domingo, 12 de junio de 2016

EL AMOR CONTRA EL DEMONIO


EL CONJURO 2
(The Conjuring 2)
2016. Dir. James Wan.



         En 2013, la cinta original que dio lugar a esta secuela introducía al matrimonio Warren, Ed y Lorraine, pareja dedicada a la parapsicología y a la demonología. Fueron los primeros en investigar el caso Amityville (que da lugar a un tenebroso prólogo que establece los temores de los especialistas). Ambos personajes eran católicos y seguían las indicaciones del Vaticano en cuanto a exorcismos y Ed hablaba de que el demonio existía. En esta perfecta narración de terror se vuelve a una casa embrujada, habitada por un espíritu, pero ahora al norte de Londres.

 
 

         Luego de prometerse que se retirarán, a instancias de Lorraine quien teme por la vida de su marido al cual ha visto morir en sus visiones, para solamente ser observadores en casos futuros, los Warren reciben el llamado de la iglesia católica en Londres para que asistan a investigar los hechos inexplicables que suceden en la casa de la familia Hodgson (estamos ahora en 1977). Una de las hijas de Peggy (Frances O’Connor) ha sido poseída por espíritu de un viejo habitante de la casa donde viven. Todos son testigos de las consecuencias e igual que con la familia de la cinta previa, el mal la persigue: se muda frente a su casa para que el espíritu también invada dicho predio. Los Warren llegan para darse cuenta que detrás de todo esto se encuentra un demonio.
 
Vera Farmiga y Patrick Wilson como los Warren


         La cinta mantiene el estilo de Wan: narración impecable que provoca sustos, establece ritmo y suspenso, coloca la cámara donde debe moverse para lograr involucrar al espectador. Uno no siente el fluir del tiempo real porque no puede dejar de disfrutar lo que se le está presentando. La habilidad y pericia técnica del realizador son soberbias y es maestro para contar una historia. Los efectos especiales y las texturas de imagen están al servicio de la trama y es apabullante (la falta de foco para mostrar la transformación de una posesión espiritual; la mezcla de animación para hacer que una figura de praxinoscopio adquiera vida y amenace a los personajes; una escena notable: una sombra que recorre la pared para posarse en el retrato de una monja monstruosa).

El joven realizador Wan (1977)
con su actor preferido (4 películas)


         Lo más importante: la cinta refleja el amor de pareja y la necesidad de su  solidaridad para evitar la muerte. Desde el inicio de la cinta, Lorraine ha visto la posible manera en que Ed puede morir. Su amor hace que le prometa alejarse de lo que se ha vuelto su modo de vida. No obstante, lo primordial es el servicio hacia los demás, ayudar y provocar un cambio en sus existencias controladas por entes que van más allá de la lógica y la razón. Un guion inteligente que va atando cabos aparentemente sueltos en el tiempo y la distancia pero que se conformarán con el paso del tiempo y la unión de circunstancias. ¡Ah!, y el romanticismo se refleja con una canción de Elvis Presley que Wilson parodia deliciosamente (no en balde se ha tornado en actor favorito de Wan con las dos cintas de La noche del demonio y las dos de El conjuro).

Un praxinoscopio (o zoetrope), de los
primeros inventos para la imagen en movimiento


         Es el tipo de película que pasa sin sentir. No hay ninguna toma descuidada: se nota que Wan la pensó de principio a fin. Ese flujo rítmico y suave de una cinta que sabe equilibrar acción, calma, reflexión, angustia y miedo. Desde ese inicio turbulento donde Lorraine se convierte en el alter ego de un criminal hasta la imagen de siluetas de una pareja amorosa, Wan ha filmado una de sus obras magistrales. En un solo adjetivo: perfecta.