jueves, 28 de febrero de 2019

EL SONIDO DE LA MUERTE


EL ATENTADO DEL SIGLO: UTOYA
(Utøya 22. juli)
2018. Dir. Erik Poppe.


         En 2011 la pacífica y ultradesarrollada Noruega, que ocupa el primer lugar de democracia plena y está entre los países más ricos del mundo, sufrió dos atentados criminales, algo nunca visto desde la Segunda Guerra Mundial. Un fanático, Anders Breivik, utilizó una bomba contra un edificio gubernamental en Oslo y unas horas más tarde, vestido como policía, comenzó a disparar contra los jóvenes que se encontraban en un campamento de verano organizado por el Partido Laborista al cual asistiría el primer ministro. Breivik era un empresario fundamentalmente cristiano, contrario al marxismo y al islam. Sus acciones fueron extremas pero las planeó con mucha anticipación como discurso político y no se arrepintió de lo ocurrido.
         Esta película inicia con escenas reales en vídeo del atentado contra el edificio en Oslo y luego pasa al replanteamiento ficticio del campamento en Utøya. Esta sección dura 72 minutos que fue el tiempo durante el cual los jóvenes que atendían el evento fueron amenazados, heridos o ultimados por Breivik. Toda la cinta es un largo plano secuencia cuya protagonista principal es Kaja (Andrea Berntzen) quien ha ido junto con su hermana Emilia, rebelde y despectiva, a la cual pierde de vista cuando comienza el atentado. Así, la cámara seguirá siempre a la joven dentro de su angustia, su encuentro con otras de las víctimas así como su terror y miedo.

Una de las secuencias más
conmovedoras de la película

         La cinta viene a ser un cierre, un ajuste de cuentas, un exorcismo del hecho sangriente al establecerlo como película, como metáfora y relectura, con la intención de comprender lo que sucedió o simplemente meterse en la piel de quien pudo ser una de las 77 personas muertas, casi un centenar de heridos y más de 300 sobrevivientes: en realidad una masacre. Al ser plano secuencia, la cámara mantiene un ojo objetivo: no es la mirada del personaje ni de los otros sometidos: es el registro de la atmósfera que les rodeaba y la recreación del infierno de la violencia estúpida y fanática. Al inicio de la secuencia en el campamento, Kaja mira a la cámara y dice: Nunca entenderás.., Sólo escúchame… y uno piensa que se está dirigiendo hacia nosotros los espectadores pero al darse una vuelta nos enteramos que está respondiendo a una llamada telefónica de su madre en el celular. No obstante, nos ha vuelto cómplices y tenemos que obedecer el mandato de saber, conocer, continuar con todo lo que sigue, a partir de entonces… 
La protección contra el francotirador
         La película se vuelve manifiesto contra el rumbo que está tomando el mundo con su tendencia a volver a los gobiernos extremistas y conservadores. El realizador Poppe narra la terrible odisea con respeto al espectador: encontramos a las víctimas ya caídas pero no se muestra ataque alguno directamente. No se menciona a Breivik pero sí se subraya la confusión de los jóvenes cuando uno exclama “es la policía que está disparando”. El sonido de ese tiroteo resulta inquietante ya que es continuo por momentos, luego cesa, después reinicia. La tensión que surge es agotadora para el espectador que, de cualquier manera, queda atrapado ante esta sinfonía de la idiotez. La cinta participó en la competencia oficial por el Oso de Oro en Berlín 2018, un festival que ha despuntado y se ha distinguido por sus excelentes selecciones en los últimos años: no ganó, pero la película fue galardonada como la mejor de su país. Al realizador le debemos la excelente Mil veces buenas noches que pudimos disfrutar hace algunos años en nuestras pantallas…
El realizador noruego Erik Poppe

