domingo, 13 de octubre de 2013

STANLEY KAUFFMANN (1916 - 2013)


OTRO ARBOL QUE CAE…

(Stanley Kauffmann, 1916 – 2013)

            Uno miraba el bosque de la crítica de cine y se detenía a descansar bajo la sombra de unos árboles norteamericanos (Pauline Kael, Andrew Sarris, Manny Farber, Susan Sontag esporádica) o franceses (André Bazin, Michel Ciment) y las especies hispanomexicanas (García Riera, De la Colina) o netamente nacionales (Ayala Blanco, Pérez Turrent) y  locales (Escamilla, Labrada, un poco de César González). Eran los fabulosos años sesenta que fueron parteaguas de la cultura en todos ámbitos y aspectos. El cine era importantísimo. Uno se iba a descubrir lo que pasaban las salas formales, a redescubrir el pasado en los programas triples, y a complementar el goce con lo que solamente podía conocerse a través del cineclub.

 


            Un oasis, los sábados por la mañana, era la Biblioteca Benjamín Franklin cuando estaba en el piso bajo de un edificio que se localizaba por Juárez entre Padre Mier e Hidalgo. Ahí se encontraban el New York Times (aunque en ediciones no recientes), la revistas Time, Saturday Review, New York Review of Books, entre varias. Y claro, los libros. En la sección de cine pude encontrarme con quienes eran los bastiones de la crítica de cine en colecciones o antologías. Así pude enterarme de la existencia de Stanley Kauffmann porque estaba un volumen de “A World on Film" (Harper & Row, 1967) que compilaba sus críticas realizadas entre 1958 y 1965. Descubrí a una persona centrada que se dedicaba a la película, daba referencias, pero no se salía del tema. Tampoco insultaba ni ironizaba y, lo más interesante, derrochaba su cultura. Hablaba de Chejov o Flaubert para comparar a los personajes contemporáneos de, por ejemplo, “La aventura” de Antonioni o “Lola Montes” de Ophüls. Fue una gran enseñanza y así comenzó el aprendizaje y nuestra clasificación de los diversos estilos que los críticos de cine tenían para acercarse a las películas.



            Stanley Kauffmann acaba de morir el miércoles pasado. Todavía activo a los 97 años en The New Republic que lo empleó en 1958 cuando remitió, sin que se le solicitara, un escrito. El editor lo aceptó, le dio trabajo y así fue el crítico oficial de la revista hasta casi su muerte. La grandiosa Susan Sontag lo calificó como “tesoro nacional”; el prestigioso Roger Ebert le consideraba “el más sano y limpio de los críticos” y nunca tuvo pleitos ni tomó partido por sus colegas en el oficio.



Ese bosque que les mencionaba al principio, se ha ido secando y talando desde hace tiempo. Los árboles se han caído. Ahora, gracias al Internet, uno encuentra centenares de “críticas” sin que haya quienes alcancen los niveles de estos robles, cedros, cipreses que tenían sensibilidad, conocimiento del cine precedente, referencias de cultura general, estructura metafórica, estilo propio. Ya es difícil encontrar a quienes comenten, por ejemplo, sobre “Los inadaptados” de John Huston, basado en un guión del dramaturgo Arthur Miller: “En forma, el guión es básicamente incómodo ya que Miller es un dramaturgo que tiene una visión utilitaria, generalmente, del arte teatral: El diálogo dialéctico está en su sangre” o en el caso de “La aventura” de Antonioni: “El tema  es la moralidad de la clase media alta… Es gente chejoviana en la Italia de hoy y, como sucede con la gente de Chejov, los vemos sobremadurar antes de caer… Antonioni no trata de mostrar la vida como es, sino cómo la ve”.



Honor a quien honor merece. Gracias a los verdaderos maestros. Descanse en paz otro de esos árboles que nos acogieron y nos dieron sombra, el respiro para seguir adelante, con energía, descubriendo al mundo a través del cine…