Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
miércoles, 15 de junio de 2011
LA IRA Y LA SENSATEZ
X-MEN: PRIMERA GENERACIÓN
(X-Men: First Class)
2011. Dir. Matthew Vaughn.
Aunque está exhibiéndose el 31 Foro de la Cineteca con títulos que deben ser espléndidos, aparte del Festival Mix que va desde la pornografía dura hasta el romance más sutil o cómico, luego de varios días sin ir a las salas de cine (solamente tenía al fiel DVD en casa y a desvelo), anhelaba una película de entretenimiento masivo, con acción y situaciones fantásticas que me llevaran a los niveles del incomparable soñar despierto. Hace poco, en el Facebook comenté que, afortunadamente, en la mayoría de las cintas espectaculares que se estrenarán este año o el siguiente, se estaba confiando en directores inteligentes para su realización. Michel Gondry con “El avispón verde”, Kenneth Branagh y su “Thor”, aparte de otros títulos que pronto verán la luz. Ahora le tocó al responsable de “No todo es lo que parece” (Layer Cake) o “Kick-Ass-Un superhéroe sin super poderes” (Kick-Ass), dos cintas que gustaron aunque pasaron rápidamente por las salas de cine aunque se pueden disfrutar (y valorar de forma debida) a través del cable o del disquito versátil.
Vaughn nos entrega una cinta-antecedente. Cuando las historias tienen éxito, sus creadores quieren irse hasta su génesis. Es necesario dar idea de los orígenes y empatarlos con el presente que nos las dieron a conocer. Así se muestran las características humanas que definen a los personajes. Si en la primera entrega de “X-Men” sabemos que Mystique es malvada, acá nos la presentan desde jovencita, con complejo de inferioridad, ciertos sentimientos bondadosos de los cuales se despoja ante la pasión amorosa que le despierta el ambiguo Magneto cuya madre judía fue asesinada por un tipo malvado, también mutante, durante los tiempos del nazismo.
La acción inicia en 1944. Xavier es un jovencito inmensamente acaudalado quien vive en su infinita mansión del estado de Nueva York. Erik, quien será el futuro Magneto, es un jovencito judío, polaco, quien es separado de sus padres y debido a la ira y la angustia demuestra sus poderes que desean ser explotados por un perverso Sebastian Shaw (Kevin Bacon en villano sensacional). Pasan 18 años para que Xavier sea egresado en genética y logre encontrar a gente como él; y Erik ande en busca de Shaw para vengarse del asesinato de su madre. El destino los reúne y los convierte en cómplices contra un villano para que surja su verdadera naturaleza luego de un enfrentamiento que está llevando al planeta a una posible guerra nuclear. Fue inteligente utilizar los tiempos de Kennedy y la tensión que se sintió en el mundo entero por los misiles rusos colocados en Cuba (como pretexto histórico), dejando a estos mutantes, dentro del vasto mundo de la ficción, como salvadores del planeta.
La película sigue una estructura sólida: luego de los prólogos, se pasa a la reunión de personajes, el encuentro de otros mutantes, el primer enfrentamiento con el villano para dar cuenta de la falta de control y de la juventud de estos seres para con sus poderes. El entrenamiento y la confluencia circunstancial para el cierre de trama, conexión con la historia que vendrá (y que ya conocemos) aparte de un final con ironía. El manejo de la acción que ha demostrado Vaughn se siente en la edición y el ritmo: no hay momento sin interés ni pausa que robe la atención. Los efectos especiales siguen asombrando con cada película que pasa y continúa.
Luego está el mensaje moral: Xavier logra extraer la paz que alguna vez sintió el lastimado Erick. Su poder mutante está sustentado por la mezcla de ira y apacibilidad. Con una simple secuencia de imagen sobreimpuesta que lleva a segundos de una infancia que sabemos feliz, se ha descrito la personalidad de un personaje que, con el tiempo, será terrible villano. Otro momento que tiene que ver con el juego de las apariencias permite que se conozca la vergüenza de la mutante azul con cuerpo escultural y un simple beso remueve (significando eliminar, suprimir) esa modestia que en realidad era complejo: surge la vanidad y la soberbia.
Un guiño de ojo al espectador fanático ocurre cuando Xavier y Erick buscan a otros mutantes: en un bar encuentran a Wolverine (Hugh Jackman, sin crédito) quien los manda al demonio cuando quieren reclutarlo: sabemos cómo se reunirá con el paso de los años. Por otro lado, una joven Mystique se transforma en ella misma con varios años de más, y vemos a Rebecca Romijn como ente seductor para el frío Xavier quien le había pedido más tiempo para tener sexo. Esto da lugar al beso.
“X-Men: primera generación” es otra muestra de la superproducción espectacular con discurso inteligente y lección moral. Que algunos espectadores se queden en lo aparente es una cosa; que el cinéfilo alcance a disfrutar aspectos interesantes detrás de la mera acción, debe ser lo que esperemos se repita en muchas otras cintas de este tipo que serán estrenadas durante el ardiente verano que nos envuelve.