sábado, 23 de febrero de 2019

LA MUERTE DEL HIJO


VENGANZA
(Cold Pursuit)
2019. Dir. Hans Petter Moland.
El limpiador de nieve en Kehoe, Colorado, ganador de un premio como ciudadano ejemplar, Nels Coxman (Liam Neeson) pierde a su único hijo cuando éste es atacado y muerto por los miembros de una banda de narcotraficantes. Le han inyectado heroína para que parezca una sobredosis, algo que no le va al padre porque su hijo no era drogadicto. Luego, gracias a un compañero de trabajo del difunto, se entera que todo fue un error, que el muchacho era inocente, pero se le culpó por el robo de un paquete de droga. La esposa de Nels, Grace (Laura Dern), lo abandona al no soportar la soledad ni la supuesta indiferencia de su marido quien desconocía hasta el mínimo detalle de gustos y aficiones del hijo. Es entonces que Nels inicia la búsqueda y eliminación de los asesinos aspirando a llegar a la punta superior de la organización, al jefe de la banda.
Es una cinta sobre venganza, pero estamos en las antípodas de Búsqueda implacable (2008 – 2014). No tenemos a un exagente federal que casi llega a la invulnerabilidad. Ahora sigue siendo un padre de familia cuyos seres queridos son forzados a la muerte y sufrimiento, pero es el ciudadano del año, alguien que por años ha vivido una existencia normal, rutinaria, en un pueblo rodeado de nieve, alejado de la mancha pueblerina, al cual una falla del destino le ha alterado la vida. Su decisión de lavar la afrenta sirve como purificación y le ofrece otra meta para purgar su condena: haber perdido al hijo que tuvo cerca, amó pero sin tener la oportunidad de profundizar en la relación.
Y aquí es donde el realizador Molander nos enfatiza su punto de partida: la figura del hijo que se tornará constante iniciando un ciclo de errores y venganzas complementarias. La narrativa nos introduce en el mundo de las mafias donde los pactos permiten la coexistencia pacífica mientras no se metan unos con los otros. Luego de los primeros asesinatos de compinches del traficante mayor Trevor (Tom Bateman), ante la ignorancia de quien fuera el culpable de sus desapariciones (porque Coxman los mata y tira a un río profundo), atribuye el comienzo de una guerra interna con los nativos americanos, la otra organización criminal que domina al pueblo de Kehoe, por lo que manda matar al hijo del jefe de la otra banda criminal: ahora será, entonces, pleito entre capos. Se define que la única manera para quedar en paz será un hijo por otro: el de Trevor, al cual también busca Coxman.
Nueva lectura, ahora en versión norteamericana,  de Por orden de desaparición (Kraftidioten, 2014) que el mismo realizador noruego Moland filmara en su país, la cinta sigue precisamente ese orden narrativo: cada vez que muere alguno de los integrantes de estas bandas, aparece el nombre de la víctima en pantalla dando lugar a la ordenación eliminatoria para que la cinta tenga su toque de fino humor. No es simplemente la consumación de la venganza: es la serie de crímenes que muestran un absurdo existencial, una forma de supervivencia que se encuentra siempre al borde, en la línea que separa vida y muerte, donde el mínimo error lleva a la desaparición. Los personajes son redondos y nos vamos enterando de secretos y fetiches (el seductor de camareras, la pareja homosexual, el matón a sueldo que posee su propia ética que se contrapondrá con el sentido del honor entre criminales).
Lo mismo ocurrirá con la ley y el orden. Imposible pensar que un ciudadano ejemplar, galardonado por la propia sociedad, sea criminal. Los policías del lugar (un hombre mayor pragmático y una joven con sentido particular sobre el deber) llegan a métodos nada ordinarios para conseguir sus informaciones. El hijo del mafioso será un niño fuera de lo común al cual le gusta la música clásica, teme al abusador de su clase, sufre las exageraciones disciplinarias de un padre sin escrúpulos, manteniendo su inocencia.
Venganza sufre de un título infame que alejará a espectadores que crean que es otra cinta “palomera” como clasifican odiosamente los “reseñadores” al entretenimiento mal entendido. Si se explicara o se utilizara ese “orden de desaparición” que le da matiz y justificación a la trama, esa “fría persecución” del título original. Estamos ante una espléndida cinta de conjunto actoral. Neeson es un punto de partida para que se conjuguen ironías y confusiones que irán provocando toda una serie de muertes como tragedia de Shakespeare para que se cumpla el destino de un hombre condenado a la eterna soledad: por eso los padres victimados terminan viéndose las caras, ya sin esperanza, tal vez cuestionándose lo que vendrá para ellos…
El realizador Moland.

jueves, 21 de febrero de 2019

FALSIFICADORA


¿PODRÁS PERDONARME?
(Can You Ever Forgive Me?)
2018. Dir. Marielle Heller.


