SANTO VS.EL ESTRANGULADOR
1963. Dir. René Cardona.
Con la imagen del Teatro Juárez de
la ciudad de Guanajuato, aunque luego, en otra toma, se indique que es cierto
Teatro Variedades, propiedad de las hermanas Montes, Laura (María Duval) e
Irene (Begoña Palacios) -quienes son la atracción estelar- surgen los créditos
de la película.
Luego entramos, como los espectadores de la revista musical, a
ver el número inicial que es Edith Barr (Lima, 1936: denominada en su tiempo
como “embajadora turística” en su país).
Mientras tanto miran el espectáculo la
envidiosa vedette segundona Lilian (Ofelia Montesco) al lado de otras dos
tiples (Gloria Chávez y Mayté Carol, de quien sabemos que se llama Odette) y
esta última explica que ya no actuará ahí porque tiene miedo que “El
estrangulador” la mate. Más adelante sabremos que este personaje es "un
maníaco que, por alguna causa desconocida, odia a las artistas teatrales".
Pero lo hemos visto en acción: al
terminar Lilian su número musical (“Jazz negro”) y dirigirse Odette a su
camerino (debe ser un teatro con mucho presupuesto al grado que cada bailarina
tiene su espacio individual) encuentra una gardenia y luego un recado
amenazante antes de ser estrangulada por el maníaco.
Mayté Carol estrangulada
Se pasa directamente a una
lucha entre El Santo y un contrincante rubio para ser testigos de la pasión
popular por el icono de la lucha libre. Corte al teatro donde Irene interpreta
“Fiebre” entre jazz, mambo, twist.
Begoña Palacios (1941 - 2000)
Inmediatamente Alberto Vázquez (en el rol
del cantante Javier, novio de Irene) canta “16 toneladas” en inglés, para ir
María Duval con los "boys"
al número de Laura que es “Una para todos” donde la intenta asesinar Marcos
(Eric del Castillo), novio de Lilian, pero lo descubre un tramoyista por lo que
desiste de su intención.
En
todo ese tiempo se ha descubierto el cadáver de Odette y el Inspector Esteban
(Carlos López Moctezuma) interroga a todas las personas involucradas. En ese
momento va a ver a Santo para que le ayude porque está seguro que habrá más
crímenes. Santo le responde que cuenta con él (“Ud. sabe Inspector que yo
siempre estoy al servicio del bien y de la justicia”). Y así sigue la película
(que tendrá una secuela llamada “Santo contra el espectro del Estrangulador” –
filmada al mismo tiempo).
Había debutado para el cine en 1958 (“Santo
contra el cerebro del mal”, Joselito Rodríguez), El Santo tardaría tres años
para retornar al cine (aunque en 1960 apareció la historieta de José G. Cruz que mostraba sus aventuras)
dentro de la producción regular en los Estudios Churubusco para volverse en icono del cine nacional, figura de los años sesenta. Sus películas tenían mayor éxito en salas de barriada y a pesar de que “Santo contra las mujeres vampiro” (Alfonso Corona Blake, 1962) provocó ciertos comentarios en algún festival europeo, no se convirtió en “propiedad cultural” hasta los años del posmodernismo. Ahora todo mundo se declara amante de este personaje y de Tin Tan, sobre todo los jóvenes que nacieron cuando ya la popularidad había menguado y su afición es posterior en el tiempo.
dentro de la producción regular en los Estudios Churubusco para volverse en icono del cine nacional, figura de los años sesenta. Sus películas tenían mayor éxito en salas de barriada y a pesar de que “Santo contra las mujeres vampiro” (Alfonso Corona Blake, 1962) provocó ciertos comentarios en algún festival europeo, no se convirtió en “propiedad cultural” hasta los años del posmodernismo. Ahora todo mundo se declara amante de este personaje y de Tin Tan, sobre todo los jóvenes que nacieron cuando ya la popularidad había menguado y su afición es posterior en el tiempo.
En realidad son malas películas:
filmadas con bajos presupuestos y cuyas mayores cualidades residen en los
repartos que las conforman y que, con el tiempo, han tomado otras dimensiones.
