lunes, 1 de octubre de 2018

LA FUGA OLVIDABLE


PAPILLÓN: LA GRAN FUGA
(Papillon)
2017. Dir. Michael Noer.


         Nueva lectura de una película de 1973 con Steve McQueen y Dustin Hoffman donde se narraban las aventuras de Henri Charriére, apodado “Papillón” (mariposa en francés, por el tatuaje que tenía en su pecho). Basada en el libro que fue gran éxito mundial de ventas en 1969, siempre puesto en tela de juicio, ya que el autor aseguraba que era autobiográfico, ahora la cinta utiliza como punto de partida el guion original de Dalton Trumbo y Lorenzo Semple, Jr. (dos de los guionistas más importantes de los años setenta) para presentar primero a Papillón (Charlie Hunnam), robando una caja fuerte, que era su especialidad. Es el año 1931. Luego de entregar la mercancía de joyas a su jefe, al cual asegura que no se ha quedado con nada, es sorprendido sin que él se dé cuenta, cuando regala un collar a su novia. Su jefe lo denuncia como culpable de un asesinato y Papillón es condenado a cubrir su condena perpetua en los penales de la entonces Guayana Francesa. Desde el viaje por barco desde París hasta su destino, se relaciona con Louis Degá (Rami Malek), rico falsificador, famoso por haber estafado a mucha gente con fraudulentos bonos de gobierno, cuidando sus espaldas y aprovechando el dinero que trae consigo para planear un escape que, considerando los peligros alrededor de la cárcel: una selva sin salida, un mar pleno de tiburones, la amenaza de confinamiento solitario, viene a ser su razón para vivir.
         De eso trata la película. Es el hombre contra el hombre y la naturaleza. Es la fortaleza y el temple ante la adversidad. Es el deseo de comprobar su inocencia ante la injusticia. La cinta está muy bien filmada pero al partir de un material deprimente, repetitivo tanto en el afán del escape como en una trama que se ha visto en muchas otras ocasiones, se vuelve intolerable para algunos espectadores (y para otros, deviene aburrida). La violencia explota y los abusos se imponen: los carceleros que tienen el poder golpean a diestra y siniestra. Matan sin castigo porque cada uno de los presos representa a la escoria humana: uno menos no importa. La justicia se aplica con base en la ley del más fuerte. No queda otra salida que escapar o morir.
         La química lograda hace 45 años entre McQueen y Hoffman, dos estrellas importantísimas en ese entonces, 
se alcanza ahora entre el irregular Hunnam y el expresivo Malek (ambos actores más populares por la televisión que por el cine). La fortaleza del primero, con cuerpo esbelto que se deforma al sufrir un terrible castigo, se complementa con la delicadeza y la astucia (así como la riqueza) del otro, menudo y frágil. Sin embargo, el impacto posible para los ojos del espectador de este siglo se ha disminuido ante la menor capacidad de asombro. Uno imagina que el motivo para volver a filmar esta película fue aprovechar la narrativa de fugas y escapes para llamar la atención con Montecristos modernos y revalorar la actual falta de justicia y el ataque a los derechos humanos. Sin embargo, se queda en mera ilustración formal, correcta, pero fría, lejana, ya pasada de moda. Tan fácil como fijarse en que la cinta original no requirió de "apoyo" en el título, hablando de fugas. Era un libro popular, todos lo conocíamos y la cinta fue un taquillazo por las estrellas. Ahora: ni eso, por desgracia.