distrito Federal el 1 de febrero de 1999, luego de una larga carrera) con una de sus múltiples cintas distinguidas: Una familia de tantas.

 

Alejandro Galindo (1906 - 1999)
         A pesar de los 65 años transcurridos desde su filmación, en los tiempos cuando se iría consolidando la clase media y la disciplina era valor primario (aunado a los sentimientos de respeto y obediencia), la cinta no ha perdido interés ni deja de sorprender. La criada de la familia Cataño (Enriqueta Reza) sospecha que algo anda mal con el hijo mayor Héctor (Felipe de Alba) y le dice, con segunda intención a la madre (Eugenia Galindo), que los niños de ahora son más vivos. Luego nos enteramos que embarazó a la novia (Nora Veryán), tuvo que casarse con ella porque el padre ha criado hijos responsables y vivir de manera pusilánime en la casa paterna. La hija mayor Estela (Isabel del Puerto) sufre una golpiza que la deja tirada en el suelo porque su padre la pescó besuqueándose con el novio Rodolfo (Manuel de la Vega) con la consecuencia de que abandona el hogar para que tome un rumbo desconocido.


Martha Roth
         Luego está la quinceañera (como la misma Cineteca NL: excelente metáfora) María del Refugio, llamada Maru (Martha Roth), confundida entre la crueldad paterna, las acciones de sus hermanos y el descubrimiento de lo que no puede definir entre la atracción sexual y el primer deseo amoroso hacia el vendedor de aspiradoras que se mira muy decente Roberto (David Silva) quien también ha quedado prendado de ella ante su inocencia. Será éste quien le abra los ojos a la realidad, alcance un mínimo grado de rebeldía que, sin embargo, le permite dejar en claro que no quiere al rico ranchero que es su primo Ricardo (Carlos Riquelme) yendo contra los deseos del padre que quiere brindarle un futuro seguro.


David Silva
         Y todo lo anterior ha girado alrededor de la figura paterna, Rodrigo Cataño (Fernando Soler), que tiene una pintura con el retrato de Porfirio Díaz en su sala. Aparte, hay una fotografía que muestra su rostro. En los momentos de alimentación se sienta en la cabecera de la mesa. Debe haber el rezo de agradecimiento antes de comer. Hay besos de manos entre hijos al padre; de esposa al esposo; del esposo a la esposa. Se escucha un discurso pasado de moda ante la hija que ha pasado de ser niña y ahora es mujer a sus quince años. Baila sin gracia, con pequeños saltitos, el primer vals de Maru. Es cobarde: pura apariencia con los hombres: golpeador con las hijas.

Alma Delia Fuentes, Fernando Soler, Martha Roth, Eugenia Galindo
         Es el gran acierto de esta invaluable película: la imagen del patriarca a la antigua: heredero de poses, actitudes y abusos del pasado porque la dictadura nacional debe reflejarse en la dictadura familiar. Ajeno a la modernidad que, repentinamente, irrumpe en la persona de ese terco y eficaz vendedor que logra venderle no uno, sino dos avances de la ciencia en el hogar. La cinta sucedía precisamente en los tiempos cuando presidía al país alguien que quiso llevar a México hacia una nueva era (finalmente corrupto y ladrón) y se necesitaba dejar atrás las tradiciones y costumbres. La cinta venía a ser un discurso en favor de este cambio: ya no era posible la barbarie disfrazada de rigor familiar.



         Fue una delicia verla en pantalla grande aunque en una irregular copia en 35 mm que requiere urgentemente de digitalización para que recupere su brillantez. Es la misma copia (cada vez más deteriorada) con la cual se hicieron las transferencias al DVD comercial porque tiene secuencias oscuras que luego adquieren mayor luz. De cualquier manera, la magia está presente. La recuperación del pasado en una cinta amena y entretenida que nos tenía a los espectadores absortos, a pesar de que, como sucede con un servidor, la hemos disfrutado muchas veces.



         Lo paradójico de esta cinta es que provoca el anhelo de esos tiempos de modernidad porque, fuera de esa familia anacrónica y disolvente, existía el respeto en mayor proporción: base de todas las demás cualidades que deberían exigirse al ser humano. Es que todo se veía muy decente como expresaba Maru ante el verdaderamente trabajador Roberto, al contrario de nuestro siglo XXI. ¡Felices quince años, Cineteca NL!
 

 Cineteca Nuevo León