         Luego de haber escrito dos biografías de famosas celebridades (Miss Tallulah Bankhead, quien fuera popular actriz de teatro, ocasionalmente de cine -estuvo en Náufragos de Hitchcock-, famosa por sus vulgaridades, como el hecho de recibir a sus visitas mientras estaba sentada en el excusado, y Kilgallen, quien al contrario, fuera una periodista respetada y panelista constante en un programa de concurso por la televisión) en 1972 y 1980 respectivamente, alcanzando buenas ventas y excelentes críticas, la escritora Lee Israel (1939 – 2014) ya no pudo repetir su éxito, cinco años más tarde, con su siguiente biografía de la empresaria Estée Lauder. Cuando la conocemos en esta película, es 1991 y tiene un empleo que pierde por su mal carácter. Discute con su agente literaria Marjorie (Jane Curtin) porque no le consigue un contrato para escribir otra biografía, ahora sobre Fanny Brice, estrella de Broadway quien fuera la inspiración para la comedia musical Funny Girl, a lo que la mujer le responde que a nadie le interesa en esos tiempos, que ella tiene graves problemas de relación, sin jamás haberle importado la promoción de sus libros previos.


         Y es que Lee Israel era una mujer sin gracia: pasada de peso sin rasgos bellos, alcohólica, abandonada por su pareja lésbica debido a su forma de ser, desconfiada de las personas a las cuales maltrataba por lo que no conseguía simpatía ni respuesta. Su único refugio era su departamento, por el cual tenía deudas, y su único soporte emocional era su gata ya vieja, con una docena de años. Insistente con la investigación sobre Fanny Brice, al estar investigando en la librería pública, se encuentra dentro de un libro, dos cartas mecanografiadas pero firmadas por la propia Brice. Se queda con ellas y decide venderlas en las librerías de segunda mano o de ediciones raras para que le compren una y le comenten que si fuera de otros nombres más buscados e importantes como Dorothy Parker, una de las escritoras sardónicas más importantes de los años veintes y treintas en los Estados Unidos, podría haber conseguido más dinero. De ahí le surge la idea de empezar a falsificar cartas y firmas. La cinta se ocupa de esta parte en la vida de una brillante escritora que perdió el rumbo.


         Su agente le comenta que al escribir sus biografías logra mezclar su voz con las personas a las cuales ha estado investigando y así es como la escritora se da cuenta que puede ser “más Dorothy Parker que Dorothy Parker”. Lee Israel no se cuestionó jamás la parte moral de sus actos. Para ella era una forma de causar dicha y contribuir a la continuidad de la fama de sus falsificados. Era un orgullo saber que contenía dentro de ella misma las ironías de la Parker o el cinismo de Noël Coward. Entró al juego del mercado que maneja correspondencias y papeles de grandes nombres acompañadas de cartas de autenticidad, a lo cual Lee, gracias a sus actividades, se preguntaba si estas cartas eran en realidad “auténticas”.


         La cinta también se ocupa de la relación que surge entre Lee y el exconvicto Jack Hock (Richard E. Grant), narcomenudista, al encontrarse en un bar. Jack, homosexual, sin hogar, siente el apoyo de la solitaria mujer, la cual, dentro de su misantropía, cree que puede darse la confianza entre ellos. Jack empieza a colaborar con ella en la venta de cartas cuando empiezan las sospechas, pero el hombre no tenía tampoco sustentos morales y surgen los engaños y las decepciones. La película nos habla de seres en situaciones desesperadas que deben salirse de lo convencional, de las reglas ciudadanas, para sobrevivir, aunque al mismo tiempo, sin conciencia de que sus acciones sean reprobables. De alguna manera, ayudan al mundo.

