DOS PELÍCULAS DE ALEJANDRO GALINDO
=Una=
LAS
INFIELES
Alejandro Galindo (1953)
Alejandro Galindo (Monterrey, 1906 – Distrito
Federal, 1999) inició su carrera como director de cine en 1937 con Almas rebeldes que sería el primer
título de una larguísima filmografía que lo colocaría como gran retratista del
personaje urbano-popular (Campeón sin
corona, ¡Esquina bajan! o Una familia de tantas). Sin embargo, en
1953 comenzaría a filmar una serie de melodramas con discursos contra la
hipocresía de clase, el aborto, la infidelidad y los atentados hacia la pureza
juvenil.
El retrato de la vanidad y la ambición disfrazada de fervor religioso: Alejandro Galindo (1950)
Usualmente criticados negativamente o
considerados como otra etapa dentro de su carrera ya que el común denominador
está en que la clase alta es el espacio de las peores ignominias y las clases
medias o bajas tienen el dominio de las buenas intenciones, se olvida que al
maestro Galindo siempre le interesó el personaje sencillo como víctima de las
circunstancias sociales (Campeón sin
corona), denunció al rico hacendado que estaba contra la reforma juarista (Doña Perfecta)o estableció a la clase
media, en la vieja concepción previa al modernismo alemanista, como parte del
infierno sobre la tierra (Una familia de
tantas).
Irasema Dilián, actriz europea transplantada a México de 1950 a 1955.
Las
infieles es una superproducción de Clasa Films Mundiales. Su reparto está
conformado principalmente por mujeres: de hecho, los hombres son minimizados en
sus roles como maridos y ni siquiera aparecen en los créditos, fuera del galán
Armando Calvo (Rafael). La trama gira alrededor de un grupo de damas de
sociedad: Consuelo (Martha Valdés), Emilia (Emperatriz Carvajal), Carmen
(Rebeca Iturbide), Enriqueta (Eva Martino) y Leticia (Rita Macedo) que están al
pendiente del retorno de Rafael, escritor de fama, quien ha pasado años fuera
del país. El día en que se ofrecerá una cena en su honor, llega Beatriz
(Irasema Dilián) para atender a Luisito y Rosaura, los hijos de Constancia
(María Douglas), mujer distraída, ya que es tiempo de vacaciones. Constancia es
hermana del escritor, además de hija de Remedios (Prudencia Grifell) quien les
ha heredado en vida la cantidad de cincuenta millones de pesos.
Armando Calvo, actor español que hizo su carrera en México, principalmente.
¿Por qué el título de la película?
Todas las mujeres, excepto Beatriz, núbil, educada en Europa, han sido de
alguna u otra manera infieles con sus maridos: Consuelo, casada con el mejor
amigo de Rafael, fue amante de éste, por lo que al enterarse de sus amoríos, el
esposo decidió suicidarse dejándoles una carta de reproche (y por tal motivo
Rafael decidió alejarse de México); Emilia vive seduciendo jovencitos (“¡Ay,
son tan lindos!”); Enriqueta (“me regalan los vestidos porque le regalo diseños
al modisto"), lo mismo que Carmen (“es que es tan emocionante saber que va
uno a caer, sin tener la seguridad de que va uno a caer”), engañan a sus maridos;
Leticia fue novia de Rafael pero luego se alejaron: ahora es amante de Carlos
(Alberto Carriére), rico venido a menos quien le propone matrimonio (“¿Para
qué?, ¿para seguir con esta vida de quiero y no puedo?”) pero ella sigue con la
ilusión de que volverá a atraparlo.
Rita Macedo como la malvada Leticia y Alberto Carriére como su amante.
La trama no es fácil de resumir. Baste
con establecer que Beatriz y Rafael se conocen de manera ruda por parte del
escritor. Luego van enamorándose. Aunque las mujeres buscan la manera de
ponerla en vergüenza (hay una secuencia donde hablan en inglés, la critican, le
llaman “sirvienta” y hasta se preguntan en dónde habrá adquirido sus cualidades
como dama, a lo que Beatriz les responde, en el mismo idioma, que fue en el
colegio irlandés donde estudió), Rafael llega a desposarla ante el enojo de
todas las mujeres.
Emperatriz Carvajal, Rebeca Iturbide y Eva Martino
en una interesante composición fotográfica de Agustín Jiménez.
Luego viene la otra parte: Beatriz
viene a ser la confidente de Constancia quien le revela que el padre de su hijo
Luisito (Fernando Luján) es nada menos que Carlos quien la chantajea para no
contarle la verdad. Beatriz, quien ha recibido un cheque por 30,000 pesos de
parte de Remedios, lo endosa a Carlos para que calle su amenaza. Leticia se
entera y cuenta el hecho a Rafael quien reclama a Beatriz pero ésta debe
callar. Cuando Carlos se enferma, al borde de la muerte, por despecho a Leticia
que lo ha abandonado, llama a Constancia para decirle la verdad, antes de
morir.
