JAZMÍN AZUL
2013. Dir. Woody
Allen.
Jasmine (Cate Blanchett) en realidad se
llama Jeanette, pero prefirió cambiar su nombre por algo más romántico. Luego
de estar casada con un millonario que resultó ser un estafador ha viajado desde
Nueva York hasta San Francisco para vivir con su hermana Ginger (Sally Hawkins)
ya que se encuentra en la miseria absoluta. Encuentra un trabajo como
recepcionista de un dentista al mismo tiempo que estudia computación porque
quiere ser diseñadora de interiores. Detesta al novio de Ginger por vulgar y la
invita a una fiesta para que conozca otros partidos. Conoce a un diplomático
rico que se enamora de ella y llega a proponerle matrimonio.
Por otro lado, en el pasado Jasmine era
una dama de sociedad que vestía elegantemente. Confiaba en su marido y asistía
a fiestas con sus amigos ricos. Cierto día Ginger llegó con su primer marido
Augie porque habían ido a cobrar un premio de lotería. El marido de Jasmine les
prometió darle muy buen rendimiento en alguna inversión pero en realidad les
hizo perder su patrimonio ganado. Por tal razón, Ginger se había divorciado.
Cuando Jasmine se enteró de las infidelidades del marido que además le
amenazaba con dejarla, habló al FBI para denunciar sus engaños financieros.
Más de una cuarentena de títulos en su
haber y Woody Allen sigue deslumbrando con su discurso fílmico. Ahora tenemos
una trama que ocurre en el presente para ser cortada por situaciones del pasado
cuando la referencia es necesaria. Allen nos ofrece el retrato de una decepción
producida por la mentira que, a su vez, propicia el derrumbe personal. Jasmine
es una mujer que provoca su propia derrota. Casada con un estafador, vive una
existencia de ensueño y se niega a la realidad hasta que ésta estalla ante sus
ojos. Sin otra salida más que la ira, denuncia al marido para que llegue la
caída que indirectamente la arrastra hasta la ruina.
Jasmine es, además, una mujer vacía, sin
mayores atributos, ejemplo de docilidad y adorno casero. La esposa que organiza
fiestas de beneficencia, toma clases de yoga y pilates, entre otras. Recibe
regalos por su cumpleaños y acompaña al marido a reuniones o ciertos viajes
aparte de pasar el fin de semana en la casa playera. Vestidos, objetos,
comodidad y lujo. Al encontrarse sola, sin estos apoyos, no le queda más que
recurrir a su hermana que es la otra cara de ella: simple, divorciada, cajera
de supermercado, feliz de estar con un novio idéntico a ella en aspiraciones.
Y seguimos con la mentira, aferrándose
al pasado. Jasmine habla sola, recuerda lo que sucedió, evoca momentos de
brillantez, quiere recuperar un estatus ahora incalcanzable porque, además,
otra mentira se lo impedirá. Entre antidepresivos, alcohol y una cotidianeidad
insoportable, Jasmine no tiene más que esperanzas sin sustento y ningún otro
refuerzo emocional que le permita seguir adelante.
Se ha tomado la salida fácil de pensar
en “Un tranvía llamado Deseo” como el antecedente a releer por la película
cuando la única similitud reside en dos hermanas (que ni siquiera lo son:
fueron adoptadas por sus padres) en diferencia de circunstancias. No hay
tensión sexual ni tampoco una interacción que lleve a la locura: la respuesta
es diferente y tal vez Jasmine caerá en la prostitución o el manicomio debido a
ella misma, arquitecta de su propio destino.
Una cinta de reparto excelente aunque la
mirada se dirija siempre a la Blanchett en una caracterización de primera
categoría. Una fotografía delicada en pantalla ancha y color por el español
Aguirresarobe. La película todavía sigue en cartelera aunque habrá oportunidad
de disfrutarla en Cineteca Nuevo León dentro del programa de la Muestra
Internacional de Cine que iniciará este miércoles 8 de enero. Otra obra maestra de Woody Allen quien seguramente continuará deslumbrándonos hasta su último momento.