HABÍA UNA VEZ EN HOLLYWOOD
(Once Upon a Time in… Hollywood)
2019. Dir. Quentin Tarantino.
Así como empiezan los cuentos de hadas, es lo que viene a definir la más reciente cinta de Tarantino quien se va a una de las etapas más importantes y definitivas en la historia de Hollywood: 1969 fue el año en que se estrenaría Busco mi destino (Easy Rider, Dennis Hopper) para que el cine independiente sentara sus reales dándole paso a la figura del director o escritor que proponía los temas adecuados para las nuevas audiencias; también marcó el final de las grandes producciones, las musicales que fracasaban (El camino del arcoíris, Coppola y, sobre todo, ¡Hola Dolly!, Gene Kelly): la televisión iba adquiriendo nuevamente notoriedad y se tornaría en el refugio de los ídolos de la pantalla que ya iban envejeciendo o no eran del agrado de los jóvenes espectadores, además de ir alimentando en sentido contrario al cine con las estrellas que surgían de la televisión (Goldie Hawn o Sally Field, por ejemplo).
E insisto que es un cuento de hadas porque Tarantino nos propone la fórmula maravillosa que le dio notoriedad a Bastardos sin gloria (Inglorious Basterds, 2009) al cambiar la historia real para proponer otros caminos de lo que pudo haber sido: ahora, gracias a los héroes veteranos del Hollywood que fenecía, y ahí sí, sin remedio. Rick Dalton (Leonardo DiCaprio, fantástico) había surgido en una popular serie de 1958 para que años más tarde, se viera como protagonista de cintas con bajos presupuestos y papeles como invitado especial a algunos episodios de las series que estaban ahora de moda. Siempre lo ha seguido su doble de pantalla Cliff Booth (Brad Pitt quien confirma su atractivo) que también le sirve como chofer y guardaespaldas. Su decadencia lo tiene preocupado, más aún cuando un agente Marvin (Al Pacino) le propone filmar un espaghetti western en Italia “bajo la dirección del segundo realizador más importante del género: Sergio Corbucci”. (Hay que pensar que Tarantino le da el primer lugar a Sergio Leone).
Al mismo tiempo que nos enteramos de vida y obra de Dalton, se inserta una segunda historia, ahora de éxito: Roman Polanski y Sharon Tate (Margot Robbie) se han mudado como vecinos de Dalton. Éste lo menciona a Cliff cuando se topan carro a carro como el director con el cual todos quieren filmar luego de La semilla del diablo. Tate está apenas despuntando luego de haber aparecido en El valle de las muñecas (Mark Robson, 1967) y ahora tiene en las pantallas de cine Las demoledoras (Phil Karlson, 1968), lo que da lugar a una secuencia extraordinaria donde el personaje que interpreta a Tate, la mira y se asombra cuando asiste a una sala de cine para verse en la pantalla donde aparece la verdadera Tate: un momento en el cual la ficción se enfrenta con la realidad para recrear un momento que tal vez nunca existió y nos subraya que en este cuento, todos son personajes en una trama que ojalá hubiera sucedido.
Hay otro momento muy significativo donde Rick toma un descanso mientras filma su rol especial como villano en la serie Los Lancer donde el actor es James Stacey (Timothy Oliphant) quien lo ha recibido con regocijo. No obstante, en este descanso se topa con una niña actriz, seguidora del Método de Stanislavski – Lee Strasberg con la cual discute un libro que éste va leyendo y que habla de la decadencia de un actor, lo que pega en la realidad propia de Dalton quien sufre un relativo shock de identificación, depresión, pero luego, al ser reconocido por su perfecta actuación, todo lo olvida. Cliff, mientras tanto ha ofrecido un aventón a una jipi hasta un rancho que servía como locación de películas del oeste: ahí se da cuenta que el mundo ha cambiado. El dueño está ciego y vive complacido al lado de varios jipis a los cuales les ha permitido establecer su comuna. Un incidente servirá para redondear el episodio final de la película.
Pasan seis meses durante los cuales Rick adquiere cierta popularidad por varias cintas filmadas en Italia y Sharon Tate ya muestra un avanzado estado de embarazo. Lo demás no se puede describir pero será una sorpresa para quienes no lo esperan, pero conocen la historia de los crímenes de Charles Manson. Quienes desconozcan esta trama acerca del asesinato de Sharon Tate, la verán como una secuencia a la altura de lo que nos tiene acostumbrado Tarantino, extrema, cruel y gráfica.
La cinta es otro homenaje que realiza Tarantino a sus raíces cinefílicas y que lo muestra, como pasó con Almodóvar con su Dolor y gloria, en completa madurez. En la versión original (que es la que debería de verse solamente) no se subtitulan algunos comentarios de la radio o de la prensa donde se reconocen a títulos de cintas emblemáticas de 1969 (El hombre ilustrado, Jack Smight), pero hay muchas marquesinas que ofrecen el panorama de estos tiempos. Las referencias visuales de series de televisión en la proporción de pantalla adecuada o de otros programas en los cuales había intervenido Dalton (FBI o como anfitrión de Hullabaloo). Además, utiliza el logotipo de ese año que aplicaba la Columbia Pictures en sus películas. La dirección artística es impecable como todos los elementos técnicos. Tarantino reescribe la historia para rendir homenaje a una era que nos marcó aunque sea solamente en la pantalla: como niños que se van a dormir, nos cuenta un cuento para soñar, aunque al despertar, la realidad siga siendo tan terrible como siempre.