PROMETEO
(Prometheus)
2012. Dir. Ridley
Scott.
COLOSIO: EL
ASESINATO
2011. Dir. Carlos
Bolado.
BLANCANIEVES Y EL
CAZADOR
(Snow White and
the Huntsman)
2012. Dir. Rupert
Sanders.
Prometeo nos devuelve a Ridley
Scott a los terrenos de Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979) con esa
atmósfera oscura y amenazante. En realidad viene a ser el antecedente de dicha
cinta aunque al principio no lo parezca. Dos prólogos separados por siglos
donde primero un ente extraño, musculoso-deforme, se sacrifica para crear la
vida sobre nuestro planeta. Luego, un grupo de científicos descubre una serie
de pinturas rupestres que dan a entender el origen de estos personajes:
deciden, entonces, ir en su busca al más recóndito de los posibles planetas.
Pasan más de dos años y ha llegado el momento en que una tripulación que se ha
mantenido en estado criogénico, al cuidado de un sofisticado robot llamado
David (Michael Fassbender, rubio, atractivo, versátil), despierta para que la nave
pueda llegar a su destino. A partir de este momento comienza el descubrimiento
de los verdaderos motivos de los seres que generaron a la humanidad; la
revelación de los armamentos que en realidad devendrían criaturas
indestructibles; la fatua ambición de la inmortalidad por parte de un personaje
viejo que representa a la sociedad en que vivimos (aunque la acción suceda en
las postrimerías del 2093).
Scott es un realizador talentoso e
inteligente. No se deja llevar por la salida fácil y su manejo de la acción
resulta turbulenta, inesperada, contínua. Como en tantas otras películas, sus
personajes femeninos son fuertes (Charlize Theron, bella y fría se contrapone
con la sueca Noomi Rapace, desangelada pero tenaz) y llegan a sobrevivir o morir, pero
nunca en vano. Scott es cuidadoso con la imagen porque los efectos especiales
son precisos: no se nota un error técnico. Recurre a la exageración narrativa
con la finalidad de mantener al espectador en el constante suspenso (a estas
alturas del cine de acción, cualquier persona que rechace extremos como una
cesárea exprés para que su víctima siga adelante con su misión, resultará ser persona boba amargada o ingenua: se parte de ficción y fantasía, no podemos
exigir lógica). Finalmente es una vuelta a los orígenes: tanto Scott como la
trama misma viene a ser un cierre explicativo aunque todavía exista otra serie
de interrogantes que quizás nos resuelva una secuela.
Prometeo, en la mitología griega era
un titán: ser gigantesco que quiso proteger al hombre, robó el fuego a los
dioses para brindarlo a la humanidad: por esto, fue castigado. En esta cinta
tenemos una gran ironía metafórica ya que el titán llega al grado de dar origen
a nuestra civilización para luego darse cuenta de que no contó con las
debilidades del producto - hombre. No obstante, Scott agrega un soplo de esperanza. El
robot David, mientras cuida a la tripulación dormida, juega, aprende y ve
películas del lejano pasado, entre ellas, la que es su favorita: muestra la
escena de Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) donde el personaje apaga un
cerillo entre un dedo y su pulgar: uno de sus compañeros intenta lo mismo y
exclama que le duele, a lo que Lawrence le contesta que “el truco consiste en
que no te importe que te duela”. Esto se convierte en una especie de regla para
el ser mecanizado que imita al humano por lo que éste a su vez adquiere una
lección de fortaleza. Extraordinaria película.
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Colosio:
el asesinato es otra película que, como los documentales Presunto culpable o De panzazo realiza una supuesta denuncia de la corrupción que se queda en
mera “anuencia” porque simplemente expone sin mayores expectativas. Narra su
teoría sobre los motivos del asesinato y la forma en que ocurrió el mismo desde
lo que siempre ha sido la explicación
usual que ofrece cualquier ciudadano: lo mandaron matar desde dentro del mismo
ámbito de altísimo poder. La película insiste en que es una “ficción” basada
desde los hechos reales. Se manda realizar una investigación privada paralela a
la oficial sobre el asesinato. Uno se pregunta los motivos de llevarla a cabo
porque finalmente resultará en el exterminio de los involucrados: pretexto
narrativo inútil como la cinta misma. ¿Qué va a pasar? ¿Reabrirán el caso?
¿Castigarán a los corruptos ex políticos? La cinta pudo llamarse “Fulano de
tal: el asesinato” y se llegaría a la misma cosa. El director Bolado “deslumbró
a sus cuates” con Bajo California: el límite del tiempo (1998) para luego
demostrar su pequeñez en Sólo Dios sabe (2005), una mescolanza de símbolos
religiosos y oníricos. Ahora entra a la acción seudopolítica y uno mejor sigue
llorando por la corrupción que nos inunda en este país donde nunca pasa nada.
Debe destacarse una buena ambientación y un reparto que va desde el estereotipo
(Giménez Cacho instalado en político corrupto pleno de lugares comunes) hasta
las presencias camaleónicas, maravillosas, intermitentes y efímeras (Harold
Torres, Karina Gidi, Gustavo Sánchez Parra).
(Harold Torres interpreta el rol de Aburto y otros sospechosos)
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Blancanieves
y el cazador es una interesante vuelta de tuerca al famoso cuento de los
hermanos Grimm. La jovencita es encerrada por su madrastra, asesina del padre
en noche de bodas, hechicera que se ha mantenido inmortal y cuyo destino reside
en la hijastra. Ahora la cinta se prende de la acción, la joven es guerrera
(Kristen Stewart), el objeto de su amor es el cazador (Chris Hemsworth) que se
enamora de ella, aunque como en todo cuento sobre clases sociales diferentes,
no se consuma el matrimonio como pasaba con el periodista Gregory Peck viendo
de lejos a la princesa Audrey Hepburn al final de La princesa que quería
vivir (Roman Holiday, Wyler, 1953). Una gran lección sobre el amor que vence a
la muerte, aunque la subtrama establezca que no viola las reglas entre nobleza
y proletariado. Charlize Theron en otra película estrenada poco antes de Prometeo para recordarnos que belleza y talento no son necesariamente opuestos.