HONEY BOY: UN NIÑO
ENCANTADOR
(Honey Boy)
2019. Dir. Alma
Ha´rel.
Esta película fue escrita por Shia
LaBeouf como un ejercicio terapéutico para librarse de sus demonios acerca de
la relación con su padre. Narrada en dos tiempos: 1995, cuando el niño Otis
(alter ego del actor) tiene doce años, es actor emergente en la televisión, y
vive con su padre James en un motel californiano; y 2005 cuando ya Otis, en su
primera juventud, debe pasar por otro de tantos tratamientos de rehabilitación,
en este caso sobre manejo de la ira. Otis niño tiene a su padre, alcohólico y
drogadicto en recuperación, como representante. Es un tipo abusivo que le grita
y somete. Otis, ya mayor, más consolidado como actor, vive las consecuencias de
esa relación durante su niñez. La cinta nos muestra tanto la génesis de un daño
emocional y afectivo, como el proceso de exorcismo para alcanzar redención.
Uno como espectador comprende que
los antecedentes personales de James, que nunca son expresados abiertamente
sino que se sugieren por mínimos comentarios (pelear en la guerra, la cercanía
hacia las drogas) no le daban gran capacidad para comprender el significado y
la atención hacia un menor. La madre sólo está presente en la distancia. A
pesar de la cercanía con el hijo, James resiente y teme a que encuentre otra
figura paterna, como ocurre con Tom (Clifford Collins Jr.), miembro del
programa de “hermano mayor”, con el cual Otis se refugia… En el caso de Otis
adulto está la rebeldía, el enojo ante la incompetencia y el abuso, recibido de
manera callada, por el padre, aparte de que las demostraciones de afecto eran
sobre agresiones a lo que él consideraba cálido (la jovencita de la cual se
enamora, el hermano mayor rechazado, el pleito perenne con la madre).
Dulce y extraordinario Noah Jupe
No obstante, la cinta se siente más
indulgente que redentora, más autocomplaciente que liberadora. Al mismo tiempo
que se condena a un padre cuya conducta era tóxica, se le rinde tributo (en los
créditos finales hay fotografías de Shia y su padre, en la vida real). Una última secuencia muestra a Otis joven llevando a James en su motocicleta y a la siguiente escena, va solitario. Es esta
ambigüedad y ligereza lo que no convence en cuanto al discurso de denuncia y
supuesta liberación. Sin embargo, la gran cualidad de la película reside en el
dulce Noah Jupe, una de las mayores revelaciones infantiles de la década
pasada: al mismo tiempo que fuerza, presenta fragilidad. Hay toda una gama de emociones
que logra transmitir y con las cuales desgarra al espectador. Por cuestiones de
sensibilidad política (tenía 13 años al filmar esta cinta), solamente se
insinúa la relación carnal con la chica que se torna en su refugio sentimental,
con una carga erótica inocente. Él es la razón principal por ver una cinta que
en su totalidad resulta mediana.