viernes, 24 de agosto de 2012

RECUERDO Y OLVIDO




VENTANAS AL MAR
2011. Dir. Jesús-Mario Lozano

            Una película sobre el recuerdo y el olvido. Dos puntos de vista diferentes: mientras una pareja de viejos españoles descansa en Cozumel esperando la visita del hijo que se ha alejado de ellos, otra pareja de jóvenes mexicanos llega para disfrutar de su (aparente) luna de miel. Ambos se relacionarán para darse cuenta de sus limitaciones: la mujer de edad sufre con la amenaza de la demencia senil y no quiere que se olviden ni el amor ni sus palabras; el hombre joven desea alejarse de su presente y olvidarlo todo para reiniciar su vida con la mujer que es en realidad su amante.

            Emma (Charo López) es traductora. 
Su mundo, su vida, han sido las palabras. Al principio sabemos que debe terminar pronto el trabajo que tiene al frente. Joaquín (Fernando Guillén) es el marido,
político retirado, a quien le ha llegado la edad: el mar lo arrastra, se le debe salvar, porque ya no es el mismo de antes. Su vulnerabilidad queda demostrada y sus temores establecidos. Mauricio (Raúl Méndez) es un hombre casado, atento todo el tiempo al celular porque debe estar al tanto de su trabajo y familia. Explota cuando se entera que su mujer está enferma, que él no está a su lado y se preocupa, dentro de su pusilanimidad, por las apariencias. Ana (Natalia Córdova) es la amante perfecta porque conoce la situación de su hombre y sigue la corriente dentro de un mundo de conveniencia y costumbre. 
Cuando una excursión mar adentro produce resultados inesperados (debidos a la bebida, la confianza, la euforia), estalla la realidad.


            Los viejos han estado a la espera, ilusionados en que verán a su hijo para volver a abrir un capítulo que suponemos habían cerrado. Una manera de dejar todo en paz. Los jóvenes imaginan otra etapa en sus existencias: igualmente a la espera, aunque con otro tipo de barreras; llegará el momento de quitarse las máscaras: no tienen futuro, nunca lo han tenido. Así convergen (los planes, las esperanzas) y luego se bifurcan (la unión amenazada, la desunión presagiada) los caminos de ambas parejas. Alrededor de todo está el destino: la furia de los dioses en esta metafórica isla maya con su hermoso mar caribeño y las mujeres que descienden de ese pasado fatalista. No se deja de lado al deseo ni al anhelo del mismo. Los viejos descubren accidentalmente a sus jóvenes vecinos de cuarto mientras hacían el amor en su terraza, a lo que reaccionan riendo. Más tarde, Joaquín ingresará al cuarto de los jóvenes para oler las sábanas, luego el calzoncito de Ana. Tampoco la culpa: Mauricio se ahoga literalmente y sueña que la habitación se inunda, mientras que Emma se anticipa y conduele porque no estará presente cuando le suceda algo a su viejo amado como ha ocurrido con el accidente en la playa.

Ventanas al mar es el tercer largometraje de Jesús Mario Lozano 
quien ya muestra la depuración técnica y el dominio del medio, gracias a la experiencia. Su primer largometraje Así, era un impresionante y peligroso ejercicio de estilo que podía haber caído en el aburrimiento y la repetición sin sentido de 32 segundos cotidianos en la vida de un joven artista, y sin embargo, deslumbraba. 
Al segundo Más allá de mí, solamente lo conozco en una copia de trabajo que permitía, al menos, darse cuenta de otra forma de narrar dentro de una trama que era bastante limitada, con el tema de la amistad y otros tintes (políticos, por ejemplo). 
Ahora ya se puede asegurar que Lozano (dentro del cine mexicano que debe filmarse) ha estado buscando su propia voz, sin caer en la imitación de otros modelos, expresando aquello que lo mueve en su interior.

            Para los ojos de este viejo que pudo vivir momentos maravillosos de juvenil cinefilia le resulta curiosa la manera en que los tiempos se repiten y se enlazan con nuevos ciclos. Escucho a Charo López traducir del italiano y mientras veo la película, me llega la referencia a Antonioni y su cine de personajes plenos de angustia o frustración: me lleva al mar de “La aventura”, el acercamiento al Pavese que no admite soluciones obvias, los finales indefinidos que en realidad son definitivos. El hecho de que el mismo cine nos devuelva la experiencia del sentimiento inteligente se debe a personalidades sensibles. Y se agradece.