REVOLUCIÓN
2010. Varios directores.
Como toda cinta omnibus, “Revolución”, colección de diez cortometrajes para comentar sobre el fenómeno social a cien años de su inicio formal, es irregular. Si se considera que no todos los realizadores son talentosos; que algunas historias son inanes; que las metáforas y las ironías no son siempre exitosas, se llega a un resultado que en su mayoría es soporífero.
Los cortometrajes son:
1- “La bienvenida” de Fernando Eimbcke
2- “Lindo y querido” de Patricia Riggen
3- “Lucio” de Gael García Bernal
4- “El cura Nicolás colgado” de Amat Escalante
5- “Este es mi reino” de Carlos Reygadas
6- “La tienda de raya” de Mariana Chenillo
7- “R-100” de Gerardo Naranjo
8- “30-30” de Rodrigo Plá
9- “Pacífico” de Diego Luna
10- “La 7th y Alvarado” de Rodrigo García
Religión, justicia social, prepotencia, crimen, migración, como temas tratados para decirnos que no tuvimos ventaja ni trascendencia. Las libertades son relativas. Los resultados de cien años aunados al desarrollo tecnológico y la evolución política, social y económica han traido retrocesos si le añadimos, además, la sobrepoblación (ya ven que somos 112 y medio millones en lugar de los 108 millones y que hemos crecido diez veces en cien años) y los fenómenos naturales. Así que la cinta fracasa desde el principio porque todo ha sido inútil. Lo que se narra es obvio. Destacan tres cortometrajes porque sus realizadores han demostrado su gran calidad y sus largometrajes han sido más contundentes para explicarnos nuestra realidad independientemente del paso de los años. No dedicaré espacio a hijos de papá prestigioso (García), ni a fallidos debutantes (Luna y García Bernal), a etiquetadas llamaradas de petate (Eimbcke y Riggen), y mucho menos a pretenciosos engañabobos que creen que el tedio, la fácil audacia, los efectos especiales y los elencos repulsivos son factores importantes del nuevo cine mexicano (Reygadas y Escalante, vomitivos siempre).
“La tienda de raya” mezcla consumismo, amores convenencieros y explotación laboral de manera brillante, elíptica. Una empleada de supermercado necesita dinero para arreglarse un diente, sus bonos de despensa no equivalen a nada, demanda al negocio pero el poder está casado con la justicia. Es despedida, un pretendiente la mira de lejos dejándola sola. La ironía se centra en ese posible enamorado que había sido el motor para conseguir el dinero que la "mejoraría" estéticamente.
“R-100” es indirecta y mucho más sugerente. Dos hombres: uno arrastra al otro que está sangrando, casi muerto. Están por la carretera. Deben ser delincuentes de alguna manera. Hay que buscar el medio de transporte para ir hacia la muerte o la recuperación, pero siempre con la misma vida porque no hay esperanza. Naranjo es extraordinario para filmar pistas e involucrar al público.
“30-30” es la más obvia, pero su contenido ácido y la liga del pasado con un descendiente supuesto de Pancho Villa (bueno, tuvo tantos hijos que eso no está fuera de la realidad) para demostrar la fatuidad, vacuidad e importamadrismo de los políticos que usan sociedad y recursos para su propia imagen sin que importe nada más que su persona. Un politiquillo (alcalde) guapillo artificial y cuarentón (que recuerda a quienes se encuentran en estado “prototelevisa”) dice más que mil palabras si parafraseamos al lugar común. Este cortometraje nos habla, tenebrosamente, de un posible futuro que nos espera.
Esta media hora vale la pena luego de casi dormirnos con los otros trabajos de gente que no tiene nada que decir pero representan, paradójicamente, aquello que están criticando y parodiando (la hegemonía de Luna y Bernal dentro de la industria; la sobreestimación de Reygadas), para darnos cuenta que la revolución merecía otro tipo de “homenaje”