EL
INCIDENTE
2014.
Dir. Isaac Ezban.
Dos historias narradas de manera
paralela: un par de hermanos delincuentes es perseguido por un agente policiaco
en las escaleras de emergencia de un edificio. De pronto se escucha una
explosión: el agente dispara y hiere a uno de los hermanos. La escalera se
torna infinita, sin escape alguno. Una mujer, con sus dos hijos, sale de viaje
hacia un balneario, acompañada de su nuevo novio. En el camino se escucha una
explosión, la carretera se torna infinita, repetitiva, donde todo vuelve al
punto de partida. Pasa el tiempo: cada día se repiten los objetos que tenían o
existían cuando ocurrió el inicio de sus infernales odiseas. Uno de los
hermanos muere como consecuencia de la herida; la hija de la mujer muere al destruirse su inhalador porque padece de
asma. Siguen pasando los años, todos envejecen hasta que llega una posible
explicación y aparente salida.
Raúl Méndez, Fernando Álvarez Rebeil
y el desagradable Humberto Busto
en la escalera interminable e infinita
Filmada con gran tacto e inventiva,
estamos ante una cinta de ciencia ficción, género pocas veces explorado con
efectividad en el cine mexicano, que se abre a diversas explicaciones o
interpretaciones. Como toda película críptica, se vale llegar a las
conclusiones personales acordes con la sensibilidad de cada espectador. Tenemos
una pista obvia que el realizador nos brinda para ayudarnos: uno de los delincuentes
trae consigo un ejemplar de Time Out of
Joint, novela desconocida para quien esto escribe, de Philip K. Dick, donde
se relata cómo el personaje vive en un mundo irreal en cierto año que no
coincide con el que en verdad está. Y ese es el sentimiento que uno como
espectador siente: una mezcla entre realidad e ilusión. Por otro lado está la
repetición de cada día, la multiplicación de objetos, pero el paso del tiempo
físico, implacable. Un lapso de 35 años: la ancianidad entre los personajes
mayores; la madurez del personaje que inició como niño en esta aventura
infernal.
El encantador Gabriel Santoyo con su hermana muerta,
en la carretera interminable e infinita
donde maneja su desesperada madre, Nailea Norvind
Debe destacarse el estilo y el ritmo de
la cinta que no dejan de atrapar al público. Es natural: el misterio y la
necesidad que tenemos siempre por resolverlo. La curiosidad que busca la
explicación racional para caer en lo fantástico: esa irrupción de lo inesperado
e insólito dentro de lo que sería la acción normal y cotidiana. Algo ha
sucedido cuando se escucha el estímulo sonoro y el incidente, la acción que
lleva a una muerte. La maquinaria de una dimensión más allá de nuestro
entendimiento que alimenta a la trama que hubiera llevado a mejores soluciones.
Sin la ocurrencia de un incidente, la vida sería otra. Y al ocurrir, la carga de culpabilidad produce efectos trascendentes. La película nos lleva a
otra versión del mito de Sísifo abriendo las alternativas de la vida, aunque
eso jamás llegaremos a saberlo.
Sin la ocurrencia de un incidente, la vida sería otra...
Una sombra borgiana se encuentra a lo largo de la película. Uno recuerda a El jardín de senderos que se bifurcan “donde
hay tiempos divergentes, paralelos, convergentes. Esa
trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se
ignoran, abarca todas la posibilidades”. Por otro lado está el espíritu de Rod
Serling y su Dimensión desconocida que entraba en el ámbito fantástico,
haciendo uso de estos maestros del género, aunque en treinta minutos de
televisión semanal. Aquí el realizador Ezban alcanza ese prodigio, con más
tiempo y recursos.
No queda más que seguir adelante,
aunque continuarán repitiéndose "incidentes"
Primer largometraje del
director Isaac Ezban, menor de 30 años, empresario que ha entrado en la
producción, distribución y exhibición cinematográfica, ya tiene otra cinta en
espera y una tercera en planeación, luego de varios cortometrajes. El reparto
está conformado por Raúl Méndez, Nailea Norvind, Hernán Mendoza, Fernando
Álvarez Rebeil, además de niños (Gabriel Santoyo, memorable en Cuatro lunas)
y ancianos que dan miedo y dolor, de los cuales no recuerdo sus nombres.