martes, 29 de septiembre de 2009

PETER, PAUL AND MARY



Me entero que hace un par de semanas falleció Mary Travers (1936 - 2009), un tercio del grupo Peter, Paul and Mary, que fue popularísimo durante la década de los sesenta. Mi papá me trajo de Laredo su segundo disco de larga duración y poco más tarde pude conseguir el primero. Ellos habían sido los que habían lanzado "If I Had a Hammer" (Si tuviera un martillo) que poco después popularizó mundialmente Trini López con su versión muy rítmica y latina, y que fuera bautizada en español como "El martillito".

La música denominada "folk" en Estados Unidos estaba considerada como música popular de las masas, tradicional, heredada de padres a hijos. Una de sus grandes promotoras entre la juventud de estos finales de los cincuentas e inicios de los sesentas fue Joan Baez (además de otros grupos o solistas) gracias a los festivales del género y su acercamiento dulce, lírico, a las viejas melodías.

Dentro de la tradición de consumo en el país vecino, se capitalizaron dichas interpretaciones como grabaciones que tuvieron grandes ventas. Peter, Paul and Mary fue creado como otra alternativa distinta y atractiva. Aparte del mencionado "martillo", ofrecieron diversas canciones que trascendieron con el tiempo ("500 miles", "Lemon Tree" o "Puff, The Magic Dragon", entre muchas).

Después, como sucede a menudo, la novedad disminuyó pero su fama continuó. A finales de los sesentas surgieron "Leaving on a Jet Plane" y "I Dig Rock and Roll Music" que los volvieron a colocar en primeros lugares. Luego se separaron para que cada uno continuara con sus proyectos individuales. De pronto se reunían y daban conciertos nostálgicos.

Esa nostalgia se manifestó al enterarme que Mary ya no estaba viva sobre la tierra, por lo que busqué los CD's de esos álbumes para escucharla junto con sus compañeros de aventura. Recordar la alegría que mi papá me dio cuando me trajo el elepé de vinilo (que todavía tengo, claro); y la angustia eliminada de completarlo más adelante con el primero de ellos. Luego surgió Trini López "martillando" con su ritmo latino y ya tenía la posibilidad de contrastarlo como luego lo haría con las versiones en otros idiomas "Datemi un martello" de la chaparrita italiana Rita Pavone o el "Se j'avais un marteau" del rubio francesito (chiquito y flaquito) Claude Francois o el grupo malgache (también chaparrones) de Les Surfs. No recuerdo quién la cantaba en español ("con un martillito yo saqué un clavito..."), pero lo que es cierto es que mi preferida siempre será la de Mary Travers, al lado de sus complementarios Peter y Paul. Eternamente agradecido.

lunes, 28 de septiembre de 2009

LOS FEOS (1)





La reciente revisión de “El llanto de los pobres” (Rubén Galindo, 1976) donde el feísimo, rechoncho, chaparro Cornelio Reyna (1940 - 1997) se convertía en objeto amoroso para dos bellas muchachas me impulsó a escribir una serie de entradas acerca de los hombres poco agraciados físicamente, tanto en rasgos faciales como cuerpos, que se han convertido en estrellas del cine mexicano e, imagino, tortura para sus compañeras de trabajo al tener la perspectiva u obligación de besos o caricias.

Para ello, primero tomo prestadas varias definiciones y referencias acerca de “la fealdad”: la palabra feo viene de “feodus” que significa fétido o impuro, por lo que su relación tiene que ver con el sentido del olfato, mientras que “belleza” se relaciona con armonía, bondad, forma (de ahí “hermoso”) más dirigida hacia los sentidos de la vista, el oído, y con mucha más suerte en la vida real: el tacto y el gusto. La fealdad es el alejamiento del canon de belleza: aquellas características que una sociedad considera convencionalmente como atractivo o deseable.

En el cine se estableció dicho canon con gente magnética, aquella que la cámara traducía como ejemplo de perfección. Bellos eran los hombres y las mujeres que despertaban pasiones, convencían como seres seductores, poseían los rasgos delicados que se sentían armónicos, los cuerpos esbeltos (o fornidos pero deseables). Así eran los galanes: jóvenes atractivos por las bondades de la edad; maduros que desprendían un poder, una experiencia amatoria, una promesa de placer y amor sin igual.

