ANNABELLE
2014. Dir. John R.
Leonetti.
La primera escena de Annabelle nos
muestra a las enfermeras que vivieron la extraña movilidad de la muñeca al
inicio de El conjuro. Ellas comentan que pensaban que quería comunicarse. Y
de pronto nos vamos a 1970 cuando ya se ha capturado a Charles Manson y su
familia luego de los horribles crímenes de la actriz Sharon Tate, esposa de
Polanski, entre otras personas, bajo el pretexto del culto satánico, y por la
televisión se habla de otros casos. Un barrio tranquilo nos permite conocer a
Mia (Annabelle Wallis), embarazada, y a su marido John, el doctor que busca su
residencia. Cierta noche, una pareja entra a la casa de sus vecinos y los mata
bajo el estilo de Manson. John va a investigar y mientras tanto la asesina ha
entrado a su casa y toma a Annabelle, la muñeca en sus brazos. Llega la
policía, dispara a los criminales. Una gota de sangre entra por el ojo
cristalino de la muñeca.
Con este prólogo se establece la
presencia del mal absoluto, del demonio en sí mismo, implacable y multiforme,
utilizando como vehículo a la muñeca, a través del espíritu de la asesina. El
productor James Wan y el realizador Leonetti (quien fuera fotógrafo de sus
cintas desde El títere hasta llegar a La noche del demonio” 1 y 2 y El
conjuro) unen esfuerzos y alcanzan nuevamente grandes momentos en el género de
terror. Con magistrales secuencias muy bien orquestadas, aparte de momentos que
parecen ser antecedente de alguna situación horrible que no llega a suceder,
preparando simplemente al espectador a la angustia, tenemos otro caso de
cine-retro. Así como La noche del demonio nos daba una relectura del mejor
cine de casas embrujadas realizado en el pasado, ahora Annabelle nos
introduce al horror sugerido que se explotaba en el cine de los años setenta.
La atmósfera de una época, la fidelidad a un estilo y el nuevo acercamiento
hacia el satanismo que cautivó en La semilla del diablo (Polanski, 1968) o Baile
con el diablo (Wendkos, 1971), por mencionar dos títulos, o en el sacrificio al revés de La profecía (Donner, 1976) por mencionar otro, son prueba de que
todo renace para permanecer, como el Mal absoluto.
MAGIA A LA LUZ DE LA
LUNA
(Magic in the
Moonlight)
2014. Dir. Woody
Allen.
Luego de divertirse en París y Roma
para retornar a un jazmín norteamericano, Allen volvió al Mediterráneo para
mostrarnos otra historia de amor unida con la magia y el ensueño como pasó en Amor
y muerte o El beso del escorpión. El amigo de un gran mago le invita a que
lo acompañe para desenmascarar a una joven médium que ha enamorado a un
millonario por sus supuestas cualidades. El mago acepta porque es un escéptico:
todo es truco y existe la ciencia para explicarlo. No cree en Dios porque todo
tiene una causa, efecto y definición. El gran hombre ama porque es natural pero
no hay que demostrarlo. En una excelente secuencia, el mago comienza a implorar
a Dios, sin creer en él, y es entonces que encuentra sentido a todo. La cinta
es un juego romántico, una historia de amor, otra incursión en el pasado del
siglo XX, donde el maestro Allen escribe otro capítulo filosófico-moral. Un
gran elenco en una cinta nada convencional: por eso no ha gustado tanto al gran
público.