domingo, 15 de septiembre de 2013

MÁS BIEN, EL DELIRIO...


 
 
SANTO VS.EL ESTRANGULADOR
1963. Dir. René Cardona.

 

   Con la imagen del Teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato, aunque luego, en otra toma, se indique que es cierto Teatro Variedades, propiedad de las hermanas Montes, Laura (María Duval) e Irene (Begoña Palacios) -quienes son la atracción estelar- surgen los créditos de la película.

 
Luego entramos, como los espectadores de la revista musical, a ver el número inicial que es Edith Barr (Lima, 1936: denominada en su tiempo como “embajadora turística” en su país).
 
 
 
Mientras tanto miran el espectáculo la envidiosa vedette segundona Lilian (Ofelia Montesco) al lado de otras dos tiples (Gloria Chávez y Mayté Carol, de quien sabemos que se llama Odette) y esta última explica que ya no actuará ahí porque tiene miedo que “El estrangulador” la mate. Más adelante sabremos que este personaje es "un maníaco que, por alguna causa desconocida, odia a las artistas teatrales".
Gloria Chávez y Mayté Carol
 
   Pero lo hemos visto en acción: al terminar Lilian su número musical (“Jazz negro”) y dirigirse Odette a su camerino (debe ser un teatro con mucho presupuesto al grado que cada bailarina tiene su espacio individual) encuentra una gardenia y luego un recado amenazante antes de ser estrangulada por el maníaco.
 
Mayté Carol estrangulada
 
Se pasa directamente a una lucha entre El Santo y un contrincante rubio para ser testigos de la pasión popular por el icono de la lucha libre. Corte al teatro donde Irene interpreta “Fiebre” entre jazz, mambo, twist.
 
Begoña Palacios (1941 - 2000)
 
Inmediatamente Alberto Vázquez (en el rol del cantante Javier, novio de Irene) canta “16 toneladas” en inglés, para ir
 
María Duval con los "boys"
 
al número de Laura que es “Una para todos” donde la intenta asesinar Marcos (Eric del Castillo), novio de Lilian, pero lo descubre un tramoyista por lo que desiste de su intención.

 
El Santo adelantándose al Skype, en una videoconferencia con Carlos López Moctezuma
 


     En todo ese tiempo se ha descubierto el cadáver de Odette y el Inspector Esteban (Carlos López Moctezuma) interroga a todas las personas involucradas. En ese momento va a ver a Santo para que le ayude porque está seguro que habrá más crímenes. Santo le responde que cuenta con él (“Ud. sabe Inspector que yo siempre estoy al servicio del bien y de la justicia”). Y así sigue la película (que tendrá una secuela llamada “Santo contra el espectro del Estrangulador” – filmada al mismo tiempo).


   Había debutado para el cine en 1958 (“Santo contra el cerebro del mal”, Joselito Rodríguez), El Santo tardaría tres años para retornar al cine (aunque en 1960 apareció la historieta de José G. Cruz que mostraba sus aventuras) 


dentro de la producción regular en los Estudios Churubusco para volverse en icono del cine nacional, figura de los años sesenta. Sus películas tenían mayor éxito en salas de barriada y a pesar de que “Santo contra las mujeres vampiro” (Alfonso Corona Blake, 1962) provocó ciertos comentarios en algún festival europeo, no se convirtió en “propiedad cultural” hasta los años del posmodernismo. Ahora todo mundo se declara amante de este personaje y de Tin Tan, sobre todo los jóvenes que nacieron cuando ya la popularidad había menguado y su afición es posterior en el tiempo.

 


   En realidad son malas películas: filmadas con bajos presupuestos y cuyas mayores cualidades residen en los repartos que las conforman y que, con el tiempo, han tomado otras dimensiones. Las tramas son inverosímiles y sirven para darle un aura de heroísmo al personaje que lucha contra seres fantásticos (marcianos, zombies, vampiros) o contra villanos reales (asesinos, contrabandistas, personas enloquecidas).   
 

Roberto Cañedo (1918 - 1998) como el Estrangulador
 

   Así que hablar de “las mejores películas de El Santo” se vuelve discusión bizantina. Solamente se podrá comprobar acorde con los gustos personales de quienes discuten pero jamás podrá comprobarse la búsqueda estética, la calidad actoral del personaje, las intenciones de establecimiento de un icono. El único argumento final será el carácter de cuento moral, el ejemplo del bienhechor, el triunfo de la justicia. Se puede hablar del “delirio personal” que produce en el espectador, sea viejo o moderno (aunque sin dejar de lado la pretensión y la pose intelectualoide: “más oide que intelectual”).


La leyenda de una máscara, el icono de los años sesenta...

   Fui testigo de la exhibición de películas de El Santo en sala cinematográfica. Era cierto que cuando llegaban las escenas de lucha, el público comenzaba a gritar “Santo, Santo, Santo…”. Ya eran finales de los años sesenta cuando se exhibieron “Operación 67” y “El tesoro de Moctezuma” en programa doble, donde había que ver a Jorge Rivero como compañero del luchador.


Luego me tocó en los años setenta ver “Santo contra el Aguila Real” (que en algunas ocasiones se anuncia como “Santo contra la Tigresa” porque la coprotagonista es Irma Serrano). Quien escribe fue a verla porque salía la Serrano, pero además, porque Emilio García Riera había escrito en su comentario del “Excelsior” que Alfredo B. Crevenna era muy mal director de gatos ya que uno de ellos, que debería aparecer como muerto, se movía en la toma. Son de los muchos recuerdos del Cine Monterrey.
 