El cine mexicano fue conformando su propio canon con el paso del tiempo. De hombres que solamente tenían experiencia actoral (Julio Villarreal, Domingo Soler, Juan José Martínez Casado, quienes luego se tornaron característicos) se fue creando poco a poco al galán atractivo (Pedro Armendáriz, Rafael Falcón, Arturo de Córdova, David Silva, Pedro Infante, Julio Alemán, Joaquín Cordero, Jorge Rivero, Fernando Allende) que convencía con sus promesas placenteras. Eran los hombres indicados para sus contrapartes, las actrices o estrellas, las mujeres hermosas, apasionadas, armónicas, sensuales, que cumplían con sus respectivas cualidades de belleza.

Sin embargo, he aquí que repentinamente llegaba el hombre feo, surgido por circunstancias especiales (la música, sobre todo) para ocupar un lugar en el cine y explotar esa área de oportunidad: el público asistiría para escucharlo y satisfaría la curiosidad morbosa de comprobar sus posibilidades histriónicas. Y ya entraremos en materia.

Aquí tenemos, como contraste, las fotos de David Silva (1917 - 1976), luego un anuncio con Julio Alemán (1933), el ojiverde Pedro Armendáriz (1912 - 1963) y la portada del disco que Jorge Rivero (1936) grabó, donde aparece dibujado, mostrando una estética de galán de historieta romántica.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

UNAS DAMAS DE HITCHCOCK





Agradezco a Alejandro Gómez, querido amigo y sensible persona, que me haya regalado otra hermosa edición de Editorial Lumen llamada "Las damas de Hitchcock" (Spellbound by Beauty) de Donald Spoto que salió el mismo año de la publicación norteamericana y donde se dedica a disectar a las protagonistas femeninas de todas las películas filmadas por el maestro inglés (1899 - 1980), tan vigente aún con el paso del tiempo; tan imitado u homenajeado; tan estilizado que uno detecta las relaciones intertextuales de cinta a cinta.

Desde las británicas Anny Ondra, Nova Pilbeam, Margaret Lockwood, de los años treinta hasta Joan Fontaine, Ingrid Bergman, Grace Kelly, Kim Novak, Tippi Hedren, entre otras y muchas, de su carrera posterior norteamericana, se van descubriendo hechos, secretos, relaciones, circunstancias. Conocemos el lado desconocido de Hitchcock quien era dado a contar chistes obscenos o provocar a sus damas fílmicas. Sus obsesiones. El encuentro de las personalidades favoritas (Bergman, Kelly).

Hay un capítulo dedicado a "Agonía de amor" (The Paradine Case, 1947) aunque bajo el título traducido literalmente en España: "El caso Paradine" donde se habla de Alida Valli (1921 - 2006), actriz italiana, con cierta fama en su país natal, quien había sido contratada por el productor David O. Selznick. La primera opción de Hitchcock había sido la retirada Greta Garbo quien rechazó volver al cine; luego Ingrid Bergman, a punto de terminar su contrato con Selznick y ya comprometida con otras producciones. Tuvo que conformarse con la Valli, mencionada así en los créditos, con la cual se portó bien y sintió que ella estaba ávida de aprender. No así con Ann Todd (1909 - 1993), la otra protagonista de este drama, a la cual agredió verbal y físicamente, aunque de manera indirecta.

Sobre "Agonía de amor" he escrito un artículo largo que aparecerá en la siguiente edición de "Armas y letras" que publica la UANL. Ya les avisaré para que me hagan el favor de leerlo y entender mi amor hacia esa película. Sin embargo, este libro nos abre la oportunidad de conocer a las cintas desde adentro, a través de las relaciones de Hitch con sus mujeres actrices. Otra visión del horizonte. Ojalá se acerquen a este libro (al menos a Hitchcock, siempre estupendo, aunque este libro lo muestre como patán ocasional en la realidad: eso no importa para la excelencia creativa)del cual quise hacer una pequeña referencia desde la cinta desconocida o menospreciada. Otra vez gracias a Alejandro por este delicioso regalo.

Fotos de Alida Valli con Gregory Peck; la rubia Ann Todd; por supuesto, el adorado mago del suspenso...

ESPAÑOL DE CINE





Bajo este título, la editorial Blume ha publicado un hermoso volumen que lleva como subtítulo "Lo que hay que ver". Con edición general de Antxon Salvador, se recomiendan 250 películas españolas y latinoamericanas que son "imprescindibles". El requisito es que estuvieran habladas en español independientemente de su nacionalidad (por eso está "Sierra de Teruel", André Malraux, 1939, con producción francesa). Se consideran desde inicios del sonoro (obviamente) y la primera cinta consignada es "La mujer del puerto" (Boytler, 1933, México) y la siguiente es "Nobleza baturra" (Rey, 1935, España) para recorrer más de setenta años y terminar con una desconocida (para nosotros, regiomontanos hasta septiembre del 2009, claro) "La teta asustada" (Claudia Llosa, 2009, Perú/España).