         Una película de grandes actores. Melissa McCarthy, extraordinaria comediante, aquí se pasa al drama serio (ya lo ha hecho previamente) y se ha topado con un papel que le permite el lucimiento total, la demostración de su gran calidad como actriz versátil: gestos, manierismos, tonos de voz. Richard E. Grant es uno de los prestigiosos actores británicos desde hace más de treinta años. La conjunción de ambos hace que la película brille. Si acaso, el hecho de encumbrar y crear empatía hacia una delincuente puede parecer manipulador y chantajista, en realidad, el cuestionamiento acerca de lo que es falso y verdadero, lo auténtico y lo falso, es el principal objetivo de la cinta, lo mismo que pretendía establecer la autobiografía de Lee Israel en que se basa esta película.

La realizadora Marielle Heller
dando indicaciones a Melissa McCarthy


        

viernes, 15 de febrero de 2019

UNA FAMILIA PECULIAR


UN ASUNTO DE FAMILIA
(Manbiki kazoku / Shoplifters)
2018. Dir. Hirokazu Kore-eda

         Con esta película, el realizador Kore-eda vuelve al tema que más disfruta y que ha permitido el reconocimiento de su carrera excepcional. De manera sublime y discreta, la cinta nos habla de una familia peculiar donde cada miembro desarrolla algún tipo de trabajo, pero complementan sus ingresos con robos a tiendas, sustrayendo objetos en sus empleos, realizando pequeños fraudes. Una noche de frío, Osamu viene con el jovencito Shota rumbo a casa, cuando se dan cuenta que una niña pequeña se encuentra afuera de su departamento, descuidada por sus padres. La llevan a su hogar, un lugar pequeño donde todo está amontonado, para que Nobuyo, su mujer, le exija que la devuelva porque ya no hay espacio ni pueden aceptar a nadie más. Al ir junto con Osamu para cumplir esta orden, se da cuenta que los padres de la niña, a la cual llaman Lin, discuten y se reprochan haberla tenido porque se han dado cuenta de su desaparición. Osamu y Nobuyo deciden volver con ella. Además de los mencionados, en la casa se encuentra la abuela Hatsue y la que parece ser hermana de Nobuyo, Aki. La queja inicial de Nobuyo toma un camino opuesto y se empieza a preocupar de Lin. Con el paso del tiempo, Lin se integra a los robos de hombre y jovencito.
         Kore-eda no da pistas. Uno tiene que imaginar la situación de estas personas. Osamu quiere que Shota le llame “papá” cuando uno ha pensado siempre que esa es la relación entre ambos. Nobuyo y Osamu están unidos por una pasión todavía ardiente. Aki trabaja en una casa de sexo donde se desnuda ante espectadores que están detrás de vidrios ahumados. Shota es un preadolescente que empieza a fijarse en senos y curvas de las mujeres. La abuela recoge una pensión de su marido y va a jugar al popular Pachinko donde hurta algunas de las bolas metálicas. Osamu trabaja en la construcción pero sufre un accidente por lo que permanece en casa. Nobuyo es empleada de una lavandería. Quien solamente sale de casa es Shota para realizar sus hurtos, a veces acompañado de Osamu y ahora de Lin.
         El cine de Kore-eda rinde tributo a otros grandes del cine japonés de antaño: la mirada a nivel de Ozu o los dramas personales de Naruse. La cinta resulta, por lo tanto, algo estática en cuanto no sucede nada espectacular en sus primeros dos tercios, sino que todos los sentimientos y emociones no se hallan a flor de piel, sino ocultos en los corazones. Es casi al final, cuando llega un hecho que desenlazará la realidad de este conjunto de individuos que se considera una familia, donde el espectador irá dándose cuenta de la verdad detrás de sus personas y relaciones. Kore-eda ha sabido construir su narración a través de pequeños hechos inmorales que se tornan naturales para estos seres a los cuales el destino ha reunido. No puede revelarse el final de la cinta, ni las explicaciones pertinentes, pero resulta impactante y llega a romper el corazón, más que nada por la sorpresa, por la idea de solidaridad y convivencia que puede darse dentro de un grupo alejado de la “buena” sociedad e inmerso en otra forma de ver la vida. Kore-eda deslumbra en esta cinta donde todo es apariencia: cada película suya es cada vez mejor y sus argumentos confirman que, aunque todo se ha dicho, siempre habrá formas distintas para seguir expresándolas. Alejada de toda convención y mostrando otra cara de la miseria, nunca llega al tremendismo ni a la histeria. Las películas de este maestro japonés quedan en la memoria: luego de haberlas visto vuelven con fuerza, se tornan entrañables y nos damos cuenta que son tan universales para este mundo en que vivimos. No es exageración: una verdadera obra maestra.
El maestro Hirokazu Kore-eda,
con la merecida Palma de Oro
ganada en Cannes 2018.


lunes, 11 de febrero de 2019

EL JUEGO DEL PURGATORIO


ESCAPE ROOM: SIN SALIDA
(Escape Room)
2019. Dir. Adam Robitel.

