lunes, 27 de agosto de 2018

MUÑECOS PROCACES


 ¿QUIÉN MATÓ A LOS PUPPETS?
(The Happytime Murders)
2018. Dir. Brian Henson.



         En un Los Ángeles distópico conviven Puppets (marionetas de peluche) y seres humanos. Estos últimos desprecian a los primeros y existe cierto racismo generalizado. El investigador privado Phil Philips (voz de Bill Barretta, genial) empezará a investigar los asesinatos paulatinos del elenco de un viejo programa de televisión junto con su antigua compañera que era su pareja mientras fue el primer y único policía puppet en la ciudad, hasta que cayó en desgracia. Al mismo tiempo, recibe la visita de una mujer que le pide investigar un chantaje del cual está siendo víctima. Todo se irá concatenando, además de revelarse secretos del pasado.



         Dirigida por el hijo de Jim Henson, creador de los popularísimos Muppets, tenemos una película que va más adelante en audacia. Sin utilizar a los personajes inocentes de la serie original, la cinta nos cuenta una trama de cine negro, con muñecos y seres humanos que abusan de las palabrotas, del consumo de drogas y de las perversiones sexuales. Lo mejor de todo es que dentro de su vulgaridad, logra convencer por la gracia de sus actores humanos y la perfecta contraparte de villanos y seres negativos a través de los muñecos. Es chocante para el espectador no informado de lo que va a ver y de ahí, tal vez, la incomprensión con la cual ha sido recibida. Al no ser una cinta para niños se ha podido disfrutar sin doblaje, con las voces originales: su carga irónica es extrema y uno no puede más que soltar la carcajada… si se tiene idea de los antecedentes fílmicos.


         Y es que la trama nos lleva a Sam Spade de El halcón maltés, con investigador endurecido y secretaria avezada en los negocios de su jefe, aunque puesto al día y sin censura. Nos muestran tiendas de sexo y cabarets de bailarinas de tubo. Hay relaciones sexuales extremas y el vocabulario con groserías peca de excesivo. Si a esto se le añade a Melissa McCarthy, como la compañera policial, con su enorme carisma que se impone siempre, aún en sus peores películas, estamos ante una cinta bastante heterodoxa e iconoclasta pero plena de gracia. No es posible contar más sin revelar situaciones sorpresa, pero las descripciones no podrán jamás igualar a las imágenes.


         La idea no es nueva: ya se había producido una comedia musical en Broadway, que luego fue traducida e interpretada en otros países, donde los actores utilizaban a estos muñecos para seguir la acción, con vulgaridades en libreto y canciones. A nivel de caricaturas animadas, los antecedentes pornográficos o audaces se pierden en la noche del pasado. Es refrescante ver esta cinta que, de todas maneras, es otro paso adelante en la ruptura de tabúes o zonas de respeto. Uno tendrá sus restricciones ante la falta de respeto que ahora es rampante en todo el mundo, pero es otro reflejo de la realidad. ¡Y uno se divierte mucho!


viernes, 24 de agosto de 2018

UNA DECLARACIÓN DE FE



LOS ADIOSES
2017. Dir. Natalia Beristáin.


 
Ser de río sin peces, esto he sido.
Y revestida voy de espuma y hielo.
Ahogado y roto llevo todo el cielo
y el árbol se me entrega malherido.



En inglés la cinta se llama "The Eternal Feminine" 
como una de las obras de Rosario Castellanos




         Las Cartas a Ricardo publicadas de manera póstuma contribuyeron a magnificar la importancia de Rosario Castellanos como gran figura de las letras mexicanas en la segunda mitad del siglo XX. Una correspondencia iniciada desde la juventud en 1950 para terminar diecisiete años más tarde donde la mujer era la que se desbordaba en su expresión para recibir a cambio unas cuantas por parte del hombre. La riqueza de estas cartas es el valor literario: a través de confidencias, inquietudes, reflexiones, se tornan indirectamente en otra novela que refleja a un ser humano seguro de sí mismo, en lucha por conseguir el respeto como mujer. Falta subrayar que las cartas fueron dirigidas a Ricardo Guerra Tejada quien fuera su cortejante, posteriormente su marido.



