viernes, 31 de enero de 2014

VAMOS AL NOA NOA...


¿QUÉ LE DIJISTE A DIOS?
2013. Dir. Teresa Suárez.

 


        La música en el cine nacional ha estado omnipresente desde la primera cinta sonora con la música de Agustín Lara. Desde siempre, las canciones aparecían con o sin justificación y era lo que provocaba la carcajada del público cuando, por ejemplo, algún personaje empezaba a cantar tocando el piano para que se escuchara toda una orquesta como música acompañante. Proliferó hasta la muerte del cine industrial y ahora renace en esta mezcla de comedia y melodrama que utiliza a las canciones ya clásicas de Juan Gabriel como apoyo narrativo a la trama.

 


        Lupita (Olinka Velázquez) y Martina (Gina Vargas) son sirvientas en la casona de Marcela (Érika de la Rosa) casada con Héctor (Alejandro de la Madrid). Marcela engaña a su marido con el abogado Santiago (Mark Tacher) esposo de su mejor amiga Marifer (Mar Contreras). Las sirvientas se roban vestidos, zapatos, abrigos y cosméticos de su patrona para volver a su pueblo donde se encuentra el novio de Lupita, Pepe (Víctor García) y la madre de ambas, Santa (Regina Orozco). Marcela se enoja y encuentra a la prima de las “charras”, Elodia (Amorita Rasgado) a la cual obliga que la lleve a su pueblo junto con Marifer.

 

Érika de la Rosa y Alejandro de la Madrid
 
        Lo que sigue mejor no se lo cuento aunque se va por el lugar común hasta que la cinta termina como cuento moral donde cada quien recibe lo que merece: ganan los buenos y pierden los malos. La diferencia con otras cintas es que la acción se subraya musicalmente, con coreografías que enmarcan a los intérpretes. La realizadora expresó en una entrevista que quiso hacer una cinta al estilo Bollywood, donde los hindúes siguen este estilo narrativo. Y no está equivocada: logra la misma artificiosidad, con arreglos espléndidos de pegajosas y populares canciones de Juan Gabriel y coreografías simplonas, nada espectaculares, semejantes a las que se ven en los recitales de las academias de jazz para niñas ricas.

 

Mark Tacher y Mar Contreras
 
        Y es que la gran cualidad de esta cinta reside precisamente en eso: se tiene una película sin mayores pretensiones, con reparto de nuevas estrellas jóvenes surgidas de Televisa o TV Azteca, para rematar al final con una secuencia donde aparece precisamente el ya gordo, maquillado y popular Juan Gabriel, una especie de nuevo Agustín Lara en cuanto a temas sencillos que le ganaron el favor del público y su nicho de inmortalidad, le pese a quien le pese.

 

Gina Vargas, Regina Orozco y Olinka Velázquez
 
        La cinta tiene una trama sin originalidad y está muy bien narrada. La fotografía del genial Alejandro Cantú es espléndida (una toma del Popocatépetl, del lado de Puebla es impresionante: vemos las fumarolas sobre un cielo azulísimo) y las canciones están perfectamente orquestadas. El reparto tiene su gracia (el carismático, excelente cantante, Víctor García, que tiene una energía increíble; la menos redonda Regina Orozco) y sale una especie de nueva Lucía Méndez (Mar Contreras) que, al menos, tiene mejor voz que la limitada original antes de que se volviera su caricatura por cirugía plástica.

 

Mar Contreras y Erika de la Rosa
 
        Llama la atención que al público no le cansa la cinta ni abuchea la entrada de cada canción (son catorce en total) y se queda todo el final mientras surgen los créditos donde el ovalado Juan Gabriel canta “Pero qué necesidad” (en la función a la cual asistí, hasta hubo algunos aplausos).Vuelvo a pensar que en estos tiempos posmodernos, carentes de cinefilia, la televisión ha superado al cine. Las estrellitas que aparecen tienen más cartel en el medio hogareño que en cine o teatro.