Y entonces llega el epílogo: todas las
mujeres se reúnen en casa de Beatriz para darle el tiro de gracia pensando que
Rafael la repudiará finalmente, sobre todo cuando le han arreglado una cita a
ciegas con un gigoló profesional. Beatriz aprovecha el momento para poner a
cada una en su lugar; Rafael llega en este punto ya enterado de la realidad
detrás de las calumnias contra la buena Beatriz.
La película es tan elaborada como
cualquier melodrama que se respete (y que ahora podemos reencontrar en las
telenovelas) y sus cualidades recaen en los valores de producción. El argumento
original de Dino Maiuri (esposo de la Dilián) fue adaptado por Julio Alejandro
(uno de los mejores guionistas que tuvo el cine mexicano: junto con Edmundo
Báez fue campeón del género) al servicio de la actriz, aunque sin descuidar a
los demás personajes. La cinta inicia en un inmenso y barroco salón de belleza
(al estilo de esos años, con cortinas corredizas y los grandes cubos para sudar,
aparte de las salas de masaje) donde las damas de sociedad platican y se
cuentan los chismes de moda. Cada personaje se sugiere. Luego vendrá una fila
de secuencias que subrayarán su estatus de pareja para, finalmente, durante la
fiesta, cerrar las descripciones. Todo es amoral, deliciosamente perverso:
juegos de apariencias porque ni todas son tan ricas pero todas son condenables.
La mansión sí parece ser una gran
casona desde la locación exterior, hasta los inmensos interiores que describen
sala, comedor, biblioteca, cuartos de los niños, pasillos. Los vestuarios son
lujosos y variados. Al ser una cinta con personajes femeninos, de posición, se
muestra una gran diversidad de modelos. Hasta los vestidos cotidianos de
Irasema Dilián no se sienten comprados en cualquier almacén clasemediero. No
olvidemos que era la Clasa Films de los años cincuenta: marca de prestigio y de
producciones importantes. Y la fotografía es excepcional: Agustín Jiménez nos
ofrece composiciones perfectas, grandes panorámicas de barrancas y campos,
iluminaciones perfectas con sus luces y sombras, claroscuros.
Otro detalle que da idea de la
apabullante modernidad es la aparición de una grabadora de cinta en carrete (ya
no de hilo metálico como había sido común durante la guerra mundial) que ha
recibido Luisito como regalo de su tío cosmopolita. Apenas tres años atrás
habíamos visto una grabadora directa sobre disco de pasta en El amor no es ciego (1950, Patiño Gómez)
y ahora otro aditamento electrónico surgía para ser nuevamente cómplice del
melodrama: Luisito se enteraba que era hijo de Carlos, al dejar encendido el
aparato con toda intención: otro punto que no había mencionado pero que servía
más que nada para enfatizar el alma de sacrificio de Beatriz y el amor filial
entre el marido engañado y el niño inocente. En la cinta de Patiño Gómez, era
más con fines humorísticos.
Emperatriz Carvajal y Eduardo Alcaraz quien interpreta a su marido.
Los hombres, fuera de Armando Calvo, no reciben crédito en la película
Al maestro Galindo no le hunde el género.
Al contrario, le sirve como vehículo para terminar las películas con sus
moralejas y sus condenas. Los personajes “buenos” permiten la redención de
quienes han sido orillados al mal por seres perversos. Existe esperanza de
bondad, sin que esto diga que se ha eliminado por completo al demonio. Es el
momento en que Dios aleja a las “infieles” y los espectadores hemos disfrutado
de un género netamente nuestro.
=Dos=
ESPOSA TE
DOY
Alejandro Galindo (1956)
En los créditos de la película, Martha Elena Cervantes es anunciada como Malena. Ya había participado en un rol pequeño en "El diario de mi madre" (Roberto Rodríguez, 1956).
Dentro de esta serie de melodramas, Galindo
filmó, como autor completo (guión y dirección), una alabanza al matrimonio, con
todos sus problemas debidos a la inexperiencia, así como su correspondiente
condena al divorcio, en la historia del Ing. Alberto del Valle (David Silva,
con aspecto mayor, ya que estaba a punto de la cuarentena: aparte fue
coproductor de la película) y Sofía de la Llave (Martha Elena Cervantes, aunque
en los créditos se presenta como “Malena Cervantes”, bastante jovencita y
contrastante) que reciben sendas despedidas de solteros. Luego de la boda
comienza lo que Tennessee Williams plasmaría en una obra teatral como “período
de ajuste” donde cada uno establece sus costumbres y hábitos personales dando
lugar a pequeños pleitos (no dejar la ropa tirada; no exprimir el tubo de pasta
dental desde el centro).