         La película Los adioses no es una biografía fílmica per se, sino que toma elementos de la relación de pareja entre Rosario y Ricardo para analizar a una mujer inquieta por su situación, precursora feminista, exigente de sus derechos para eliminar los estereotipos del pasado. Natalia Beristáin dirige una película donde el icono Castellanos se erige como símbolo de un discurso femenino. Una mujer lúcida e inteligente, reflexiva y autorreflexiva, que bien podría ser cualesquiera, se refuerza mejor si la referencia es un personaje importante, destacado y trascendente.


Tessa Ia y Karina Gidi, soberbias

         Entre el pasado y presente se van narrando las relaciones impetuosas entre el joven Ricardo (Pedro de Tavira, bastante desagradable) y la joven Rosario (Tessa Ia, una de las mejores actrices emergentes del cine nacional), para compararlas con las relaciones tempestuosas del matrimonio entre el filósofo Guerra (Daniel Giménez Cacho en su enésima repetición como él mismo) y la maestra Castellanos (Karina Gidi, ganadora justísima de su Ariel por este papel, gran actriz versátil). Luego de sus amoríos, Guerra se casó con otra mujer, luego se divorció y busco a Rosario con la cual procrearon un hijo. Beristáin narra la rivalidad entre esposos debida a la mentalidad machista del hombre, y como quien no quiere la cosa, los celos debidos a la creatividad infinita, el triunfo de la escritora que fluía, la maestra que destacaba y la funcionaria que brillaba.


         El estilo de la cinta nos remite al cine de la Nueva Ola Francesa. Imágenes al estilo de Godard (Una mujer casada) o Resnais (Hiroshima mon amour) que muestran cuerpos entrelazados de manera fragmentada: piernas entrelazadas, manos que acarician espaldas, ojos, cuellos. O los rostros partidos por la mitad en el extremo del encuadre de la pantalla panorámica. O la hermosísima toma de una joven Rosario sentada, mientras lee, rodeada por estanterías plenas de libros. Formalmente bella, visualmente magnética, la cinta complementa su buena recreación de época (vestuario, escenografía, edificios) que tanto ocurre en las décadas representadas. Hay actores incidentales que son magníficos (Haydeé Boetto, Luis Eduardo Yee, David Gaitán, entre otros) como reparto coral de gran nivel.


         Las referencias a poemas, fragmentos de prosa o conferencias, acercan al espectador entre el discurso que ata una acción y la realidad cotidiana, de lucha, que vivía el personaje – símbolo: se cumple la función de panorama de un tiempo que da lugar a que el espectador compare el cambio que ha tenido, en muchos aspectos, la condición femenina (sigue faltando justicia; se requiere erradicar la violencia), que no pudiera haber sucedido sin mujeres combatientes desde sus trincheras (valga el lugar común) como Rosario Castellanos. 

Rosario Castellanos (1925 - 1974)
Natalia Beristáin

lunes, 20 de agosto de 2018

LO QUE FUE, YA NO SERÁ



EL REENCUENTRO
(Sage Femme)
2017. Dir. Martin Provost


         La partera cuarentona Claire (Catherine Frot) recibe una llamada inesperada de Beatrice (Catherine Deneuve) quien fuera amante de su padre y que cierto día desapareció repentinamente de sus vidas. Claire se reencuentra con ella para contarle que su padre se suicidó luego que ella le abandonó. Claire la odia por ese motivo. Beatrice insiste en buscarla: le confiesa que tiene cáncer. Esta es la base argumental de una cinta delicada e intimista acerca de las relaciones que le dan sentido a la vida. La misma Beatrice explica que uno pudo haber tenido al amante de un día que jamás será olvidado en toda la existencia. Beatrice es una personalidad apasionada y viva, envuelta en sí misma. Claire, por el contrario, es una mujer profesional, pragmática, entregada a su vocación de traer niños al mundo. Sin embargo, las pistas que irán surgiendo durante la película harán que el espectador entienda que, aparte del odio, existe una atracción interna, una fascinación por la figura exótica y enigmática que los ojos de la niñez aplican al ser cercano que deslumbra por la fachada, por el sentido del mito que se crea para sí mismo.


