RÁPIDOS Y
FURIOSOS 7
(Fast
& Furious 7)
2015. Dir.
James Wan.
Peleas entre dos mujeres aguerridas.
Carros que se lanzan por paracaídas. Saltos entre vehículos en movimiento. Una
ambulancia que cae sobre un dron poderoso. El cruce de un auto entre tres
torres altísimas en Abu Dhabi. Todo es excesivo y, sin embargo, fascinante. Una
persona inteligente me dice: “James Wan
sabe que las peleas y los trucos improbables son aburridos, pero cuando son peleas
y trucos imposibles, jamás”. Esa es la esencia del buen entretenimiento.
Los autos vuelan con paracaídas
o cruzan altísimas torres
Lo que comenzó
como un renacimiento del cine de carreras de autos, y la lucha entre la ley y
el rebelde, para dar lugar al concepto de familia interracial (el policía
blanco Brian se enamoraba de Mia, la hermana de Toretto, el multiétnico
fortachón que, a su vez, adoraba a Lety, la chicana) se fue tornando en
franquicia de aventuras. De delincuentes pasaron a apoyar al Gobierno,
subrepticiamente como en el caso de Ethan
Hunt por ejemplo, dando lugar a locaciones internacionales para vivir las
aventuras más imposibles y, no obstante, magnéticas. Si se quiere dar un
ejemplo de lo que significa diversión para un mundo dominado por la tecnología
y salido de la ya transformadísima fábrica de sueños, aquí se tiene la
respuesta. Bien valió la espera.
Michelle Rodríguez y Vin Diesel,
la pareja emblemática de la franquicia
Toretto (Vin Diesel) y sus amigos son
perseguidos por Deckard Shaw (un magnífico, por detestable, Jason Statham),
hermano del villano de la secuela previa, quien llega a lisiar al oficial
Hobbes (Dwayne Johnson, simpático y con un cuerpo envidiabilísimo) y matar a
Han (Sung Kang, que solamente aparece en foto). Antes de que vayan a cazarlo,
la CIA solicita al equipo que recupere a una “hacker” que ha creado un programa
que puede localizar a cualquier persona del planeta. Este es el punto de
partida de una cinta larga, emocionante, redonda, producida sin limitantes,
dirigida por un genio del cine contemporáneo, donde se mantiene el sentido de “familia”.
Jason Statham es la representación
del mal acechante, tema recurrente
en el cine de James Wan
La película recorre el mundo
nuevamente. Se recuperan a los personajes que estaban distanciados para
encontrar sorpresas. No queda cabo suelto y lo imposible viene a reinar. A
pesar de golpes, balaceras, estallidos, no hay rasguños siquiera. Eso no
importa (y a quien le importe, le recomiendo que no vaya a ver este tipo de
película donde la lógica es inexistente por fortuna). El villano se ha
convertido en monstruo humano que nos refiere al Jason de Halloween
omnipresente e indestructible que se aparece por todos lados y es la representación
del mal acechante, tema favorito del realizador Wan, que imparte su extremo sentido de lo cinematográfico.
Un genio contemporáneo: James Wan
Hay una secuencia-homenaje al
desaparecido Paul Walker y la cinta está dedicada a su memoria. De esta manera
se hace un micro resumen de la saga y se le da, ahora sí, lógica terminación,
reverenciando a quien fuera un gran actor de películas menores en el cine
actual de Hollywood (fuera de esta franquicia, sus actuaciones fueron en cintas
interesantes pero jamás producciones millonarias: al menos, una de ellas es una
obra maestra El día del crimen). Y se
rinde pleitesía al concepto de familia
que tanto se repite en esta película dadas las relaciones entre personajes y la
manera en que se protegen entre sí. Al final de la película alguien expresa ¡Increíble! y sí, es el mejor adjetivo
para dejar clara la admiración y la sorpresa.
El desaparecido Paul Walker (1973 - 2013)
nos dejó un grupo de cintas menores, soberbias,
además de esta popular franquicia