   Una de sus cintas cincuentenarias –“Santo contra el Estrangulador”- es la que me da pretexto para hablar de “El Santo”, porque me atrapa su elenco y no abusa de las secuencias de lucha libre (no son muchas ni extensas). Este “estrangulador” fue una pobre copia de “El fantasma de la ópera” donde Roberto Cañedo era “El gran Goudini”, un ventrílocuo y transformista cuya cara fue deformada por el vitriolo (ácido sulfúrico) que una vedette celosa le lanzó al despreciarlo. Ella fue su primera víctimas y esa fue la “causa desconocida” que el Inspector Villegas descubre más tarde en la película. Igualmente la gardenia “fresca, recientemente cortada” que dejaba ante sus víctimas es explicada por Santo: "esta flor, inspector, tiene dos significados, amor y muerte, esto puede ser una clave".
 
La Sonora Santanera: el cantante Juan Bustos al centro
 

   Al ocurrir en un teatro tenemos la ventaja de ver números musicales: La Sonora Santanera interpreta “La pachanga del football” (así viene en los créditos), con su voz principal Juan Bustos, acompañado de Silvestre Mercado, Andrés Terrones y su efímera cantante, posterior a Sonia López, la regiomontana Rosita Gómez, anteriormente Rosa Cejudo, locutora e hija de otro locutor llamado Juan Cejudo. Gómez dejaría al poco tiempo la agrupación musical para lanzarse como solista.
 
Andrés Terrones, Silvestre Mercado, Rosita Gómez y Juan Bustos:
Cantantes de la Sonora Santanera
 
Los discos de Rosita Gómez, solista
 
Además de las canciones interpretadas por el ídolo juvenil Alberto Vázquez, (muy alejado del arquetipo impuesto por los flaquitos Enrique Guzmán y César Costa), están María Duval y Begoña Palacios, dos estrellas del cine nacional que cantaban pero que no tuvieron carreras discográficas. No puede dejar de mencionarse a Ofelia Montesco que canta un “Jazz negro”, mostrando su bello cuerpo y expresa una inmortal frase para toda aspirante vanidosa: "Sí, es cierto que quiero ser estrella, porque soy joven y soy bella, y canto mejor que ésa" (refiriéndose a Begoña Palacios). Hace unos meses se cumplieron treinta años de su fallecimiento.
 
Ofelia Montesco (Grabowsky) cuando era actriz incipiente en su natal Perú
(10 de septiembre de 1936 - 16 de junio de 1983)
 
Eric del Castillo y Ofelia Montesco como amantes trágicos

   Como “gancho” para los públicos sudamericanos que todavía eran mercado importante para el cine nacional están la limeña Edith Barr, aprovechada por su paso por México (o quizás considerada por algún socio peruano del productor) y el niño Milton Ray (ecuatoriano) que en la película aparece como huérfano escapado de un hospicio que busca a Santo porque lo quiere como su papá. El Santo acepta, teniéndolo internado en una escuela de la cual sale para cantar en este Teatro Variedades una rara versión de “Por culpa del Bossa Nova”.

 Milton Ray, niño cantante ecuatoriano busca un papá en Santo

   Las producciones musicales son pobres pero divertidísimas. Al cantar Begoña Palacios “Fiebre”, hay un telón de fondo con palmeras y una hamaca entre dos árboles de utilería. Las “toneladas” de Alberto Vázquez muestran seis columnas con sendas bailarinas que les dan la vuelta. Al cantar María Duval, se añaden otras dos columnas, aunque con diversa ubicación mientras baila con sus cuatro danzarines. Luego, al volver a cantar Vázquez (“Cuando calienta el sol”) se usa el mismo telón que en la canción de Palacios, solamente con un falso balcón para dar a entender que es un hotel de playa. Milton Rey canta con un par de bailarinas que traen minifalda como si fuera vestuario de niñas pequeñas y con un carrusel de cartón al fondo como si fuera parte de una feria.

Alberto Vázquez tenía 23 años
 


   Además hay un ballet mixto con bailarines feos, que ya deberían andar en sus treinta años. Cumplen con sus malas coreografías y tal vez eran integrantes de grupos de danza. Aunque ya todos deben de andar cercanos a la ochentena y otros hayan muerto, es uno de los puntos a investigar del cine nacional: ¿quiénes eran estos “boys” o “girls” de las películas mexicanas? De años anteriores estuvieron entre ellos Roberto Cobo, su hermano Arturo, el Güero Castro y hasta el Loco Valdés.


Emma Arvizu (1924 - 1989) filmó varias películas y aquí resulta
ser una travesti, o sea, el disfraz del Estrangulador
 

Lo delirante de esta cinta ocurre cuando se descubre que la administradora del Teatro, interpretada por Emma Arvizu, es realmente el mismito Estrangulador, pero disfrazado como ella, que da lugar a una escena deliciosa: Santo le dirige la mano al rostro y por edición, quita una mascarilla dejando al descubierto a Roberto Cañedo con peluca femenina y su cara llena de maquillaje falso (semejante a plastilina) que muestra su deformidad, su rostro quemado. El hombre huye, es perseguido, cae de lo alto de la tramoya. La justicia ha triunfado.


En realidad no era Emma Arvizu, sino el Estrangulador

La escena final cuando Santo sale silenciosamente del cuarto donde están las hermanas Montes y el cantante Javier, permite que se escuche la siguiente frase: “Es un hombre... más bien, es una leyenda al servicio del bien y de la justicia...” para que quedara en suspenso la actuación del luchador hasta la siguiente película y la continuación del mito, la leyenda, el héroe popular.

El Santo (23 de septiembre de 1917 - 5 de febrero de 1984)