GILBERTO
GAZCÓN
(1929 –
2013)
Única foto disponible del realizador en toda la Internet... Ni modo.
Hijo del poderoso productor Valentín
Gazcón quien era cuñado de Raúl de Anda, a Gilberto Gazcón le tocó seguir el
camino de las dinastías cinematográficas en México. A pesar de las conexiones
familiares batalló para ingresar como director por cuestiones sindicales pero
lo logró en 1957 con El boxeador,
"El boxeador" fue la primera película como director de Gilberto Gazcón,
que le diera fama y premios.
un melodrama estilizado que llamó la
atención porque su narrativa se alejaba de la que se utilizaba en las cintas
mexicanas por esos tiempos y, además, llegaba a lo que era un final inesperado.
Se ganó varios premios y de ahí que a Gazcón se le considerara un realizador de
nuevo aliento, algo que él se tomó en serio e intentó ser distinto, con temas
audaces o situaciones fuera de la común, en las que serían sus siguientes
películas.
La grandilocuencia temática estaría
presente con los chicanos (Los desarraigados, 1958, que ojalá resurgiera por
algún lado) o los cómicos callejeros (La risa de la ciudad, 1962). Las
situaciones extremas las presentaría por medio de una mujer hipócrita que
seducía a todos los hombres de una ranchería (Remolino, 1959, como una
derivación de la Susana buñueliana) o el recorrido por el desierto de un
convicto y su guardián (La cárcel de Cananea, 1960) o el médico amenazado por
la hidrofobia (El mal, 1965) donde realizó una coproducción con Estados
Unidos y tuvo a Glenn Ford cuyo estrellato en Hollywood ya iba declinando, así como
a la estrella Stella Stevens, por cortesía de la Columbia Pictures.
Sin embargo, Gazcón era director
efectista más que propositivo; técnico y eficiente en lugar de reflexivo. Tenía
muy buen olfato comercial para encontrar los elementos adecuados para sus
películas. De esa manera los repartos atractivos (Silvia Pinal y Julio Alemán
en Los novios; Jorge Rivero, Zulma Faiad y Rodolfo de Anda en Al rojo vivo;
Resortes y Joaquín Cordero en Suerte te dé Dios que serían sustituidos en la
segunda versión Dos de abajo con Valentín Trujillo y Andrés García; por no
mencionar a Sonia Furió en varias películas). Y todo ese conjunto fílmico
permite un cúmulo de entretenimiento y momentos que dejaron recuerdos felices a
los espectadores.
Grandilocuencia y efecto. Filmó una
película en 1970 llamada El cielo y tú donde Braulio Castillo interpretaba al
padre Mauro, sacerdote progresista, admirador de Juan XXIII, al cual una de sus
fieles aristócratas definía como “de esos padres nuevos que quieren hacer una
revolución en la iglesia”. Amigo de sus
jóvenes feligreses con los cuales jugaba billar y futbol, aparte de discutir
temas “peligrosos” como cuando una de las muchachas le decía que no tenía
experiencia para aconsejarla sobre el sexo por lo que respondía “eres de las
que pretenden que para saber conocer algo hay que vivirlo”. Al salvar a una
muchachita del mal camino por donde la llevaba el joven judío Kohner al cual le
imprecaba “no seas pendejo”, no lograba convencerlo. El muchacho moría pero su
padre, agradecido por su labor con la juventud, le hacía viajar hasta Acapulco
para regalarle cien mil pesos (una fortuna en esos años) que provocaba la
ambición de uno de sus sirvientes que golpeaba, disparaba al sacerdote y lo
abandonaba desnudo en la playa.
Braulio Castillo (1933) fue un galán puertorriqueño, importante en las telenovelas latinoamericanas de los años sesenta. "Renzo el gitano" o "Simplemente María", por ejemplo.