 

Olinka Velázquez y Víctor García
 
Lo acertado de la realizadora Teresa Suárez (en su segunda cinta luego de siete años de haber filmado la discutible “Así del precipicio”)
 
 
es que supo conjugar un homenaje a Juanga con una trama de telenovela y una comedia de diferencias sociales que siempre han llamado la atención del público: ya ven los éxitos de boberías como “Nosotros los Nobles” o la inútil película de Derbez. Tengo que aceptar que la película me atrapó, me gustaron las sirvientas y que, aún a pesar de las horribles coreografías, salí del cine con el deseo de comprar el CD con la banda original de esta película, no apta para exquisitos, ni intoxicados europeos, ni adoradores de la acción “a la joligud”.

Juan Gabriel, ídolo popular, le pese a quien le pese...


martes, 21 de enero de 2014

¡GRANDES ACTUACIONES!


EL LOBO DE WALL STREET

(The Wolf of Wall Street)

2013. Dir. Martin Scorsese.

 


ESCÁNDALO AMERICANO

(American Hustle)

2013. Dir. David O. Russell


 
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            Martin Scorsese (1942) surgió a la fama en los años setenta, misma década que es recreada en “Escándalo americano” donde hay una referencia-homenaje: al aparecer el personaje del mafioso Tellegio que interpreta Robert De Niro, hay una inserción mínima de “Buenos muchachos”, otra de las grandes cintas de Scorsese con este actor, para darle un matiz juvenil al ya septuagenario actor. El director ha incursionado en todos los géneros (menos el cine del oeste) y ahora vuelve a la biografía fílmica con la historia de Jordan Belfort, uno de los grandes estafadores del mercado bursátil. Repite, además, a su estrella de cabecera en cinco películas: Leonardo DiCaprio.
 


            La película nos introduce al mundo de Wall Street. Jordan es un joven aspirante a corredor de bolsa que se da cuenta que uno puede vender todo lo que desee, por medio de la estafa, aprovechando las ilusiones de sus clientes: la especulación, el engaño, lo prohibido de su profesión. Junto con su inteligencia, la unión con personas semejantes, va creando un imperio que le hace ganar mucho dinero, lavarlo, exportarlo a Suiza, hasta que llega la esperada decadencia.



            Scorsese vuelve a hablar del poderoso y su mundo inmoral. Si la gente se echa a perder por la codicia, la ambición y todo lo que esto trae debido a su sentimiento de superioridad (nada más eche un vistazo a nuestro alrededor político), debe denunciarse y hacerle entender al público que debe cuidarse de los lobos con piel de oveja como cuenta la fábula de Esopo. Ha sido una constante en su obra desde el paranoico “Taxi Driver”, los hampones de “Buenos muchachos” y “Casino”, la pretenciosa aristócrata de “La edad de la inocencia”, el abogado corrupto de “Cabo de miedo” o el solitario maníaco Howard Hughes de “El aviador”



            La cinta habla de los años ochenta. Las acciones están supeditadas al momento histórico. La promiscuidad y el imperio de la droga alrededor de personajes que anteponen el dinero a cualquier manifestación humana. Era la etapa de los avances tecnológicos radicales y la necesidad de la imposición económica: de ahí los sueños de opio para una sociedad que requería vivir al día en ese paraíso artificioso. Perfecto escenario para la explotación de los ingenuos.
 


            Leonardo DiCaprio refuerza su calidad actoral. En esta película tiene momentos excepcionales: simplemente con la secuencia donde hace efecto una serie de pastillas que ha tomado y su esfuerzo para llegar hasta su automóvil demuestra que aquel jovencito que nos había deslumbrado en “¿A quién ama Gilbert Grape?” o el pistolero caprichoso de “Rápida y mortal” no eran casualidades. A lo largo del tiempo se ha consolidado a pesar que no se salva cuando le tocan malos directores ( Luhrmann en “Romeo + Julieta” y “El gran Gatsby” o Danny Boyle en “La isla”), aunque los casos han sido pocos.  La misma calidad la encontramos en el versátil Jonah Hill.
 


