LUCY
2014.
Dir. Luc Besson.
Lo que importa es el tiempo. Es lo que
viene a definir la realidad e inmortalidad de Lucy (Scarlett Johansson,
estupenda) luego que una droga poderosa le permite ir abriendo su cerebro desde
el 10% normal que usamos los humanos hasta llegar a la inalcanzable totalidad.
Lucy se convierte, accidentalmente, en “mula” que llevará droga a los Estados
Unidos debido a la mafia coreana que opera en Taipei. Al ser golpeada en el
estómago, se produce el derrame de la droga dentro de su cuerpo e inicia un
proceso de crecimiento sobrehumano en cuanto a la percepción del tiempo y la
adquisición del conocimiento. Sabe que es una situación irreversible y se
contacta con un especialista en el tema. Mientras tanto, deberá recuperar toda
la droga (también portada por otras tres personas) y alcanzar su venganza
contra quienes la violentaron.
Scarlett Johansson en uno de sus mejores papeles.
Luc Besson era insoportable, sobre
todo con El quinto elemento (1998) donde demostraba que su interés principal
era llegar a la superproducción de Hollywood (como cualquier detestable
Guillermo del Toro, igual de gordo, pero qué diferencia en uso del cerebro) con puros efectos especiales y nada de sustancia. Lo
redimió la producción. Gracias a Besson se logró tener las joyas de Gérard
Krawczyk (Taxi), Pierre Morel (Búsqueda implacable), Olivier Megaton
(Colombiana) o McG (Tres días para matar). Ahora nos ofrece la que es su
obra soberbia. Lucy viene a tratar nuevamente el tema de la apertura cerebral
gracias a la droga (como en Sin límite de Neil Burger, donde se llegaba a la
corrupción) pero en esta ocasión la víctima alcanza mezclarse con el infinito.
Se transforma de mujer vulnerable en implacable
La cinta puede equipararse como la
versión “light” del final de 2001: Odisea del espacio en cuanto el tiempo se
vuelve uno, las personas y los hechos coexisten o dejan de existir. No es
casual que el personaje se llame “Lucy” como se le ha apodado al esqueleto más
antiguo encontrado de un homínido: es la primera imagen y llegará un momento en
que ambas mujeres se encuentren para cerrar un ciclo sobre la existencia del
hombre sobre la tierra. Durante la cinta se discutirán las limitaciones del
conocimiento y cómo la ciencia, tal cual la manejamos está determinada por la
falta de visión.
Lucy, la primer homínida, cuyos restos se descubrieron
luego de 3.2 millones de años
Muy bien filmada, al inicio se va
alternando una conferencia del profesor Norman (Morgan Freeman) acerca de la
capacidad cerebral con los hechos que llevarán a Lucy a vivir su evolución, o
como expresa el profesor: una revolución. Los efectos especiales son
apabullantes (vemos, por ejemplo, la circulación interna, la vida, de un árbol
desde sus raíces para que nos dé envidia y deseo de tener esa posibilidad en la
realidad). Y la secuencia final es magistral porque Lucy viene a demostrar la
alternancia paralela de los tiempos que es una mera cuestión filosófica pero
que sería maravilloso comprobarla (el tiempo pasado está ocurriendo en este
instante en su propia dimensión).
Luc Besson, gordo e insoportable como cualquier Del Toro,
pero que sabe usar su cerebro y logra su gran película
Lucy despierta la imaginación y
provoca la inquietud científica. Solamente las almas ingenuas que se dejan
llevar por la “trama” salen decepcionadas. Es precisamente esa falta de
complacencia la que permite que Besson ofrezca su mejor película hasta el
momento. Johansson logra una actuación impecable como la mujer frágil y
mediocre, asustadiza y vulnerable, que se va transformando en implacable y
valiente, dominadora e infinita. Ejemplo de rol femenino total: hay una escena
donde besa al policía que la está acompañando en su lucha contra los mafiosos
(“es solamente por recordar”) porque ya no aparece el dolor que nos hace
humanos y se ha transformado en máquina de conocimiento. ¡Qué buena película!