Dentro de nuestra cultura posmoderna donde los enlistados son esenciales para cumplir con la supuesta falta de tiempo y ser congruentes con la "rapidez" de todos los procesos, hay un sector de gente que los busca para sentirse con la conciencia tranquila. Si aparece la lista de "las 100 mejores películas de todos los tiempos", habrá quienes las busquen y coleccionen (si están disponibles, claro) para exhibirlas a sus amistades como sucede con "las 100 obras maestras de la literatura" en las bibliotecas regulares. De ahí el éxito de libros como "Las 1001 películas que hay que ver antes de morir". Es la cultura instantánea: como decir "tómese esta pastilla y resuelva el malestar de su ignorancia; demuestre a los demás que es culto". Lo más terrible es que estas listas evolucionan como referencias obligadas. Hasta la saciedad se ha utilizado al enlistado de "las 100 mejores películas mexicanas de todos los tiempos" que la revista "Somos" publicó en ¡1994! y que es un ejemplo del "amiguismo" de los críticos consultados o del peor lugar común. Si uno imaginara listas recientes, les aseguro que la aburridísima "Luz silenciosa" aparecería en ellas. Así que las listas siempre serán sospechosas y cuestionables, aunque sepamos que en realidad habrá títulos imprescindibles, porque la calidad -cuando es honesta y redonda- salta a la vista, permanece, trasciende. No puede negarse, por ejemplo, la inmortalidad de "El compadre Mendoza" (De Fuentes, 1933, México) pero... ¡no aparece en este libro!

Entonces, estos 250 títulos son relativos. La edición y las fotos son muy bellas, por lo que vale la pena tenerla como referencia de datos. Hay una imagen, o varias en algunos casos de cintas excepcionales fuera de toda duda (las de Buñuel, por ejemplo). Viene una ficha filmográfica, un comentario con breve sinopsis argumental, así como dos líneas que indican la aceptación crítica y la del público. Por eso, podemos encontrar "El último cuplé" (Orduña, 1957, España) o "Un rayo de luz" (Lucia, 1960, España) donde resulta que la crítica las negó, pero el público las adoró, para escándalo de las mentalidades exquisitas. O por ejemplo "Japón" (Reygadas, 2002, México) tiene gran aprecio crítico pero mínima penetración entre el público mayoritario (excepto del exquisito). El mayor número de títulos cae en el cine español; Argentina y México andan a la par, después; finalmente Cuba, Ecuador, Colombia, etc.

Siempre he considerado que las mejores "listas" son las que uno genera individualmente. Las películas que llevamos en el corazón. Nadie se atreverá a colocar en este tipo de libros o de enlistados,por ejemplo, títulos como "Amor a ritmo de go go" (Delgado, 1966) o "Sólo de noche vienes" (Véjar, 1965) o "Vuelva el sábado" (Cardona, 1951), que para mí fueron descubrimientos, símbolos de momentos felices en mi vida, dichas compartidas y que yo les diría que son "películas que deben verse antes de morir", pero pueden darse cuenta que enfatizo a la primera persona y que ya las vi y que me garantizan que puedo morirme sin remordimientos.

"Español de cine" es un libro muy bello, pero con todas las limitaciones de los "enlistados".

jueves, 17 de septiembre de 2009

CABEZA DE BUDA


Pude ver otra cinta fuera del 13er. Tour de Cine Francés al cual no he dejado de asistir para encontrarme joyas como "Hace mucho que te quiero" o estupideces como "Mi gran fiesta judía".

Me refiero a Cabeza de Buda (Salvador Garcini, 2009) que es un melodrama a la vieja escuela, pleno de sentimentalismo y los lugares comunes más tontos. El personaje mata a un joven ladrón y le entran remordimientos como moderno Raskólnikov, pero el crimen comete otro castigo en los espectadores que deben aguantar a un niño insoportable, Alejandro Felipe, digno émulo de los pesaditos Nino del Arco, Juliancito Bravo o el más cercano Adrián Alonso, quien sale como angelito que no tiene conciencia de su condición... En la foto viene a la izquierda, junto con Becker.

