GRAVEDAD
2013. Dir. Alfonso
Cuarón.
La primera secuencia de “Gravedad”
es espectacular. La cámara se mueve y uno se deslumbra con ese azulado planeta
Tierra que sirve de pronto como imagen de fondo o luego se aleja dependiendo
del ángulo. Hay acercamientos a los astronautas que trabajan en reparaciones de
unos satélites: hay tres personas pero solamente se centran en dos de ellos,
las estrellas Sandra Bullock y George Clooney. De pronto se les informa que
habrá unas ráfagas de desperdicios metálicos debido a la destrucción de un
viejo artefacto espacial. No pueden hacer nada y su nave queda destrozada, el
tercer astronauta muere (por eso no tuvo close
up; lo vemos con el rostro partido por la mitad). La mujer queda flotando
alejándose de su compañero: luego pueden reunirse. Una cuestión final hará que
ella sea la única que permanezca y que el hombre se aleje simplemente hacia la
nada.
Después de esta secuencia seremos
testigos de los inverosímiles procedimientos (no lo digo peyorativamente: es
una película y así debe de ser en este género, como un sueño, como personaje
invencible ante todo) que la mujer realiza al entrar a una vieja cápsula rusa
donde tiene una alucinación que da lugar al momento mejor y más inspirado de la
cinta, dirigirse a otra nave china y finalmente regresar al planeta. El “mensaje”
es obvio como “la belleza mató a la bestia” que nos gritaba fácilmente “King
Kong”: aquí estamos con “el hombre es insignificante ante el universo”, “la
soledad del infinito”, “el gran vacío espacial” y todo lo que usted desee.
La película es un despliegue
maravilloso de tecnología cinematográfica(Emmanuel Lubezki es uno de los grandes directores de fotografía contemporáneos). Permite que la Bullock siga
irradiando su simpatía y talento. Es una producción multimillonaria en los
tiempos cuando ya no se da oportunidad al experimento ni la audacia: ahora
sería dificilísimo que se produjera algo como “2001: odisea del espacio” y su aparente,
ambiguo final. Ya no se puede tratar el tema del hombre y la soledad frente a
la inteligencia artificial perversa. De ahí que la película se convierta en
otra cinta de aventuras que permita las imágenes finales donde la mujer pisa
tierra, casi la besa, deja la huella en la arena húmeda porque todo el tiempo
estuvo flotando. La gravedad del asunto no es tanto la falta de gravedad
corporal sino el resultado que cumple con esa ligereza, esa levedad. Y uno se
aburre luego de la primera secuencia.
El momento mejor de la cinta es
cuando una alucinación, un truco inconsciente, un resultado de la soledad y la
angustia hace que la mujer vea que su compañero, ya perdido, reaparece, rompe
el vidrio de la nave para introducirse. Su conversación hará que ella retome
fuerzas, recuerde procesos e instrucciones, además de recuperar el deseo de
sobrevivir. La forma en que está realizada sorprende y desconcierta: uno no puede
aceptarlo (la ventana se nota impecable) y lo va descifrando. Es un toque
fantástico que da idea de lo que pudo haber sido la película si tuviera otro
objetivo. Es un paliativo para la soledad (además que se agradece poder disfrutar de Clooney
por otros minutos).
Cuarón es el mejor de los “tres
amigos” donde el detestable Del Toro ha fracasado directamente y ha sido mejor
productor que creador; y González Iñárritu no ha dado una. Queda claro que sus
deseos eran tornarse en directores de Hollywood y Cuarón lo ha demostrado con
más eficiencia en sus producciones previas ya que satisface al espectador “menos”
exigente.
Nota:
Lo que queda en la mente de algunos espectadores (como es mi caso) son las
imágenes de la basura que viaja por el espacio. No contentos con contaminar
nuestro planeta, la misma tecnología nos ha llevado a amagar ese vacío con los
productos que ahora nos permiten tener una vida más cómoda: no importa llenar
ese espacio porque al fin de cuentas, es infinito: es la filosofía de quienes
usan y abusan de terrenos que dan lugar a los problemas meteorológicos que
vivimos sobre el suelo, donde hay gravedad.