         Seis personajes son convocados para asistir a un cuarto de escape, donde los jugadores quedan atrapados para ir buscando pistas y datos para poder salir del mismo. En este caso, son seis cuartos interconectados con la terrible diferencia de que la amenaza es mortal si no se encuentra la forma de escapar de cada uno de ellos. La película toma como base otras series semejantes que hemos disfrutado en el pasado como Saw: juego macabro (Wan y otros, 2004 – 2017) o Destino final (Wong y otros, 2000 – 2011) o, al menos en el estilo, La noche del demonio (Wan y otros, 2010 – 2018). De hecho, la reciente entrega de esta última serie mencionada fue realizada por el director de esta intrigante y desesperantemente gozosa película.
         La cinta nos reúne con seis personajes muy diferentes: dos mujeres y cuatro hombres. A lo largo de la trama nos iremos dando cuenta que sus antecedentes se basan en la supervivencia y esta prueba es para llevar su ventaja hasta las últimas consecuencias. Muy disímbolos entre sí: una estudiante brillante pero tímida, una mujer excombatiente que se lanza a la aventura, un empleado apocado de supermercado, un hombre mayor sin grandes alicientes, un inteligente corredor de bolsa y un joven que es fanático de los cuartos de escape, famosos y abundantes en diversas ciudades de Estados Unidos (se dice que hay alrededor de diez mil en todo el país). Pasarán de un cuarto que empieza a calentarse terriblemente hacia un espacio con punto debajo de la congelación, para llegar a un cuarto de juegos que se encuentra cabeza abajo, posteriormente un sanatorio que revelará las verdades del pasado, luego otro lugar con sustancia venenosa y al final, un cuarto que se va estrechando, para aplastar y reventar todo lo que se encuentra a su paso.
         La cinta nos lleva, entonces, a un viaje de aceptación tras los miedos y recuerdos suprimidos gracias a situaciones donde la vida se encuentra en peligro y lo único que se desea es terminar con la pesadilla viviente. El gran interés reside en que se forma inicialmente una gran camaradería que se irá agotando mientras el tiempo pase y la realidad se vaya empeorando. No obstante, dicha aceptación llevará al sentimiento de culpa y el arrepentimiento. Podríamos decir que es una alegoría del purgatorio donde, acorde con el dogma, se vive un tiempo de transición para pagar pecados antes de merecer el cielo, o sea, la liberación.
         Según se va desarrollando la película nos damos cuenta que dicha alegoría se torna metáfora de una sociedad superior que se encuentra observando a la humanidad mientras va en busca de su propia destrucción: todo está planeado para el sometimiento, la aniquilación, la lucha entre semejantes. Con un ritmo adecuado, buen reparto, además de momentos angustiantes, con una narración inteligente que anticipa el horror para que la tensión permanezca durante todo el tiempo de proyección, la película ofrece una buena dosis de entretenimiento nada tonto y el inicio de lo que será una franquicia, al estilo de las admirables series mencionadas: otros universos maravillosos que sirven para escapar de la monotonía existencial como estos personajes inmersos dentro de un rompecabezas fatalista.
Adam Robitel fue el realizador de "La noche del demonio: 
la última llave" (2018) y ahora nos entrega esta deliciosa joyita.

miércoles, 6 de febrero de 2019

LA TRAMA BONITA


GREEN BOOK: UNA AMISTAD SIN FRONTERAS
(Green Book)
2018. Dir. Peter Farrelly.


