EL LOBO DE WALL STREET
(The Wolf of Wall Street)
2013. Dir. Martin Scorsese.
ESCÁNDALO AMERICANO
(American Hustle)
2013. Dir. David O. Russell
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Martin Scorsese (1942) surgió a la fama en los años
setenta, misma década que es recreada en “Escándalo americano” donde hay una
referencia-homenaje: al aparecer el personaje del mafioso Tellegio que
interpreta Robert De Niro, hay una inserción mínima de “Buenos muchachos”, otra
de las grandes cintas de Scorsese con este actor, para darle un matiz juvenil
al ya septuagenario actor. El director ha incursionado en todos los géneros
(menos el cine del oeste) y ahora vuelve a la biografía fílmica con la historia
de Jordan Belfort, uno de los grandes estafadores del mercado bursátil. Repite,
además, a su estrella de cabecera en cinco películas: Leonardo DiCaprio.
La película nos introduce al mundo
de Wall Street. Jordan es un joven aspirante a corredor de bolsa que se da
cuenta que uno puede vender todo lo que desee, por medio de la estafa,
aprovechando las ilusiones de sus clientes: la especulación, el engaño, lo
prohibido de su profesión. Junto con su inteligencia, la unión con personas
semejantes, va creando un imperio que le hace ganar mucho dinero, lavarlo,
exportarlo a Suiza, hasta que llega la esperada decadencia.
Scorsese vuelve a hablar del poderoso
y su mundo inmoral. Si la gente se echa a perder por la codicia, la ambición y
todo lo que esto trae debido a su sentimiento de superioridad (nada más eche un
vistazo a nuestro alrededor político), debe denunciarse y hacerle entender al
público que debe cuidarse de los lobos con piel de oveja como cuenta la fábula
de Esopo. Ha sido una constante en su obra desde el paranoico “Taxi Driver”,
los hampones de “Buenos muchachos” y “Casino”, la pretenciosa aristócrata de “La
edad de la inocencia”, el abogado corrupto de “Cabo de miedo” o el solitario
maníaco Howard Hughes de “El aviador”
La cinta habla de los años ochenta.
Las acciones están supeditadas al momento histórico. La promiscuidad y el
imperio de la droga alrededor de personajes que anteponen el dinero a cualquier
manifestación humana. Era la etapa de los avances tecnológicos radicales y la
necesidad de la imposición económica: de ahí los sueños de opio para una sociedad
que requería vivir al día en ese paraíso artificioso. Perfecto escenario para
la explotación de los ingenuos.
Leonardo DiCaprio refuerza su
calidad actoral. En esta película tiene momentos excepcionales: simplemente con
la secuencia donde hace efecto una serie de pastillas que ha tomado y su
esfuerzo para llegar hasta su automóvil demuestra que aquel jovencito que nos
había deslumbrado en “¿A quién ama Gilbert Grape?” o el pistolero caprichoso de
“Rápida y mortal” no eran casualidades. A lo largo del tiempo se ha consolidado
a pesar que no se salva cuando le tocan malos directores ( Luhrmann en “Romeo +
Julieta” y “El gran Gatsby” o Danny Boyle en “La isla”), aunque los casos han
sido pocos. La misma calidad la
encontramos en el versátil Jonah Hill.
-2-
David O. Russell (1958) pertenece a
una generación desigual de directores norteamericanos que debutaron en los años
noventa: desde el extraordinario Alexander Payne (“La trampa”, “A propósito de
Schmidt”) hasta el innovativo Wes Anderson (“Viaje a Darjeeling”, “La vida
acuática”) y el pretencioso Darren Aronofsky (“Réquiem por un sueño”, la
estupidísima “El cisne negro”).
Paulatinamente Russell fue
colocándose en el gusto del público norteamericano y en el cine de los grandes
estudios después de sus primeros intentos independientes. A partir de la
irónica “3 reyes”, ha logrado crear taquillazos (“El peleador” y “Los juegos
del destino”) como sucede con su última cinta “Escándalo americano” que narra una
ingeniosa manera de estafar a los otros.
Irving (un extraordinario Christian
Bale) conoce a la joven Sydney (una estupenda Amy Adams) y ambos comienzan a
esquilmar inocentes prometiendo conseguir préstamos que jamás suceden a cambio
de una tarifa que no es reembolsable. Cuando son descubiertos por el ambicioso federal
Richard (un delicioso Bradley Cooper) deben cooperar en otra estafa para pescar
a políticos y luego a mafiosos, a cambio del perdón. El alcalde Carmine (un
camaleónico Jeremy Renner) es uno de los blancos a atacar sin que imaginen que
entrará de lado la mafia de los casinos. Por otro lado, la esposa de Irving es
una entrometida Rosalyn (una deslumbrante Jennifer Lawrence) que echa a perder
sus intenciones. Todo deberá resolverse de manera inesperada.
Estamos ahora en 1978 y tenemos otra
historia de estafadores con su propio método. Russell establece acciones
debidas a la época que se estaba viviendo y alrededor de la anécdota principal teje
una tela de pasiones amorosas: la lujuria del federal por la ambigua Sydney; el
amor convenenciero de Rosalyn por su marido Irving; la liga que se crea entre el
gordo y calvo Irving con su compañera de estafa, además de la amistad y aprecio
que siente por su víctima Carmine que niega lo inmoral de sus acciones porque
en realidad se siente una buena persona.
Así, la cinta destaca por estas
relaciones amorosas alrededor de una trama bastante magnética que nos recuerda,
de otra manera más compleja, a “El golpe” (Roy Hill, 1973), con toda la carga
emocional e histórica de un tiempo que fue singular. Por eso la película tiene
como logo inicial de la Columbia, el que se utilizaba por esos años. De hecho,
el estilo, las tomas fotográficas, algunas secuencias, están filmadas al puro
estilo del Hollywood de los años setenta en acercamientos a estrellas,
encuadres y edición. Los homenajes no se dejan esperar con los pies que nos
traen al Tony Manero de “Fiebre del sábado por la noche” (Badham, 1977) y la
música disco en el Studio 54, vestuarios, pelucas.
Nuevamente tenemos el juego del
poder alrededor de la eterna historia del gato y el ratón. Es curioso como dos
cintas tan diferentes toman en cuenta otros tiempos, misma temática (la estafa)
para darnos una visión de la sociedad norteamericana que ha dado lugar a
nuestra realidad actual. Ahí reside la mayor importancia porque da una idea de
la decadencia que se ha vivido: la deshumanización y el valor irredento hacia
la tecnología y lo material.
Finalmente, los adjetivos que les
expresé con cada uno de los actores se debe a que estamos ante uno de los
conjuntos más notables y talentosos de los estrenos recientes de Hollywood.
Bale, Cooper y Renner están impecables en sus roles. Adams es una actriz de
primerísimo orden y la versátil (jovencísima) Lawrence ha podido variar en sus
papeles pareciendo mayor a su edad y alcanzando logros increíbles. Bale aumentó
20 kilos y presenta una panza asquerosa que lo aleja de su atractivo Batman o
de su delgadísimo “El maquinista”.