Las tramas son inverosímiles y sirven para darle un aura de heroísmo al
personaje que lucha contra seres fantásticos (marcianos, zombies, vampiros) o
contra villanos reales (asesinos, contrabandistas, personas enloquecidas).
Roberto Cañedo (1918 - 1998) como el Estrangulador
Así que hablar de “las mejores
películas de El Santo” se vuelve discusión bizantina. Solamente se podrá
comprobar acorde con los gustos personales de quienes discuten pero jamás podrá
comprobarse la búsqueda estética, la calidad actoral del personaje, las
intenciones de establecimiento de un icono. El único argumento final será el
carácter de cuento moral, el ejemplo del bienhechor, el triunfo de la justicia.
Se puede hablar del “delirio personal” que produce en el espectador, sea viejo
o moderno (aunque sin dejar de lado la pretensión y la pose intelectualoide: “más
oide que intelectual”).
La leyenda de una máscara, el icono de los años sesenta...
Fui testigo de la exhibición de
películas de El Santo en sala cinematográfica. Era cierto que cuando llegaban
las escenas de lucha, el público comenzaba a gritar “Santo, Santo, Santo…”. Ya
eran finales de los años sesenta cuando se exhibieron “Operación 67” y “El
tesoro de Moctezuma” en programa doble, donde había que ver a Jorge Rivero como
compañero del luchador.
Luego me tocó en los años setenta ver “Santo contra el Aguila Real” (que en algunas ocasiones se anuncia como “Santo contra la Tigresa” porque la coprotagonista es Irma Serrano). Quien escribe fue a verla porque salía la Serrano, pero además, porque Emilio García Riera había escrito en su comentario del “Excelsior” que Alfredo B. Crevenna era muy mal director de gatos ya que uno de ellos, que debería aparecer como muerto, se movía en la toma. Son de los muchos recuerdos del Cine Monterrey.
Luego me tocó en los años setenta ver “Santo contra el Aguila Real” (que en algunas ocasiones se anuncia como “Santo contra la Tigresa” porque la coprotagonista es Irma Serrano). Quien escribe fue a verla porque salía la Serrano, pero además, porque Emilio García Riera había escrito en su comentario del “Excelsior” que Alfredo B. Crevenna era muy mal director de gatos ya que uno de ellos, que debería aparecer como muerto, se movía en la toma. Son de los muchos recuerdos del Cine Monterrey.
Una de sus cintas cincuentenarias –“Santo
contra el Estrangulador”- es la que me da pretexto para hablar de “El Santo”,
porque me atrapa su elenco y no abusa de las secuencias de lucha libre (no son
muchas ni extensas). Este “estrangulador” fue una pobre copia de “El fantasma
de la ópera” donde Roberto Cañedo era “El gran Goudini”, un ventrílocuo y
transformista cuya cara fue deformada por el vitriolo (ácido sulfúrico) que una
vedette celosa le lanzó al despreciarlo. Ella fue su primera víctimas y esa fue
la “causa desconocida” que el Inspector Villegas descubre más tarde en la
película. Igualmente la gardenia “fresca, recientemente cortada” que dejaba
ante sus víctimas es explicada por Santo: "esta flor, inspector, tiene dos
significados, amor y muerte, esto puede ser una clave".
La Sonora Santanera: el cantante Juan Bustos al centro
Al ocurrir en un teatro tenemos la
ventaja de ver números musicales: La Sonora Santanera interpreta “La pachanga
del football” (así viene en los créditos), con su voz principal Juan Bustos,
acompañado de Silvestre Mercado, Andrés Terrones y su efímera cantante,
posterior a Sonia López, la regiomontana Rosita Gómez, anteriormente Rosa
Cejudo, locutora e hija de otro locutor llamado Juan Cejudo. Gómez dejaría al poco tiempo la agrupación musical para lanzarse como solista.
