
THOR
2011. Dir. Kenneth Branagh.
Thor (el australiano Chris Hemsworth)


La película es un gran ejemplo de los avances de los efectos especiales en el cine; además, es otro capítulo en la larga serie de cintas con personajes de historieta (o héroes de televisión y radio) cuyos puntos altísimos han sido “El hombre araña” (Sam Raimi) e “Iron Man” (Jon Favreau) porque una característica que debe distinguirse es que, en la mayoría de los casos, se ha logrado empatar personajes con realizadores adecuados. La “Elektra” de Rob Bowman, “El castigador” de Jonathan Hensleigh o el caso de “Hulk” (la versión de Ang Lee), “El avispón verde” (Michel Gondry) y lo que se estrenará durante este verano de 2011: “Capitán América” (Joe Johnston, quien ya había filmado la subestimada “Rocketeer” años atrás), “La linterna verde” (Martin Campbell) o “Conan, el bárbaro” (Marcus Nispel), son casos específicos y significativos.

El ambiente de “Thor” con dioses noruegos, reyes y príncipes, requería una atmósfera de intrigas en la corte, de hijos que se rebelaban contra padres, de lenguaje que quería acercarse a Shakespeare y las tragedias del destino. Kenneth Branagh

Al llegar Thor a nuestro planeta, el ritmo y las sensaciones cambian. Todo es real, más cercano a nuestro entorno, aunque sea obvia la naturaleza de sueño y fantasía. Thor llega como ser humano y debe irse adaptando paulatinamente, en los pocos momentos que pasa en la Tierra, a las costumbres, pero más que nada a la sensibilidad. Si acaso hay una lección para los niños y jovencitos que ven la cinta recae en la humildad (Thor aprende a dejar de lado la soberbia que marcó su desgracia), pasando a la solidaridad (los amigos del héroe “bajan” para ayudarlo) y luego en la piedad (a pesar de los malos afanes de su hermano, lo quiere y perdona, aunque el destino era otro). No quiero que esto suene cursi, simplemente hay que ser claros que las historietas con héroes tienen (o al menos, tenían) el objetivo de asentar las cualidades y los valores del hombre. En otros tiempos, apoyaban a la imaginación y los dibujos impresos eran una mera introducción a lo que nuestro cerebro podía todavía complementar. Ahora quizás el alcance se haya modificado, pero es lo que uno sabe que encontrará en este género de películas.
También hay que notar la integridad del personaje heroico. Levanta la pasión de la joven científica y surge el enamoramiento, pero Thor nunca olvida su dignidad y clase, como aristócrata, en el trato a su dama.

El reparto tiene simpatía: es otra cualidad que apoya a la parte “fría” de efectos especiales e imágenes de destrucción. Ya queremos ver todo aquello que está siendo prometido y que se estrenará en los meses siguientes. Otra cosa que usualmente recomiendo (excepto en pocas ocasiones) es que se vea la película plana, en dos dimensiones, para que eviten la pérdida de brillantez de imagen. Finalmente, la tercera dimensión repite los mismos trucos de siempre y sale más caro el boleto.