Si la ven, disfruten cuerpos, texturas, presencias, pero olviden el argumento y sus chillantes sobreactuaciones y su nula aportación al "nuevo cine mexicano", que si les cuento sobre los cortometrajes nacionales que se han exhibido junto con las cintas francesas, me voy a hundir en la tristeza...

lunes, 14 de septiembre de 2009

¡AY...CALYPSO, NO TE RAJES!




La pasaron este sábado por televisión y la dirigió Jaime Salvador en 1957; fue producción de los Calderón que ya no podían mostrar muchachas desnudas pero nunca dejaban de contratar a chicas esculturales. En este caso Sonia Furió y Rosa Elena Durgel como feas maestras pueblerinas que van a la capital y son transformadas por obra, gracia y consejo de otra vedette Carmen Salomé (Lucy Gallardo, quien canta doblada pero baila luego, algo que no haría usualmente en sus películas) en despampanantes vedettes. Además sale un momentito quien fuera estrella de cabaret, Brenda Conde. Virma González, regiomontana, luciendo cuerpo escultural como parte de un trío excéntrico-musical llamado "Los 3" (donde la acompañaban José Silva y José Luis Aguirre, "Mr. Trotsky").

El argumento es acerca de tres rancheros (Antonio Badú, Fernando Casanova y Eulalio González "Piporro") que viven estafando a la gente de los pueblos. Les venden sus caballos y luego, ya lejos del lugar, les chiflan para que los animalitos vuelvan con ellos. Cuando los pesca el presidente municipal de uno de los pueblos son amonestados por su tía (Consuelo Frank). Cuando ella se entera, por medio de su apoderado (Óscar Pulido), que ha heredado el Teatro Pam Pam en la capital manda a sus sobrinos y al apoderado para que arreglen el asunto. Se encuentran con un empresario sinvergüenza (Daniel "Chino" Herrera) quien es apoyado por la cantante Amapola (Paquita de Ronda, en su última cinta mexicana y quien falleciera este junio pasado). El tipo los estafa y luego les ayuda Carmen Salomé para que todos triunfen y hagan que la tía exprese que las parejas resultantes (obviamente) deberán ir al altar antes de consumar su unión.

Como en otras películas de su tipo, el argumento no es importante. Un director pésimo que se protegía con tomas abiertas o simplemente ponía a los personajes frente a la cámara sin moverla, no puede darnos películas trascendentes por sí mismas. Lo que resulta maravilloso son las personalidades dentro del celuloide que continúan inmortalizadas. Desde las efímeras "muchachonas" que fueron contratadas por los productores: Meche O'Connell, Vicky Codina y Lilí Yavel; la mencionada desnudista Brenda Conde; la participación del ventrílocuo Carlos Monroy con sus muñecos Neto y Titino con los cuales canta "Mi querido capitán"; la orquesta de Pablo Beltrán Ruiz interpretando "A bailar calypso"; el conjunto del jazzista Chilo Morán con otro número de Calypso aparte del merecumbé "¡Ay, cosita linda!" o la cantante Elsa Marval. Virma González había aparecido con sus compañeros del grupo "Los tres" en "Nos veremos en el cielo" (J. Soler, 1955) y todavía saldrían en "Paso a la juventud" (Mtz. Solares, 1957) y "Melodías inolvidables" (Salvador, 1958) antes que ella apareciera sola en "Una canción para recordar" (Bracho, 1958) donde capitalizaba la popularidad que le había dado su exitosa participación en la comedia musical "La pelirroja" que estuvo aquí en Monterrey en el Teatro Florida donde actuó al lado de Armando Calvo, Manuel "Loco" Valdez y Plácido Domingo.

El Calypso fue un ritmo efímero, popularizado por el cantante Harry Belafonte, tomando como base la música tradicional, callejera, de islas antillanas. Como baile no tenía pasos ni movimientos especiales que le dieran el empuje de un mambo, un chachachá o un twist, por dar ejemplos de antaño. Sin embargo se utilizó en otras cintas musicales de esos tiempos para luego perderse aunque permanezca en este extraño título de película.