De izquierda a derecha, la segunda es Maricruz Olivier y luego Cervantes: las otras, son efímeras e ilustres desconocidas que tanto apoyaba el maestro Galindo, aunque les dio crédito, no trascendieron.
El
tema central es la influencia de la madre de Sofía sobre su modo de actuar,
además del ingreso en su vida social de su amiga Amelia (Maricruz Olivier),
divorciada, a la cual apoya Alberto contra la discriminación social que recibe
(“los hombres me toman como disponible”), sobre todo cuando conoce a otro
hombre, Honorato (Carlos Riquelme), con el cual se casará. Al invitarlos a
cenar a su casa, y luego repudiarlos por consejo materno, hay un pleito que
hace que Sofía quiera dejar su casa. Alberto la detiene y es él quien se va
(“me voy y no volveré hasta que no reconsideres tu actitud”). Sofía comienza a
vivir los problemas de estar sola. Un amigo abogado de Alberto inicia los
trámites de divorcio. Amelia visita a Sofía para convencerla de que comete un
error. Sofía recapacita y ambos inician lo que, aparentemente, será su etapa de
felicidad.
Como
en todas las demás cintas de Galindo suceden muchas cosas: la película inicia
con la despedida de soltera donde las mujeres hablan de la importancia de los
aparatos eléctricos para la felicidad del hogar y en donde se enteran de la
situación de divorciada de Amelia. Inmediatamente se pasa a la despedida de
soltero en la cual los amigos de Alberto le obligan a visitar un burdel donde
le escogen a una prostituta que el hombre rechaza porque le explica que desde
que decidió casarse, mira de manera diferente a las otras mujeres. Una visita a
la casa de los suegros, donde Alberto llega tarde permite que nos enteremos que
el padre de Sofia deba irse a una reunión que, entonces sabemos, es en realidad
con una amante. Son estos momentos los que van complementando los datos, por
ejemplo, del personaje materno y su amargura.
La divorciada Amelia le dice que hubiera preferido hacer su vida
con el hombre al cual le entregó su virginidad
Galindo
juega con una paradoja: Sofía está por convertirse en aquello que ha criticado
en Amelia. Al sostener su pleito con Alberto le llama “una cualquiera” y hasta
llega al grado de comentarle que su nuevo matrimonio será “una tapadera”. Por
eso es interesante que sea Amelia quien vaya a convencerla de que no lo haga
(“los hombres nunca se van: nosotras los echamos”) y llega al grado de
confesarle que aunque ama a Honorato, rechaza su situación (“yo siempre hubiera
preferido el haber hecho mi vida con el hombre al que me entregué por primera
vez y nunca haber sido ¡una divorciada!”). Sofía cede ante este cubetazo de
agua fría: en realidad ama a su marido (en un gesto que recuerda a la Raymunda
en “La malquerida” de Emilio Fernández, Sofía acaricia el saco de su marido
ausente como muestra de amor y deseo).
Galindo
ofrece sus comentarios urbanos y sus detalles verbales y visuales. Mientras firman el acta de avenencia
en el juzgado, se acerca un bolero con el juez (“¿Grasa, jefe?”). Al tomar un
café Alberto y su abogado se atraviesa la mesera pidiendo órdenes para otras
mesas y un billetero ofrece su lotería. Hay otros casos que se mencionan para
dar idea del mundo que rodea a un divorcio. Hay un personaje lateral, Guadalupe
(Emma Roldán), la sirvienta que atendió la casa de Alberto cuando era niño, a
la cual se obliga a usar uniforme formal y hacer las cosas de otra manera.
La madre de Sofía (Maruja Grifell) le pide a su marido (José Baviera)
que se vaya a cumplir con su amante
Hay todo un conjunto de personajes femeninos estupendos, rescatables, en el universo del maestro Galindo. Diferencia por supuesto, de manera implacable, a las “malas” (infieles, perversas, amargadas) de las “buenas” (entregadas a la moral, las buenas costumbres, la entrega de la virginidad al marido que lo será para toda la vida).
El
discurso pertenece al mundo masculino. No eran los tiempos de la liberación
femenina y las mujeres tenían pocos años de haber conseguido el voto. Lo que
ahora nos parece una aberración era entonces “la clave de su felicidad” porque
estaba al servicio del hombre, del salario, las comodidades y la casa con sus
hijos y sus aparatos eléctricos. Hay un contexto y un marco histórico, real,
correspondiente a esos años cincuenta. Lo que se critique negativamente al
maestro Galindo siempre dependerá del cristal con que se miren sus películas.