-2-


 


            David O. Russell (1958) pertenece a una generación desigual de directores norteamericanos que debutaron en los años noventa: desde el extraordinario Alexander Payne (“La trampa”, “A propósito de Schmidt”) hasta el innovativo Wes Anderson (“Viaje a Darjeeling”, “La vida acuática”) y el pretencioso Darren Aronofsky (“Réquiem por un sueño”, la estupidísima “El cisne negro”).



            Paulatinamente Russell fue colocándose en el gusto del público norteamericano y en el cine de los grandes estudios después de sus primeros intentos independientes. A partir de la irónica “3 reyes”, ha logrado crear taquillazos (“El peleador” y “Los juegos del destino”) como sucede con su última cinta “Escándalo americano” que narra una ingeniosa manera de estafar a los otros.



            Irving (un extraordinario Christian Bale) conoce a la joven Sydney (una estupenda Amy Adams) y ambos comienzan a esquilmar inocentes prometiendo conseguir préstamos que jamás suceden a cambio de una tarifa que no es reembolsable. Cuando son descubiertos por el ambicioso federal Richard (un delicioso Bradley Cooper) deben cooperar en otra estafa para pescar a políticos y luego a mafiosos, a cambio del perdón. El alcalde Carmine (un camaleónico Jeremy Renner) es uno de los blancos a atacar sin que imaginen que entrará de lado la mafia de los casinos. Por otro lado, la esposa de Irving es una entrometida Rosalyn (una deslumbrante Jennifer Lawrence) que echa a perder sus intenciones. Todo deberá resolverse de manera inesperada.



            Estamos ahora en 1978 y tenemos otra historia de estafadores con su propio método. Russell establece acciones debidas a la época que se estaba viviendo y alrededor de la anécdota principal teje una tela de pasiones amorosas: la lujuria del federal por la ambigua Sydney; el amor convenenciero de Rosalyn por su marido Irving; la liga que se crea entre el gordo y calvo Irving con su compañera de estafa, además de la amistad y aprecio que siente por su víctima Carmine que niega lo inmoral de sus acciones porque en realidad se siente una buena persona.



            Así, la cinta destaca por estas relaciones amorosas alrededor de una trama bastante magnética que nos recuerda, de otra manera más compleja, a “El golpe” (Roy Hill, 1973), con toda la carga emocional e histórica de un tiempo que fue singular. Por eso la película tiene como logo inicial de la Columbia, el que se utilizaba por esos años. De hecho, el estilo, las tomas fotográficas, algunas secuencias, están filmadas al puro estilo del Hollywood de los años setenta en acercamientos a estrellas, encuadres y edición. Los homenajes no se dejan esperar con los pies que nos traen al Tony Manero de “Fiebre del sábado por la noche” (Badham, 1977) y la música disco en el Studio 54, vestuarios, pelucas.
 


            Nuevamente tenemos el juego del poder alrededor de la eterna historia del gato y el ratón. Es curioso como dos cintas tan diferentes toman en cuenta otros tiempos, misma temática (la estafa) para darnos una visión de la sociedad norteamericana que ha dado lugar a nuestra realidad actual. Ahí reside la mayor importancia porque da una idea de la decadencia que se ha vivido: la deshumanización y el valor irredento hacia la tecnología y lo material.

 
            Finalmente, los adjetivos que les expresé con cada uno de los actores se debe a que estamos ante uno de los conjuntos más notables y talentosos de los estrenos recientes de Hollywood. Bale, Cooper y Renner están impecables en sus roles. Adams es una actriz de primerísimo orden y la versátil (jovencísima) Lawrence ha podido variar en sus papeles pareciendo mayor a su edad y alcanzando logros increíbles. Bale aumentó 20 kilos y presenta una panza asquerosa que lo aleja de su atractivo Batman o de su delgadísimo “El maquinista”.
 