En las fotos: una mala de Paquita de Ronda y Sonia Furió; una de Los 3; otra de Lucy Gallardo en la actualidad a punto de cumplir ochenta años...

sábado, 12 de septiembre de 2009

LAS SEÑORITAS DE ROCHEFORT






Hace varios años, un buen amigo me consiguió una copia en VHS de "Las señoritas de Rochefort" (Les demoiselles de Rochefort, 1967) , segunda cinta musical de Jacques Demy (1931 - 1990) en colaboración con Michel Legrand. La había grabado de un canal especializado de satélite (eran los tiempos de las parabólicas) donde respetaban el formato de pantalla ancha, algo que no era tan fácil de encontrar en VHS. Para mí fue un gran descubrimiento porque la película se había exhibido a finales de los sesentas en mi añorado Cine Juárez, pero en único día, para jamás regresar, y ¡yo no había podido ir a verla! Los azares de la distribución en una época cuando ni siquiera teníamos televisión a color, mucho menos pensar en la gloriosa alternativa actual de los DVD, provocó una tragedia para mi experiencia fílmica que en ese momento estaba en ebullición constante: descubrir, descubrir, descubrir viejas glorias del pasado para tener referencias que solamente conocía por tanto libro leído y mucha revista consultada, así como el cine reciente que mostraba, dentro de las posibilidades, una visión del mundo que entonces estaba lejanísimo pero que las imágenes nos lo acercaban.

En 1975 conseguí un disco de la cantante Cleo Laine donde interpretaba "You Must Believe in Spring" que era un tema de la película, adaptado con letra en inglés para explotarla como canción independiente sin relación con la cinta. Me gustó tanto que la incluí en alguna de las comedias musicales que monté en la universidad privada donde trabajé en la década siguiente.

Hace un par de años conseguí el DVD con la versión restaurada por la viuda de Demy, una cineasta excepcional llamada Agnés Varda, que muestra con mayor fidelidad (que el VHS) el esplendor visual de una cinta que no puede ser vista más que bajo las mejores condiciones ya que color, escenografía, vestuario, necesitan de una proyección nítida. Una trama simple acerca de las hermanas gemelas Delphine (Catherine Deneuve) y Solange (Francoise Dorléac, 1942 - 1967; fue su penúltima cinta antes de morir en un accidente automovilístico) que son maestras, respectivamente, de danza y música. Sueñan con ir a París para triunfar dentro de la farándula. También viven soñando con el amor ideal. El fin de semana habrá un festival en la plaza de Rochefort donde ellas actuarán. Su madre (Danielle Darrieux, viva y activa en 2009 a los 92 años) tiene un restaurante y un hijo pequeño que concibió con un hombre al cual no quiso desposar. Llegan dos bailarines (George Chakiris y Grover Dale, extraordinarios), que terminan con sus novias, lo mismo que un marinero (Jacques Perrin) que pinta y tiene el cuadro de su mujer ideal (idéntica a Solange). Otro hombre, un músico y coreógrafo (Gene Kelly, 1912 - 1996) llega de visita con un amigo. La trama serán los caminos del destino: ¿se encontrarán?, ¿serán las personas adecuadas entre ellas mismas?, ¿triunfará el amor?

Me acaba de llegar, apenas ayer, el CD con la banda original de la película donde puedo escuchar y recordar las hermosas imágenes de una cinta tan subestimada como desconocida y que ocupa su lugar al lado de tantísimas grandes películas que nunca alcanzaron la oportunidad de llegarle a su público original (en tiempo, espacio y momento cultural) y quedar en nichos particulares.

Jacques Demy habló sobre su película expresando que deseaba hacer feliz al espectador triste que llegara al cine sin imaginar lo que iba a ver. También expresó que buscaba la relación entre cine, música, pintura, literatura y coreografía: esa fusión y el hecho de que las personas adecuadas no se encontraran entre sí. La ligereza, el artificio, un vestuario siempre contrastante en color y estilo para la música o la acción general eran elementos básicos para lograr sus objetivos. Demy fue producto de la Nueva Ola Francesa donde sus creadores eran admiradores de los géneros de Hollywood por lo que le rindieron homenaje, recreándolo, homenajeándolo, estilizándolo (sin copiar como hacen ahora los neocineastas mexicanos con resultados ridículos y frustrantes). Demy gustó siempre del cine musical, romántico o fantástico. De ahí que haya producido un conjunto de cintas apasionantes, simples, con aparente frivolidad cuando en realidad están sucediendo cosas terribles, tristes o pesimistas en el interior de personajes comunes y corrientes.

En 1964 Demy había triunfado mundialmente (excepto México) con "Los paraguas de Cherburgo" que le dio premios y que permitió una ópera contemporánea ya que toda la cinta era cantada. En esos tiempos era una apuesta audaz más adecuada para públicos con otras experiencias culturales. Aquí en Monterrey también se exhibió en el Cine Juárez donde tuve que soportarla ante rechiflas y quejas de quienes se desesperaban porque todo era música. Luego llegó el VHS y el DVD, claro, para repetir historias que han sido cíclicas en mi vida. Siempre agradezco a la vida tantas experiencias fabulosas que he podido experimentar a lo largo de los años. Hoy quise compartir una de ellas.

