MUERTE, MUERTE, MUERTE
(Bodies, Bodies, Bodies)
2022. Dir. Halina Reijn.
Un grupo de amigos veinteañeros se reúne en la imponente mansión del más rico de ellos, David, para pasar una noche de alcohol, drogas y juegos, mientras ocurre una tormenta. El lugar se encuentra alejado de toda civilización y el único contacto es el internet, el wi-fi, el celular. Sus conversaciones utilizan las frases usuales entre los jóvenes de su generación, la que vive el presente, la que disfruta de la riqueza de sus padres y el mundo se siente a sus pies. Al inicio, vemos a las jóvenes Bee y Sophie mientras se dan apasionados besos, celebrando su relación, antes de dirigirse hacia la mansión. Al llegar, encuentran a David con su novia Emma; a la retadora Jordan quien sugiere cierta atracción hacia Sophie; a Alice quien ha traído a Greg, su novio más reciente, al cual conoció por Tinder y contrasta con los demás porque es cuarentón. Se menciona que están desde el día previo y que los trajo otro amigo, Max, quien se fue luego de tener un pleito con David. Bee es la menos agraciada en lo económico, además de que su aspecto inofensivo y tímido es distinto al de los demás jóvenes. Todo va bien hasta que, al anochecer, deciden jugar a “Bodies, Bodies, Bodies”, donde uno de los participantes, por rifa, resulta ser el asesino designado, sin que nadie más conozca su estatus, quien deberá “matar” a los demás, hasta el aniquilamiento total. Entonces, se va la energía eléctrica y ocurre un asesinato real, como preámbulo de otras tragedias.
Mezcla de humor e intriga, estamos ante otra variante al estilo de Agatha Christie (“Diez negritos”) donde el sospechoso se encuentra entre los integrantes de un grupo reducido en un lugar aislado, pero adaptado a la “Generación Z” con sus peculiaridades y formas de pensar. Emma es actriz incipiente. Alice está lanzando un podcast para conseguir seguidores y fama. Dependen de su teléfono celular y están conscientes de su riqueza, por lo que la vida es simple, ya que todo está al alcance de la mano, pero que una vez que se encuentran solos, desconectados, sin esos accesorios cotidianos, que les sirven como refugio y defensa personal de la realidad, impera el caos. Es natural el uso de la droga y, en algún momento, nos enteramos de que Sophie acaba de salir de una rehabilitación. Ese primer cuerpo asesinado da lugar a que comience un enfrentamiento voraz. Será el motivo de que cada uno de los jóvenes, al sospechar del otro, exprese sus verdaderos sentimientos y vaya desenmascarando secretos y perversiones, además de la frivolidad y el descuido que trae consigo esa indolencia propia de su clase, sin que se imaginen circunstancias o consecuencias.
Segundo largometraje de la holandesa Reijn, actriz y guionista, ahora en Hollywood, luego del éxito de su título anterior (“Instinto”, 2019, rodado en Francia, visto en plataformas), con un elenco bastante competente, que resulta ser toda una sorpresa. Utiliza al cine de suspenso para generar un retrato, que no moraliza ni critica, de cierto sector de la juventud privilegiada. La fotografía es impecable (de Jasper Wolf, el cinematografista de “Monos”, 2019): la oscuridad dentro de la laberíntica mansión (una toma inicial muestra que es una edificación inmensa) hace que el espectador se sienta dentro del espacio, sin rumbo fijo, sin imaginar su localización interna. Como toda buena película, el guion tiene estructura brillante, los diálogos son divertidos y acordes con lo cotidiano, las implicaciones de lo que está sucediendo hacen que el espectador se emocione, intentando adivinar la verdad y, sobre todo, llega a un final sorpresivo, inesperado, bastante satisfactorio. Una de las mejores películas de este año.
La realizadora Halina Reijn