martes, 21 de enero de 2014

¡GRANDES ACTUACIONES!


EL LOBO DE WALL STREET

(The Wolf of Wall Street)

2013. Dir. Martin Scorsese.

 


ESCÁNDALO AMERICANO

(American Hustle)

2013. Dir. David O. Russell


 
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            Martin Scorsese (1942) surgió a la fama en los años setenta, misma década que es recreada en “Escándalo americano” donde hay una referencia-homenaje: al aparecer el personaje del mafioso Tellegio que interpreta Robert De Niro, hay una inserción mínima de “Buenos muchachos”, otra de las grandes cintas de Scorsese con este actor, para darle un matiz juvenil al ya septuagenario actor. El director ha incursionado en todos los géneros (menos el cine del oeste) y ahora vuelve a la biografía fílmica con la historia de Jordan Belfort, uno de los grandes estafadores del mercado bursátil. Repite, además, a su estrella de cabecera en cinco películas: Leonardo DiCaprio.
 


            La película nos introduce al mundo de Wall Street. Jordan es un joven aspirante a corredor de bolsa que se da cuenta que uno puede vender todo lo que desee, por medio de la estafa, aprovechando las ilusiones de sus clientes: la especulación, el engaño, lo prohibido de su profesión. Junto con su inteligencia, la unión con personas semejantes, va creando un imperio que le hace ganar mucho dinero, lavarlo, exportarlo a Suiza, hasta que llega la esperada decadencia.



            Scorsese vuelve a hablar del poderoso y su mundo inmoral. Si la gente se echa a perder por la codicia, la ambición y todo lo que esto trae debido a su sentimiento de superioridad (nada más eche un vistazo a nuestro alrededor político), debe denunciarse y hacerle entender al público que debe cuidarse de los lobos con piel de oveja como cuenta la fábula de Esopo. Ha sido una constante en su obra desde el paranoico “Taxi Driver”, los hampones de “Buenos muchachos” y “Casino”, la pretenciosa aristócrata de “La edad de la inocencia”, el abogado corrupto de “Cabo de miedo” o el solitario maníaco Howard Hughes de “El aviador”



            La cinta habla de los años ochenta. Las acciones están supeditadas al momento histórico. La promiscuidad y el imperio de la droga alrededor de personajes que anteponen el dinero a cualquier manifestación humana. Era la etapa de los avances tecnológicos radicales y la necesidad de la imposición económica: de ahí los sueños de opio para una sociedad que requería vivir al día en ese paraíso artificioso. Perfecto escenario para la explotación de los ingenuos.
 


            Leonardo DiCaprio refuerza su calidad actoral. En esta película tiene momentos excepcionales: simplemente con la secuencia donde hace efecto una serie de pastillas que ha tomado y su esfuerzo para llegar hasta su automóvil demuestra que aquel jovencito que nos había deslumbrado en “¿A quién ama Gilbert Grape?” o el pistolero caprichoso de “Rápida y mortal” no eran casualidades. A lo largo del tiempo se ha consolidado a pesar que no se salva cuando le tocan malos directores ( Luhrmann en “Romeo + Julieta” y “El gran Gatsby” o Danny Boyle en “La isla”), aunque los casos han sido pocos.  La misma calidad la encontramos en el versátil Jonah Hill.
 


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            David O. Russell (1958) pertenece a una generación desigual de directores norteamericanos que debutaron en los años noventa: desde el extraordinario Alexander Payne (“La trampa”, “A propósito de Schmidt”) hasta el innovativo Wes Anderson (“Viaje a Darjeeling”, “La vida acuática”) y el pretencioso Darren Aronofsky (“Réquiem por un sueño”, la estupidísima “El cisne negro”).



            Paulatinamente Russell fue colocándose en el gusto del público norteamericano y en el cine de los grandes estudios después de sus primeros intentos independientes. A partir de la irónica “3 reyes”, ha logrado crear taquillazos (“El peleador” y “Los juegos del destino”) como sucede con su última cinta “Escándalo americano” que narra una ingeniosa manera de estafar a los otros.



            Irving (un extraordinario Christian Bale) conoce a la joven Sydney (una estupenda Amy Adams) y ambos comienzan a esquilmar inocentes prometiendo conseguir préstamos que jamás suceden a cambio de una tarifa que no es reembolsable. Cuando son descubiertos por el ambicioso federal Richard (un delicioso Bradley Cooper) deben cooperar en otra estafa para pescar a políticos y luego a mafiosos, a cambio del perdón. El alcalde Carmine (un camaleónico Jeremy Renner) es uno de los blancos a atacar sin que imaginen que entrará de lado la mafia de los casinos. Por otro lado, la esposa de Irving es una entrometida Rosalyn (una deslumbrante Jennifer Lawrence) que echa a perder sus intenciones. Todo deberá resolverse de manera inesperada.



            Estamos ahora en 1978 y tenemos otra historia de estafadores con su propio método. Russell establece acciones debidas a la época que se estaba viviendo y alrededor de la anécdota principal teje una tela de pasiones amorosas: la lujuria del federal por la ambigua Sydney; el amor convenenciero de Rosalyn por su marido Irving; la liga que se crea entre el gordo y calvo Irving con su compañera de estafa, además de la amistad y aprecio que siente por su víctima Carmine que niega lo inmoral de sus acciones porque en realidad se siente una buena persona.



            Así, la cinta destaca por estas relaciones amorosas alrededor de una trama bastante magnética que nos recuerda, de otra manera más compleja, a “El golpe” (Roy Hill, 1973), con toda la carga emocional e histórica de un tiempo que fue singular. Por eso la película tiene como logo inicial de la Columbia, el que se utilizaba por esos años. De hecho, el estilo, las tomas fotográficas, algunas secuencias, están filmadas al puro estilo del Hollywood de los años setenta en acercamientos a estrellas, encuadres y edición. Los homenajes no se dejan esperar con los pies que nos traen al Tony Manero de “Fiebre del sábado por la noche” (Badham, 1977) y la música disco en el Studio 54, vestuarios, pelucas.
 


            Nuevamente tenemos el juego del poder alrededor de la eterna historia del gato y el ratón. Es curioso como dos cintas tan diferentes toman en cuenta otros tiempos, misma temática (la estafa) para darnos una visión de la sociedad norteamericana que ha dado lugar a nuestra realidad actual. Ahí reside la mayor importancia porque da una idea de la decadencia que se ha vivido: la deshumanización y el valor irredento hacia la tecnología y lo material.

 
            Finalmente, los adjetivos que les expresé con cada uno de los actores se debe a que estamos ante uno de los conjuntos más notables y talentosos de los estrenos recientes de Hollywood. Bale, Cooper y Renner están impecables en sus roles. Adams es una actriz de primerísimo orden y la versátil (jovencísima) Lawrence ha podido variar en sus papeles pareciendo mayor a su edad y alcanzando logros increíbles. Bale aumentó 20 kilos y presenta una panza asquerosa que lo aleja de su atractivo Batman o de su delgadísimo “El maquinista”.