Les anexo una foto de Jacques Demy a quien se le agradece la alegría que heredó al mundo; además hay imágenes de las estrellas y de la película.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

09 - 09 - 09

Deberán pasar cien años para volver a escribir esta fecha de la manera en que he titulado la entrada. El año próximo le va a tocar al 10 de octubre; pero si no disfrutaron de este trío de nueves, espérense hasta el 9 de septiembre de 2109. No podía dejar que terminara el día sin hacer este comentario: frívolo, pero no, tiene mucho sentido acerca del significado del tiempo: cómo lo usamos; cómo lo perdemos...

lunes, 7 de septiembre de 2009

EL IMPERIO DESVANECIDO





Dentro de la Semana del Cine Ruso que Cinépolis ha patrocinado con escasa respuesta de público, pero títulos magníficos, pude ver "El imperio desvanecido" (Karen Shajnazarov, 2008), impactante y contrastante añoranza del pasado por parte de quienes vivieron el régimen cerrado, totalitario, limitante, de la Unión Soviética. Sergei (Aleksander Lyapin, en su debut fílmico, extraordinario) es un joven de dieciocho años, en la Moscú de 1973, sin interés en la academia, como corresponde a "la poca edad sin experiencia" pero quien dirige sus intereses a las muchachas, la música, la ropa de contrabando. Vende libros de su abuelo, arqueólogo famoso, a las librerías de segunda mano, donde consigue los rublos suficientes para sus lujos. La cinta nos muestra su noviazgo con Liuda (Lidiya Milyuzina), jovencita conservadora con la cual lleva una relación convencional pero con crasos errores (le es infiel con otra compañera; la deja plantada cuando van a ir al teatro); por otro lado están las relaciones con Stepán (Yegor Baranovsky), uno de sus amigos ortodoxos y con Kostya (Ivan Krupeyenko), el amigo que participa en un grupo de rock y quien lo inicia en la mariguana. Con el tiempo, Liuda lo deja por Stepán con quien se casa; Sergei escupe a su amigo cuando lo reencuentra en los pasillos de la escuela. El muchacho abandona los estudios y entrará a la milicia, pero antes deberá ir a las ruinas de Khorezm, en Uzbekistán, porque su abuelo se lo exige. Ante las majestuosas ruinas de una ciudad de la antigüedad, conquistada por Ghengis Khan, Sergei toma conciencia del pasado imponente y uno imagina que eso lo llevará por otros caminos. Un epílogo, treinta años más tarde, nos muestra a un hombre regordete que se dirige hacia un maduro Sergei (que nunca veremos porque la cámara queda sobre el otro) y se presenta como Stepán. Ya no hay rencores. Solamente queda el deseo de que las cosas fueran como antes. Y aceptar una realidad ya inamovible ya imparable...

Aunque en la película escuchamos de repente la frase de que se quiere ser libre, viajar por donde se desee y tener acceso a lo que se antoje, todavía faltarían años para que ocurriera el final de la Unión Soviética, el "Glasnost", Gorbachov y la realidad actual con los problemas naturales de la decadencia mundial. Sin embargo, esos jóvenes que tenían que encontrar rublos donde fuera para comprarse el último álbum de los Rolling Stones o los pantalones de mezclilla Wrangler, arriesgándose a ser atrapados en redadas policiacas; los civiles que tenían que entregar sus pertenencias de mercado negro a la autoridad para evitar la cárcel; la sociedad que recibía adoctrinamiento nacionalista (las bondades de Lenin y el comunismo o la literatura que cantaba al pueblo) tanto por academia como por la televisión y los discursos de Brezhnev, ahora ha terminado por aferrarse al deseo, el ensoñamiento de volver a aquellos tiempos más cerrados pero más controlados.

Lo más importante es que ese deseo está en el discurso del gran realizador Shajnázarov (nacido en 1952; veinteañero en los setentas) y su punto de enlace es una ciudad de la antigüedad en el corazón de su URSS. Es el canto de una generación que nota la magnificencia del pasado con toda la miel que la nostalgia y la memoria derraman sobre los recuerdos.