         La llegada de Beatrice en la vida adulta de Claire permitirá que ésta vaya despojándose de la rigidez en su vida. Será el catalizador para que busque el afecto, comprenda mejor a su hijo, deje que la compasión la invada ante la indefensión. Beatrice, alma libre y libertina, está consciente del próximo final pero no quiere dejar de vivir, aunque sea en los últimos momentos. La cinta, admirablemente, va diseccionando las motivaciones para la búsqueda del otro; la resignación a que siempre será temporal la cercanía de ese otro; la satisfacción de haber impulsado, aunque fuera por momentos, la pasión del otro. La cinta es un hermoso acercamiento a la mortalidad y a la necesidad de disfrutar la vida sin perderse en sus recovecos inútiles o en los pretextos fútiles.


         El título original significa literalmente “partera” en español. Nos habla de un oficio que ya va cambiando, que en sus orígenes era exclusivo de las mujeres (por eso “femme” o sea mujer) pero que ahora, en estos tiempos, ya no será exclusivo de un género y tal vez deberá llamarse “técnico en partos”, algo semejante a la desaparición del color rosa en los uniformes femeninos. Claire va descubriendo el cambio del mundo: lo que fue ya no será. La maternidad en la que trabaja va a cerrar. Su hijo quiere extrapolar sus estudios. La presencia de Beatrice la devuelve a un mundo del ayer,pleno
de sueños y mentiras que terminarán desapareciendo con sus revelaciones y la próxima muerte. Un viejo bote atracado en el río por años, casi inundado, tendrá que soltarse algún día y tomar su rumbo. Lo mismo pasará con Claire, con la fugaz Beatrice, con el espectador que está siendo conmovido por esta magnífica película. Todo no será, pero el aprendizaje del ayer no se olvida para el ahora.

         Es una delicia ver a Catherine Deneuve, ya setentona, impecable, guapa, demostrando la calidad y experiencia de tantos años bajo la dirección de realizadores inmortales. Lo mismo sucede con otra efectiva Catherine Frot (Marguerite, La diletante) quien ofrece la contraparte tierna y sobrecogedora. Todo un privilegio. Sin embargo, hay un momento sublime en la cinta cuando aparece, en una sola secuencia, la ochentona, icónica, legendario símbolo sexual del cine francés de cincuentas a setentas, Myléne Demongeot como la anciana Rolande. Se confirma aquello de “lo que fue ya no será”: todo ha cambiado, pero qué recuerdos quedan de su presencia en A causa de una mujer, Fantomas, Buenos días tristeza, entre tantos títulos que nos estremecieron de jóvenes.

El realizador Martin Provost, la octogenaria Myléne Demongeot
y el joven Quentin Dolmaire (quien sale como el hijo de Claire)






EL FASCINANTE OJO POR OJO


EL JUSTICIERO 2
(The Equalizer 2)
2018. Dir. Antoine Fuqua.



         Regresa Robert McCall (Denzel Washington) como el ex agente del FBI al cual se le ha dado por muerto, circunstancia que explota para impartir justicia a favor de quienes han sufrido alguna agresión o abuso. Si en la cinta original (2014) salvaba a una joven prostituta de las garras de un mafioso ruso para llegar a un enfrentamiento brutal dentro de la inmensa tienda donde trabajaba, ahora, en su secuela, adquiere mayor trascendencia: sale de las fronteras nacionales para llegar hasta lugares exóticos o las consecuencias de hechos que ocurren en el viejo continente se deben enfrentar acá, en su propia tierra. McCall ahora es chofer de un auto Lyft (competidor de Uber) en Boston. Su amiga Susan (Melissa Leo), quien sabe de su existencia, es brutalmente asesinada cuando investiga un crimen en Bruselas, por lo que McCall tendrá que buscar al asesino y eliminarlo para que se cumpla su destino: recibir el ojo por ojo, del cual la cinta toma su maravillosa esencia.

