AMERICANO
2011. Dir.
Mathieu Demy.
I
Americano
puede leerse de dos diversas maneras. La más simple, que será común a la
mayoría de los espectadores, es lineal y limitada por la trama de la
película: Martín, un joven francés recibe la noticia de que su madre ha muerto
en Los Ángeles. Separado de ella desde pequeño, piensa que nunca le importó y
al enterarse que ha dejado su departamento a una chica mexicana que la visitaba
y que era su vecina, desde pequeña (de la edad de Martín), decide ir en su
busca a Tijuana donde la encuentra prostituida. Luego de muchas peripecias
descubre la verdad.
La película entra al género de
aventuras, con casualidades impensables. El contraste entre la vida inicial de
Martín, en pareja, con problemas usuales (que luego nos enteramos se deben a
esa inestabilidad emocional por el alejamiento de la madre) para pasar a su
rechazo a Estados Unidos y lo que le representa (incluida una tía, interpretada
por la avejentadísima Geraldine Chaplin) llegará a una etapa extrema al
descender al inframundo tijuanense, en ese cabaretucho llamado “Americano”
donde trabaja la ahora desnudista Lola (Salma Hayek, en el tipo de rol que la
dignifica).
II
Una segunda lectura, más rica, se
desprende de la cinefilia del espectador. Demy, en su primer largometraje como
director, utiliza a su familia como antecedente, homenaje, complemento.
Demy es
hijo del realizador Jacques Demy (1931 – 1990) a quien debemos una de las
filmografías más bellas surgidas de la Nueva Ola Francesa en adelante (“Lola”, “Los
paraguas de Cherburgo”, “Piel de asno”, entre muchas); y de la directora belga
Agnès Varda (1928, todavía viva y activa en su oficio), a quien se debe una
precursora del mencionado movimiento (“La Pointe-Courte”, 1955) y la fascinante
“Cleo de 5 a 7” como antecedente de una serie de títulos apasionantes.
Varda y Demy estuvieron en Los Ángeles
a finales de los años sesenta donde filmaron sendas películas. Posteriormente,
durante un período de separación momentánea (a principios de los ochenta,
porque duraron casados hasta la muerte del cineasta)
Varda retornó y filmó su
cinta “Documenteur”, en 1981, donde narraba la historia de una mujer separada
de su marido que se iba con su pequeño hijo a vivir a otra parte. Mathieu Demy
fue el protagonista, como niño de 8 años en dicha película. Aquí introduce
segmentos de la cinta como recuerdos de su niñez: él mismo Mathieu niño,
aparece como este mismo Martín niño. Una cuestión fantástica.
Jacques Demy, por su parte, filmó “Lola”
(1961) donde su protagonista era una mujer (Anouk Aimée)
que se volvía obsesión
para un joven hombre. Ella era bailarina que se prostituía para cuidar a su
pequeño hijo porque esperaba el retorno del soldado americano que la había
embarazado. En 1964, Demy revivió al personaje del joven como un rico mercader
que se casaba con la embarazada Geneviève (Catherine Deneuve). Posteriormente,
en “Las señoritas de Rochefort” (1967), se daba noticia de la muerte de Lola,
aunque se le recuperaría como personaje también prostituido en 1969 en “Tienda
de modelos”
filmada en Los Ángeles, con el retorno de la actriz original en el papel. Lola siempre fue un personaje elusivo,
fugaz, difícil de atar a tierra.
Con las referencias fílmicas, esta
lectura se vuelve más rica porque sabemos que Demy nos habla de una saga
familiar: recupera dos personajes de la cinta de su madre y al personaje que
debe buscarse y atrapar lo llama como a la siempre fugitiva e inalcanzable Lola
de las cintas de su padre. De esta manera, Demy construye una metaficción que
da pie a la construcción de un personaje: el hijo que cuestiona el amor de su
madre en favor de una persona que no tenía ninguna ligazón familiar y el
descubrimiento, a través del engaño, que ha vivido indirectamente esa fugacidad
de Lola como pretexto para que se encuentre la verdad. En un final que es digno
de su padre por la ternura y el sentimentalismo estructurado, sin concesiones,
que impartía a sus propias cintas, uno se asombra de que todavía haya otras
formas de narrar.
Uno debe reconocer la inteligencia y
el ingenio de Mathieu Demy
también autor del argumento (que luego adaptó con otras dos personas) para construir una metaficción sobre elementos de una película (materna) y de un personaje (paterno) para dar lugar a otro personaje entrañable: Martín Cooper. La atmósfera de la película oscila entre una realidad francesa, un pragmatismo norteamericano y esa irrealidad – surrealidad mexicana. El romanticismo europeo, donde conocemos el problema de pareja de Martín y la relación con su padre; el hastío norteamericano al reencontrar un pasado que no le conmueve; el infierno mexicano donde hay pecado, mentira, personajes inencontrables en otros lugares pero que permitirá que surja la verdadera Lola, vuelta a morir.
también autor del argumento (que luego adaptó con otras dos personas) para construir una metaficción sobre elementos de una película (materna) y de un personaje (paterno) para dar lugar a otro personaje entrañable: Martín Cooper. La atmósfera de la película oscila entre una realidad francesa, un pragmatismo norteamericano y esa irrealidad – surrealidad mexicana. El romanticismo europeo, donde conocemos el problema de pareja de Martín y la relación con su padre; el hastío norteamericano al reencontrar un pasado que no le conmueve; el infierno mexicano donde hay pecado, mentira, personajes inencontrables en otros lugares pero que permitirá que surja la verdadera Lola, vuelta a morir.
Mathieu Demy es tan poco expresivo
como efectivo al interpretar al dolido Martín que prefiere dormir en una bañera
que en la cama donde murió su madre. Tiene un bello rostro que equilibra las
duras facciones de sus dos progenitores.
Y el reparto es genial: Chiara Mastroianni (hija de Catherine Deneuve,
quien fuera actriz en varias ocasiones de cintas de su padre) es la novia.
Geraldine Chaplin (otra hija de genio, ya vieja y demostrando sus limitaciones).
Jean Pierre Mocky, un realizador francés surgido también de aquellos años de la Nueva Ola, es el padre.
Carlos Bardem, hermano de Javier Bardem, haciendo honor a la fealdad de la familia (todos), interpreta a un padrote explotador.
Finalmente, Salma Hayek sorprende porque de sus estereotipos, muecas y manierismos a los que nos tiene acostumbrados, muestra que vale la pena al ser bien dirigida.
Le tocó darle vida a otra encarnación de un mito fílmico.
Geraldine Chaplin (otra hija de genio, ya vieja y demostrando sus limitaciones).
Jean Pierre Mocky, un realizador francés surgido también de aquellos años de la Nueva Ola, es el padre.
Carlos Bardem, hermano de Javier Bardem, haciendo honor a la fealdad de la familia (todos), interpreta a un padrote explotador.
Finalmente, Salma Hayek sorprende porque de sus estereotipos, muecas y manierismos a los que nos tiene acostumbrados, muestra que vale la pena al ser bien dirigida.
Le tocó darle vida a otra encarnación de un mito fílmico.
III
Cualquier
lectura que Ud. desee darle podrá ser satisfactoria porque es una película redonda
acerca de la esperanza, la recuperación de las ilusiones, la justicia
accidental y el triunfo del cine sobre cualquier cosa: de pronto nos
decepcionamos y de repente salta una joya que nos devuelve la capacidad de
asombro… Gran inicio de año.