Habría que preguntar a los jóvenes. Los que ahora son adolescentes o veinteañeros y quienes tienen menos restricciones y han vivido otro país y otras circunstancias desde que nacieron, sin contrastes con la experiencia del pasado. Es lo mismo que los jovencitos usuarios del Blackberry, el WiFi, el XBox, el Twitter o el bombardeo de imágenes con todo un mundo tecnológico gracias al celular que viven en un México del cual no vivieron Avándaro ni Tlatelolco (al menos en contexto noticioso cotidiano), ni los Estados Unidos de Manson, Kent State, Woodstock o Nixon y Vietnam.

Es el mismo caso de los cinéfilos o "filmmakers" que viven sin la referencia del cine que les antecedió.

¡Qué extraordinaria película! (Varias fotos y una del maestro Karen Shajnazarov).

P.D. Si leen esta entrada, busquen los datos de las cintas que faltan de aquí al jueves 10 dentro de esta Semana deliciosa. Para seguir con la presión: el viernes 11 comenzárá el Tour de Cine Francés para que no nos quejemos de que no hay material interesante ni sólo norteamericano...

MIGUEL COVARRUBIAS (1904 - 1957)




Veo un fragmento del documental de José Benítez Muro (regiomontano, nacido en 1954) sobre el pintor, caricaturista, etnólogo Miguel Covarrubias y me emociono porque representa momentos maravillosos de nuestro pasado cultural, cuando México era nación emergente y el Distrito Federal era habitable. Covarrubias estuvo en Nueva York donde hizo caricaturas para diversas publicaciones; luego se fue a París donde realizó escenografías para revistas musicales parisinas, por ejemplo, la de Josephine Baker. En México pintó murales e ilustró libros de la Secretaría de Educación Pública, además de colaborar en el rescate y la investigación arqueológica, sobre todo, de la cultura olmeca.

Estuvo casado con Rosa Rolando, mujer de temple, quien no permitió el amorío que Covarrubias quiso perpetrar con la bailarina Rocío Sagaón, a quien pudimos ver en "Islas Marías" (Fernández, 1950) o "En este pueblo no hay ladrones" (Isaac, 1964) y con la cual se lió a golpes cuando el pintor estaba en el lecho de muerte. Fue director de la Escuela de Danza del INBA, entre sus muchas cualidades. Aquí les anexo su caricatura de la desnudista Sally Rand con la bailarina Martha Graham, además de una foto del mismito personaje y otra de Rocío Sagaón en la actualidad (nacida en 1933). Extraordinario, ¡qué tiempos! Les recomiendo el libro de la Poniatowska, publicado por Editorial Era, Miguel Covarrubias, vida y mundos (2004), donde hay muchos datos y bastantes anécdotas sabrosas sobre su vida. Además, claro, ver el documental del mencionado realizador...

domingo, 6 de septiembre de 2009

PEDRITO FERNÁNDEZ



Domingo al mediodía en casa. Hora de comida. Se enciende el televisor y va comenzando Los dos carnales (Gómez Vadillo, 1981, aunque en los créditos aparece como "Badillo") con Pedrito Fernández, Julissa, Pedro Armendáriz Jr., Jaime Garza, Carmen Molina, José Chávez y Jaime Santos, entre otros.

Pedrito (apenas once años de edad por lo que todavía se le nombraba con diminutivo) cuyo personaje se llama Pablo, vive junto con Toño (Jaime Santos), no van a la escuela sino que trabajan en empleos eventuales para ir sobreviviendo. Nos enteramos que la mamá de Pablo, llamada Dolores (Julissa) está en la cárcel por un robo que no cometió en la joyería donde trabajaba, pero su jefe la acusó porque ella no accedió a ser su amante. Toño perdió a sus padres y gracias a Dolores ha vivido junto con ellos. Esto lo platican los niños en una primera secuencia, como si ellos nunca lo hubieran comentado, para que nosotros, intrusos espectadores, nos enteremos de su situación.

Luego de una serie de pequeñas escenas donde nos damos cuenta de varios trabajos donde siempre "meten la pata" y son despedidos, el capataz (José Chávez Trowe) de una constructora les emplea para que limpien afuera de la oficina. Se dan cuenta de que hay un empleado activista, Francisco (Jaime Garza), que busca la sindicalización y el contrato colectivo de los trabajadores, a lo que se niega Cristobal (Pedro Armendáriz, Jr.) el dueño de la empresa. Hay enfrentamientos con golpes y sangre.

El casero del departamento donde viven Pablo y Toño les embarga sus muebles, donde estaba guardado un dinero para pagar al abogado defensor de la madre del primero. Quedan en la calle pero vuelven a la constructora donde la cocinera e intendente, doña Manuela (Carmen Molina), les consigue que ahí puedan dormir y tener otros empleos simples. Cristóbal ve a Pablo y lo reconoce: es su hijo.

