domingo, 2 de noviembre de 2014

MALDAD Y AMOR


ANNABELLE
2014. Dir. John R. Leonetti.
 
 
 
         La primera escena de Annabelle nos muestra a las enfermeras que vivieron la extraña movilidad de la muñeca al inicio de El conjuro. Ellas comentan que pensaban que quería comunicarse. Y de pronto nos vamos a 1970 cuando ya se ha capturado a Charles Manson y su familia luego de los horribles crímenes de la actriz Sharon Tate, esposa de Polanski, entre otras personas, bajo el pretexto del culto satánico, y por la televisión se habla de otros casos. Un barrio tranquilo nos permite conocer a Mia (Annabelle Wallis), embarazada, y a su marido John, el doctor que busca su residencia. Cierta noche, una pareja entra a la casa de sus vecinos y los mata bajo el estilo de Manson. John va a investigar y mientras tanto la asesina ha entrado a su casa y toma a Annabelle, la muñeca en sus brazos. Llega la policía, dispara a los criminales. Una gota de sangre entra por el ojo cristalino de la muñeca.
 

         Con este prólogo se establece la presencia del mal absoluto, del demonio en sí mismo, implacable y multiforme, utilizando como vehículo a la muñeca, a través del espíritu de la asesina. El productor James Wan y el realizador Leonetti (quien fuera fotógrafo de sus cintas desde El títere hasta llegar a La noche del demonio” 1 y 2 y El conjuro) unen esfuerzos y alcanzan nuevamente grandes momentos en el género de terror. Con magistrales secuencias muy bien orquestadas, aparte de momentos que parecen ser antecedente de alguna situación horrible que no llega a suceder, preparando simplemente al espectador a la angustia, tenemos otro caso de cine-retro. Así como La noche del demonio nos daba una relectura del mejor cine de casas embrujadas realizado en el pasado, ahora Annabelle nos introduce al horror sugerido que se explotaba en el cine de los años setenta. La atmósfera de una época, la fidelidad a un estilo y el nuevo acercamiento hacia el satanismo que cautivó en La semilla del diablo (Polanski, 1968) o Baile con el diablo (Wendkos, 1971), por mencionar dos títulos, o en el sacrificio al revés de La profecía (Donner, 1976) por mencionar otro, son prueba de que todo renace para permanecer, como el Mal absoluto.
 
 
 

MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA
(Magic in the Moonlight)
2014. Dir. Woody Allen.
 
 

         Luego de divertirse en París y Roma para retornar a un jazmín norteamericano, Allen volvió al Mediterráneo para mostrarnos otra historia de amor unida con la magia y el ensueño como pasó en Amor y muerte o El beso del escorpión. El amigo de un gran mago le invita a que lo acompañe para desenmascarar a una joven médium que ha enamorado a un millonario por sus supuestas cualidades. El mago acepta porque es un escéptico: todo es truco y existe la ciencia para explicarlo. No cree en Dios porque todo tiene una causa, efecto y definición. El gran hombre ama porque es natural pero no hay que demostrarlo. En una excelente secuencia, el mago comienza a implorar a Dios, sin creer en él, y es entonces que encuentra sentido a todo. La cinta es un juego romántico, una historia de amor, otra incursión en el pasado del siglo XX, donde el maestro Allen escribe otro capítulo filosófico-moral. Un gran elenco en una cinta nada convencional: por eso no ha gustado tanto al gran público.