La fiel amiga Susan (Melissa Leo) será el motivo
para que McCall entre en justa acción

         Mismo realizador y guionista dan lugar a un esquema narrativo semejante, dejando intactas sus nobles características: el trabajo como chofer le permite enterarse de realidades irónicas o crueles para servir como ángel guardián de alguno de sus clientes (en este caso, contra el abuso sexual de una joven pasante); la cercanía de un joven vecino que quiere estudiar dibujo, al cual busca, entonces, alejar de las malas influencias del vecindario donde vive (ir contra los vendedores de droga que obligan a otros a colaborar en sus acciones); y ahora, el asesinato de la única amiga, una mujer experimentada y honesta, a la cual se ataca para hacerla pasar como víctima de un asalto, cuando en realidad era para evitar su investigación en otro caso brutal, nos introduce en la vida íntima de McCall para complementar su perfil como personaje (nos enteramos de otros aspectos cuando estaba “vivo” oficialmente). Ojalá haya una tercera cinta para finalizar con la construcción de un ser aparentemente frío que, en realidad, vive preocupado por el bien común.

McCall defenderá a su amigo Miles (Ashton Sanders)
para evitar su perdición

         Una de las constantes en el cine del demoledor Antoine Fuqua es la violencia desgarradora (los aspectos visuales, destructivos, nos recuerdan a un reciente Peckinpah). No olvidemos sus cintas plenas de acción feroz externa (Los siete magníficos u Olimpo bajo fuego) o aquellas donde la furia es interna (la impecable Revancha) y, sobre todo, el fantasma de la corrupción (Día de entrenamiento). Las secuencias donde explota la agresión son crueles y bastante gráficas. Tal como comenté por la cinta original, la gran ventaja de esta película es cumplir con lo que promete desde el título: uno se complace por esta “igualdad”: la ecualización en lo que merece un villano para recibir su propio castigo, sufriendo. Uno disfruta de la saña con la cual llegan los ajustes de cuentas. Uno desea que eso pasara en la vida real y de ahí la satisfactoria catarsis.

El magnífico Antoine Fuqua (a la derecha), uno de los mejores
estilistas de la violencia en el cine actual

sábado, 11 de agosto de 2018

LA LIGEREZA EN EL CINE


MEGALODÓN
(The Meg)
2018. Dir. Jon Turteltaub.



         Jason Statham interpreta a Jonas Taylor, un rescatista especializado en aguas profundas, quien durante el prólogo de la cinta, debe sacrificar a varias personas por salvar a otras de la muerte. Por tal motivo se retira para vivir y emborracharse en Tailandia, pero cinco años después le solicitan que vuelva: su ex mujer junto con otros dos científicos ha quedado atrapada en lo más hondo del océano, al ser golpeada su nave submarina por algo desconocido. Contra su voluntad, solamente por ella, Jonas retorna a la actividad. Se descubre que un gigantesco tiburón prehistórico ha podido escapar de su hábitat recóndito y ahora es una amenaza. Todas estas cuestiones surgen de un avanzado laboratorio que investiga los fondos del océano, financiados por un astuto billonario.


         No se requiere mucho espacio ni disertaciones que busquen mayor sustancia a esta cinta cuya premisa elemental es la compasión por el prójimo, la ayuda mutua, el sentido de rescate en situaciones peligrosas que usualmente nos predican las cintas espectaculares que muestran desastres épicos. La gran producción que utiliza fondos chinos (como pasó con Rascacielos: rescate en las alturas, por lo que se explica la diversidad racial, además de la inclusión de estrellas chinas en el reparto) tiene los elementos para llamar la atención e invitar a la familia a pasar un rato entretenido sin otra preocupación. El héroe rudo y consciente de sí mismo (Statham posee la misma cualidad simpática de Dwayne Johnson); la heroína bella y oriental; una niña precoz y simpática; el hombre rico, tonto y ambicioso; un perrito que sabe nadar maravillosamente; los elementos para llamar la atención, sin la inteligencia para darle un sentido universal o un panorama existencial (como sucede con Tiburón, la joya de Spielberg). Al monstruo se le ve fragmentariamente, en silueta, o de repente. Uno se asusta y no se aburre: uno espera el siguiente ataque hasta el esperado final.