Después de otro enfrentamiento ocurre un incidente: Pablo cae en un pozo profundo en una de las construcciones de la empresa. Toño corre a pedir ayuda. Todos, empleados y Cristóbal, corren al lugar. Llega la policía y los bomberos. Toño es bajado con una cuerda pero no puede sacar a Pablo. Ocurre un derrumbe que deja a ambos niños en el fondo. Entre todos, hacen un túnel paralelo para entrar y efectuar el rescate. Cristóbal va hasta la cárcel para sacar a su exmujer y llevarla al lugar de la tragedia. Luego de varias horas, logran abrir el acceso, entrar por ellos y sacarlos. Cristóbal pide perdón a la madre de Pablo y le dice que ya no tendrá que volver a prisión. Firma el contrato con los trabajadores y ocurre una fiesta para celebrarlo.

Fue una producción de los Galindo, productores que introdujeron al pequeño (y dulce: era un niño bonito) cantorcito jalisciense al cine. Sus películas son una larga fila de argumentos absurdos, fuera de toda realidad, vehículos para escuchar muchísimas canciones (en esta película que les he comentado, son siete canciones que incluyen al "Ave María" de Schubert) y llegar a las emociones básicas, primarias, de los fanáticos de la estrella (primero cuando niño, luego como adolescente y ya joven: ahora tiene 39 años -el 28 de septiembre de 2009 será ¡cuarentón!- y en estos momentos triunfa en una telenovela) así como los espectadores (en esos años) ingenuos, gustosos de ver una trama (cual fuera) donde se disfrutaría de las tribulaciones y alegrías del niño, adolescente, joven.

Una lista de sus películas nos indica que comenzó en 1979 con La niña de la mochila azul (1979) , para luego seguir con Amigo (1980), El oreja rajada (1980), Mamá solita (1980), Allá en la Plaza Garibaldi (1981), La niña de la mochila azul II (1981), La mugrosita (1982), Niño pobre, niño rico (1983), Los dos carnales (1983), La niña de los hoyitos (1984), Coqueta (1984), Delincuente (1986), Un sábado más (1987), Había una vez una estrella (1989), Vacaciones de terror (1989), Pánico en la montaña (1989), Un corazón para dos (1990), Trampa infernal (1990), Vacaciones de terror II (1991), Crónica de un crimen (1992), El ganador (1992). (Si me faltara cualquier título y algún lector me lo hiciera saber, se lo agradeceré).

En esta película los niños no van a la escuela, sino que trabajan para subsistir. Pablo vive solo junto con su amigo en un departamento, algo que en la vida real no podría ser, mucho menos con madre en la cárcel. Pablo vive en un mundo paralelo que la ficción cinematográfica mexicana creaba sin mayores problemas. Y la secuencia del accidente es genial porque llega todo un convoy de rescate que sugiere ¡la excavación de otro pozo para sacar al niño! De esta manera, ocurre algo semejante a "Metrópolis" (Lang, 1927) porque trabajo y capital se unen por el corazón, pero... con todísima proporción guardada. Tenía que reconciliarme con Pedrito del que siempre me burlé en mi columna del periódico: fue una estrella por las circunstancias y con el tiempo demostró que no iba a ser fugaz. No significa que defienda una pésima película, simplemente mencionar a un fenómeno cultural. Ya volveremos con el tema...

martes, 1 de septiembre de 2009

YOLANDA VARELA (1930 - 2009)


Falleció el sábado pasado dentro del total anonimato que respetó luego de aparecer en su última cinta Departamento de soltero (Cardona Jr., 1969), al lado de Mauricio Garcés. Había comenzado muy pequeña en una cinta llamada Recuerdos de mi valle (Morayta, 1944) y luego en Escuela para casadas (Zacarías, 1949). Fue hasta los años cincuenta cuando Dos tipos de cuidado (Ismael Rodríguez, 1952) y las cintas con Tin Tan o Resortes, la colocaron entre las estrellas bellas y jóvenes del cine nacional. En 1960 dejó el cine para casarse con Fernando de Fuentes Jr. Solamente regresaría en El niño y el muro (Ismael Rodríguez, 1964) y la mencionada al principio de esta entrada luctuosa. Descanse en paz la estrella de cintas como Llamas contra el viento (Gómez Muriel, 1955) o La torre de marfil (Corona Blake, 1957) o Los hijos del divorcio (De la Serna, 1957) que están entre mis favoritas de la Varela.