LICORICE PIZZA
2021. Dir. Paul Thomas Anderson.
Gary Valentine (Cooper Hoffman), de quince años, se encuentra con Alana King (Alana Haim), quien le lleva una década, mientras hace fila para tomarse la foto del anuario escolar. Ella trabaja para el fotógrafo apoyando con espejo y cepilo para arreglarse el cabello. El jovencito, con pasado como estrella circunstancial de cine, decide que ella será la persona con la cual se casará. No obstante, pasará el tiempo y muchas aventuras en conjunto, todas urbanas, laborales, simples y castas, en el panorama de Los Ángeles, entre los suburbios de Sherman Oaks y Encino, durante los primeros años setenta, antes de que ambos se den cuenta de que hay una historia de amor que se irá desarrollando, aunque se niegue. El noveno largometraje del maestro Anderson sigue siendo un recordatorio de la California que le tocó vivir durante su juventud, aunque ahora sin sordidez ni consecuencias trágicas. No obstante, la cinta siempre estará en tensión de que algo suceda y cambie su tono de comedia y romance en algo distinto.
Sin que haya una trama definida, más que viñetas de momentos y anécdotas que van estableciendo los lazos de relación entre los personajes, estamos ante un recordatorio de la California de un tiempo definido y significativo, porque fue abriendo límites y cambiando el medio social. En algún momento, el presidente Nixon, por televisión, pide a los norteamericanos que se aprieten el cinturón ante la falta de petróleo y gasolina (por la crisis en el Medio Oriente), mientras que el joven Gary lee en un periódico el anuncio de la legendaria cinta pornográfica Deep Throat, que vino a darle otro matiz a la censura y la subida de un escalón más ante la libertad de expresión. Esta radiografía indirecta y panorámica de los Estados Unidos en una década de transiciones polémicas y trascendentes, da lugar a una cinta entrañable por lo que representa de una etapa de aprendizaje para la juventud de esos años.
Gary y Alana pasarán de los intentos por audicionar y conseguir roles en el medio del espectáculo hasta los intentos empresariales para conseguir riqueza (las camas de agua o las máquinas de pinball, antecedentes de los actuales videojuegos). Dentro de este trayecto, cada uno intentará trasladar lo que es una amistad o una relación laboral en algo romántico, más duradero y significativo, sin aceptarlo. Estarán siempre confrontándose, provocando los celos del otro (Gary saliendo con otras chicas; Alana coqueteando con una vieja gloria de Hollywood). Aparte, serán cómplices: en el negocio de las camas de agua tendrán una experiencia con un personaje de la vida real, Jon Peters (Bradley Cooper) como símbolo de la parte decadente de Hollywood, que los unirá en una pequeña felonía como respuesta a la arrogancia.
Lo gran
cualidad de esta película es la manera en que su director transforma una
historia de amor, con sus dos personajes, en toda una época histórica. El
título proviene de una cadena de tiendas de discos que había en el sur de California
por esos años, nunca mostrada ni referida directamente, pero que le da sentido universal
al recuerdo de un tiempo en la distancia: una entelequia. La película no
presenta mayor complejidad aparente, aunque sus personajes sí sean complicados. Cada
uno, dentro de sus circunstancias, no sabe adónde va ni qué es lo que se les va
a presentar más adelante. Lo único real, verdadero, es el amor entre ellos,
siempre difuminado, nunca aceptado, siempre suspendido, nunca eliminado, hasta
que llega el momento en que se dan cuenta de que no tienen otra salida: que ese
tiempo terminará, pero ellos no.
El maestro Paul Thomas Anderson