sábado, 27 de febrero de 2021

CONTROL DE LA MENTE

 

POSSESSOR: CONTROLADOR DE MENTES

(Possessor)

2020. Dir. Brandon Cronenberg.

         La joven Holly se inserta un conector en su cráneo y sale hacia un restaurante donde toma un cuchillo y se dirige hacia un hombre al cual ataca con saña. Al terminar, se pone una pistola en la boca después de solicitar que la saquen del cuerpo. No logra apretar el gatillo: llega la policía, ella les apunta para ser acribillada de inmediato. En ese momento, Tasya (Andrea Riseborough) despierta de una sesión y pasa con Girder (Jennifer Jason Leigh) a una prueba de verificación de su equilibrio mental… Y es que Tasya trabaja para una compañía que asesina a control remoto. Su mente es implantada en otra persona a la cual manejará para alcanzar sus fines y que sea exterminada, lo mismo que sus objetivos. Tasya pasa unos días con su marido e hijo antes de encargarse de otra misión al poseer la mente de Colin Tate (Christopher Abbott) donde se encontrará con sorpresas en su desempeño.

         Una cinta de ciencia ficción que nos trae ecos de Días extraños (Bigelow, 1995) o eXistenZ (David Cronenberg, 1999) cuyas variantes también se referían al uso de la memoria o de los cuerpos de otros para llevar a cabo experiencias distintas. En este caso, la culpa se encuentra lejos de Tasya: es una asesina invisible porque se transforma en la máquina que mueve los actos de otros. No obstante, en la misión con Holly, hubo un simple debate de conciencias: no se llevó a cabo el suicidio de la asesina. Este tipo de variante o de inestabilidad científica se manifestará de manera más notable en el siguiente caso: Colin Tate tendrá la suficiente voluntad para luchar internamente con aquella de Tasya,

         Colin Tate deberá asesinar a su futuro suegro, el altivo y acaudalado hombre que lo humilla por aspirar a casarse con su hija Ava, quien será, además otra de las víctimas. Colin, poseso por Tasya, inicialmente lleva a cabo su actuación yendo a trabajar, conviviendo con Ava, aunque percibiendo pequeñas alucinaciones. Las imágenes de un video pornográfico mientras trabaja además de las relaciones carnales con la joven, le hacen “liberarse” parcialmente de su esclavitud mental. De esta manera, la trama se irá por un camino de luchas internas, de alternancia entre la supremacía de cada voluntad, donde todo deberá resolverse bajo ese control remoto de manipulaciones.

         El joven Cronenberg, en su segundo largometraje, rinde homenaje indirecto a su padre David, al volver a utilizar al cuerpo como medio de terror ajeno, de límites que pueden romperse involuntariamente, como era temática usual y congruente de un creador inteligente (aparte de la presencia de Jennifer Jason Leigh). En este caso, el tema se vuelve más vigente al hablarse de la vulnerabilidad del ser humano para ser poseído en sus actos y en su forma de actuar. Lo que en el pasado era la invasión de cuerpos por extraterrestres, en este caso, aún dentro de una ciencia ficción, se considera a la máquina como la principal operadora. No obstante, queda la esperanza de que prevalezca cierta voluntad personal. La trama no es esperanzadora ni se torna metáfora de bondades y dulzuras. Es el tono amargo acorde con los años en que estamos sumergidos.

El director Brandon Cronenberg, con su padre David.