jueves, 7 de abril de 2022

RESTAURANTE

DELICIOSO
(Délicieux)
2021. Dir. Èric Besnard.

         Es 1788 y Manceron (Grégory Gadebois) es el cocinero del Duque de Chamfort (Benjamin Lavernhe). Infringiendo la regla de no ofrecer platillos sorpresa en los menúes que el noble ofrece a sus invitados, ofrece un nuevo bocadillo al cual llama “Delicioso” y que consiste en una mezcla de champiñones y papas. Uno de los asistentes, sacerdote, reniega del platillo, pregunta por su contenido y se queja de que se les ofrezca papa cuando es alimento para los campesinos. Chamfort pide al cocinero que se disculpe, algo que no sucede, por lo que es despedido. Junto con su hijo Benjamín, Manceron vuelve a su casa para encontrarla derruida. Al poco tiempo llega Louise (Isabelle Carré) quien le solicita ser su aprendiz. Entre la negación del cocinero que ha perdido el entusiasmo por su oficio y las ideas de Benjamín ante la posibilidad de ser más que una posada de paso para viajeros, inicia un negocio de servicio para la gente en general. Por medio de una ficción que habla de la invención de los restaurantes, además de que sirve como metáfora indirecta de los disturbios que llevarían a la toma de la Bastilla.

         La cinta, cuya trama y desarrollo son tan deliciosos como el título, contiene muchos subtextos: el sentido clasista (solamente los nobles estaban condicionados para la buena comida: los pobres no podían ser gastrónomos); la idea de sumisión y pertenencia (Chamfort vive una gran decepción al ser negado por su patrón, quien era el que valoraba su gran don culinario); los ecos de una situación cada vez más insostenible (la pobreza extrema y el hambre debida a la ambición y soberbia de los aristócratas; el abuso en impuestos y los intereses creados). Por otro lado, está el hilo dramático: Manceron recibe a Louise para que despierte sus instintos eróticos, pero que en realidad permitirán conocer la verdad detrás de su identidad. De esta manera, se va creando cierto suspenso que mantendrá la expectativa del público.

         En la realidad, los restaurantes se crearon como concepto y servicio a finales del siglo XVIII. Manceron es un personaje pretexto para establecer la importancia de la comida como manjar planeado, experimentado y finalmente aceptado, como otro elemento de consumo aristocrático: no importaba su extracción popular mientras tuviera el don de la creación culinaria. Para Manceron, la cocina es lo que le da significado a su existencia. La idea de utilizar esa cualidad para que estuviera al alcance popular, sobre todo en una etapa de gran desigualdad social, fue lo que vino a revolucionar, de otra manera, a un país que era popular por sus manjares.

 El realizador Èric Besnard junto con su actor Gadebois

         Lo que resulta excepcional es que la cinta nos habla de la Revolución Francesa sin que jamás veamos una acción sangrienta ni alguna forma de exceso. Louise guarda un secreto que tiene que ver con su posición social. Chamfort tiene toda una historia detrás de sus acciones, aparentemente simples, que representa todo lo que provocó la rebelión. Al conjuntar estos personajes y desarrollarlos dentro de un tiempo, un espacio y las circunstancias aledañas, el realizador Besnard, alejado del cine de género que ha cultivado con éxito, nos ofrece una cinta que se cierra en sí misma, redonda, más clara que el agua. Reparto excepcional en locaciones de ensueño, con una fotografía espléndida, que nos transporta hacia un siglo que parece muy lejano, pero que, bajo muchos aspectos, nos acerca hacia nuestra cercana realidad. Hay menciones de Rousseau (“la vuelta al campo”), Mirabeau (“el orador del pueblo”), el inicio de los vuelos en globos aerostáticos: un pasado que más que recuperarse, está entre nosotros.