EL HOMBRE DEL SÓTANO
(L’homme de la cave)
2021. Dir. Phillipe Le
Guay.
Simón (Jèrèmie Renier), arquitecto judío, vende un sótano de su edificio a un profesor retirado, Fonzic (François Cluzet), como almacén, para que guarde las pertenencias de su madre, recientemente fallecida. El hombre le paga directamente y se efectúa un contrato civil de venta. Sin embargo, Fonzic se muda al sótano, a pesar de que no se había contemplado como vivienda. Simón empieza a investigar sobre el pasado del hombre y descubre que su madre había fallecido diez años atrás y que la salida de la escuela donde enseñaba se debió a las ideas negacionistas y racistas del hombre. Al querer disolver la venta, Simón se encuentra con obstáculos legales. De esta manera, empieza, junto con su familia, a sufrir las consecuencias de la presencia del hombre en su edificio.
El realizador Le Guay escribió su guion basándose en un hecho de la vida real que le había ocurrido a un amigo en el pasado. La idea de tratar el asunto del “negacionismo” era interesante y bastante oportuno para los momentos del rodaje, en plena pandemia, ya que surgieron muchas personas negando la existencia del coronavirus, expresando que todo era una conspiración universal. No obstante, este negacionismo parte de la gente que refuta la realidad del holocausto judío. Todas sus variantes se derivan de estas premisas, sobre todo, ahora con la aparición de grupos neonazis, al ir desapareciendo, por el tiempo, los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial. El personaje de Fonzic, por ejemplo, se defiende de sus acusaciones al expresar que solamente hace preguntas que resultan incómodas, por lo que la gente le persigue: de esta manera, se siente víctima.
Lo más interesante de esta película es que muestra el efecto de este hombre, y sus ideas, sobre la familia de Simón. Hélène, la esposa de Simón, empieza a sentir temores y acusa a su marido de debilidad, al guardarse todo para sí mismo, sin haber investigado previamente a Fonzic. La hija de ambos, adolescente que se encuentra en la edad de la vanidad (los frenos dentales) y el romance (el enamoramiento hacia un primo), hace que caiga en la facilidad de palabra de Fonzic y también comience a dudar de la perversidad del hombre. Una reunión entre vecinos solamente sirve para que surjan ideas encontradas, que se torna metáfora de la democracia mal entendida. Y todavía, más impresionante, es un comentario que el padre de Hélène expresa al hablar de sus propios problemas: “una familia senegalesa se ha mudado a mi edificio y son un verdadero problema”, para dejar claro que, en realidad, todos somos racistas, en mayor o menor proporción.
El hombre del sótano no
es una cinta redonda, pero mantiene la atención. Todas las ideas que se han
comentado en esta reseña se encuentran dispersas a lo largo de la trama y el
espectador tiene que ir atando cabos, atrapando insinuaciones, interpretando
señales, para darle mayor sustancia al tema principal del negacionismo. La
cinta va avanzando hacia un final precipitado, que deja ambigüedad, queriendo
enfatizar la amenaza constante, siempre acechante, de quienes sienten tener la
verdad en sus manos y desean convencer con mentiras a una comunidad, para
cambiar la historia, para negar un pasado que sucedió. (Algo que vivimos cada
día en este México de la 4T). Lo que es muy disfrutable son las presencias de
Cluzet y Renier: dos actores que han demostrado su calidad desde muchos años
atrás y que aquí no resultan menos satisfactorios.
El director Phillipe Le Guay