martes, 26 de agosto de 2014

HISTORIAS DE VIDA VS. TELENOVELA INTERNACIONAL

CASI TREINTA
2011. Dir. Alejandro Sugich
GUTEN TAG, RAMÓN
2013. Dir. Jorge Ramírez Suárez



            Me sucedió al revés: la que pensaba que iba a ser más sabrosa y redonda fue derrotada por una cinta menos pretensiosa. Casi treinta comienza como una trama convencional con personajes ejecutivos e hijas de familia que reniegan de su propia condición social porque no les permite alcanzar sus sueños. Uno se decepciona inicialmente porque imagina que está ante otra comedieta insulsa como tantas que se han filmado en nuestro cine mexicano de los últimos años (“No sé si cortarme las venas…”, “Te presento a Laura”, “Cásate si puedes”, entre algunas aberraciones). Luego, las cosas van cambiando de manera inesperada: el personaje principal es originario de Sonora, regresa a su ciudad debido al próximo matrimonio de uno de sus amigos de infancia y adolescencia. Lo que era un dilema semejante: su boda (el joven había acabado una relación para luego entrar en otra donde se había comprometido para desilusionarse inmediatamente) se transforma en una serie de historias de vida que nos habla de una época, varias situaciones, un presente que refleja al pasado. Cuando parece que se va a desviar en moralinas y moralejas, la misma trama las niega. Uno reconoce a los personajes en gente con la cual ha convivido. Tal como dice el título, es la generación de los casi treintañeros que nacieron a mediados de los ochenta (la cinta fue filmada en 2011) pero han seguido las tradiciones familiares (sobre todo porque se centra en el noroeste dentro de la comodidad del terrateniente, el fumigador, el dueño de bares). La borrachera da lugar a situaciones embarazosas o el pleito o los reclamos entre amigos que llevan a las acusaciones o decirse las verdades. Cada uno de los amigos de Emilio (Manuel Balbi) son presentados y colocados en su realidad familiar (el macho, el reprimido, el artista mediocre): no es gratuito, porque se explica aquello en lo que se convertirán, sin llegar a la complacencia.

El elenco simpático y genuino de "Casi treinta"

            Y ese es el problema de Guten tag, Ramón donde las situaciones se crean para justificar lo que estamos viendo. Luego de cinco deportaciones en fallidos intentos de cruce hacia la frontera norteamericana (el último donde sobrevivió milagrosamente al abandono en una camioneta cerrada), el joven duranguense Ramón, siempre en contra de ceder a unirse al narcotráfico, parte hacia Alemania donde no encuentra a la persona que buscaba pero recibe la extrema caridad de una anciana dama pensionada quien le da asilo hasta que sucede lo esperado. El realizador, guionista, productor inventa hechos acomodados para darle gusto al espectador: los problemas de Ramón se perciben como guión continuado de telenovela y no se evita el folklorismo en un personaje de clase social baja que encuentra a los personajes adecuados para sobrevivir las condiciones menos adecuadas. La película se sostiene porque tiene actores que son mucho mejores que los personajes a los cuales elevan de manera superlativa. Por eso, uno olvida la temática ligera (simplemente, fíjese en la secuencia gratuita de la confusión de Ruth al ver por detrás a Ramón quien pela una zanahoria, dando la idea de que se está masturbando: la consecuencia es llevarlo con una cara prostituta) y el cuento de hadas internacional (el "experto" en música mexicana que confunde al ritmo de tambora con merengue por las clases de baile que les imparte Ramón). Kristyan Ferrer es uno de los actores más talentosos del cine mexicano contemporáneo y en este rol tuvo su Sally Bowles de “Cabaret” o su Stanley Kowalski de “Un tranvía llamado Deseo” porque llena toda la pantalla con los giros que le regala el guionista y su técnica actoral.

Kristyan Ferrer es un actor luminoso...

            Ante los seres de carne y hueso que vemos en los cinco amigos sonorenses, está el contraste con una coproducción que prohíbe hablar mal de Alemania. Sabemos que es un país de primer mundo pero no deja de tener defectos que aquí nunca se muestran. De ahí que se deba llegar al argumento sublimado: de hecho la culpa es de México por sus narcos y por la pobreza. Ramón hallará la riqueza gracias a la bondad teutona. Emilio, por su parte, hallará la satisfacción personal al notar los contrastes de sus amigos que no tienen, todos, finales felices. Tampoco se llega a lugares comunes: el cantante quiere recuperar al hijo abandonado sin estar dispuesto a dejar de lado la droga y el marido golpeador entra a tratamiento psicológico. Y sí, sí tiene un epílogo blando pero nada cursi.

Manuel Balbi apareció en la horrorosa "Seres: Génesis"
y aquí se redime. A su lado la sonorense Livia Rangel.

            De Jorge Ramírez Suárez, realizador de Ramón conocíamos su ópera primera “Morena” sobre el amor que surge entre el inventor de una máquina alimentadora de perros y su ayudante, que era producción de Televicine; luego “Conejo en la luna” donde una simple confusión volvía criminal a una pareja inocente (ella británica, él mexicano); luego la horrenda comedia sexualoide “Amar”, para terminar con su segmento del elevador parado en “Los inadaptados” y que hubiera una conversación entre clases sociales. Todas ellas fallidas, pero que sirven como antecedente para este cine complaciente y ligero. Alejandro Sugich muestra su ópera prima: ojalá no se pierda en el camino, ni tome el de Ramírez Suárez.