Andrés Terrones, Silvestre Mercado, Rosita Gómez y Juan Bustos:
Cantantes de la Sonora Santanera
Los discos de Rosita Gómez, solista
Además de las
canciones interpretadas por el ídolo juvenil Alberto Vázquez, (muy alejado del
arquetipo impuesto por los flaquitos Enrique Guzmán y César Costa), están María
Duval y Begoña Palacios, dos estrellas del cine nacional que cantaban pero que
no tuvieron carreras discográficas. No puede dejar de mencionarse a Ofelia
Montesco que canta un “Jazz negro”, mostrando su bello cuerpo y expresa una
inmortal frase para toda aspirante vanidosa: "Sí, es cierto que quiero ser
estrella, porque soy joven y soy bella, y canto mejor que ésa"
(refiriéndose a Begoña Palacios). Hace unos meses se cumplieron treinta años de
su fallecimiento.
Ofelia Montesco (Grabowsky) cuando era actriz incipiente en su natal Perú
(10 de septiembre de 1936 - 16 de junio de 1983)
Eric del Castillo y Ofelia Montesco como amantes trágicos
Como “gancho” para los públicos
sudamericanos que todavía eran mercado importante para el cine nacional están
la limeña Edith Barr, aprovechada por su paso por México (o quizás considerada
por algún socio peruano del productor) y el niño Milton Ray (ecuatoriano) que
en la película aparece como huérfano escapado de un hospicio que busca a Santo
porque lo quiere como su papá. El Santo acepta, teniéndolo internado en una
escuela de la cual sale para cantar en este Teatro Variedades una rara versión
de “Por culpa del Bossa Nova”.
Las producciones musicales son
pobres pero divertidísimas. Al cantar Begoña Palacios “Fiebre”, hay un telón de
fondo con palmeras y una hamaca entre dos árboles de utilería. Las “toneladas”
de Alberto Vázquez muestran seis columnas con sendas bailarinas que les dan la
vuelta. Al cantar María Duval, se añaden otras dos columnas, aunque con diversa
ubicación mientras baila con sus cuatro danzarines. Luego, al volver a cantar
Vázquez (“Cuando calienta el sol”) se usa el mismo telón que en la canción de
Palacios, solamente con un falso balcón para dar a entender que es un hotel de
playa. Milton Rey canta con un par de bailarinas que traen minifalda como si
fuera vestuario de niñas pequeñas y con un carrusel de cartón al fondo como si
fuera parte de una feria.
Además hay un ballet mixto con
bailarines feos, que ya deberían andar en sus treinta años. Cumplen con sus
malas coreografías y tal vez eran integrantes de grupos de danza. Aunque ya
todos deben de andar cercanos a la ochentena y otros hayan muerto, es uno de
los puntos a investigar del cine nacional: ¿quiénes eran estos “boys” o “girls”
de las películas mexicanas? De años anteriores estuvieron entre ellos Roberto
Cobo, su hermano Arturo, el Güero Castro y hasta el Loco Valdés.
Emma Arvizu (1924 - 1989) filmó varias películas y aquí resulta
ser una travesti, o sea, el disfraz del Estrangulador
Lo delirante de esta cinta ocurre cuando se descubre que la administradora
del Teatro, interpretada por Emma Arvizu, es realmente el mismito
Estrangulador, pero disfrazado como ella, que da lugar a una escena deliciosa:
Santo le dirige la mano al rostro y por edición, quita una mascarilla dejando
al descubierto a Roberto Cañedo con peluca femenina y su cara llena de
maquillaje falso (semejante a plastilina) que muestra su deformidad, su rostro
quemado. El hombre huye, es perseguido, cae de lo alto de la tramoya. La
justicia ha triunfado.
En realidad no era Emma Arvizu, sino el Estrangulador
La escena final cuando Santo sale silenciosamente del cuarto donde están
las hermanas Montes y el cantante Javier, permite que se escuche la siguiente
frase: “Es un hombre... más bien, es una leyenda al servicio del bien y de la
justicia...” para que quedara en suspenso la actuación del luchador hasta la
siguiente película y la continuación del mito, la leyenda, el héroe popular.
El Santo (23 de septiembre de 1917 - 5 de febrero de 1984)