Peter Farrelly, mitad de la dupla de hermanos que nos dieron comedietas tan vulgares y repulsivas como Loco por Mary o Una pareja de idiotas (que parecía ser una referencia para ellos mismos) ahora, en solitario, desea redimirse con una cinta de aliento, enaltecedora de la fraternidad humana. Para ello se basa en una historia de la vida real donde el pianista Don Shirley contrató al violento portero de centro nocturno Tony para que fuera su chofer y, prácticamente, su guardaespaldas durante una gira que realizó en 1962 por los estados sureños, o sea, racistas.


Es otro retorno al mismo discurso ya gastado sobre los prejuicios de antaño que dieron lugar a la lucha por los derechos civiles. Ya sabemos que habrá desprecio por parte de los blancos: algún policía abusivo, la negación de acceso a un restaurante exclusivo o hasta a un retrete interior en la mansión de algún admirador cuyos principios eran más fuertes que el sentido humano. Don Shirley fue una eminencia en su género jazzístico, frustrado por no haber seguido dentro de la música clásica. Su personalidad era exquisita, letrada, elegante. El contraste con el rústico Tony dio lugar a que paulatinamente se fueran entendiendo: cada uno compartiendo sus realidades y, el mensaje de la cinta, mejorándose entre ellos mismos. La cinta muestra el proceso de unión y el cambio de actitudes de personas separadas por clase y raza cuyos estatus eran contrastantes en distintos polos del país. Sin embargo, no profundiza: hay una escena que muestra la homosexualidad de Shirley que queda solamente en el aire, sin que se elabore sobre su inclinación, ni sobre otras situaciones. Fue una historia real y aquí tenemos la versión dulcificada, quizás porque uno de los productores y guionistas es el hijo del verdadero Tony.


Es el retorno a la trama bonita donde el personaje considerado “menor” tiene gracia, talento y cualidades pero se le hace menos por la tradición y el sentido de superioridad supremacista y discriminadora: volvemos a los tiempos de ¿Sabes quién viene a cenar? (Kramer, 1967) donde el novio negrísimo de una chica blanquísima era una eminencia médica, provocando la desazón inicial de los padres de la muchacha. La película destaca por las actuaciones: Viggo Mortensen, gordo y descuidado, da vida al pedestre chofer que va dándose cuenta del valor de su empleador hasta que llega a la admiración. Por su parte, Mahershala Ali, excelente en otras películas, aquí se desborda y sobreactúa como afroamericano de clase y posición que se da cuenta de su inestabilidad emocional por no saber cómo manejar la fascinación que crea como artista al mismo tiempo que la negación vivida por motivo de su raza. Mención aparte merece la simpática Linda Cardellini como la esposa sumisa pero comprensiva de Tony.

Por esto la cinta atrapa al espectador habituado al mensaje obvio, predigerido, pero termina siendo otra pieza chantajista y repetitiva, alejada de, por ejemplo, El infiltrado del KKKlan, donde la finalidad era derrotar y humillar al feroz y dogmático defensor de su raza: aquí está presente la lástima. Tal vez por los odios que han proliferado en los Estados Unidos en los dos últimos años sea el motivo de que se busquen este tipo de temas para hacer comprender que todos somos seres humanos y se debe buscar la convivencia. Esto es lo que otorga premios sin pensar que es tema de moda, edificante pero engañoso, sobre todo con un director tan superficial y presuntuoso como Farrelly.

RAZONES DE PESO


ATENTADO EN EL ESTADIO
(Final Score)
2018. Dir. Scott Mann.

