domingo, 16 de septiembre de 2012

LEVANTAR LA MANO


CARLOS RIVAS (1928 – 2003)
Primeros años en el cine mexicano


En una entrevista realizada en el año 2001, Carlos Rivas contó que estaba en un bar de la Ciudad de México cuando un tipo llegó, preguntó  si alguien hablaba inglés y él levantó la mano. Se le acercó y comentó que andaba buscando un actor a lo que Rivas respondió que “siempre lo había sido” cuando no era cierto. Le dio su tarjeta y le dijo que el trabajo era suyo; Rivas la tomó y se olvidó del asunto. Tiempo después la encontró en su abrigo y llamó: tuvo suerte porque apenas estaban a la busca de su suplente.

De esta manera entró a la filmación de la cinta del oeste Furia en el paraíso (Fury in Paradise, George Bruce, 1953), coproducción entre México y Estados Unidos, con un presupuesto miserable, para el lucimiento de un actor bastante secundario de Hollywood llamado Peter Thompson. En el reparto estaban Rebeca Iturbide, anunciada como Rhea Iturbi, Fanny Schiller como Fran Schiller, Claudio Brook que se tornó Claude Brooks. Una anécdota que añadió es que todos le decían en el set de filmación que su inglés era perfecto sin saber que era su lengua original ya que había nacido en Odessa, Texas, de padre alemán (su nombre verdadero, Óscar Karl Weber) y madre mexicana.

La cinta, oscurísima, al grado que es inencontrable, le permitió alcanzar muchas oportunidades en nuestra industria fílmica. Alto, moreno, bien parecido, y con apenas 25 años encima, al año siguiente estaba en La vida tiene tres días (Gómez Muriel, 1954), para inmediatamente pasar al rol estelar masculino en De carne somos (Gavaldón, 1954) y un episodio, también estelar, de Amor en cuatro tiempos (Spota, 1954), aparte de aparecer en otra coproducción con Estados Unidos: “El monstruo de la montaña hueca” (Nassour e Ismael Rodríguez, 1954). Todo filmado en México, producciones importantes que fueron el trampolín para Hollywood.


La vida tiene tres días lo presenta como José, un mecánico enamorado de la pueblerina María (Silvia Pinal) quien desea irse a la capital para dedicarse a la música. Luego del paso de los años, de una fallida aventura que María tiene en el Distrito Federal, ésta regresa para casarse con José.


En De carne somos, interpreta a Mario, aspirante a dramaturgo del cual su vecina Linda (Marga López) se enamora perdidamente, al grado de prostituirse para cuidarlo, alimentar sus ambiciones y hacer que logre el sueño de estrenar su obra teatral para encontrarse con la incomprensión de su amado.


Amor en cuatro tiempos es una película que presenta sendos  casos de amores sólidos o apasionados que llevan a la tragedia o a la entrega definitiva. En su caso, la anciana costurera Marga (Marga López) recuerda que cuando era tiple de fama se enamoró del tenor Carlos quien tuvo que partir a la Revolución por lo que su amor no se consumó hasta años después cuando lo reencontró ciego y con el rostro desfigurado.

Dos años más tarde vuelve para dos melodramas: La ciudad de los niños (Martínez Solares, 1956) y ¿A dónde van nuestros hijos? (Alazraki, 1956), luego de haber aparecido en “El rey yo” (Lang, 1956), como el enamorado joven de la princesa Tuptim (Rita Moreno) y otras producciones menores en Hollywood, entre ellas una con Errol Flynn.


La ciudad de los niños es una fantasía basada en la creación de la verdadera institución en Monterrey por el padre Carlos Álvarez (quien siempre levantaría muchas polémicas y comentarios suspicaces) donde Rivas tiene un rol incidental como sacerdote que ayuda a un niño judío.


En el melodrama ¿A dónde van nuestros hijos?, basada en la obra teatral “Medio tono” de Usigli, se quiso dar una visión del progreso ruizcortinista con los multifamiliares y la vida urbana. Carlos Rivas aparece como Eduardo, periodista pobretón, católico y honrado que aspira al amor de Gabriela (Ana Bertha Lepe) quien está comprometida con un tipo rico para sacar de problemas a sus padres. Sin embargo, al final triunfa el amor.


En el período 1958 a 1960, Rivas tendrá seis apariciones diversas e importantes en nuestro cine. Fuera del país aparecerá en “Lo que no se perdona” de John Huston y en diversas series de televisión. En México estará en el díptico Pueblo en armas y ¡Viva la soldadera! (Contreras Torres, 1958); luego en Sonatas (Bardem, 1959) y ¡Yo sabía demasiado! (Bracho, 1959), para terminar la década con un papel de galán de Marina Camacho en la serie de episodios de los Estudios América: La máscara roja y Matar o morir (Peón, 1960).


Como Gorgonio, peón de hacienda, que se lanza a la revolución luego de sufrir humillaciones aparece en Pueblo en armas para luego alcanzar importancia como oficial dentro de la bola en la secuela ¡Viva la soldadera!, cintas con las cuales el pionero Contreras Torres terminaría su carrera fílmica en México.

Al año siguiente, salió en la segunda parte de Sonatas como otro cabecilla de renegados que ayudaba escapar al Marqués de Bradomín. 


En ¡Yo sabía demasiado!, era el periodista Ricardo que ayudaba a la secretaria Ana (Ana Luisa Peluffo) a escapar de unos hampones que buscaban cierta grabación comprometedora.


Y finalmente en 1960, aparecería como el comisario de un pueblo, novio de la heroína de la cinta, justiciera que aparecía con una máscara roja (Marina Camacho) en su lucha contra la injusticia.


Carlos Rivas volvería a México en otras ocasiones. Haría cintas con roles cada vez menos importantes (como sería el caso de El cuarto chino (Zugsmith,1966), ridícula e incoherente película cuyo terror y suspenso se transformó en comedia de carcajada) pero la etapa mencionada corresponde a su extraño esplendor. Un actor surgido de un accidente, que alcanzó el triunfo por su apostura y presencia (en realidad no era un gran actor: más bien, estrella) dentro del tipo latino por lo que Hollywood lo abrazó para sus fines. Todo un caso. Había que rescatarlo para posteriores investigaciones.