El hombre era encontrado por cinco
“jipis” (tres muchachas, dos hombres) que lo creían muerto al principio, pero
al darle un sorbo de alcohol, lograba reaccionar. Una de ellas, Susana (Irán
Eory), le daba respiración de boca a boca. Lo llevaban a su refugio en otra
playa, el hombre recobraba conocimiento, pero había perdido la memoria. Para no
hacer el cuento largo, el hombre se enamoraba de Susana, a lo que ella
correspondía. Tenían relaciones sexuales, ella quedaba embarazada. Al volver al
pueblo, mientras pasaban por una iglesia, las campanas repiqueteaban, el hombre
recuperaba su memoria para entrar en conflicto moral y encontrarse con la
rebeldía de Susana, su odio hacia Dios y la vida. Finalmente, el hombre
retornaba al sacerdocio. Durante una misa Susana llegaba con su hijo en brazos
para recibir la hostia de su hombre.
Irán Eory (1938 - 2002)
Gazcón escribió este argumento junto
con el productor Óscar Brooks y Adolfo Torres Portillo. Los temas estaban de
moda: la teología de la liberación y el movimiento hippie (aunque ya de salida).
Por un lado, todos los cuestionamientos antes prohibidos a la iglesia y al
sacerdocio, aparte de las actitudes generales de estos personajes con la
sociedad; por otro lado, la juventud que ya se desataba de las convenciones del
pasado, buscaba la libertad sexual y el amor libre. Gazcón y sus cómplices
pensaron en el contraste entre aquellos muchachos conformistas con ciertas
preguntas naturales y quienes simplemente rompieron con las costumbres y
tradiciones para vivir su vida. De esta manera la grandilocuencia: enfrentar al
mismo Dios con las obligaciones impuestas por su iglesia utilizando un caso
fortuito, una situación inopinada y casual. Si se rompía el voto de castidad
era porque se había roto el equilibrio personal.
Y luego estaba el efecto: al utilizar
como dos polos a lo profano (jipis) y lo sagrado (hombre consagrado) era
retador (y excitante para ciertos espectadores) ver a una de las mujeres besar
el cuerpo desnudo del hombre comenzando
desde el mentón para seguir hacia adelante y ser detenida por Susana al llegar
a la cintura (“solamente a una enferma como tú se le ocurre abusar de un hombre
inconsciente”) o ver al hombre acariciar y luego someter carnalmente a la mujer
porque ellos no saben lo que el espectador conoce. Esta es una de las formas
narrativas que el cine ha explotado en toda su existencia pero es más fuerte
cuando el tema reviste otras circunstancias: no olvidemos que era 1971 cuando
se estrenó la película.
De esta manera podemos definir al cine
audaz y diferente que intentó realizar Gazcón aunque no haya soportado el paso
del tiempo. Quedan sus películas como atrevimientos formales y temáticos de una
época, aunque sus alcances hayan sido sobrepasados por los cambios de
mentalidades. Lo que en esos años impactó y estrujó, ahora queda como melodrama
bien realizado. En estos tiempos de clérigos pederastas o con familias y
amantes, aunque se haga a la chita, callando, el hecho de que un sacerdote
tenga sexo y procree, a nadie sorprende.
Podría
hacerse un parangón ilustrativo entre Remolino de Gazcón donde una mujer llegaba
al rancho de quien había sido novio de su madre y Susana de Buñuel (que le antecede casi una década) donde una
presidiaria escapaba de la cárcel para llegar a la hacienda de un buen hombre.
En ambos casos, la mujer seducía a todos los hombres del lugar pero, mientras
que en Susana la movía su inclinación al mal, su experiencia del pasado, su
amargura frente al trato de la vida para lograr sus fines, escapando de la
justicia sin interesarle víctima alguna ni las consecuencias, en Remolino era
simple producto de la frivolidad con la intención de satisfacer el deseo hacia
uno de los hombres usando a los otros. Lo que en Buñuel era comentario social,
ironía, humor, en Gazcón era perfección técnica y complacencia al público:
colmillo comercial.
Lo
que debe destacarse de Gazcón fue su deseo de hacer un cine diferente, narrarlo
de la mejor manera posible y, en el camino, dejar constancia de momentos
espléndidos, cálidos, imborrables. Descanse en paz.