         El tema de una amenaza mortal contra los asistentes a un estadio ha sido el punto principal en varias películas dirigidas por excelentes cineastas. En 1977 Domingo negro dirigida por John Frankenheimer, narraba el pretendido ataque por el grupo terrorista Septiembre Negro a los Estados Unidos durante el juego de Superbowl (por este motivo fue prohibida en México: podría dar ideas a quienes quisieran atacar al Estadio Azteca, por ejemplo, ¡y esto fue en serio!). En 1995 Muerte súbita dirigida por el siempre subestimado Peter Hyams, donde el vicepresidente de Estados Unidos era secuestrado por un maleante durante un importante juego de Hockey, amenazando con volar el estadio. En ambos casos estaba casualmente un personaje clave, capaz de enfrentar a los villanos y lograr salvar la situación, como pasaba en la deliciosa serie de Duro de matar (1988 – 2013) con héroe infiltrado dentro de un espacio cerrado que servía para propiciar la esperanza. Este asunto tiene una nueva lectura en la reciente Atentado en el estadio que ocurre en Londres, durante un juego de británicos contra rusos.
         Knox (Dave Bautista) visita cada año a la viuda de un amigo suyo que murió en batalla y de lo cual se siente culpable. Al traer ahora dos boletos para un juego de soccer, Knox invita a Danni, la hija adolescente de este amigo. Con camuflaje, un grupo de rebeldes rusos capitaneados por Arkady (Ray Stevenson) entran al estadio, se apoderan del cuarto de seguridad, así como de toda comunicación interna y para el exterior, colocan cien cargas de explosivos en un ala del estadio y solicitan que se les entregue al hermano de Arkady, o sea Dimitri (Pierce Brosnan, en actuación corta y especial) del cual saben que asistiría a dicho juego. Un prólogo nos ha mostrado que en 2001, los hermanos Arkady y Dimitri fueron los líderes de una revuelta revolucionaria. Al notar que ya había muchos muertos sin posibilidad de triunfo, Dimitri desistió de sus fines por lo que fue asesinado y su hermano puesto en prisión. Arkady ha descubierto que Dimitri no murió sino que pactó con el gobierno británico para conseguir asilo. Ahora viene en su búsqueda.
         A partir de esta sinopsis se continua con amenazas, enfrentamientos, requerimientos que serán la parte que proporcione suspenso al espectador aparte de jugar con sus emociones. Ya sabemos muy bien que no habrá gran originalidad en lo que va a acontecer sino en cómo nos lo van a narrar, además de la consiguiente y obligatoria lección moral. También es de sobra conocido que estos argumentos no apelan al sentido común ni a la realidad absoluta: se manipula a la acción, se apoya en efectos especiales, se crean personajes extremos que viven en la maldad absoluta, sin piedad, contra los seres nobles que creen en la humanidad y en la obligación del sacrificio absoluto para redmirla. Si no se utilizara al cine como medio para crear aventuras maravillosas a través de la imagen (como pasa con la lectura usando la imaginación), sería aburrido y decepcionante librarse de estas oportunidades para modificar al mundo y nuestras realidades.
         Dimitri ha cambiado su rostro por medio de cirugías plásticas por lo que el reconocimiento facial a través de computadora no ofrece resultado. Entra en acción el inesperado fortachón que se ha enterado de las sangrientas intenciones del villano mientras buscaba a la adolescente que se le ha perdido por lo que se mezclarán dos historias de búsqueda y protección: ambos casos sobre familia. Arkady busca a un líder fracasado que prefiere su sacrificio a producir más muertes inútiles. Knox requiere salvar a la hija del hombre que murió por su responsabilidad personal para evitar otra muerte sin sentido. En el trayecto, habrá aprendizajes personales que le ofrecen al espectador razones de peso para seguir creyendo en la humanidad.
El simpático Amit Shah como ayudante
involuntario del fortachón Bautista
         Un ritmo subyugante donde el héroe muestra también limitaciones y vulnerabilidad. Dentro de las incongruencias de espacio y tiempo, el espectador se sumerge en el vértigo de las situaciones porque, saliéndose de estas coordenadas, las reacciones y las soluciones se sienten correctas aunque en un mundo real no podrían ser perpetradas de esta manera. Dave Bautista posee la simpatía de un Dwayne Johnson o Van Damme, con su tosca y gruesa figura, ahora como estelar solitario en lugar de acompañarse por los Guardianes de la galaxia. El extraordinario irlandés Stevenson se ha vuelto villano por antonomasia aunque siempre distinto y versátil. Hay un personaje secundario que ofrece humor y soporte a la acción: el joven asistente Faisal interpretado por un gracioso Amit Shah (a quien hemos visto en Un viaje de diez metros). Aparte, la película cumple con esa delicia para todo espectador apasionado: los villanos sufren y reciben su merecido antes de morir, para exorcizar todos los demonios de la realidad en que vivimos. Diversión magnífica.
Bautista, Brosnan y Stevenson
Pierce Brosnan con el director Scott Mann