           

lunes, 6 de enero de 2014

UNA VIDA DE MENTIRA


JAZMÍN AZUL

2013. Dir. Woody Allen.

 


        Jasmine (Cate Blanchett) en realidad se llama Jeanette, pero prefirió cambiar su nombre por algo más romántico. Luego de estar casada con un millonario que resultó ser un estafador ha viajado desde Nueva York hasta San Francisco para vivir con su hermana Ginger (Sally Hawkins) ya que se encuentra en la miseria absoluta. Encuentra un trabajo como recepcionista de un dentista al mismo tiempo que estudia computación porque quiere ser diseñadora de interiores. Detesta al novio de Ginger por vulgar y la invita a una fiesta para que conozca otros partidos. Conoce a un diplomático rico que se enamora de ella y llega a proponerle matrimonio.

 


        Por otro lado, en el pasado Jasmine era una dama de sociedad que vestía elegantemente. Confiaba en su marido y asistía a fiestas con sus amigos ricos. Cierto día Ginger llegó con su primer marido Augie porque habían ido a cobrar un premio de lotería. El marido de Jasmine les prometió darle muy buen rendimiento en alguna inversión pero en realidad les hizo perder su patrimonio ganado. Por tal razón, Ginger se había divorciado. Cuando Jasmine se enteró de las infidelidades del marido que además le amenazaba con dejarla, habló al FBI para denunciar sus engaños financieros.

 


        Más de una cuarentena de títulos en su haber y Woody Allen sigue deslumbrando con su discurso fílmico. Ahora tenemos una trama que ocurre en el presente para ser cortada por situaciones del pasado cuando la referencia es necesaria. Allen nos ofrece el retrato de una decepción producida por la mentira que, a su vez, propicia el derrumbe personal. Jasmine es una mujer que provoca su propia derrota. Casada con un estafador, vive una existencia de ensueño y se niega a la realidad hasta que ésta estalla ante sus ojos. Sin otra salida más que la ira, denuncia al marido para que llegue la caída que indirectamente la arrastra hasta la ruina.

 


        Jasmine es, además, una mujer vacía, sin mayores atributos, ejemplo de docilidad y adorno casero. La esposa que organiza fiestas de beneficencia, toma clases de yoga y pilates, entre otras. Recibe regalos por su cumpleaños y acompaña al marido a reuniones o ciertos viajes aparte de pasar el fin de semana en la casa playera. Vestidos, objetos, comodidad y lujo. Al encontrarse sola, sin estos apoyos, no le queda más que recurrir a su hermana que es la otra cara de ella: simple, divorciada, cajera de supermercado, feliz de estar con un novio idéntico a ella en aspiraciones.

 


        Y seguimos con la mentira, aferrándose al pasado. Jasmine habla sola, recuerda lo que sucedió, evoca momentos de brillantez, quiere recuperar un estatus ahora incalcanzable porque, además, otra mentira se lo impedirá. Entre antidepresivos, alcohol y una cotidianeidad insoportable, Jasmine no tiene más que esperanzas sin sustento y ningún otro refuerzo emocional que le permita seguir adelante.

 


        Se ha tomado la salida fácil de pensar en “Un tranvía llamado Deseo” como el antecedente a releer por la película cuando la única similitud reside en dos hermanas (que ni siquiera lo son: fueron adoptadas por sus padres) en diferencia de circunstancias. No hay tensión sexual ni tampoco una interacción que lleve a la locura: la respuesta es diferente y tal vez Jasmine caerá en la prostitución o el manicomio debido a ella misma, arquitecta de su propio destino.

 


        Una cinta de reparto excelente aunque la mirada se dirija siempre a la Blanchett en una caracterización de primera categoría. Una fotografía delicada en pantalla ancha y color por el español Aguirresarobe. La película todavía sigue en cartelera aunque habrá oportunidad de disfrutarla en Cineteca Nuevo León dentro del programa de la Muestra Internacional de Cine que iniciará este miércoles 8 de enero. Otra obra maestra de Woody Allen quien seguramente continuará deslumbrándonos hasta su último momento.